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apóstoles

Vie 12 Sep 2025

Salvar la familia

Por Mons. Ramón Alberto Rolón Güepsa - La familia hoy ha perdido su identidad; se ha desvirtuado su misión, ahora se hace necesario escuchar de nuevo la palabra iluminadora para volver a valorar el plan de Dios sobre la familia.Hechos 16, 25-33“Hacia la medianoche, Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios, los presos le escuchaban. De repente, se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron.Al momento, quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos.El carcelero despertó y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido.Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»El carcelero pidió luz, entró de un salto y, tembloroso, se arrojó a los pies de Pablo y Silas, los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?»Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús, y te salvarás tú y tu casa.»Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa.En aquella misma hora de la noche, el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas. Inmediatamente, recibió el bautismo él y todos los suyos. Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios”.El carcelero que custodiaba al apóstol Pablo al ver las puertas abiertas de la cárcel intenta quitarse la vida porque supone que no ha cumplido su misión de cuidar los presos que estaban bajo su responsabilidad. Entonces escucha una voz salvadora, el apóstol Pablo, también liberado por Dios, libera ahora al carcelero de la disciplina y pensamiento humano, salvándole la vida y otorgándole la verdadera libertad del espíritu que viene de Dios.Pide una luz y le fue concedida la Palabra divina de boca de Pablo y Silas. Ante este suceso, solo queda abrir el corazón a la acción divina.“¿Señores qué tengo que hacer para salvarme?” El carcelero comprende que la libertad está en Dios. Hace la pregunta fundamental. Dios ha actuado y ahora le corresponde a él; no puede dejar pasar esta oportunidad. Pidió una luz y le fue concedida la luz con la que se puede ver la realidad trascendente que supera toda verdad y pensamiento humano.«Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tu y toda tu casa» La luz que se irradia de la Palabra divina no solo ilumina su vida sino la de toda su familia. El Padre, cabeza de familia, ahora hace participe del don de Dios a toda su familia, que escucha la Palabra de Dios y se convierte.Este llamado continúa hoy, y tiene que llegar a todas nuestras familias. Hoy nuestra familia se encuentra en la oscuridad de pensamientos e ideologías que no nos dejan ver el valor y la dignidad de la familia, se rechaza a los enviados de Dios, a su Palabra y al anuncio de la Iglesia. Por eso, es indispensable volver a escuchar la Palabra Divina y dejar actuar a Dios en nuestras vidas, escucharle y seguir la luz que hacer ver la verdad que salva.Como miembros de nuestra familia, tenemos la responsabilidad de hacer llegar el mensaje de salvación a nuestro hogar, y convertimos a Dios, para salvar a los nuestros, a aquellos que forman parte de nuestro hogar. Esta responsabilidad es retadora porque me implica de manera personal: conocer el camino de salvación ante el llamado de Dios,El testimonio de la familia cristiana es hoy fundamental para la evangelización, porque:• Es responsabilidad y compromiso de todas las familias enseñar, trabajar y defender la verdadera cultura del amor, desde nuestra propia familia.• Es el lugar primordial para la educación en valores y principios evangélicos.• Allí se cultiva diariamente nuestra coherencia de vida familiar para que nuestro testimonio sea más fuerte que nuestras palabras.• Dios necesita de la familia para continuar realizando su obra su obra salvadora.Valoramos nuestro bautismo, en el que nos hacemos hijos de Dios y hermanos los unos con los otros. El Bautismo y los sacramentos santifican nuestra familia, que se ha de convertir en lugar sagrado del encuentro con el Señor.Dios Padre ha querido santificar la familia humana con la presencia de su amado Hijo en el hogar de Nazaret, con San José y la Santísima Virgen María. Recibamos en nuestros hogares a la familia de Nazaret y sigamos sus ejemplos para rescatar a nuestra familia colombiana, para recuperar los valores de nuestra sociedad y para lograr que nuestra familia sea un santuario donde se viva la paz, el amor y verdad. Solo así, volviendo a Dios, a escuchando su Palabra y viviéndola, las armas se silenciarán; nuestra tierra se verá regada de fertilidad en vez de sangre; los hijos podrán conocer a sus padres y crecer en el seno de sus hogares y no habrá más viudas llorando por sus esposos ni huérfanos lamentando la perdida de sus padres. Escuchemos a Dios, su palabra salvadora, antes que la voz humana que nos lleva a la oscuridad y desasosiego.Rescatemos nuestra familia, y así rescataremos nuestra sociedad, pues ella es la célula fundamental de una sociedad sana. Pero si la célula esta minada por el cáncer de la injusticia y la violencia, esta enfermedad seguirá dominado nuestra sociedad y nuestra familia. Es hora de vivir en la libertad de hijos de Dios.Escuchemos la Palabra de Luz que te salvará a ti y a tu familia.Oremos por y con nuestra familia: Que Dios bendiga y santifique a nuestras familias con el amor, la verdad y la paz que Dios nos da.Mons. Ramón Alberto Rolón Güepsa, obispo de ChiquinquiráMiembro de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia

Dom 27 Jun 2021

"¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?"

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES Junio 29 de 2021 Primera lectura: Hch 12,1-11 Salmo: Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. 5b) Segunda lectura: 2Tm 4,6-8.17-18 Evangelio: Mt 16,13-19 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Tres temas se pueden destacar hoy en la Solemnidad de san Pedro y san Pablo: • La Iglesia, obra del Señor, la Iglesia confesante, • La Iglesia martirial, • La Iglesia de la esperanza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto de los Hechos de los Apóstoles nos relata que aquel momento fue de grave crisis para la comunidad cristiana. Tenían problemas con las autoridades religiosas y con las civiles. Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, para agradar a los judíos, empezó a perseguir a la Iglesia y, así, había mandado decapitar a Santiago, encarceló a Pedro y todos temían lo peor. La comunidad "oraba insistentemente a Dios por él". Y, en efecto, el ángel lo liberó de un modo milagroso. El mismo Pedro no se lo acababa de creer: "Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme". La de aquella noche fue una gran experiencia para la comunidad. Lucas dice que era la semana de Pascua: en cierto modo, se repetía el acontecimiento del éxodo liberador del pueblo en Egipto y el de la resurrección de Jesús de entre los muertos. En esta ocasión era Pedro el liberado de la cárcel. En la carta a Timoteo esta vez es Pablo el que está en la cárcel, prisionero en Roma, como un malhechor, sintiéndose abandonado de todos, sin hacerse ilusiones sobre cuál va a ser el final de su prisión, la condena a muerte: "El momento de mi partida es inminente". El que se entregó a Cristo a lo largo de sus trabajos apostólicos, está casi deseando unirse a él con la ofrenda de su propia vida, imitando su sacrificio pascual. Mirando hacia atrás, puede sentirse satisfecho de la labor realizada: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe". Lo que no le abandona es la confianza en Dios: "Me aguarda la corona merecida: el Señor me ayudó y me dio fuerzas; el Señor seguirá librándome de todo mal". En el evangelio a la pregunta de Jesús "¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?", responde impetuoso, como siempre, Pedro, en nombre de los demás. Y recibe por ello no sólo la alabanza de Jesús, sino lo que podríamos llamar "la investidura" en el papel de responsable de la comunidad: le llama Pedro, Piedra (Cefas), y le encomienda las llaves del Reino. Al "tú eres el Mesías" le sigue el "tú eres Pedro". En otras ocasiones le encomendará ser el pastor de la comunidad, o pescador de hombres. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Celebramos hoy, unidos en un entrañable recuerdo, la fiesta de estos dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia y testigos -cada uno desde su personalidad propia- de la fe y del amor a Cristo. Pedro era pescador, de Betsaida. Pablo, un judío de Tarso, en la actual Turquía, de la tribu de Benjamín, de formación farisea. Ambos fueron llamados por Cristo Jesús: el uno, junto al lago de Genesaret; el otro, en el camino de Damasco, donde iba para perseguir a los cristianos. Ambos respondieron con prontitud y se convirtieron o murieron juntos. Pedro fue mártir en el circo de la colina del Vaticano, en tiempos de Nerón. Pablo, poco más tarde, en la vía Ostiense, camino del mar. El primero, según una tradición muy antigua, crucificado cabeza abajo, porque no se sentía digno de morir como su Señor y Maestro. El segundo, decapitado. Cada uno de ellos tiene una basílica dedicada en el lugar de su martirio, -en el Vaticano y en la vía Ostiense-, basílicas levantadas en el siglo IV por Constantino, apenas iniciada la era de paz para la Iglesia. La fiesta de hoy nos estimula, ante todo, a aumentar nuestra conciencia de Iglesia y, en concreto, de "Iglesia apostólica". El fundamento de nuestra fe es siempre Cristo Jesús; pero él mismo quiso que Pedro y los demás apóstoles fueran los fundamentos visibles, puntos de referencia de la unidad, de la fe, de la caridad. Como ahora lo sigue siendo el Papa al frente del colegio episcopal, que preside la comunidad desde la caridad y merece nuestro respeto y nuestra aceptación, porque Cristo ha querido una comunidad eclesial apostólica, basada en el ministerio de los apóstoles y sus sucesores. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pedro y Pablo nos enseñan a superar con valentía las dificultades que podamos encontrar en nuestro camino. En nuestra vida de cristianos y de testigos de Cristo, seguro que habrá días nublados, de abatimiento y de ansia. El salmo responsorial lo podemos aplicar a tantos momentos de nuestra historia, eclesial y personal. "El ángel del Señor librará a los que temen a Dios". Como dice con gozosa confianza el salmista: "Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias". Pedro lo experimentó en la noche de la cárcel, en un momento crítico para toda la comunidad. Pablo sintió la ayuda de Dios a lo largo de sus muchas peripecias apostólicas, cuando también él sentía dudas y miedos, y tenía que saltar por encima de obstáculos que parecían insalvables. La Iglesia lo ha podido constatar a lo largo de dos mil años de existencia. Ojalá cada uno de nosotros, que seguramente sabe lo que es pasar por momentos de crisis y angustia, pueda experimentar, al recurrir a Dios, cómo nos alcanza su ayuda y su fuerza salvadora: "Y lo salva de sus angustias: me libró de todas mis ansias". II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Celebramos hoy la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo. Ellos fueron columnas de la Iglesia y heraldos del Evangelio. Hoy recordamos especialmente también al Papa, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro y pedimos al Señor que siga velando por su Iglesia. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra nos muestra hoy que la fidelidad de los apóstoles Pedro y Pablo a su misión les llevó a la cárcel, a la persecución y finalmente al martirio. Ellos han recorrido el mismo camino de amor y dolor que el Señor. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Animados por la fe y por la caridad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, presentemos a Dios Padre nuestras súplicas. Respondamos a cada una diciendo: R. Aumenta, Señor, nuestra fe 1. Para que el Santo Padre, el Papa Francisco, gobierne, con la sabiduría del Espíritu y la firmeza de la fe apostólica, a la Iglesia del Dios vivo. Roguemos al Señor. 2. Para que Dios, que envió́ a Pablo a anunciar el mensaje de salvación a todos los pueblos, envíe hoy también sacerdotes que proclamen el Evangelio en nuestra diócesis y en todo el mundo. Roguemos al Señor. 3. Para que los responsables del gobierno de las naciones, como servidores de Dios, procuren siempre la justicia y el bien de los ciudadanos. Roguemos al Señor. 4. Para que los que sufren persecuciones y están encarcelados a causa de su fe obtengan su libertad por la oración perseverante de la Iglesia. Roguemos al Señor. 5. Para que quienes nos encontramos reunidos hoy aquí́ perseveremos firmemente cimentados en la doctrina apostólica y en la integridad de la fe y anunciemos a Cristo al mundo. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Señor Dios nuestro, por la intercesión de San Pedro y San Pablo, recibe las súplicas que te hemos presentado con fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.