Visita del cardenal Luis José Rueda fortalece la fe de un Gramalote que resurge tras la destrucción
Jue 27 Nov 2025
En medio de una jornada cargada de espiritualidad y alegría, el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia, visitó este 25 de noviembre el nuevo municipio de Gramalote, donde celebró la Eucaristía en el templo San Rafael Arcángel. Su presencia allí animó el fortalecimiento de la fe de una comunidad que ha demostrado una fe inquebrantable tras la tragedia que hace quince años destruyó su pueblo original.Esta encuentro del Cardenal con los gramaloteros se enmarcó dentro de su visita pastoral a la Diócesis de Cúcuta, donde también se sumó a la celebración de los 70 años de la Diócesis de Cúcuta y los 40 años del Seminario Mayor San José. Fue recibido por el obispo anfitrión, monseñor José Libardo Garcés Monsalve, y estuvo acompañado por arzobispo de Nueva Pamplona, Jorge Alberto Ossa Soto, y por el obispo emérito de Villavicencio, monseñor Óscar Urbina Ortega .El padre Martín Sepúlveda Mora, director de comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, oriundo de Gramalote y promotor de la visita, también estuvo presente.Gramalote: un pueblo que renace entre las ruinasEl recibimiento al cardenal Rueda inició en la casa de la cultura de la nueva Gramalote, donde fue nombrado ‘Hijo Adoptivo del municipio’ mediante decreto por el alcalde Álvaro Cardozo Riaño, quien en su discurso describió a Gramalote como "la tierra que renació entre la ruina, pero nunca perdió su fe" y como "un pueblo que ha llorado y que se ha levantado".Entre el 16 y 17 de diciembre de 2010, el casco urbano original de Gramalote dejó de existir producto de un deslizamiento de tierra originado durante el fenómeno de La Niña de ese año. El desastre, que se desarrolló en cámara lenta durante dos días, no cobró vidas humanas entre sus aproximadamente 6.000 habitantes, pero destruyó por completo el pueblo, dejando en pie solo una de las torres de la iglesia de San Rafael, agrietada y a punto de colapsar.El Fondo Adaptación adelantó un macroproyecto de reconstrucción que contempló el reasentamiento del municipio en un sitio seguro, con la construcción de 984 viviendas. La obra, descrita como "el caso de reasentamiento más importante de América Latina" , incluyó la edificación del núcleo institucional con el Centro Administrativo Municipal, plaza de mercado, plaza principal, colegio y hospital . Sin embargo, este esfuerzo gubernamental no contempló el templo parroquial, una necesidad espiritual que la comunidad ha asumido con determinación.Fe y confirmación en el nuevo temploAnte esta realidad, durante su visita el cardenal Luis José Rueda invitó a la comunidad a "poner en el altar del nuevo templo en construcción, el sentir de todo un pueblo" y a expresarle al Señor "que Él es el fundamento y la base que sostiene la vida de Gramalote y todos sus habitantes".Durante la Eucaristía en honor a la celebración patronal de Nuestra Señora del Rosario de Monguí, el purpurado administró el sacramento de la Confirmación a jóvenes gramaloteros, a quienes invitó a "fijar la mirada y el corazón en Cristo, quien no defrauda" y a "dar el sí, como lo hizo la Virgen María".En su homilía, el Cardenal extendió su mensaje a todos los fieles, animándolos a "dejarse amar por Dios en cualquier etapa de la vida, y ante cualquier dificultad".Una obra que nace de la fe del puebloEl párroco de Gramalote, el padre Samuel García Botello, recordó cómo "los acontecimientos del día 17 de diciembre del año 2010 pusieron a prueba nuestra fe", pero también demostraron que "la misericordia de Dios frente a nosotros es infinita". Destacó que la construcción del nuevo templo "ha sido fruto del amor de Dios que inspira y anima a vivir la caridad, la generosidad", reconociendo el esfuerzo de "todos los gramaloteros y todas las personas que, sin ser de aquí, iluminados y guiados por Dios, nos han colaborado como benefactores de este lugar sagrado".Con emoción, el padre García Botello constató una verdad que ha guiado a esta comunidad: "Se destruyó el pueblo, el templo, pero nunca la fe, ni mucho menos la Iglesia".Visita más amplia a la Diócesis de CúcutaLa visita del purpurado a Gramalote formó parte de una agenda más amplia en Norte de Santander donde también acompañó la celebración del aniversario diocesano número 70.Durante su estancia, el cardenal Rueda Aparicio visitó instituciones diocesanas de caridad que trabajan con niños, jóvenes y adolescentes en condición vulnerable, conociendo de primera mano el plan de acción del banco de alimentos y la Fundación Pía Autónoma Asilo Andressen.Monseñor José Libardo Garcés destacó la presencia del Cardenal Rueda como "una bendición y gracia de Dios para todo el pueblo cucuteño" , mientras que el propio purpurado resaltó "la fraternidad del pueblo cucuteño, la hospitalidad y amabilidad" que encontró en la región .Vea a continuación los momentos más emotivos de la visita:Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida por Conf. Episcopal de Colombia (@episcopadocol)
Arquidiócesis de Medellín albergará la XI Copa de la Fe del 7 al 11 de septiembre de 2026: un encuentro de fe, fútbol y fraternidad sacerdotal
Jue 20 Nov 2025
La Copa de la Fe, el torneo de fútbol más representativo del clero católico colombiano, ya tiene fecha y sede para su undécima edición: se jugará en la Arquidiócesis de Medellín del 7 al 11 de septiembre de 2026. La designación, ampliamente esperada entre los participantes, posiciona a la jurisdicción antioqueña como el escenario ideal de un encuentro que trasciende lo deportivo para integrarse profundamente en la vida de la comunidad.Lo que distingue este evento no son solo los goles, sino las acciones de fe que lo acompañan. Durante versiones anteriores, los sacerdotes han intercalado sus partidos con una importante labor pastoral que incluye jornadas de confesión masivas, visitas a enfermos, bendición de los hogares y encuentros de evangelización con diferentes actores sociales. Se espera que en Medellín, gracias a su vasta comunidad católica, esta tradición se fortalezca, llevando el mensaje de la Iglesia directamente a los hogares.Una sede estratégica para una Copa de la Fe en crecimientoLa ubicación central y conectividad de este territorio arquidiocesano facilitarán la llegada de numerosas delegaciones, incluyendo las de países como Ecuador, Venezuela y México, que han participado activamente en ediciones recientes. Además, la capital de Antioquia cuenta con una significativa infraestructura parroquial y deportiva, ideal para albergar a los más de 600 sacerdotes que suele convocar anualmente el torneo.La numerosa comunidad de fieles de la Arquidiócesis de Medellín no solo podrá apoyar el evento desde las gradas, sino que será la principal beneficiaria de las actividades de evangelización, fortaleciendo así el vínculo entre el clero y la comunidad.Antecedentes de campeones destacadosEn ediciones recientes, la Copa de la Fe ha visto surgir equipos fuertes a nivel deportivo. La Diócesis de Garzón ha demostrado una racha imponente al coronarse campeona en 2016, 2023 y 2024. Por su parte, la Arquidiócesis de Guadalajara (México) ha dejado clara su calidad al ganar los títulos de 2018 y 2022. La Arquidiócesis de Popayán es la actual campeona, tras alzarse con la victoria en la edición 2025, celebrada en Armenia. En diversas ocasiones, el equipo de la Arquidiócesis de Medellín también ha resultado finalista del torneo.Con todos estos elementos, la XI Copa de la Fe se perfila no solo como una actividad deportiva de gran impacto en la Iglesia, sino como un hito de fraternidad y evangelización que aprovechará el dinamismo de la jurisdicción antioqueña para celebrar la fe.
Antes crisis humanitaria, el Cauca lanzará un SOS humano y luminoso por la paz este 7 de diciembre
Vie 5 Dic 2025
Ante el agravamiento de la crisis humanitaria, el Cauca emitirá un clamor colectivo este domingo 7 de diciembre. La Arquidiócesis de Popayán, en unión con administraciones municipales, cabildos indígenas, consejos comunitarios afrodescendientes y organizaciones sociales, convoca para este 7 de diciembre el “Día Blanco por la Paz del Cauca”, una acción ciudadana masiva que busca visibilizar la emergencia y exigir protección para la vida.La jornada se centrará en dos actos simbólicos. A las 10:00 a.m., en puntos estratégicos (parques principales) de cerca de 20 municipios, cientos de personas formarán con sus cuerpos las letras “SOS Cauca", creando una imagen aérea contundente de auxilio. Al anochecer, el llamado se volverá íntimo: cada hogar encenderá una vela o luz blanca como símbolo de esperanza y protección familiar.Un mensaje ciudadano para Colombia y el mundoAunque está animado por la Iglesia, el “Día Blanco por la Paz” será una acción principalmente comunitaria. No representa solo una alerta, sino una afirmación de la vida y del tejido social que resisten: un “SOS humano, comunitario y luminoso” que busca interpelar al país y al mundo sobre la urgencia de proteger a habitantes y sus territorios.Un llamado pastoral a romper la indiferenciaEl arzobispo de Popayán, monseñor Omar Sánchez Cubillos, describió el sentido urgente de esta movilización. “Hay momentos en la vida en que necesitamos gritar, pedir auxilio, decir socorro”, afirmó.Su convocatoria es un llamado a la unidad trascendente: “Sintámonos todos parte de este departamento, hermanos entre sí”. El objetivo de esta movilización también es, según sus palabras, “romper la indiferencia” y encontrar “la motivación de sentir compromiso en la construcción de paz”.Un “grito” simbólico ante una crisis que sigue cobrando vidasEste SOS responde a la grave situación documentada por la Defensoría del Pueblo en un informe presentado el pasado mes octubre,“Cauca: Voces que resisten”, que califica la coyuntura como “la continuidad de una grave crisis humanitaria”. El informe reporta para el último año 18 masacres (69 víctimas) y más de 800 homicidios, hechos que identifica como mecanismos de intimidación para forzar desplazamientos. La entidad mantiene cerca de 30 alertas tempranas activas en el departamento, advirtiendo sobre riesgos extremos para comunidades étnicas, líderes sociales y la población civil en general.Una semilla que ya echó raíces: el anticipo de Santander de QuilichaoEl clamor ya comenzó a resonar. Este 3 de diciembre, la Alcaldía, la Iglesia y la comunidad del municipio de Santander de Quilichao realizaron un lanzamiento anticipado, enviando un mensaje firme: “Es momento de que el Gobierno Nacional ponga su mirada en nuestro territorio con inversión social y una agenda clara de paz". Desde allí se exigió a los actores armados: “Respetar a la población civil, que no puede seguir siendo víctima de una guerra que no le pertenece”.Vea a continuación el mensaje del Arzobispo de Popayán:
Papa León XIV nombra Vicario Apostólico de Leticia: Pbro. John Mario Mesa Palacio
Jue 4 Dic 2025
El Papa León XIV nombró al padre John Mario Mesa Palacio, sacerdote de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, como nuevo Vicario Apostólico de Leticia. El padre Mesa, quien desde enero de 2025 se desempeñaba como Director del Departamento de Lugares Eclesiales para la Vivencia de la Comunión de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), había sido también designado por los obispos como animador del Equipo Sinodal Nacional. Ahora sucederá a monseñor José de Jesús Quintero Díaz, quien desde el año 2001 venía pastoreando el Vicariato.Trayectoria del nuevo obispoSe trata de un sacerdote con más de tres décadas de ministerio. La trayectoria de su servicio revela un liderazgo versátil y un profundo compromiso con la formación y la pastoral comunitaria.- Formación y ordenación: Nacido el 8 de junio de 1966 en el municipio de Belmira (Antioquia). Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Diocesano "Santo Tomás de Aquino" de Santa Rosa de Osos y obtuvo una Licenciatura en Filosofía y Educación Religiosa en la Fundación Universitaria Católica del Norte de la misma ciudad. Fue ordenado sacerdote el 23 de noviembre de 1993.- Trayectoria pastoral: Su servicio ha cubierto diversos ámbitos de la vida diocesana. Fue rector del Seminario Diocesano "Santo Tomás de Aquino" entre 2020 y 2022, y anteriormente se desempeñó como vicario de pastoral de la diócesis. Tuvo una amplia experiencia como párroco en municipios antioqueños como Vegachí, Yarumal y Donmatías, y dirigió el Equipo Nacional del Servicio de Animación Comunitaria (SEDAC) de 2010 a 2015.- Servicio nacional: Desde enero de 2025, dirigía el Departamento de Lugares Eclesiales para la Vivencia de la Comunión de la CEC, donde, según una entrevista, su enfoque era "articular y fortalecer la vivencia de la comunión eclesial y la sinodalidad como un 'caminar juntos'".Un desafío misionero en la AmazoníaEl Vicariato Apostólico de Leticia es una jurisdicción territorial de carácter misionero. A diferencia de un obispo diocesano, el Vicario Apostólico ejerce su autoridad como representante directo del Papa. Su historia está marcada por importantes momentos como:- Origen Capuchino: La evangelización del territorio fue confiada a los Frailes Menores Capuchinos de la Provincia de Cataluña en 1904. La Prefectura Apostólica de Leticia se creó el 8 de febrero de 1951, siendo monseñor Marceliano Eduardo Canyes Santacana su primer Prefecto.- Vinculación con Santa Rosa de Osos: Desde 1989, la administración del territorio fue encomendada a la Diócesis de Santa Rosa de Osos, lo que establece el vínculo histórico se servicio y colaboración entre ambas jurisdicciones eclesiásticas.- Creación como Vicariato: Fue elevado a Vicariato Apostólico el 23 de octubre del año 2000. El 7 de abril de 2001, el Nuncio Apostólico de aquel entonces, monseñor Beniamino Stella, proclamó la erección canónica y dio posesión a su primer Vicario Apostólico, monseñor José de Jesús Quintero Díaz.Contexto y relevancia del nombramientoEste nombramiento ocurre en un contexto eclesial que sigue buscando caminos hacia la sinodalidad convocada por el Papa Francisco. Precisamente, el padre Mesa fue designado hace menos de un año para un cargo nacional en la CEC, dedicado a fomentar esta visión comunitaria. Desde entonces, expresó que su trabajo no se limitaba a estructuras físicas, sino que involucraba "a las personas, es decir, a las comunidades que las conforman". Desafío que, posiblemente, inspirará ahora su misión episcopal en la Iglesia en la Amazonía colombiana.
Preparémonos para la celebración del nacimiento de Jesús
Lun 1 Dic 2025
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta - En este domingo comenzamos el tiempo de Adviento que tiene una doble característica: en primer lugar, es el tiempo de preparación para la celebración del nacimiento de Jesús, solemnidad que conmemora la primera venida del Hijo de Dios en la carne, cuando Jesús se hace uno de nosotros, “y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14). Al mismo tiempo, nos hace que todos dirijamos la atención a esperar la segunda venida de Cristo, un tiempo de esperan¬za, que nos hace poner los ojos en el cielo, donde está nuestra meta, para que un día lleguemos al lugar donde participaremos de esa gloria del Padre, en el encuentro con el Señor cara a cara y lo hacemos recibiendo el mandato del Señor para este nuevo año pastoral, con el lema: vayan y hagan discípulos.
La historia de la salvación que tiene el acontecimiento central en el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo y que en el cumplimiento de su misión en esta tierra culmina con su regreso al Padre en la gloriosa Ascensión al cielo, nos deja un encargo misionero: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20).
Esta certeza ha acompañado a la Iglesia a lo largo de toda su historia y en cada celebración de la navidad vuelve a resonar en nuestro corazón, al prepararnos paso a paso para la segunda venida del Señor. De la presencia permanente del Señor debemos sacar un impulso renovado en la vida cristiana, con el deseo interior de caminar desde Cristo y con Cristo, en un proceso de conversión permanente que es transformación de la vida en Él.
La evangelización que vamos a realizar a lo largo de este año pastoral que comenzamos, celebrando los 70 años de nuestra Diócesis, tiene como objetivo hacer que Jesús se quede en el corazón de muchas personas, para que, al celebrar el nacimiento de Jesús, cada creyente tenga un nuevo nacimiento para tener la vida eterna, porque “el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 3). De tal manera, que el proyecto pastoral tiene a Jesucristo como centro a quien “hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas” (Novo Millennio Ineunte, 29); por eso, cada año nos preparamos en este tiempo de Adviento cantando con entusiasmo, “ven Señor Jesús” (1Cor 16, 22).
El Hijo de Dios que se hizo hombre por amor al ser humano, sigue realizando su obra en nosotros, por eso tenemos que disponer el corazón para convertirnos en testigos de su gracia y también ser instrumentos de ese don para los demás. Prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesús, es contemplar al Señor que nos invita una vez más a ser sus testigos: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 8). De tal manera que tenemos la experiencia del nacimiento de Jesús en nuestra vida y lo transmitimos con gozo a los demás: “¡cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que en definitiva, ‘lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos’” (Evangelii Gaudium, 264). Esta es la gran noticia que transmitimos a los demás con fervor y pasión por el Evangelio, “para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva” (EG, 264).
El mandato misionero nos introduce en el misterio mismo de la Encarnación, invitándonos a tener el fervor y el ardor para comunicar ese mensaje, así como lo hicieron los primeros cristianos. Para ello, tenemos la certeza que contamos con la fuerza del mismo Espíritu que fue enviado en Pentecostés y que nos entusiasma hoy a comunicar el mensaje de salvación, animados por la Esperanza en Jesucristo que no defrauda y que lo trasforma todo y hace nuevas todas las cosas. Contemplemos en cada una de estas semanas a Jesús que viene a salvarnos, abramos el corazón a Dios y dispongámonos con corazón limpio a celebrar este tiempo, como un momento de gracia para caminar con Cristo, siguiéndolo a Él que es camino, verdad y vida que nos lleva hasta el Padre (Cf. Jn 14, 6).
Como creyentes en Cristo tenemos la misión de ser reflejo de la luz de Cristo, que iluminó la noche de Belén donde nació Jesús como “luz del mundo” (Jn 8, 12) y nos pidió que fuéramos luz para los pueblos, “ustedes son la luz del mundo. Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos” (Mt 5, 14). Cumpliendo así, el mandato misionero que será posible si nos abrimos a la gracia que nos trae este tiempo de Adviento y nos hace hombres nuevos en Jesucristo Nuestro Señor, quien está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf. Mt 28, 20), mientras que anhelamos su segunda venida. Que la Santísima Virgen María, madre de la Esperanza y el Glorioso Patriarca San José, custodio del niño Jesús, alcancen del Señor la gracia de vivir este tiempo en la espera gozosa del Señor.
En unión de oraciones,
reciban mi bendición.
+José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de la Diócesis de Cúcuta
El adviento y navidad 2025: En la recta final del Jubileo de la Esperanza
Jue 27 Nov 2025
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - En la Bula de convocación del Jubileo ordinario del año 2025 con el título Spes non confundit, “la esperanza no defrauda” (Rom. 5,5), al final de la misma, el Papa Francisco dice “que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva (cf. 2P 3,13), donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor” (SNC, 25).
Estas palabras del Papa resuenan como uno de los grandes objetivos del Jubileo que vale la pena evaluar si fueron o no alcanzados. A primera vista se podría decir que no. El 2025 ha sido un año probado por las guerras, por los conflictos políticos, sociales y económicos en buena parte del mundo. Creció la percepción de inseguridad y miedo en muchos. El Papa no se cansó de hacer el llamado a la cordura de los líderes y gobernantes y al cese bilateral del uso de las armas. Los desplazamientos forzados y el creciente número de migrantes, ocuparon un lugar notable en las preocupaciones de muchos.
Y en esta desafiante realidad, Colombia no estuvo ausente. También entre nosotros, en el Valle del Cauca y Cali, la ola de atentados y muertes selectivas fue grande. Y qué no decir de las numerosas personas que se han inscrito entre quienes no tienen comida ni un lugar donde vivir. También las tensiones y polarizaciones políticas, que están al orden del día, son ingredientes que tienden a recrudecerse.
Retomando las palabras del Papa Francisco con las que inicio, nos podemos preguntar ¿hasta qué punto el testimonio de tantos que hemos participado en las celebraciones jubilares han sido “levadura de genuina esperanza” para el mundo?
Sin embargo, una cosa sí es cierta, la participación masiva en los actos y celebraciones del jubileo, tanto en Roma como en nuestra arquidiócesis fue masiva. Por ello aprovecho para agradecer al Delegado y Coordinador del Jubileo en Cali y a todos y cada uno de los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos, que con entusiasmo se vincularon a las convocatorias del Año Santo, dando testimonio de su fe y de la esperanza que no defrauda para reflexionar juntos en el lema del jubileo “peregrinos de esperanza”.
Hay realidades que no están en nuestras manos solucionar. Solo nos toca apelar al sentido común, a la responsabilidad ética y moral en la toma de decisiones de los gobernantes y líderes del mundo y unirnos, como efectivamente se hizo, en una oración colmada de la fuerza que trae la fe para que un día pueda habitar “la justicia y la concordia entre los pueblos”.
El tiempo litúrgico de Adviento que viviremos en estos días, hasta la gran solemnidad del nacimiento del Hijo de Dios en la Navidad, nos sirva para seguir anunciando los “cielos nuevos y tierra nueva” (cf. 2P 3,13) que inaugura Jesús en el portal de Belén, por lo que los ángeles cantan: “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama” (Lc., 2, 14).
Es sabido cómo Adviento es el tiempo de la esperanza. Que animados por los encuentros y celebraciones jubilares, seamos auténticos testigos de la esperanza, y más cuando muchos puedan pensar que no hay futuro. Ánimo, lo dice el Señor, no tengamos miedo, pues él “ha vencido al mundo” (Jn. 16, 33).
Por otra parte, en estos tiempos de Adviento y Navidad la Virgen María ocupa un lugar especial. En efecto, ella es la Virgen Inmaculada de la dulce espera, que con su sí generoso acogió en su seno al Hijo de Dios. Ella no desesperó en la tribulación. Creyó y esperó confiada en la acción de Dios. Guardaba en su corazón lo que de su Hijo se decía y nos enseña a ser valientes para dar testimonio de la Buena nueva a todos, especialmente a los pobres y humildes de corazón.
Termino, con un texto de la Bula del jubileo en una bella referencia a la Madre de Dios: “Confío en que todos, especialmente los que sufren y están atribulados, puedan experimentar la cercanía de la más afectuosa de las madres que nunca abandona a sus hijos: ella que para el santo Pueblo de Dios es “signo de esperanza cierta y de consuelo” (SNC, 24).
Desde ya les deseo un tiempo de Adviento vivido en la oración familiar junto al pesebre; una Navidad en la que dispongan sus corazones para recibir al Hijo de Dios y el inicio de un año 2026 animados por la esperanza.
A todos los bendigo, afectísimo en el Señor.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo
Mar 18 Nov 2025
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En este día celebramos la jornada mundial de los pobres, que tiene como propósito sensibili-zar a todos los cristianos, para vivir la caridad como el fruto maduro de la fe en Jesucristo y de la esperanza en Él, que no defrauda. La caridad es la puerta de entrada al cielo a participar de la gloria de Dios: “vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme” (Mt 25, 34 - 36); concluyendo que cada vez que un cristiano hace esto por un hermano necesitado, lo está haciendo por el mismo Jesucristo y por esta razón es llamado a participar de las moradas eternas en la presencia de Dios.
La vocación del cristiano es sanar las heridas del prójimo, es mirar el dolor, el sufrimiento, la enfermedad y la herida del otro que está tirado en el camino y tenderle una mirada de amor, como manifestación del amor que viene de Dios. Jesús lo enseña en la parábola del buen samaritano, cuando le responde al experto en la ley que le pregunta quién es el prójimo (Cf. Lc 10, 30 - 36), invitándolo a hacer otro tanto haciéndose prójimo del que sufre sin preguntar por su identidad política, social o religiosa. Así lo indicó el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “la propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia. En este caso, el samaritano fue quien se hizo prójimo del judío herido” (FT 81), invitándonos a todos a hacernos prójimos y a “dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera” (Ibid). Esto es lo que enseña Jesús sobre la caridad y lo reitera en el evangelio diciendo: “vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37), así lo ha retomado el Papa León XIV en el mensaje para la jornada de los pobres para este año: “todos estamos llamados a crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron muchos santos y santas de todas las épocas”.
Vivir la caridad cristiana no es un aprendizaje que se recibe en las academias donde se llena el cerebro de la ciencia humana, sino que es fruto de la fe en Dios que nos enseña a amar al prójimo con el corazón de Jesús, sin cálculos humanos, reconociendo al mismo Jesucristo en todos los que sufren, tal como nos lo ha enseñado en el Evangelio al hablar de la ayuda que damos a los demás (Cf. Mt 25, 31 - 46), descubriendo que “para los cristianos, las palabras de Jesús implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita” (FT 85), dignidad que nosotros en la vivencia de la caridad le reconocemos y le devolvemos en el nombre del Señor.
De esta manera, entendemos que el cristiano tiene vocación a la caridad porque está en unión íntima con Dios, que lo mueve desde dentro a ser un instrumento en sus manos para realizar su obra con los que están caídos en el camino de la vida. La caridad nace de un cristiano contemplativo, que se pone de rodillas frente al Señor y allí encuentra la motivación más profunda para volverse prójimo del que sufre. El Papa Francisco expresó esta verdad cuando dijo: “la altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es ‘el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de la vida humana’. Todos los creyentes necesita¬mos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (Cf. 1Cor 13, 1- 13)” (FT 92). Concluyendo así que la caridad es el fruto maduro de un cristiano que tiene un camino de perfección cristiana muy fortalecido, porque se relaciona con Dios a través de la oración y se mantiene en la gracia y en la paz del Señor; por eso, la transmite a los que están en su entorno a través de la ayuda a los más pobres y necesitados, mediante el ejercicio sincero y desinteresado de la caridad.
Todos estamos clamando hoy por la paz en el mundo, pero tenemos que entender que la paz es un don de Dios que brota de la caridad y desde la caridad que es amor de entrega total puede lograr que el corazón del hombre se sane, para que pueda transformar la sociedad. La caridad como expresión más alta de la fe y la esperanza, en un creyente que vive en gracia, transforma el entorno en el que vive, ya que “la caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos” (FT 183). De tal manera, que la caridad no es solamente el centro y la corona de todas las virtudes, sino que es también “el corazón de toda vida social sana y abierta” (FT 184).
Al celebrar en este día la jornada mundial de los pobres, desde las parroquias y familias estamos llamados a tener gestos de caridad para con los más necesitados, pero no podemos quedarnos en una jornada de este domingo, sino que tenemos que entender que la vocación del cristiano es la caridad, que significa agacharse para sanar las heridas del prójimo. Fieles al mandato del Señor: sean mis testigos, busquen la santidad, hagámoslo desde la vivencia de la caridad, como vocación del cristiano a mirar al que sufre con los ojos de Jesús. Que la Santísima Virgen María, madre de la caridad y el Glorioso Patriarca San José custodien la fe y esperanza en nosotros, que produce el fruto maduro de la caridad que nos abre las puertas del Reino de los cielos.
En unión de oraciones,
reciban mi bendición.
+José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de la Diócesis de Cúcuta
Hasta que la muerte nos una más
Mar 18 Nov 2025
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - “Tú me amarás, yo te amaré, hasta que la muerte nos una más”, dice la hermosa canción de la hermana Glenda sobre ese misterio del amor humano que se “diviniza” con la presencia del Espíritu Santo en los esposos cuando están unidos por el sacramento del matrimonio. A primera vista parece contradecir el “hasta que la muerte los separe”, que se apoya en Mateo 19,6 donde el mismo Jesús expresa el plan Divino original sobre la unidad y la indisolubilidad matrimonial: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.
En el mes de Noviembre la Iglesia nos invita a tener más presente nuestra vida pasajera en este mundo, nuestra realidad transitoria y por tanto la preparación para la vida eterna. Pensar que la muerte libera al esposo de la esposa o a ella de él, se ha prestado para infinidad de chistes, que nos distraen del verdadero sentido de la vocación al amor a que hemos sido llamados todos los humanos. Aclara aún más esta consideración sobre la terminación del matrimonio a causa de la muerte la enseñanza de Jesús que afirma que en la resurrección no se casarán ni ellas, ni ellos, sino que serán en el cielo como ángeles (Cf Mt 22,30).
Escribe un buen autor (tal vez San Agustín...) que “la amistad que se olvida es una amistad que nunca existió”, para decir que el auténtico amor nunca se termina, sino que, por el contrario, como enseñó el Papa Francisco en Amoris laetitia, el amor humano siempre es “perfectible”. Esto, en contra de la idea popular de que el amor de los novios es el ideal y que con el tiempo se gasta y desvanece. En realidad, con la gracia de Dios, el amor (auténtico) tiene la vocación a una permanente perfección. Siendo así, ¿por qué se va a acabar repentinamente con la muerte? Lo que ocurre es que ese amor que los consagró como esposos es tan verdadero, que lo que busca es la santificación del cónyuge, su bien no solo en esta vida sino en la eterna. El amor conyugal lo que busca es la santificación del otro, que sea feliz para siempre. Además, en ese empeño sincero vivido como vocación, el que ama también se perfecciona y se santifica.
En resumen, los dos cónyuges buscan la misma meta, quieren llegar juntos al cielo y no solo ellos sino con sus hijos y su descendencia. Así funciona la Iglesia y por eso la familia es la célula vital inicial. Entonces el viudo/la viuda puede contraer nuevas nupcias si ve que hace parte de su camino de santidad y puede suceder, como en tantos casos a lo largo de la historia, que se conforme un nuevo hogar en el que también se busca sinceramente vivir como familia que da testimonio de fe y esperanza. En la eternidad, donde ya no se necesita la unión conyugal para que subsista la humanidad, gozarán los frutos de esta escuela de amor en que nos encontramos en esta vida terrena.
Es muy preocupante saber que por ignorancia o por indiferencia sobre estas preciosas verdades de nuestra fe en torno al valor santificador del matrimonio, alrededor del 70% de los hogares católicos en Colombia vivan en unión libre (cifra que algo varía según las regiones). Los pastores y maestros tenemos parte de culpa en esta ignorancia y tibieza de nuestros fieles. La falta de una verdadera catequesis que les permita desde niños tener una visión apropiada de la familia y el matrimonio, la falta de catequesis entre los jóvenes, la poca promoción de parejas de esposos para que se formen y apoyen la pastoral familiar parroquial, son entre otras, las causas de esta grave situación.
En nuestro ENCUENTRO NACIONAL DE PASTORAL FAMILIAR que celebramos en Pereira del 23 al 25 del pasado mes de octubre, avanzamos en el estudio y modos de implementación de los Itinerarios Catecumenales Matrimoniales que nos dejó el Papa Francisco como un medio práctico de asumir Amoris laetitia en la vida pastoral. Es esperanzador ver que sí hay avances en esta tarea. Es una labor ardua, pero vale la pena. Se vio la urgente necesidad de seguir formando parejas de esposos que sean competentes en la acogida, acompañamiento y testimonio de vida, para que en verdad animen e iluminen las parejas que desean casarse. Pongamos todos los medios para que nuestros jóvenes llamados a vivir la vocación matrimonial encuentren en sus parroquias el ambiente propicio para encontrarse con Dios y tengan la alegría de comprobar que Dios los conoce y los ama y cuenta con ellos para que sean felices haciendo felices a quienes los aman, HASTA QUE LA MUERTE LOS UNA MÁS.
+Miguel Fernando González Mariño
Obispo de El Espinal
Presidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia
Adviento: El Dios que llega para sanar la Casa Común
Jue 20 Nov 2025
Por Fray Jorge Ferdinando Rodriguez Ruiz - “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en tierras de sombras una luz les ha brillado” Isaías 9, 1.
Tenemos la posibilidad de asombrarnos como personas de fe ante la llegada del Adviento, razón por la cual la iglesia nos invita para afinar el oído del corazón, de tal manera que podamos escuchar los pasos del Señor que viene. Como enseñaba el papa Francisco, la espera cristiana no es pasiva ni indiferente, sino un “despertar interior que nos disponga a cuidar la fragilidad de la vida y del mundo” (Francisco, 2015). En tal sentido para Colombia, lugar bendecido por selvas, páramos, ríos y comunidades tanto urbanas como rurales, el Adviento nos urge a discernir los signos de esperanza que brotan aún en medio de la violencia contra la creación y contra los más pobres.
Al adentrarnos en el sagrado tiempo de Adviento, la Iglesia nos invita a redescubrir la hondura espiritual de la espera, esa espera activa que configura la identidad del pueblo que aguarda la venida del Señor. Como fraile dominico experimento desde la tradición de la Orden de Predicadores, la vigilancia contemplativa como elemento inseparable de la responsabilidad ética, pues “contemplar y dar a los demás lo contemplado” implica asumir la historia concreta en donde Dios se revela y en donde la creación clama a través de sus creaturas.
En la Sagrada Escritura encontramos palabras preciosas para iluminar este itinerario. El profeta Isaías proclama que “brotará un renuevo del tronco de Jesé” (Is 11, 1), recordándonos que la esperanza mesiánica surge precisamente en territorios aparentemente devastados. En Colombia, donde tantos ecosistemas han sido heridos por la extracción desordenada, los monocultivos y la violencia territorial, este mensaje resuena como una gran invitación a reconocer que Dios hace brotar vida aun en suelos desgastados. San Pablo, en su visión cósmica de la redención, nos recuerda que “toda la creación gime y sufre dolores de parto” (Rom 8, 22); pero esos gemidos no son anuncio de muerte, sino preludio de un “alumbramiento” que exige conversión ecológica y compromiso ético.
Desde la comunidad de hermanas y hermanos que bebemos de las fuentes de Santo Domingo de Guzmán, compartimos algunas de las voces contemporáneas que nos ayudan a profundizar en esta perspectiva y que nos ofrecen horizontes de reflexión para acoger este llamado a realizar un “giro antropológico” para experimentar las teologías del cuidado. Recientemente fray Timothy Radcliffe O.P., recordaba a los miembros del Sínodo que la esperanza cristiana “no es ingenuidad ni evasión, sino la decisión de creer que la gracia puede renacer incluso allí donde la historia parece estéril. Esperar en la fe es un acto valiente que mira de frente la fragilidad del mundo sin renunciar a la confianza en la gracia que lo puede renovar” (Radcliffe, 2024). También el teólogo dominico fray Carlos Azpiroz Costa O.P., señala que la predicación de las personas de la Iglesia exige hoy “entrar en diálogo con los clamores de la humanidad y de la naturaleza, pues ambos expresan la verdad que Dios desea revelar” (Azpiroz Costa, 2010). Y la dominica Verónica Ropero O.P., especialista en ética ecológica, recuerda que “la espiritualidad dominicana, marcada por la búsqueda de la verdad, nos impulsa a escuchar también la verdad que la tierra herida intenta manifestar y comunicar” (Ropero, 2018).
Finalmente, fray Edward Schillebeeckx O.P., enseñaba que la salvación acontece donde surge la vida. Por ello una predicación auténtica del adviento debe: anunciar la esperanza, denunciar la injusticia ecológica y acompañar a las comunidades vulneradas (Schillebeeckx, 1980). El teólogo subraya que la revelación de Dios se da en la historia y en la realidad concreta, lo que incluye la naturaleza. Esto implica que la creación no es un simple escenario, sino parte del proyecto salvífico.
De otra parte, el papa León XIV nos invita en el contexto de sus recientes encuentros, especialmente en el del Jubileo de la educación, a comprender que la educación de las personas requiere espacios transformadores de la cultura y de las prácticas sociales para “unir la justicia social y la justicia ambiental, promoviendo la sobriedad y los estilos de vida sostenibles, a formar conciencias capaces de elegir no solo lo conveniente, sino también lo correcto. La educación mide su valor en función de la dignidad, la justicia y la capacidad de servir al bien común” (León XIV, Trazando nuevos mapas de esperanza, 2025)
El Adviento se constituye para nosotros como creyentes en un ejercicio de contemplación encarnada: preparar el camino del Señor implica restaurar los cauces de los ríos devastados, proteger los páramos amenazados, fortalecer las comunidades campesinas e indígenas que son custodias vivas de la creación y promover estructuras económicas y sociales que honren la dignidad de toda vida.
El Adviento en Colombia se convierte en un llamado a preparar el camino del Señor derribando las montañas de la indiferencia, enderezando los senderos de la injusticia ambiental y protegiendo las vidas que Dios nos confía. Que este tiempo litúrgico sea un kairós (Tiempo cualitativo de Dios) para renovar la esperanza y custodiar con ternura la tierra que habitamos. Que este Adviento sea para nosotros un tiempo de contemplación activa, de escucha profunda y de compromiso decidido con la justicia, la paz y el cuidado de la creación que nos ha sido confiada.
¿Qué novedad podría emerger para nuestras comunidades en este tiempo litúrgico? ¿Qué lugares geográficos podríamos transformar como fruto de nuestra comprensión en la fe? ¿Cuáles periferias sociales vamos a iluminar con nuestra acción transformadora fruto de la celebración del adviento? ¿Cuáles cambios podemos incorporar en nuestras instituciones eclesiales para “conectarnos” con las prácticas de cuidado de la Casa Común?
Fray Jorge Ferdinando Rodriguez Ruiz, O.P
Referencias
Azpiroz Costa, C. (2010). Predicación y esperanza en tiempos de crisis. Editorial de la Orden de Predicadores.
Betto, F. (2015). Ecología y espiritualidad liberadora. Paulinas.
Bruguès, J.-L. (2011). La encarnación y la dignidad de la creación. Éditions du Cerf.
Claverie, P. (2000). Cartas y escritos espirituales. Éditions du Cerf.
Enns, E. (2011). Restorative Justice and Earth Healing. Dominican Eco-Justice Press.
Francisco. (2015). Laudato Si’: Sobre el cuidado de la casa común. Libreria Editrice Vaticana.
Galiardi, M. (2014). La Tierra como comunidad de vida: Perspectivas dominicanas. Dominican Sisters Publications.
Grey, M. (2011). The Outrageous Pursuit of Hope: Ecofeminist Readings for the Church. Dominican Sisters Publications.
Gutiérrez, G. (2003). Teología de la liberación: Perspectivas. CEP.
León XIV. Carta Apostólica Trazando nuevos mapas de esperanza (octubre 2025). Libreria Editrice Vaticana.
Monge, C. (2019). Verdad, justicia y diálogo en tiempos de crisis ecológica. Edizioni Domenicane.
Radcliffe, T. (2012). What is the Point of Being a Christian? Editorial de la Orden de Predicadores.
Ropero, V. (2018). Ética dominicana y cuidado de la creación. Ediciones Espíritu y Verdad.
Schillebeeckx, E. (1980). Cristo y los cristianos. Ediciones Sígueme.
Oración Taizé y la Compañía de Jesús en Colombia: 10 años de canto, unión y fecundidad
Mié 19 Nov 2025
Por José Yamid Castiblanco, SJ - Corre el año 2014 cuando en la Casa Ignaciana de la Juventud (CIJ) se realiza un espacio mensual llamado Noche de arte y espiritualidad. Tras meses de tener una buena acogida, por distintos motivos, esta propuesta entra en crisis. A pesar del escepticismo inicial, este espacio de oración se relanza única y exclusivamente con cantos meditativos en distintos idiomas al estilo Taizé y entonces el entusiasmo vuelve. No importa que la oración tenga siempre el mismo formato, los cantos se repitan o no sean siempre en español. El número de asistentes crece cada vez más, el coro se agranda, y lo que pasó a denominarse Noche Taizé en noviembre del 2015 se sigue realizando, primero, en la Capilla de Teología de la Javeriana, y luego, en diferentes auditorios de la Universidad.
Además de la cita mensual en la Javeriana, y motivado por el creciente interés y las diversas solicitudes, el equipo de Noche Taizé empieza a realizar una oración adicional al mes en diferentes lugares: parroquias católicas, iglesias protestantes (Luterana alemana, Menonita…), capillas o salones de universidades (Nacional, La Salle, Los Andes, El Rosario…), colegios jesuitas y de otras comunidades, obras de la Compañía de Jesús, etc. Este grupo de Taizé se posiciona y prepara oraciones en eventos con proyección nacional como Expocatólica, la Semana por la Paz, asambleas de Jesuitas y encuentros de jóvenes (Claveriada y otros), e incluso eventos con proyección internacional como el Foro Cristiano Global (Bogotá 2018) o la Jornada Mundial de la Juventud (Panamá 2019). Junto a estas oraciones, el grupo también organiza en el 2018 un concurrido encuentro interreligioso por la paz en la Javeriana con diversos líderes espirituales.
Llega el COVID en el 2020 y, sin embargo, la oración Taizé no se detiene del todo. Esta se sigue realizando en forma virtual y es retomada en la CIJ y en la Universidad Javeriana. A pesar de la crisis que supuso la pandemia, la Noche Taizé inspiró y sigue inspirando espacios de oración que han surgido en estos años en otras obras de la Compañía de Jesús en Colombia como el Colegio San Ignacio de Medellín, el Colegio San Luis Gonzaga de Manizales y la Casa de Ejercicios Espirituales San Ignacio de Pasto.
Cabe mencionar que, durante este tiempo, la Comunidad de Taizé en Francia no sólo ha enviado a Colombia a su delegado para América Latina, el Hermano Christoph, con el fin de animar y visitar estas iniciativas de oración. Voluntarios de la RJI también han sido acogidos en Taizé para servir y ser formados en su espíritu de ecumenismo, fraternidad y oración musical, consolidando esta experiencia de colaboración que continúa hasta hoy.
La fecundidad de esta iniciativa ha llevado a que recientemente, desde febrero de 2025, un nuevo grupo y espacio de oración Taizé surgiera en el Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad (CIRE), en la zona de Chapinero en Bogotá, independiente de la propuesta de los viernes de Noche Taizé por la CIJ, orientada principalmente a jóvenes. El grupo Taizé del CIRE realiza así sus oraciones todos los primeros miércoles de mes en la capilla María Inmaculada (Cra 10 # 65-48), ensaya allí todos los últimos miércoles de mes y, además de estar pensado para un público más adulto, estas oraciones tienen la intención de ser un lugar fijo que posibilite de forma más explícita y regular un encuentro ecuménico mensual entre cristianos/as de diferentes denominaciones.
Algo sobre Taizé y su historia
Taizé es un pueblo apartado en Francia donde se encuentra la comunidad del mismo nombre que el suizo Roger Schutz fundó en 1940 con hermanos de diferentes tradiciones cristianas: luteranos, católicos, ortodoxos, anglicanos, etc. Además de ser sinónimo de acogida a huérfanos y refugiados de guerras y totalitarismos, Taizé empezó a denominar también el estilo de oración particular desarrollado allí: cantos meditativos en varios idiomas, silencio, iconos... todo esto en un ambiente de recogimiento y de encuentro en medio de la diversidad cultural y religiosa. Así, desde hace 85 años, Taizé reúne a miles de personas de distintos países - especialmente durante sus encuentros anuales en diferentes ciudades y en las Jornadas Mundiales de la Juventud - para cultivar desde la oración en común una espiritualidad de unión y reconciliación al interior de cada persona y entre los pueblos del mundo.
Esta oración al estilo Taizé, además de propiciar hondas experiencias de oración, ha creado entonces en el mundo y en Colombia estrechos vínculos personales e institucionales entre comunidades de fe, religiones y personas con profundas búsquedas espirituales. Aquel milagro de la comunión en la diferencia, del arte y de la fe, del gozo y de la súplica fue quizás lo que tanto interpeló a nuestro querido jesuita colombiano, Iván Restrepo, durante su estadía en Taizé en los años 70. De su experiencia nos queda su tesis doctoral publicada: Taizé: una búsqueda de comunión con Dios y con los hombres.
Al igual que él, y en fidelidad con el carisma ignaciano de apertura al diálogo y al Dios siempre mayor, tanto la RJI como el CIRE promueven espacios de oración Taizé a todas las personas que deseen encontrarse con Dios, consigo mismas y con los otros en sus diferencias. Esto con la convicción adicional de que cada oración propicia la reconciliación y la unión de corazón por nuestro mundo herido a causa de guerras, fundamentalismos y desesperanza. Por todo esto, Taizé, su historia y su presente tanto en Colombia como en las obras de la Compañía de Jesús, es motivo para celebrar, agradecer, y por supuesto, seguir cantando.
A quienes quieran asistir a las oraciones o sumarse a los grupos que las animan, les invitamos a consultar nuestra programación de oraciones Taizé del CIRE (primeros miércoles de mes) y de la RJI (en Bogotá y en otras regiones), en las redes sociales de ambas obras transversales, o en el sitio web www.cire.org.co.
*Restrepo, Iván (1975). Taizé: una búsqueda de comunión con Dios y con los hombres. Salamanca: Sígueme.
De los 50 A los 60 Años de Nostra Aetate: de Francisco A León XIV
Jue 30 Oct 2025
Por Pbro. Carlos Guillermo Arias - Se han cumplido 60 años de la promulgación de la Declaración Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas.
Sin duda, este documento ha marcado el camino de la Iglesia en los últimos tiempos en el tema del diálogo interreligioso. Los Padres Conciliares querían, con este documento, promover la unidad y la caridad entre las personas y los pueblos, reconociendo y valorando las verdades presentes en otras religiones. Reconocían, además, que todos los pueblos forman una comunidad y que la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero.
En la Audiencia General del miércoles 28 de octubre de 2015, en la celebración de los 50 años de Nostra Aetate, el Papa Francisco recordaba que para el Papa Pablo VI, el tema de las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas había tenido una importancia tan relevante que, en la fiesta de Pentecostés del año anterior al final del Concilio, había instituido el Secretariado para los no cristianos, hoy Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. También recordaba como importantes algunos puntos del documento:
• La creciente interdependencia de los pueblos (cf. n. 1).
• La búsqueda humana de un sentido para la vida, el sufrimiento y la muerte, preguntas que siempre acompañan nuestro camino (cf. n. 1).
• El origen y el destino común de la humanidad (cf. n. 1).
• La unicidad de la familia humana (cf. n. 1).
• Las religiones como búsqueda de Dios o del Absoluto, en las diferentes etnias y culturas (cf. n. 1).
• La mirada benévola y atenta de la Iglesia a las religiones: ella no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de bello y verdadero (cf. n. 2).
• La Iglesia mira con estima a los creyentes de todas las religiones, apreciando su compromiso espiritual y moral (cf. n. 2).
• La Iglesia, abierta al diálogo con todos, es al mismo tiempo fiel a la verdad en la que cree, comenzando por la verdad de que la salvación que se ofrece a todos tiene su origen en Jesús, único salvador, y que el Espíritu Santo actúa como fuente de paz y amor.
En esta audiencia, el Papa también recordó un hecho particularmente significativo para Juan Pablo II: el encuentro de Asís del 27 de octubre de 1986. Recordó que, un año antes, dirigiéndose a los jóvenes musulmanes en Casablanca, deseaba que todos los creyentes en Dios favorecieran la amistad y la unión entre los hombres y los pueblos (19 de agosto de 1985). La llama encendida en Asís se extendió por todo el mundo y constituye un signo permanente de esperanza.
Francisco también anotó que el diálogo que necesitamos hoy entre las religiones no puede ser sino abierto y respetuoso, y solo entonces se revelará fructífero. El respeto recíproco es condición y, al mismo tiempo, fin del diálogo interreligioso: respetar el derecho de otros a la vida, a la integridad física y a las libertades fundamentales, es decir, a la libertad de conciencia, pensamiento, expresión y religión. El diálogo basado en el respeto lleno de confianza puede traer semillas de bien que se transforman en brotes de amistad y colaboración en muchos campos, y sobre todo en el servicio a los pobres, a los pequeños, a los ancianos, en la acogida de los migrantes, y en la atención a quien está excluido. Podemos caminar juntos cuidando los unos de los otros y de la creación.
Por último, termina con esta invitación: “Queridos hermanos y hermanas, en lo referente al futuro del diálogo interreligioso, la primera cosa que debemos hacer es rezar. Y rezar los unos por los otros: ¡somos hermanos! Sin el Señor, nada es posible; con Él, ¡todo se vuelve posible! Que nuestra oración —cada uno según la propia tradición— pueda adherirse plenamente a la voluntad de Dios, quien desea que todos los hombres se reconozcan hermanos y vivan como tal, formando la gran familia humana en la armonía de la diversidad”.
Diez años después, en el pontificado de su sucesor, el Papa León XIV (en la celebración de los sesenta años de Nostra Aetate), toma la frase del diálogo entre Jesús y la mujer samaritana del Evangelio de San Juan: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). Y dice: “este encuentro revela la esencia del auténtico diálogo religioso: un intercambio que se establece cuando las personas se abren unas a otras con sinceridad, escucha atenta y enriquecimiento mutuo. Es un diálogo nacido de la sed: la sed de Dios por el corazón humano y la sed humana de Dios. En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de la cultura, el género y la religión. Invita a la mujer samaritana a una nueva comprensión del culto, que no se limita a un lugar concreto —«ni en este monte ni en Jerusalén»—, sino que se realiza en Espíritu y en verdad. Este momento capta la esencia misma del diálogo interreligioso: el descubrimiento de la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarlo juntos con reverencia y humildad”.
El Papa León, siguiendo la línea tomada por el Papa Francisco en la celebración de los cincuenta años, se refiere una vez más al tema del diálogo interreligioso y a la necesidad del encuentro con los no cristianos: “Este luminoso documento nos enseña a tratar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de viaje en el camino hacia la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común; y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación”.
Recalca, además, la importancia de las raíces del cristianismo en el pueblo judío y la importancia del diálogo judeo-cristiano, aun a pesar de las dificultades: “No podemos negar que en este período también ha habido malentendidos, dificultades y conflictos, pero estos nunca han impedido la continuación del diálogo. Tampoco hoy debemos permitir que las circunstancias políticas y las injusticias de algunos nos alejen de la amistad, sobre todo porque hasta ahora hemos logrado mucho”.
Volviendo a reconocer en Nostra Aetate el llamado a encontrarnos y a dialogar, el Papa León plantea una pregunta, a la que a su vez responde con un claro mensaje sobre el aporte de las religiones a la humanidad: “¿Qué podemos hacer juntos? La respuesta es sencilla: actuar juntos. Más que nunca, nuestro mundo necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración. Cada una de nuestras religiones puede contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de nuestra casa común, nuestro planeta Tierra. Nuestras respectivas tradiciones enseñan la verdad, la compasión, la reconciliación, la justicia y la paz. Deben reafirmar el servicio a la humanidad, en todo momento. Juntos, debemos estar atentos al abuso del nombre de Dios, de la religión y del diálogo mismo, así como a los peligros que representan el fundamentalismo religioso y el extremismo”.
El pontificado del Papa Francisco nos dejó muchas experiencias en el campo del diálogo interreligioso, mostrando cómo en la actualidad se puede seguir el legado de la declaración Nostra Aetate, poniendo este encuentro entre las diferentes religiones al servicio de la fraternidad humana, como lo hizo en el documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común (también conocido como Declaración de Abu Dabi), firmado con el Gran Imán de al-Azhar, Ahmed el-Tayeb en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos, el 4 de febrero de 2019.
Las palabras del Papa León en esta celebración de los sesenta años nos abren a la esperanza de que se seguirá este camino de encuentro entre las religiones, pensando siempre en el bienestar de la humanidad. Por eso es significativo cuando dice: “Hoy estamos llamados a refundar la esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado. Colaboremos, porque si estamos unidos todo es posible. Hagamos que nada nos divida”, y luego al final la invitación a la oración: “detengámonos un momento en oración silenciosa: la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones”.
Tiempo de esperanza, Jornada Mundial de los Pobres 2025
Mar 28 Oct 2025
Por Carlos Ignacio Agudelo Betancur - En medio de las incertidumbres de nuestros tiempos, este año dedicado a la Esperanza ha sido un año de gracias. Hemos despedido con agradecimiento al Santo Padre Francisco, quien nos ha animado en la esperanza fraterna con su exhortación Dilexit nos (Nos amó) que habla del amor divino y humano del Corazón de Cristo, y hemos dado la bienvenida a su sucesor, el Santo Padre León XIV, quien ha dado continuidad al año Santo de la Esperanza con su exhortación Dilexit te (Te he amado). Los dos pontífices recalcaron que Cristo es el ancla de nuestra esperanza y que esta llega a todos sin distinción y especialmente a los más necesitados.
No es por casualidad que al finalizar el Año Jubilar de la Esperanza se celebre la Jornada Mundial de los Pobres el próximo 16 de noviembre, como nos lo presenta el mismo Papa León XIV en su mensaje para esta Jornada, publicado por el Vaticano el 13 de junio de 2025 en la memoria de San Antonio de Padua, patrono de los pobres; en su mensaje anticipa parte de las enseñanzas de su Exhortación apostólica Dilexi te sobre el amor hacia los pobres, publicada el pasado el 4 de octubre, en la memoria del pobre entre los pobres san Francisco de Asís.
En los primeros párrafos del mensaje anuncia que no conocer a Dios, no ser testigo de Su esperanza es “la pobreza más grave”. Y explica que “existen muchas formas de pobreza: aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad”.
“Tú, Señor, eres mi esperanza” (cfr Sal 71,5), son las primeras palabras del mensaje del Santo Padre León XIV para la IX Jornada Mundial de los Pobres. Jesucristo, ancla de nuestra esperanza, en su paso por los caminos polvorientos de Tierra Santa, abrazó especialmente las pobrezas de quienes más sufrían, fue apoyo, sanación y vida. Mostró con su ejemplo cómo poner en práctica las bienaventuranzas, enseño a llevar una vida en coherencia y verdad, señaló injusticias abrazando a todos, enseñando perdón y reconciliación.
El Papa León en su mensaje nos invita a “crear nuevos signos de esperanza que testimonien la caridad cristiana, como lo hicieron tantos santos y santas de todas las épocas”. En su exhortación hace un amplio recuento de la vivencia de la caridad cristiana, comenzando con la experiencia de los que tenían todo en común de los inicios del cristianismo, hasta las “instituciones creadas para expresar la acogida hacia los más débiles y marginados” de los últimos siglos, igual que tantas iniciativas que llevan adelante voluntariados y comunidades en la actualidad. Puso de relieve el ejemplo de “los hospitales y las escuelas” cristianas que por tantos años han sido una muestra palpable de la solidaridad de la Iglesia para con los más necesitados, sugiriendo que “hoy deberían formar parte ya de las políticas públicas de todo país”. Y que igualmente contando con “la ayuda de las ciencias y la técnica” se deberían desarrollar “políticas eficaces en la transformación de la sociedad” (Dilexit te, 97), y como lo pone de relieve, se debe dar prioridad a los más “pobres, excluidos y marginados”, “aquellos que son considerados un “descarte” de la sociedad”, trabajando por “el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad” (Dilexit te, 111).
¿Quiénes son los más abandonados de la sociedad, si no los sintecho, los que no tienen donde dormir, donde apoyar la cabeza (como Jesucristo), los heridos del camino (como el que rescató el buen samaritano), los que sufren en la calle diversidad de trastornos físicos, mentales y/o sociales? Se los ha llamado “habitantes de la calle” como si esta fuera una condición natural que de alguna manera la sociedad debería aceptar o respetar. ¿Se podría pensar que quizás esa fue su decisión voluntaria? Sea cual haya sido la historia de esa persona herida o abandonada, quienes pasamos a su lado, la misma sociedad en su conjunto, no podemos blanquear nuestra conciencia con la indiferencia, ni nosotros ni la sociedad podemos quedar indiferentes. La persona que ahora se denomina “en situación de calle”, es un ciudadano “herido de la calle”, “herido de la sociedad”, un ser digno, a quien es necesario ayudarle por todos los medios a recuperar su dignidad completa.
Las sociedades actuales, en sus personas y en sus instituciones, han madurado; la conciencia del deber de respetar los derechos humanos nos ha llevado inclusive a penalizar a quien no recoge un herido en la calle. Si bien es de admirar a los buenos samaritanos que actúan para atender a un herido en situación de calle, hoy en día la sociedad tiene más posibilidades para atender esas urgencias en equipo, en colectivo, activando un conjunto de recursos humanos y técnicos con una sola llamada; es loable ver cómo con diligencia llegan las ambulancias, los paramédicos, las autoridades, y se activan todos los protocolos de atención institucional. Las sociedades han madurado en su sensibilidad y en su eficacia para atender al herido en la calle. Lo agradecemos, porque en algún momento, podríamos ser nosotros mismos o un familiar o un amigo. Gracias a todos los que hacen posible esta atención humanitaria colectiva. Gracias a quienes legislaron, a quienes aprobaron presupuestos, a quienes mantienen al día todos los medios logísticos que permiten que funcionen estas atenciones de emergencia. Ahora necesitamos que esta atención diligente abarque a todos los abandonados en la calle sin distinción, sin ninguna discriminación. Que podamos reestablecerle los derechos a cada herido de la calle, a cualquier herido por cualquier situación y sin ninguna discriminación, de tal forma que pueda reintegrarse a la sociedad de forma digna y completa.
El Papa dedica los últimos párrafos a la limosna, destacando el papel que ha tenido a lo largo de los siglos, anotando que quizás “no será la solución a la pobreza mundial, que hay que buscar con inteligencia, tenacidad y compromiso social. Pero necesitamos practicar la limosna para tocar la carne sufriente de los pobres” (Dilexit te, 119).
Concluye su exhortación el Papa León XIV con un bello mensaje que es toda una plegaria convocante sobre lo que significa el amor cristiano, invitando a que este se irradie y actúe en toda la sociedad:
“El amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos, atraviesa abismos humanamente insuperables, penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible. El amor es ante todo un modo de concebir la vida, un modo de vivirla. Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy” (Dilexit te, 120).
Carlos Ignacio Agudelo Betancur
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