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Mar adentro - blog

Mar 18 Mar 2025

El Pensamiento Social Cristiano: claves para una transformación social integral

Por Pbro. Mauricio Rey Sepúlveda - El tejido social contemporáneo se encuentra en una encrucijada. La incertidumbre, la fragmentación y la instrumentalización del ser humano han erosionado los valores fundamentales que sostienen la convivencia y la justicia. Frente a este panorama, el Pensamiento Social Cristiano (PSC) se posiciona como una brújula ética capaz de orientar procesos de cambio, no desde la imposición de modelos cerrados, sino desde una propuesta que articula reflexión, acción y compromiso.Más que un cuerpo doctrinal rígido, el PSC es una dinámica de discernimiento en la que la realidad es interpelada a la luz de principios que permiten desentrañar sus causas profundas y proponer alternativas viables. Este análisis no solo busca exponer su relevancia teórica, sino evidenciar su impacto en la reconfiguración de los sistemas económicos, políticos y culturales.De la fragmentación a la reconstrucción del sentidoUno de los signos más evidentes de la crisis actual es la disolución de referentes compartidos. La sobrevaloración del individualismo, la relativización de la verdad y la pérdida de vínculos comunitarios han generado un vacío que se traduce en ansiedad social, polarización y crisis del compromiso cívico.Desde el PSC, la reconstrucción del sentido no pasa por un retorno nostálgico a modelos del pasado, sino por la capacidad de generar espacios de diálogo auténtico, donde la verdad y la libertad no sean vistas como opuestas, sino como dimensiones complementarias de la misma realidad.La educación juega aquí un papel central, pero no como mero mecanismo de transmisión de datos, sino como un proceso que debe formar criterios de juicio, estimulando el pensamiento crítico y la capacidad de reconocer en el otro a un interlocutor legítimo.Economía y ética: hacia una visión integral del trabajo y la producciónEl modelo económico dominante ha reducido el trabajo a una variable de ajuste, precarizando la existencia de millones de personas. La lógica de la rentabilidad inmediata ha dejado en segundo plano la pregunta por el significado del trabajo y su impacto en la construcción del bien común.El PSC invita a replantear el sentido de la actividad productiva, reivindicando el trabajo como una dimensión esencial de la realización humana. Esto implica:• Superar la dicotomía entre eficiencia y justicia social.• Impulsar modelos de producción que pongan en el centro la dignidad de la persona y el equilibrio ecológico.• Fomentar estructuras económicas basadas en la reciprocidad y la cooperación, en contraste con la competencia destructiva.La emergencia de iniciativas de economía solidaria, empresas con propósito social y modelos de comercio justo muestran que no se trata de una utopía, sino de un horizonte posible cuando la acción política y empresarial asume su responsabilidad ética.Poder y participación: reconstrucción de la esfera públicaLa democracia enfrenta una paradoja: mientras se multiplican los mecanismos formales de participación, crece el desencanto ciudadano y el escepticismo sobre la capacidad de las instituciones para generar cambios reales. El PSC aporta una perspectiva que va más allá de las estructuras políticas, entendiendo la participación como un proceso que se juega tanto en el ámbito institucional como en la vida cotidiana.Es necesario reconfigurar el concepto de ciudadanía, pasando de una visión pasiva centrada en el ejercicio del voto a una lógica de corresponsabilidad, donde cada persona se asuma como actor en la construcción del bien común. Esto implica:• Revitalizar el tejido asociativo y fortalecer los espacios de deliberación pública.• Combatir la corrupción no solo como fenómeno legal, sino como expresión de una cultura del privilegio.• Promover liderazgos basados en el servicio y no en la acumulación de poder.La regeneración del ámbito político no será el resultado de reformas aisladas, sino de un cambio de mentalidad que redescubra la dimensión comunitaria de la vida social.El desafío ecológico: una cuestión de justicia intergeneracionalEl deterioro del planeta no es un fenómeno aislado, sino el reflejo de una cosmovisión que ha instrumentalizado la naturaleza y la ha reducido a un mero recurso explotable. El PSC introduce un cambio de perspectiva al situar la crisis ecológica dentro de una visión integral, donde el respeto por la creación es inseparable de la justicia social.El concepto de ecología integral, desarrollado en Laudato Si’, enfatiza que la degradación del medio ambiente y la exclusión de los más vulnerables son dos caras de la misma moneda. Esto nos lleva a repensar:• El modelo energético y el impacto de la extracción indiscriminada de recursos.• La cultura del descarte, que normaliza el desperdicio y la obsolescencia programada.• La ética del consumo, promoviendo estilos de vida sostenibles que no respondan solo a criterios de mercado.No basta con llamados genéricos a la responsabilidad ambiental. Es necesario impulsar estructuras normativas y económicas que hagan viable una transición hacia modelos productivos sostenibles sin que esto se convierta en una carga para las poblaciones más vulnerables.Espiritualidad y acción: la mística del compromisoUno de los riesgos en la aplicación del PSC es reducirlo a un catálogo de principios abstractos, desconectados de la vida real. Sin embargo, su verdadera fuerza radica en que no es solo un cuerpo de ideas, sino una forma de estar en el mundo.El compromiso con la justicia no puede ser sostenido solo por la indignación moral, sino que necesita una raíz profunda, una espiritualidad que lo nutra y le dé dirección. Esto se traduce en:• La capacidad de mantener la esperanza en medio de contextos adversos.• La disposición a asumir riesgos en la defensa de los más vulnerables.• La apertura al discernimiento, entendiendo que la acción social no es mera ejecución de planes, sino respuesta a una interpelación constante.El PSC, lejos de ser un esquema fijo, es una invitación a vivir la fe desde la historia concreta, reconociendo que el Evangelio tiene implicaciones radicales en la manera en que configuramos nuestras relaciones, nuestras instituciones y nuestras estructuras económicas.ConclusiónLa transformación social no ocurre por inercia ni por decretos. Requiere un cambio de mentalidad, una reorientación profunda de los valores que guían la convivencia y la organización de la sociedad. El Pensamiento Social Cristiano, en este sentido, no es un conjunto de respuestas prefabricadas, sino una herramienta crítica que permite interpretar los signos de los tiempos y generar respuestas creativas.Más que nunca, se necesita una inteligencia social capaz de articular análisis, acción y espiritualidad en un proyecto común que restituya la centralidad de la persona, impulse estructuras justas y fomente una cultura del encuentro. El desafío no es menor, pero la historia ha demostrado que las grandes transformaciones comienzan con comunidades convencidas de que otra realidad es posible.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana

Mar 11 Mar 2025

De mínimos humanitarios a máximos en humanidad: Evangelio en operatividad

Por Pbro. Mauricio Rey Sepúlveda - En el devenir histórico del mundo, la humanidad ha transitado entre la supervivencia y la aspiración a una existencia plena. En este recorrido vital, la ética y el derecho han desempeñado un papel central en la configuración de las condiciones mínimas de dignidad que deben ser garantizadas a todas las personas humanas, especialmente en contextos de crisis y vulnerabilidad. Sin embargo, el horizonte del desarrollo humano no puede reducirse a la mera subsistencia; existe un llamado ético y teológico que nos interpela a trascender la respuesta inmediata y caritativa para construir una sociedad basada en el ejercicio de la justicia estructural y la solidaridad radical.Este llamado no es ajeno a la doctrina cristiana, la cual ha puesto en el centro de su contenido la primacía de la persona y su dignidad inherente e inviolable. En palabras del profeta Isaías:“Aprended a hacer el bien; buscad la justicia, socorred al oprimido; defended al huérfano, abogad por la viuda” (Isaías 1,17).Desde esta perspectiva, podemos identificar dos niveles de responsabilidad ética y social: los Mínimos Humanitarios, que constituyen el umbral innegociable de dignidad de toda persona humana en situaciones de emergencia, y los Máximos en Humanidad, que representan la plenitud del compromiso cristiano con la transformación del mundo. En este contexto buscamos analizar ambos niveles, integrando la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) y el pensamiento social cristiano, con el fin de proponer una evangelización que no solo predique la fe, sino que la haga, con el ejercicio existencial, praxis de vida en la esfera social y política.1. Mínimos Humanitarios: La Ética de la Emergencia y la Supervivencia1.1 Fundamentos Ético-Jurídicos de los Mínimos HumanitariosEl concepto de mínimos humanitarios surge del derecho internacional humanitario y de la doctrina de los derechos humanos. Se trata de un conjunto de principios que garantizan la protección de la vida y la dignidad de las personas en situaciones de guerra, desastres naturales, crisis humanitarias y pobreza extrema.Estos principios se articulan en torno a cuatro ejes fundamentales:• Protección de la vida y la integridad personal ante cualquier tipo de amenaza o violencia.• Acceso a los bienes esenciales para la supervivencia, como agua potable, alimentos, salud y refugio.• No discriminación en la asistencia humanitaria, garantizando la atención sin distinción de raza, religión, género o condición social.• Neutralidad e imparcialidad en la ayuda, evitando su uso con fines políticos o estratégicos.Desde la perspectiva cristiana, estos mínimos no son solo exigencias jurídicas o humanitarias, sino una manifestación concreta de la misericordia de Dios en la historia, a favor de toda y cada persona humana. La enseñanza de Jesús es clara en este sentido“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis” (Mateo 25, 35).Garantizar estos mínimos es un imperativo moral ineludible. No obstante, la verdadera transformación social no puede reducirse a la contención de la emergencia pasajera o temporal. Es aquí donde la reflexión sobre los máximos en humanidad cobra relevancia en nuestro quehacer social.2. Máximos en Humanidad: Hacia una Civilización del Amor y la Justicia Social2.1 Más Allá de la Asistencia: La Promoción de una Sociedad Justa y SolidariaSi los mínimos humanitarios nos permiten garantizar la supervivencia, los máximos en humanidad nos invitan a repensar el sentido de la existencia humana en clave de justicia, fraternidad, solidaridad y desarrollo integral de la persona humana. Se trata de una propuesta que no solo responde a la urgencia inmediata, sino que busca transformar las estructuras sociales que generan exclusión y desigualdad.En este sentido, los máximos en humanidad incluyen:• Una economía basada en la solidaridad y la equidad social: No basta con paliar la pobreza, es necesario erradicar sus causas estructurales.• El acceso universal a la educación y la cultura: La ignorancia y la falta de oportunidades perpetúan la marginalidad.• El trabajo digno y con sentido: El empleo debe ser fuente de realización personal y contribución al bien común.• El fortalecimiento del tejido social y comunitario: La construcción de paz requiere comunidades organizadas y participativas.• La custodia de la Casa Común: El desarrollo humano no puede desligarse del respeto por el medio ambiente y la sostenibilidad ambiental.Estos elementos encuentran su fundamento en la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente en la encíclica Fratelli Tutti, donde el Papa Francisco señala:“La caridad política es también la expresión de un amor social, capaz de construir fraternidad y justicia” (Fratelli Tutti, 180).Los máximos en humanidad no son una utopía inalcanzable, sino la encarnación y manifestación concreta del Reino de Dios en la historia humana.2.2 Evangelizar la Sociedad: Una Tarea Urgente e InaplazableEl mandato evangélico no se limita a la conversión individual; implica también la transformación de las estructuras sociales injustas. En este sentido, la evangelización de lo social debe ser asumida como una tarea ineludible de la Iglesia en medio de las realidades humanas.Para ello, se requiere:1. Una educación en la doctrina social cristiana, que forme ciudadanos comprometidos con la justicia y el bien común.2. El fomento de políticas públicas basadas en los principios de solidaridad y subsidiariedad bien comprendida y asumida.3. La creación de modelos económicos alternativos, que privilegien la cooperación sobre la competencia desmedida (economía social y sólida).4. Una Iglesia en salida, cercana a los excluidos y comprometida con su causa.La evangelización no puede quedar reducida exclusivamente a los templos; debe hacerse presente en los espacios de decisión política, en la economía, en la educación y en la cultura. Como señala la carta de Santiago: “La fe sin obras está muerta” (Santiago 2, 26).La Iglesia no puede ser neutral ante la injusticia, pues su misión es anunciar un Reino donde los pobres sean bienaventurados y los últimos sean los primeros.Amar es Comprometerse con la Justicia y la SolidaridadLos mínimos humanitarios son un deber moral irrenunciable, pero no pueden ser el punto final de nuestra responsabilidad cristiana.La verdadera evangelización no se conforma con garantizar la mera subsistencia, sino que busca transformar el mundo según los valores del Reino de Dios.El desafío que se nos presenta es claro: ¿nos quedaremos en la asistencia puntual o trabajaremos por una justicia estructural? ¿Nos conformaremos con lo mínimo o buscaremos lo máximo en humanidad?La fe auténtica no se mide tan solo por la oración, sino por su impacto en la historia. La Iglesia está llamada a ser luz y fermento en el mundo, construyendo una sociedad donde el amor, la justicia y la solidaridad no sean la excepción, sino la norma de vida.“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5, 6).Es tiempo de encarnar el Evangelio en la acción social. Porque donde hay hambre, debe haber pan y formación para cocer el mismo; donde hay injusticia, debe haber denuncia ante la vulneración y defensa de los derechos humanos; y donde hay sufrimiento, debe haber desbordamiento de la esperanza. Esta es la vocación cristiana: transformar la historia desde el amor que Dios ha puesto en cada corazón humano.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana

Mar 25 Feb 2025

San José Gregorio Hernández

Por Hernán Alejandro Olano García - En medio de la enfermedad del papa Francisco, se ha dado a conocer el 25 de febrero de 2025 la noticia esperada por muchos, la canonización del Beato José Gregorio Hernández Cisneros, tras la audiencia concedida en el Hospital Policlínico Gemelli, donde se encuentra internado, al Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, y a Monseñor Edgar Peña Parra, Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado.Francisco aprobó los votos favorables de la Sesión Ordinaria de los Padres Cardenales y Obispos miembros del Dicasterio para las Causas de los Santos para esta canonización de este integrante de la Orden Franciscana Seglar, OFS, conocido como«el médico de los pobres», quien murió atropellado en Caracas en el año 1919. El Doctor Hernández cayó golpeándose la cabeza contra el filo de la acera, lo que ocasionó una fractura en el cráneo. Desde su fallecimiento, se ha ganado su halo de santidad tanto en Venezuela como en Colombia por su labor en pro de los más desfavorecidos y sus reivindicaciones para reclamar más atención de los gobiernos.Hernández había entrado en la Cartuja de Farneta (Lucca), pero por motivos de salud, tuvo que abandonarla a los nueve meses, regresando a Caracas. Posteriormente, comenzó a prepararse para el sacerdocio, pero, mientras estaba en el Colegio Pío Latino Americano de Roma, le sobrevino una pleuresía y un principio de tuberculosis. De vuelta a sus tierras, se dedicó definitivamente a la medicina.El cardenal Pietro Parolín, secretario de Estado del Vaticano y antiguo nuncio apostólico en Venezuela, presidió en 2021 la ceremonia de beatificación el 30 de abril en el Estadio Universitario de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, casa de estudiosen la que el doctor Hernández se graduó, fue profesor, investigador e innovador de la medicina en Venezuela. Además, se fijó el 26 de octubre, fecha del nacimiento del médico, como su día de celebración dentro de la religión católica, es decir, la inclusión de su nombre en el santoral de la Iglesia.Previamente, en 1986, San Juan Pablo IIreconoció las virtudes heroicas del venezolano y lo declaró «venerable»; luego vino el paso de la beatificación, quefue aprobada por la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, con decreto del papa Francisco el 19 de junio de 2020, luego de que una comisión teológica de expertos concluye que un milagro del médico venezolano salvó la vida de una niña de 10 años, gravemente herida durante un asaltoen marzo de 2017 y, ahora, el milagro para la canonización en 2025.La postuladora de la causa ha sido la abogada argentina que ahora tiene como meta llevar a los altares al sacerdote colombiano Rafael García-Herreros, fundador de la Organización Minuto de Dios y miembro de la comunidad Eudista.Hernández fue autor de trece ensayos científicos sobre diversas disciplinas, reconocidos por la Academia Nacional de la Medicina, de la cual fue uno de sus fundadores, lo cual llevó a que se expresara que: «Su faceta religiosa con todo lo encomiable que sea considerada en el plano místico, no debe opacar el inmenso aporte que realizó a la ciencia médica venezolana», como lo ha reseñado en la biografía que el maestro Antonio Cacua Prada ha preparado para la beatificación y que ya se encuentra en prensa.Para el arzobispo de Caracas, en relación con la canonización, “Su legado perdura en el corazón de quienes lo veneran y de quienes han recibido los milagros de Dios bajo su intercesión. José Gregorio Hernández es un santo para nuestro tiempo, un modelo de laico cristiano que nos invita a vivir la fe con alegría y compromiso, y a poner al servicio de los demás nuestros talentos y capacidades.”Hernán Alejandro Olano GarcíaDoctor en Derecho CanónicoMiembro de las Academias de Historia Eclesiástica de Colombia, Bogotá y Boyacá

Mié 19 Feb 2025

La Esperanza no solo en algo, sino sobre todo en Alguien

Por Pbro. Francisco León Oquendo Góez - La esperanza es la fragancia que nos acaricia en las páginas de la Sagrada Escritura, perfumando nuestras vidas con su luz indefectible. Desde el aleteo del Espíritu que colma el caos oscuro e informe de belleza viva y vida bella (Gn 1,2), hasta la riqueza hermosa y la hermosura rica de la Jerusalén celestial que esperamos (Ap 21-22), la esperanza colorea los distintos libros de la Sagrada Escritura.La esperanza es fundamentalmente esperanza en Dios. No esperamos algo, sino en Alguien y esperamos algo, porque esperamos en Alguien. Esperamos en Dios y en los dones de Dios. Esperamos en los dones prometidos y las promesas donadas por Dios. Escribió San Agustín, padre de la Iglesia: “tu esperanza sea nuestro Dios; aquel que ha hecho las cosas es mejor que las cosas; quien ha hecho las cosas bellas es más bello que cualquier cosa” (Comentario a los Salmos 39,8).La palabra “esperanza” no se halla en el Pentateuco, es decir, en los primeros cinco libros de la Biblia. Quienes realizaron la llamada versión de los LXX, es decir, la traducción del hebreo al griego, introducen la esperanza en el texto de Gn 49,10. El texto hebreo dice: “no se irá el cetro de mano de Judá, bastón de mando de entre sus piernas, hasta que venga el que le pertenece y a él la obediencia de los pueblos”. El texto griego cambia la última frase así: “él será la esperanza de los pueblos”.Esta es la primera vez que encontramos la palabra “esperanza” en el texto sagrado. Providencialmente se halla vinculada no a algo, sino a Alguien, al Mesías esperado. Desde entonces el contenido de la esperanza del pueblo de Israel será el Mesías prometido, promesa que anunciarán los profetas y que se realiza plenamente en Cristo.“La esperanza más grande es la esperanza en Dios”, escribe Filón de Alejandría (Spec. Leg I,310). La esperanza en el Antiguo Testamento está puesta en Dios, a quien Judit llama solemnemente “esperanza de los desesperados” (Jd 9,11), Jeremías confiesa “esperanza de Israel, Salvador en tiempo de angustia” (Jer 14,8), mientras Matatías proclama la certeza de los esperanzados: “todos los que esperan en él jamás sucumben” (1Mac 2,61).La esperanza fuerte genera fortaleza esperanzada, capaz de vencer cualquier tormento, en medio del sufrimiento. La esperanza da fortaleza y la fortaleza da esperanza. Ejemplo de ello es la valiente madre de los mártires Macabeos, de la cual se dice que “sufría con valor, porque tenía la esperanza puesta en el Señor” (2Mac 7,20).La esperanza se pone en Dios, porque se espera salvación y sólo Dios puede salvar: “espero en el Dios de mi salvación” (Miq 7,7). Cuando la salvación esperada será salvación realizada, se cantará con gratitud alegre y alegría grata: “en aquel día se dirá: he aquí, éste es nuestro Dios a quien hemos esperado para que nos salvara; éste es el Señor a quien hemos esperado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación” (Is 25,9).La Sagrada Escritura vincula la esperanza con la felicidad. Isaías proclama con fuerza clara y claridad fuerte la certeza del creyente: “Felices los que esperan en Dios” (Is 30,18). Esta convicción se convierte en un estribillo cantado con ritmo melodioso en el libro de los Salmos: “Señor de los ejércitos, feliz el hombre que espera en ti” (Sal 84,13 en la LXX). La esperanza genera felicidad y la felicidad es el objeto de la esperanza. Bienaventuranza feliz, felicidad dichosa, dicha alegre, alegría gozosa, gozo regocijante, regocijo inmenso es el don de la esperanza y la meta de la esperanza.Jesucristo es nuestra esperanza: en él se cumplieron las antiguas promesas de Dios y él nos ha hecho promesas nuevas que fundan nuestra esperanza. La fidelidad de Dios a las antiguas promesas fortalece la esperanza en el cumplimiento de las nuevas promesas. Cristo es “la esperanza de la gloria” (Col 1,27), él es “nuestra esperanza” (1Tim 1,1), él es la esperanza “que penetró detrás del velo” (Hb 6,19). También San Ignacio de Antioquia llamará a Cristo “nuestra esperanza” (IFil 11,2), “nuestra esperanza de resurrección en él” (ITr 1,1), “la esperanza perfecta” (IEsm 10,2).El estilo de vida cristiano se caracteriza por la espera, pues se vive “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús” (Tit 2,13). Como se lee en la llamada Carta de Bernabé: “una gran fe y amor habitan en vosotros por la esperanza de vida que está en él” (Ber 1,4).El jubileo de la esperanza reavive la fuerza luminosa y la luminosidad fuerte de la esperanza, en la vida eclesial y personal. Los discípulos misioneros de Cristo, quienes pertenecen a la Iglesia sinodal misionera y misericordiosa, viven esperando a quien el Apocalipsis llama “el Viniente” (1,7-8), el mismo que cierra la Biblia reafirmando su esperanzadora promesa: “sí, vengo pronto”, a quien la Iglesia incesantemente suplica con un grito que hace eco en la eternidad: “ven, Señor Jesús” (Ap 22,20).María, la virgen Madre, estrella de la esperanza, que nos dio al Esperado de los tiempos, sostenga la esperanza de la Iglesia, para que sea el más grande signo de esperanza en esta hora de la historia.Pbro. Francisco León Oquendo GóezDepartamento de Catequesis y Animación BíblicaConferencia Episcopal de Colombia

Mié 19 Feb 2025

Aprobada la Cuarta Edición del Misal Romano para Colombia

Por Pbro. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez - El 3 de abril de 1969, Jueves Santo, el papa Pablo VI promulgó mediante la constitución apostólica Missale Romanum el Misal reformado según el Concilio Vaticano II . Este libro litúrgico, fundamental para la unidad en la fe y el culto (lex orandi, lex credendi), regula y nutre la celebración eucarística. Junto con el Leccionario, es un instrumento clave para la participación activa, consciente y fructuosa de los fieles en el sacramento de la fe (SC 48-49).En Colombia, tras un año de experimentación de la versión en español de la mayoría de las oraciones de la editio typica, difundida a través de Actualidad Litúrgica , boletín formativo e informativo de la Comisión Episcopal de Liturgia, Música y Arte Sacro, fue publicada la primera edición del Misal Romano reformado luego de ser aprobada por el Episcopado Colombiano y confirmada por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 29 de julio de 1972 (Prot. n. 922/72).Nueve años después apareció la segunda edición , enriquecida con los elementos nuevos de la Editio Typica Altera de 1975 . Esta versión fue aprobada por el Episcopado Colombiano durante la XXXIV Asamblea Plenaria desarrollada en 1978 y, posteriormente, confirmada por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 28 de octubre de 1982 (Prot. n. 879/81). Esta edición introdujo mejoras significativas en la pedagogía de la celebración y en la catequesis litúrgica, facilitando una mejor comprensión y vivencia del misterio eucarístico.Tras la promulgación de la Editio Typica Tertiae, el 20 de abril de 2000 (Prot. n. 143/00/L), publicada en el año 2002 , llegó la tercera edición del Misal Romano para Colombia aprobada en la LXXVI Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 6 de febrero del 2004 y confirmada por la Congregación para el Culto Divino, el 21 de marzo de 2007 (Prot. n. 940/03/L). Esta versión se enriqueció con la Instrucción General del Misal Romano, aprobada para Colombia, el 17 de agosto de 2005 (Prot. n. 1312/05/L) y con la Instrucción pastoral de los Obispos de Colombia sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística .Sin embargo, con el tiempo se hizo evidente la necesidad de una nueva edición que incorporara los documentos más recientes de la Sede Apostólica y otras actualizaciones pertinentes. Para ello, por voluntad del Episcopado Colombiano en la CIII Asamblea Plenaria, el 6 de febrero del 2017, ratificada en la CXIV Asamblea Plenaria, el 9 de febrero del 2023, se tomó como base la versión oficial del Misal aprobado para España en 2015 .En lo que respecta a la Instrucción General del Misal Romano, se implementaron diversas actualizaciones en virtud del decreto Postquam Summus Pontifex (Prot. n. 394/21) . Este decreto aplica las disposiciones del Santo Padre Francisco en la Carta Apostólica Magnum Principium , que modifica el canon 838 del Código de Derecho Canónico. En este documento, el Pontífice amplía la responsabilidad de los obispos de incorporar la lengua vernácula en la liturgia y de preparar y aprobar las versiones de los libros litúrgicos.En el Ordo Missae, se agregó la nueva traducción de la fórmula sacramental de la Eucaristía, aprobada por la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 6 de febrero del 2017 y, por el Santo Padre Francisco, el 12 de febrero de 2025; la nueva traducción de la Oración por la Paz (cf. Ordo Missae nn. 110, 111; 123, 124; 131, 132; 140, 141, etc); y el nombre de san José en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV, por disposición del Santo Padre Francisco.En el Propio del Tiempo, el “Jueves Santo” se incluyó el rito para la recepción de los santos óleos en cada parroquia, complementando la rúbrica n., 15 del Ordo Missae; en la Vigilia Pascual, “Liturgia Bautismal”, según la rúbrica n. 43, se enriquecieron las letanías con los nombres de santa Laura Montoya y santa María Bernarda Bütler; y se suprimieron algunos nombres de santos que no correspondían al Calendario Propio.En el Propio de los Santos, se agregaron las fórmulas para las celebraciones introducidas recientemente en el Calendario General: san Gregorio de Narek, abad y doctor de la Iglesia, el 27 de febrero; san Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, el 10 de mayo; san Pablo VI, papa, el 29 de mayo; santa María, Madre de la Iglesia, memoria, el lunes después de Pentecostés; santa María Magdalena, fiesta, el 22 de julio; santos Marta, María y Lázaro, memoria, el 29 de julio; santa Teresa de Calcuta, virgen, el 5 de septiembre; santa Hildegarda de Bingen, virgen y doctora de la Iglesia, el 17 de septiembre; santa Faustina Kowalska, virgen, el 5 de octubre; san Juan XXIII, papa, el 11 de octubre; san Juan Pablo II, papa, el 22 de octubre; san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el 9 de diciembre; Bienaventurada Virgen María de Loreto, el 10 de diciembre.Se incluyeron también las fórmulas para las celebraciones introducidas en el Calendario Propio, aprobado por la CXIV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 9 de febrero de 2023 y confirmado por la Santa Sede, el 9 de noviembre de 2023 (Prot. n. 190/23): santa María Bernarda Bütler, virgen, 19 de mayo y santa Laura de santa Catalina de Siena Montoya y Upegui, virgen, memoria, el 21 de octubre. Además, se corrigió la oración colecta de la celebración de la Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá, patrona de Colombia, fiesta, 9 de julio, por mandato de la Santa Sede, el 26 de octubre de 2021 (Prot. n. 497/19, 3); y se corrigió la titularidad de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, fiesta, 12 de diciembre, patrona de América.Se introdujo la traducción de la expresión Beata María Virgo (Bienaventurada Virgen María), más fiel al texto latino, en lugar de Nuestra Señora. Es por ello que en esta nueva edición se encontrarán los títulos de las fiestas marianas con esa misma terminología.Se incorporó el texto bíblico para el uso litúrgico, aprobado por la XCV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano el 11 de julio de 2013 y confirmado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 25 de marzo de 2015 (Cfr. Prot. n. 542/13/L), en las antífonas de entrada y de comunión, así como en las lecturas y los evangelios que contiene.En los apéndices se incluyó el anuncio de las fiestas móviles del año. El Misal establece como opcional que el día de la Epifanía, tras la proclamación del Evangelio, y antes de la homilía, se haga el anuncio solemne de las fiestas móviles del año.También se incluyeron quince ilustraciones gráficas, diseñadas por un artista colombiano, que reflejan la riqueza de la fauna, la flora, la agricultura y la diversidad étnica de nuestro país. Estas ilustraciones corresponden a la Cruz de la portada y dan inicio a distintas secciones relacionadas con los tiempos litúrgicos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Ordinario. Además, se incluyeron ilustraciones para las Plegarias Eucarísticas, el Propio de los Santos, la Anunciación del Señor, la Natividad de san Juan Bautista, así como para los santos apóstoles Pedro y Pablo, la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, las Misas Comunes, las Misas Rituales, las Misas y Oraciones por Diversas Necesidades, las Misas Votivas y las Misas de Difuntos.Del Misal precedente se conservaron en esta nueva edición: la segunda aclamación de la fórmula sacramental de la Eucaristía; la Instrucción Pastoral de los Obispos de Colombia sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística; los formularios para la oración universal o de los fieles; las oraciones de preparación para la Misa y de acción de gracias después de la Misa; y los textos del ordinario de la Misa con música.No se trata, entonces, de una reimpresión corregida, sino la cuarta edición típica oficial del Misal Romano para Colombia, cuyo uso es obligatorio en todas las iglesias particulares del país. Con este nuevo Misal en nuestros altares, se nos ofrece la oportunidad de vivir con mayor profundidad el misterio de la Eucaristía, recordando que “cada vez que se celebra el memorial del sacrificio de Cristo, se realiza la obra de nuestra redención” (Oración sobre las ofrendas. Misa In Coena Domini).Expresamos un especial agradecimiento a los miembros de la Comisión Nacional de Liturgia (CONALI), cuyo trabajo y dedicación hizo posible esta obra. En todo este proceso, nos ha guiado la certeza de que la Eucaristía es lo más precioso que la Iglesia tiene en su caminar histórico, porque en ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida.Que esta nueva edición del Misal Romano nos ayude a vivir con mayor fidelidad y fervor el misterio de nuestra fe, celebrando con dignidad el admirable Sacramento del altar.Pbro. Jairo de Jesús Ramírez RamírezDirector del Departamento de LiturgiaSecretariado Permanente del Episcopado Colombiano

Lun 17 Feb 2025

Catatumbo: entre el dolor y la esperanza. Un llamado a la paz y a la reconciliación.

Por. Pbro. Mauricio Alejandro Rey Sepúlveda - El Catatumbo es una región colombiana que ha sido testigo de una impresionante diversidad natural y cultural, pero también de una prolongada historia de conflicto y violencia. A pesar del sufrimiento que ha marcado su historia, el Catatumbo es un territorio de esperanza, donde las comunidades, a través de su resiliencia, han logrado mantener la fe en un futuro distinto. Desde una perspectiva cristiana, no podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de las víctimas ni ante la urgente necesidad de justicia y reconciliación. El Evangelio nos llama a ser constructores de paz, a reconocer la dignidad intrínseca de cada ser humano y a trabajar incansablemente por una sociedad basada en el amor, la solidaridad y el perdón.1. UNA HISTORIA DE DOLOR Y RESISTENCIASituado en el noreste de Colombia, en el departamento de Norte de Santander, el Catatumbo es una región donde conviven contrastes profundos: una naturaleza prodigiosa, una cultura campesina ancestral y, lamentablemente, una historia de violencia que ha dejado huellas indelebles. Su posición estratégica en la frontera con Venezuela, sumada a su abundancia de recursos naturales, ha convertido a este territorio en un espacio disputado por diversos actores armados y económicos.A pesar de la violencia persistente, el Catatumbo también es un símbolo de resistencia y esperanza, donde las comunidades han demostrado que es posible luchar por la vida, la dignidad y la paz, incluso en las circunstancias más adversas.1.1. El conflicto y sus raíces estructuralesLa región ha sido un epicentro del conflicto armado colombiano. Su localización geoestratégica, la riqueza en recursos naturales y la ausencia de un Estado fuerte han propiciado que el Catatumbo se convierta en un escenario en disputa entre grupos armados, narcotráfico y economías ilícitas.Durante años, las comunidades han sufrido desplazamientos forzados, desapariciones, masacres y otras violaciones a los derechos humanos. La falta de oportunidades económicas y la exclusión social han perpetuado un ciclo de violencia que parece interminable. El Papa Francisco, en Fratelli Tutti, nos recuerda que “la guerra es el fracaso de la política y de la humanidad” (§261). Este conflicto refleja una crisis social profunda que solo podrá resolverse con justicia, equidad y un auténtico compromiso con el bien común.1.2. Las víctimas: rostros concretos del dolorDetrás de las cifras y los informes estadísticos se encuentran los rostros concretos del sufrimiento: niños y niñas que han crecido en medio del miedo, campesinos desplazados de sus tierras, familias destruidas por la violencia. Jesús nos enseña que “lo que hicieron con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40), invitándonos a reconocer el rostro de Cristo en aquellos golpeados por la guerra.La Iglesia ha acompañado a estas víctimas, brindando consuelo, promoviendo la memoria histórica y ofreciendo espacios para la sanación. Sin embargo, el camino hacia la paz exige mucho más que asistencia; requiere justicia, reparación y transformación estructural.2. MÁS ALLÁ DEL DOLOR: LA ESPERANZA COMO PROYECTO DE VIDALa esperanza no es una emoción pasajera ni un simple deseo de que las cosas mejoren. Para la tradición cristiana, la esperanza es una virtud teologal que impulsa a la acción, a la construcción de un futuro distinto, fundamentado en la confianza en Dios y en el compromiso con el prójimo. San Pablo nos recuerda: “La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).En el Catatumbo, la esperanza se convierte en un verdadero proyecto de vida cuando las comunidades, a pesar de la adversidad, deciden resistir con dignidad, reconstruir sus vidas y trabajar por una paz duradera. Esta esperanza cristiana no es ingenua ni pasiva; es una fuerza transformadora que se traduce en iniciativas concretas de reconciliación, justicia y desarrollo integral.2.1. Iniciativas de paz y reconciliaciónDesde las mismas comunidades han emergido valientes esfuerzos para reconstruir el tejido social. Algunas de estas iniciativas incluyen:Proyectos de economía solidaria: Diversas organizaciones campesinas han impulsado alternativas productivas como el café orgánico y el cacao, demostrando que es posible generar desarrollo sin recurrir a economías ilícitas.Espacios de diálogo y reconciliación: Líderes comunitarios, excombatientes y víctimas han participado en procesos de encuentro donde, desde la verdad y el reconocimiento del daño causado, han dado pasos hacia el perdón.Educación para la paz: Escuelas, parroquias y grupos juveniles han desarrollado programas de formación en resolución de conflictos y derechos humanos, inspirados en el Evangelio.Estos esfuerzos reflejan el mandato de Cristo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). La paz no es solo un anhelo, sino una tarea concreta que exige compromiso y valentía.2.2. La esperanza que se construye en lo cotidianoEl Evangelio nos enseña que la esperanza no surge de grandes discursos, sino de acciones concretas. Jesús, en su ministerio, ofreció signos de esperanza a los marginados, sanando a los enfermos, devolviendo la dignidad a los excluidos y proclamando el Reino de Dios. Siguiendo su ejemplo, en el Catatumbo la esperanza se traduce en:Familias que reconstruyen sus vidas tras el desplazamiento: Muchas familias regresan a sus tierras con la firme convicción de que pueden empezar de nuevo, confiando en la providencia de Dios y el apoyo de la comunidad.Mujeres que transforman su dolor en liderazgo social: Víctimas de la guerra, muchas mujeres han decidido organizarse en asociaciones para defender los derechos humanos y promover iniciativas de paz.Jóvenes que apuestan por la educación y el servicio: En medio de la violencia, los jóvenes son luz de esperanza cuando eligen la educación, el arte, el deporte y el servicio social como herramientas para cambiar su entorno.Estas pequeñas acciones nos recuerdan la parábola del grano de mostaza (Mt 13,31-32): la esperanza cristiana, aunque nace en la fragilidad, puede crecer y convertirse en un motor de transformación.2.3. El Papel de la Iglesia como Constructora de PazLa Iglesia ha jugado un papel fundamental en la construcción de paz en Colombia. En el Catatumbo, sacerdotes, religiosas y agentes pastorales han acompañado a las comunidades, ofreciendo refugio, esperanza y orientación espiritual.Desde la Doctrina Social de la Iglesia, se destacan tres pilares esenciales para la paz:1. La dignidad humana como base de toda acción social.2. El destino universal de los bienes y la justicia social.3. El diálogo como camino ineludible para la paz.El Papa Francisco ha señalado que la paz no se logra solo con acuerdos políticos, sino con un proceso profundo de reconciliación que transforme las estructuras de pecado.3. UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN Y EL COMPROMISOEl Catatumbo refleja la crisis moral y social que atraviesa Colombia. Su transformación no depende únicamente de cambios políticos, sino de una conversión profunda en nuestra manera de entender la vida en sociedad.3.1. La conversión del corazón como primer pasoLa paz comienza en el interior de cada persona. Jesús nos llama a revisar nuestras actitudes y a vivir centrados en el amor y el servicio: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13,34). La violencia se manifiesta no solo en las armas, sino también en la indiferencia, la corrupción y la falta de solidaridad. Cada cristiano está llamado a ser un instrumento de reconciliación.3.2. La responsabilidad de la sociedad y el EstadoLa paz requiere también compromisos estructurales. No podemos ignorar la responsabilidad del Estado en la protección de los derechos de las comunidades del Catatumbo, exigiendo políticas públicas que garanticen el acceso a la tierra, la educación, el empleo digno y la protección de los líderes sociales.CONCLUSIÓN: LA ESPERANZA QUE NACE DEL EVANGELIOEl Catatumbo nos interpela a no rendirnos ante la violencia. Como cristianos, estamos llamados a ser constructores de paz, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien con su entrega en la cruz venció el odio y nos enseñó el poder del amor y el perdón. Que María, Reina de la Paz, acompañe a las comunidades del Catatumbo y nos inspire a comprometernos con una Colombia reconciliada y fraterna.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana

Sáb 25 Ene 2025

Para nuestro Padre y Pastor en su tercer aniversario episcopal

Por. P. José Antonio Díaz - Monseñor José Mario Bacci Tresplacios cumple hoy sábado, 25 de enero, su tercer aniversario de Ordenación Episcopal y Posesión canónica de esta Iglesia Particular de Santa Marta. Toda la Diócesis está unida en la oración con Cristo, y agradecidos por estos tres años tan fructíferos al frente de nuestra Diócesis.Nuestro Obispo, al comenzar su camino como pastor de esta Iglesia Particular, eligió el lema Episcopal, que “Cristo sea formado en ustedes”; expresión que resume la espiritualidad eudista y marca un itinerario para la vida pastoral de la Diócesis.San Juan Eudes, se inspiró en el texto de Gal 4,19: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros”. El apóstol Pablo, usa el diminutivo afectivo τεχνία (hijitos). Los gálatas necesitaban de nuevo un proceso de incubación. El Apóstol creía que ya podían andar solos, pero observaba ahora con sorpresa que tiene que repetir el gesto maternal, con el que concibió y engendró a la comunidad gálata, con todas las consecuencias dolorosas de la maternidad. Podemos decir, que los gálatas están aún en una situación embrionaria y “Cristo aún no ha sido formado en ellos”. Para Pablo la formación del nuevo pueblo de Dios estaba íntimamente unida con la persona de Cristo. La razón fundamental, es que Cristo y su pueblo forman como un solo bloque, “un solo individuo” (cf. Gal 3,28). A propósito de este texto de la Carta a los Gálatas, San Juan Eudes, afirma: “ser cristiano consiste en formar a Jesús en nosotros de modo que nuestra existencia toda sea continuación y prolongación de la vida de Jesús en nosotros”.En su lema episcopal, Monseñor asume la misión, como Pablo, de formar a Cristo en nosotros. Estoy seguro, que este lema le ha servido a nuestro Obispo de inspiración en los momentos dulces y difíciles de la misión que se le ha confiado. Con todas sus limitaciones, Monseñor José Mario ha intentado pastorear este rebaño al estilo de Jesús, es decir, “vivir como Él”, y ha procurado buscar cada día momentos de intimidad “con Él”, como recomendó el papa Francisco: «La primera tarea del obispo es rezar y no como un loro, ¡no! Rezar con el corazón, rezar. “No tengo tiempo”. ¡No! Deja todas las demás cosas. Rezar es la primera tarea del obispo».Pero el Santo Padre no sólo urge a los Obispos a mantener la cercanía a Dios en la oración, también pide cuidar la cercanía a los hermanos en el episcopado, a los sacerdotes y a su santo pueblo. Por eso, tres años después, estoy seguro, que Monseñor José Mario continúa renovando en su ministerio el mismo lema, que “Cristo sea formado en ustedes”.En este breve tiempo de la presencia de nuestro Obispo, comparto con mis hermanos sacerdotes, y con todo el pueblo de Dios que camina en esta querida Diócesis, la alegría de tenerlo con nosotros; especialmente, en este momento de la historia. En estos tres años hemos visto a un servidor que ha ido aprendiendo a ser obispo, a amar a esta tierra y a sus gentes, a valorar el esfuerzo y el sacrificio de tantas personas que han dado su vida en esta diócesis y por ella, a escuchar al Espíritu Santo para vislumbrar los caminos que el Señor va marcando a su Iglesia y a nuestro mundo.En estos tres años de episcopado y presencia de Monseñor José Mario, valoramos su esfuerzo como pastor para invitarnos a una renovación en nuestra vida cristiana. No olvidemos que en el 2025 estamos viviendo un año de gracia:- Año jubilar de la esperanza- Año mariano diocesano- La celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad- Y el camino hacia el nuevo plan diocesano de pastoralSeñor Jesús, Tú has querido conducir a tu Iglesia a través de tus Pastores. Hoy te damos gracias por el Obispo que nos has regalado: Monseñor José Mario. Esta elección ha sido un don que nos llena de alegría, un signo de que tú estás con nosotros. Te pedimos que le concedas a nuestro nuevo Obispo un corazón manso y humilde como el tuyo, para que con su cercana sencillez nos siga animando a ser misericordiosos como el Padre, portadores de esperanza, alegres mensajeros del Reino. Ayúdalo para que pueda abrazar la Cruz con el gozo de una entrega generosa, especialmente en los momentos difíciles. Concédele sabiduría para anunciar sin descanso la Buena Noticia del Evangelio a todo el Pueblo que peregrina en esta amada Diócesis. Te lo pedimos por la intercesión de María, Madre y modelo de la Esperanza.AménQuerido Monseñor José Mario, reciba un saludo muy cordial de toda su Diócesis.P. José Antonio Díaz HernándezCanciller Diócesis de Santa Marta

Mar 14 Ene 2025

De la caridad esporádica a la solidaridad transformadora

Por. Pbro. Mauricio Alejandro Rey Sepúlveda - En el mundo actual, donde las desigualdades sociales, económicas y culturales son cada vez más evidentes, el acto de dar es un gesto valorado y necesario para aliviar el sufrimiento inmediato. Sin embargo, muchas veces este acto se queda en la superficie, reduciendo al receptor a una posición de dependencia y al donante a un rol de benefactor pasajero.La acción de dar puede ser vista como una respuesta instintiva ante la necesidad, pero no siempre es suficiente para transformar la realidad de fondo. Este es el desafío que enfrentamos como Iglesia y como sociedad: pasar del dar asistencialista a una solidaridad que construya puentes, dignifique a las personas y transforme las estructuras que perpetúan la exclusión. Este artículo busca reflexionar sobre esta transición y ofrecer claves para promover una verdadera solidaridad transformadora, inspirada en los valores del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.1. Diferencias clave entre “Dar” y “Solidarizar”El acto de dar responde generalmente a un impulso noble de aliviar el dolor o la carencia inmediata del otro. Aunque necesario, suele quedarse en el plano de lo transitorio: se da un alimento, un recurso o una ayuda concreta sin profundizar en las causas estructurales de esa necesidad. En contraste, solidarizar implica un compromiso que va más allá de la acción momentánea, pues busca entender, acompañar y transformar las condiciones que generan injusticia.Dar:•Resuelve necesidades inmediatas.•A menudo implica una relación vertical entre quien da y quien recibe.•Puede generar dependencia si no se complementa con acciones de promoción humana.Solidarizar:•Supone una relación horizontal de igualdad y reciprocidad.•Se basa en el reconocimiento del otro como hermano, no como alguien “menos afortunado”.•Busca soluciones duraderas, atacando las raíces del problema y promoviendo la autonomía.Por tanto, la solidaridad no es solo un acto, sino un estilo de vida que implica justicia, empatía y compromiso constante.2. Solidaridad como principio cristianoLa Doctrina Social de la Iglesia presenta la solidaridad como un principio fundamental que conecta el Evangelio con la acción social. En palabras de San Juan Pablo II, la solidaridad es “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Esto significa reconocer que no vivimos aislados, sino que estamos profundamente interconectados como miembros de una misma familia humana.Jesús mismo nos muestra un modelo de solidaridad en su vida y ministerio:•Reconocer la dignidad del otro: Al tocar a los enfermos, dialogar con los marginados y ofrecer consuelo a los pobres, Jesús no solo daba, sino que solidarizaba.•Promover la inclusión: Jesús desafiaba las estructuras de su tiempo al incluir a los excluidos y al llamar a sus discípulos a vivir en comunión fraterna.Como cristianos, estamos llamados a seguir este ejemplo. La solidaridad no es opcional, es un mandato evangélico que nos invita a construir un mundo más justo y humano.3. Ejemplos prácticosLa transición del “dar” al “solidarizar” requiere acciones concretas que fomenten un cambio sostenible. Algunos ejemplos incluyen:•Proyectos de desarrollo comunitario: Iniciativas que empoderen a las comunidades para que sean protagonistas de su propio progreso, como cooperativas agrícolas, microcréditos o programas de educación.•Pastorales transformadoras: Cambiar las dinámicas de las pastorales sociales para que no se limiten a entregar ayuda, sino que promuevan el encuentro, la formación y la organización comunitaria.•Testimonios de vida: Relatar historias de personas o comunidades que, a través de la solidaridad, han superado situaciones de exclusión o pobreza. Estos ejemplos inspiran y muestran que el cambio es posible.4. Propuestas para el cambioTransformar el dar en solidarizar implica educar a las personas y comunidades sobre el valor de la solidaridad. Algunas propuestas incluyen:•Formación en valores: Diseñar programas educativos en parroquias y escuelas que promuevan la empatía, la justicia y la fraternidad.•Espacios de diálogo y reflexión: Generar encuentros entre quienes dan y quienes reciben para fomentar el entendimiento mutuo y la corresponsabilidad.•Abordaje integral: En lugar de centrarse solo en las necesidades materiales, incluir aspectos espirituales, emocionales y sociales para una promoción humana integral.Este cambio también exige replantear nuestras estructuras pastorales, alineándolas con una visión más humanizadora y participativa.5. ConclusiónEl paso del dar al solidarizar no es solo un cambio de acción, sino de mentalidad. Requiere una conversión personal y comunitaria que nos lleve a ver al otro como un igual y a comprometernos en la construcción de un mundo más fraterno.En palabras del Papa Francisco: “La solidaridad no es un sentimiento superficial, sino la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Como Iglesia, estamos llamados a ser signos de esta solidaridad, promoviendo no solo la asistencia, sino también la justicia, la dignidad y la comunión entre los pueblos.Este es el desafío y la misión que tenemos ante nosotros: transformar las dinámicas del dar para que sean verdaderos actos de amor y solidaridad transformadora.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana