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agradecimiento

Mar 15 Nov 2022

En todo y por todo, demos gracias a Dios

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El creyente en Cristo tiene motivos de sobra para agradecer a Dios, porque a pesar de lo que somos, nos sigue amando y cuidando. Y no nos ha dejado solos. El Padre del cielo nos envía a su Hijo, para hacer extensiva y cercana su misericordia. Y su Hijo, Jesús, nos prometió y envió a todos el Espíritu Consolador, segura compañía en nuestro caminar. Y el mismo Jesús, nos dejó a María, su madre, constituyéndola como nuestra madre y protectora. Pero todavía hay más. Para asegurarse de que entendiéramos que sus palabras se cumplían, en especial aquellas que dijo a sus discípulos antes de subir al cielo de que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, instituyó Jesús en la última cena el sacerdocio, y nos dejó en los apóstoles y sus sucesores, su presencia sacerdotal, su actuar como víctima y sacrificio vital y renovador, su testimonio de la presencia divina por lo que lo sentimos mediador de todo bien. No deja ser maravilloso poder constatar que la Iglesia toda, ha podido también dar fe de que la oración que pide el Señor que hagamos al Dueño de la mies, para que nos dé obreros en la mies, es una realidad innegable. En los más 100 años de existencia, nuestra Arquidiócesis de Cali, sus comunidades parroquiales e instituciones, aun con limitaciones, han podido constatar la presencia permanente de sacerdotes, pastores eximios que han dado lo mejor de cada uno para que seamos lo que somos, una Iglesia particular viva y llena de esperanza. En todo y por todo, demos gracias a Dios. Damos gracias al Todopoderoso por su benevolencia para con nosotros. Al disponerse a terminar su servicio episcopal como Arzobispo metropolitano de Cali, Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía, -como bien lo expresa en su Editorial- damos gracias a Dios por su vida, por sus obras, por su testimonio de amor eclesial, por su compromiso por el respeto de la dignidad humana, la reconciliación y la paz y el cuidado de la casa común. Seguro que han sido numerosos, por no decir miles, los que en estos 12 años, recibieron de manos de Mons. Darío el sacramento de la confirmación, o fueron ordenados diáconos, presbíteros y obispos, o pudieron recibir también de sus manos el Cuerpo de Cristo en la Hostia consagrada. ¡Cuántos mensajes, homilías, llamados y celebraciones eucarísticas tuvo a bien presidir y celebrar por el pueblo de Dios que peregrina en la Arquidiócesis! ¡Cuántas obras de misericordia pudo llevar a cabo por si mismo o animando a los colaboradores diocesanos y sus obras a realizarlas en favor de los pobres y necesitados! Qué bueno que en estos días se intensifique la oración de acción de gracias por Mons. Darío. Los invito para que ante Jesús Eucaristía, lo tengan siempre presente. Recuerden esos momentos de especiales, públicos o privados, por los que estamos llamados a dar gracias y elevar los brazos al cielo para bendecir a Dios por la obra de Mons. Darío entre nosotros. La madre del cielo, a quien a toda hora Monseñor Darío invoca, lo proteja en su nuevo camino ministerial. Dios lo bendiga siempre. Gracias, gracias Mons. Darío. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Arzobispo coadjutor de Cali

Mié 2 Nov 2022

“Aprender a despedirse” (Papa Francisco)

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía – Una Carta Apostólica en forma de “Motu Proprio”, dada a la Iglesia por el Papa Francisco el 12 de febrero de 2018, con el titular indicado para este artículo editorial, iluminado por la lectura de Los Hechos de Los Apóstoles (20,17-27), me permite también iluminar mi inminente paso de arzobispo titular a emérito de Cali. Pido excusas a todos los que lean o escuchen, por valerme de esta página en La Voz Católica para algo tan íntimo y personal, valiéndome de las palabras del Santo Padre: “La conclusión de un oficio eclesial debe ser considerada parte integrante del mismo servicio, en cuanto requiere una nueva forma de disponibilidad”. Movido por estos sentimientos anuncié desde fines del año 2021 que éste año de 2022 sería, entre todos los programas indicados, “un año de transición hacia un nuevo ministerio arzobispal en la arquidiócesis”. Y así lo hemos vivido, cuando en Pascua fue publicado el nombramiento del Arzobispo Coadjutor, con derecho a sucesión, quien tomó posesión canónica de dicha designación y nombramiento el 14 de mayo. En este mes de noviembre, serán ya seis meses de esta generosa y noble transición del otrora Obispo Auxiliar, Monseñor Luis Fernando Rodriguez Velasquez, hacia el pleno ejercicio como arzobispo titular de Cali. De cara al remate e inicio de año, le he pedido a Monseñor Luis Fernando asumir todas mis funciones y estoy, igualmente, solicitando al Santo Padre el Papa Francisco la aceptación de mi renuncia, a tenor de los cánones del Derecho. “Quien se dispone a presentar la renuncia necesita prepararse adecuadamente ante Dios, despojándose de los deseos de poder y de la pretensión de ser indispensable. Esto permitirá atravesar con paz y confianza tal momento, que de otra forma podría ser doloroso y conflictivo. Al mismo tiempo, quien asume en la verdad esta necesidad de despedirse, debe discernir en la oración como vivir la etapa que está por iniciar, elaborando un nuevo proyecto de vida, marcado, en lo que sea posible, por la austeridad, humildad, oración de intercesión, tiempo dedicado a la lectura y disponibilidad para ofrecer servicios pastorales sencillos”. Desde el 1o. de Agosto de 2010 hasta ahora, he gozado de la acogida, la fraternidad episcopal y del presbiterio, la inclusión en el corazón, en la oración y en la afectuosa vida de familia de Dios, que religiosos y fieles, en parroquias e instituciones, me han testimoniado con intensidad. He visto la acción del Señor en todos y a través de quienes compartimos el ministerio apostólico en su servicio: obispos, presbíteros y diáconos. En la Arquidiócesis, en la Provincia Eclesiástica y en la Región, he vivido y compartido el sentido y la misión de la Iglesia. Con los más pobres y los sectores involucrados como víctimas, actores o soporte de tandiversos conflictos, se han consolidado vínculos de compromiso por la convivencia pacífica y por la búsqueda de oportunidades incluyentes sin injusticia ni violencia. La vida humana como proyecto de amor a fondo, desde el Amor Incontenible de Dios, en los diversos estados de vida cristiana, la he constatado en las parejas de cónyuges y en la revalidación del sacramento de la comunión y misión con Cristo Jesús, en la Eucaristía, en el amor célibe y esponsal de sacerdotes y vida consagrada y en el matrimonial y familiar de los casados. He visto testimonios admirables de entrega y sacrificio por los demás y por los más pobres y oprimidos. He compartido la solicitud pastoral por las poblaciones afro descendientes, por la población recluida en cárceles, por las gentes campesinas e indígenas, por migrantes, desalojados y desplazados. Serán siempre un desafío y un clamor de justicia para la consciencia de feligreses, consagrados y pastores. He sido testigo del abnegado y fructífero servicio de educadores, colaboradores de las Casas Episcopales y de la Curia, delegados y Vicarios episcopales, servidores laicos, monasterios, congregaciones, sociedades apostólicas, pequeñas comunidades y asociaciones laicales. Nuestros niños, adolescentes y jóvenes, las mujeres, los adultos mayores, los universitarios y la academia, los empresarios y políticos, los comunicadores sociales, son sectores humanos e institucionales específicos, a los que reconozco poca cercanía personal y pastoral en estos años. Las autoridades civiles y de las demás ramas de lo público, me han merecido siempre el respeto y aprecio y, si bien no son destinatarios distinguidos por mi atención pastoral, hemos gozado de su apertura y cooperación con la Iglesia de Cali, en bien de las poblaciones más necesitadas de acceso a la comida, el cuidado, la salud, la educación y las mesas de paz. Desde Meléndez, bajo un alero acogedor, que reúne los ruidos de la calle y el trinar de las aves, y desde la Curia arquidiocesana en el centro de Cali, pude seguir día a día, durante esta docena de años, el vivir eclesial de la arquidiócesis, de la ciudad y región, así como acompañar algunos procesos de paz nacional, compartiéndolos, frecuentemente, con la diplomacia y comunidad internacional. “Aprender a despedirse”, como lo indica el Papa Francisco, no es vivir una ruptura sino ejercitarse en la voluntad de Dios y en las virtudes existenciales, en la gratitud, la humildad, el desprendimiento y la continuidad de la llama que aún sirve y deberá consumirse hasta desaparecer en la Luz que la enciende. A todos, tres palabras: Gracias, Perdón y Esperanza. Los “tiempos difíciles” que vivimos juntos desde la pandemia y la protesta social, no los seduzcan, por ninguna razón, al desespero de lo maléfico, lo violento, lo engañoso, lo que nos divide. Es hora de sumarnos y multiplicar el amor y el pan, de cuidar la “casa común” y la familia, de trabajar unidos por el mañana mejor, por la paz y las oportunidades para todos. Los bendigo con Jesús, con María y con la Iglesia Católica. Los bendiga Dios a todos con su Misericordia y su Providencia. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali