Lun 19 Sep 2016
Polarización
Por Mons. Ricardo Tobón - La fuerte polarización que está viviendo el país a raíz del próximo plebiscito sobre los acuerdos de La Habana es un problema serio, que amenaza la vida nacional. La sociedad se define, en efecto, como un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. Es una asamblea que perdura en el tiempo, recoge la herencia del pasado y prepara a cada uno de sus miembros para el porvenir. El ser humano posee la tendencia a asociarse de forma espontánea para alcanzar conjuntamente aquellos objetivos que individualmente exceden su capacidad (Cf CCE, 1880-1882).
Se explica que algunos están por el Sí porque la paz es un bien deseable para todos, porque se acepta que el diálogo es el mejor camino para llegar a la paz, porque se sabe que es preciso encontrar la forma de que todos podamos caber en el país, porque hay disposición para perdonar a fin de lograr una mejor convivencia de todos los ciudadanos, porque después de sufrir tanta violencia se vive en la esperanza de que termine o se aminore el conflicto.
Otros optan por el No porque hay temor de que no se diga la verdad sobre todo lo que se proponen los acuerdos, porque hay desconfianza en el Presidente y en las FARC, porque se ven signos que coinciden con el proceso seguido por países vecinos en su camino hacia el socialismo, porque el pueblo no ha podido asumir unos compromisos hechos en un gran hermetismo y que no responden a sus criterios y expectativas, porque se piensa que hay un atropello a la justicia o al Estado de derecho.
Para superar esta grave polarización es necesario, en primer lugar, que se conozca plenamente la verdad. La mentira, tanto cuando retiene como cuando falsea la información, es un verdadero cáncer de la sociedad; en efecto, tergiversa la realidad, genera desconfianza y es una injusticia que aprovecha la buena fe de los demás en favor de los intereses propios y ocultos. La mentira más temprano que tarde provoca nefastas consecuencias.
La polarización desaparece cuando hay una meta, un gran ideal, un propósito común con el que la mayoría está de acuerdo. Cuando se presenta un proyecto que se necesita y que abre horizontes de bienestar para todos, hacia él convergen como de forma natural las voluntades. Por tanto, hay que proponer el bien común tan válidamente que todos estén dispuestos a trabajar juntos y a renunciar por él a algunas cosas.
La polarización queda sin consistencia cuando se tiene la seguridad de que lo que se va a hacer cuenta con la aprobación y el aporte de todos sin forzar las cosas con presiones jurídicas o publicitarias. Un pueblo no se compromete con lo que no ha asumido porque antes no lo ha analizado o no tiene la certeza de que se realizará honestamente y sólo en función del bien común.
Para que cese la polarización hay que crear las condiciones para el perdón y la reconciliación. No tiene lógica que una propuesta de paz acreciente la violencia. La violencia está en la sociedad porque primero está en el corazón de cada persona. Para romper el círculo vicioso de la confrontación se requiere la lucidez y la generosidad que lleven a los ciudadanos a acogerse, en un acto de benevolencia, los unos a los otros.
Es necesario, finalmente, alcanzar de Dios la gracia de que nos abramos todos a su plan sobre Colombia y que así cesen las visiones y los proyectos personales que nos dividen y nos enfrentan. Si seguimos buscando la victoria de un grupo sobre otro por las armas o por la astucia nos quedaremos engendrando nuevas formas de agresividad; entonces, los procesos de paz pasarán por encima de cada uno de nosotros, que seguirá produciendo odio, injusticia y violencia.
+ Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín