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arzobispo de cali

Jue 27 Nov 2025

El adviento y navidad 2025: En la recta final del Jubileo de la Esperanza

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - En la Bula de convocación del Jubileo ordinario del año 2025 con el título Spes non confundit, “la esperanza no defrauda” (Rom. 5,5), al final de la misma, el Papa Francisco dice “que el testimonio creyente pueda ser en el mundo levadura de genuina esperanza, anuncio de cielos nuevos y tierra nueva (cf. 2P 3,13), donde habite la justicia y la concordia entre los pueblos, orientados hacia el cumplimiento de la promesa del Señor” (SNC, 25).Estas palabras del Papa resuenan como uno de los grandes objetivos del Jubileo que vale la pena evaluar si fueron o no alcanzados. A primera vista se podría decir que no. El 2025 ha sido un año probado por las guerras, por los conflictos políticos, sociales y económicos en buena parte del mundo. Creció la percepción de inseguridad y miedo en muchos. El Papa no se cansó de hacer el llamado a la cordura de los líderes y gobernantes y al cese bilateral del uso de las armas. Los desplazamientos forzados y el creciente número de migrantes, ocuparon un lugar notable en las preocupaciones de muchos.Y en esta desafiante realidad, Colombia no estuvo ausente. También entre nosotros, en el Valle del Cauca y Cali, la ola de atentados y muertes selectivas fue grande. Y qué no decir de las numerosas personas que se han inscrito entre quienes no tienen comida ni un lugar donde vivir. También las tensiones y polarizaciones políticas, que están al orden del día, son ingredientes que tienden a recrudecerse.Retomando las palabras del Papa Francisco con las que inicio, nos podemos preguntar ¿hasta qué punto el testimonio de tantos que hemos participado en las celebraciones jubilares han sido “levadura de genuina esperanza” para el mundo?Sin embargo, una cosa sí es cierta, la participación masiva en los actos y celebraciones del jubileo, tanto en Roma como en nuestra arquidiócesis fue masiva. Por ello aprovecho para agradecer al Delegado y Coordinador del Jubileo en Cali y a todos y cada uno de los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos, que con entusiasmo se vincularon a las convocatorias del Año Santo, dando testimonio de su fe y de la esperanza que no defrauda para reflexionar juntos en el lema del jubileo “peregrinos de esperanza”.Hay realidades que no están en nuestras manos solucionar. Solo nos toca apelar al sentido común, a la responsabilidad ética y moral en la toma de decisiones de los gobernantes y líderes del mundo y unirnos, como efectivamente se hizo, en una oración colmada de la fuerza que trae la fe para que un día pueda habitar “la justicia y la concordia entre los pueblos”.El tiempo litúrgico de Adviento que viviremos en estos días, hasta la gran solemnidad del nacimiento del Hijo de Dios en la Navidad, nos sirva para seguir anunciando los “cielos nuevos y tierra nueva” (cf. 2P 3,13) que inaugura Jesús en el portal de Belén, por lo que los ángeles cantan: “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama” (Lc., 2, 14).Es sabido cómo Adviento es el tiempo de la esperanza. Que animados por los encuentros y celebraciones jubilares, seamos auténticos testigos de la esperanza, y más cuando muchos puedan pensar que no hay futuro. Ánimo, lo dice el Señor, no tengamos miedo, pues él “ha vencido al mundo” (Jn. 16, 33).Por otra parte, en estos tiempos de Adviento y Navidad la Virgen María ocupa un lugar especial. En efecto, ella es la Virgen Inmaculada de la dulce espera, que con su sí generoso acogió en su seno al Hijo de Dios. Ella no desesperó en la tribulación. Creyó y esperó confiada en la acción de Dios. Guardaba en su corazón lo que de su Hijo se decía y nos enseña a ser valientes para dar testimonio de la Buena nueva a todos, especialmente a los pobres y humildes de corazón.Termino, con un texto de la Bula del jubileo en una bella referencia a la Madre de Dios: “Confío en que todos, especialmente los que sufren y están atribulados, puedan experimentar la cercanía de la más afectuosa de las madres que nunca abandona a sus hijos: ella que para el santo Pueblo de Dios es “signo de esperanza cierta y de consuelo” (SNC, 24).Desde ya les deseo un tiempo de Adviento vivido en la oración familiar junto al pesebre; una Navidad en la que dispongan sus corazones para recibir al Hijo de Dios y el inicio de un año 2026 animados por la esperanza.A todos los bendigo, afectísimo en el Señor.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Vie 31 Oct 2025

Jubileo de la Esperanza en la recta final

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - En el mes de noviembre tenemos varias celebraciones litúrgicas que vale la pena tener presentes:El 1º es la solemnidad de todos los santos. Poner la mirada en quienes nos han antecedido en la tierra, presentados por la Iglesia como modelos de vida cristiana, es una magnífica oportunidad para animarnos en la búsqueda de la santidad. Así como ellos pudieron ser santos, también nosotros lo podemos ser, si somos humildes, valientes y perseverantes en el cumplimiento de los mandatos divinos.El 2 celebramos la conmemoración de los fieles difuntos. Tenemos el deber de orar por los difuntos. Recordamos a nuestros familiares que han vivido la pascua. Oramos por quienes han perdido la vida a causa de la violencia, la enfermedad, por catástrofes naturales o accidentes. Invocamos para todos del Señor el perdón de sus pecados y le decimos desde lo profundo del alma: “Señor no les tengas en cuenta sus pecados”. Es una ocasión también muy especial para pensar en nuestra propia muerte y prepararnos debidamente para cuando llegue este momento definitivo.El 16 de noviembre, penúltimo domingo del tiempo ordinario, por iniciativa del Papa Francisco, se lleva a cabo la Jornada Mundial de los Pobres. Se nos invita a poner la mirada en quienes lo han perdido todo, pero no solo en lo material, sino también en quienes viven en las periferias existenciales, es decir, en los pobres en el espíritu. La cultura de la indiferencia debe desaparecer, para fomentar la cultura de la solidaridad.El 23 la solemnidad de Nuestro Señor Rey del Universo. Con esta celebración se concluye el año litúrgico 2024 – 2025 y se reconoce la centralidad de Jesús como Rey del Universo. Estamos invitados a hacer profesión de fe en quien es el centro de nuestra existencia, y a quien le debemos la vida nueva. Todo el año litúrgico tiene como fin principal ayudarnos a profundizar en nuestra historia de salvación de la mano de Jesús, el Hijo de Dios, de su Madre Santísima y de todos los santos y santas.El 30 damos inicio al nuevo año litúrgico 2025 – 2026. El año litúrgico en la Iglesia está distribuido en las 52 semanas de año civil en los tiempos de adviento, navidad, cuaresma, pascua y 34 semanas del tiempo ordinario. En medio de este calendario, se encuentran las solemnidades de cristológicas, marianas y de los santos.A manera de recordación, traigo aquí uno de los objetivos del eje 2 de las líneas pastorales 2025 – 2027, que trata el año litúrgico:Objetivo: Formar a la comunidad eclesial sobre el itinerario evangelizador y celebrativo que propone la Iglesia como proyecto de vida discipular.Estrategia: Implementar una campaña informativa y formativa que lleve a los fieles que peregrinan en los territorios de la Arquidiócesis de Cali a descubrir el año litúrgico como el recuerdo, presencia y espera de un Jesús que hace presencia en nuestra vida diaria, en cada tiempo y en cada celebración.El jubileo. Como colofón de este mes de noviembre y su significado para nosotros, está la proximidad del cierre del jubileo 2025, que tiene como lema: “peregrinos de la esperanza”. En nuestra Iglesia particular fueron numerosas las actividades realizadas, por las cuales doy gracias a Dios, a los organizadores y a los fieles por su entusiasmo y participación.De verdad que se ha sentido cómo este año jubilar ha sido un auténtico tiempo de Dios, un kairós. Pero lo más importante es que es debemos recoger lo vivido y tener muy presentes los compromisos asumidos como personas, como familias, como grupos, como comunidad.Debe haber un antes y un después del jubileo. Tenemos que sentir que en cada uno ha obrado la gracia de Dios, que con el don de la indulgencia sanó las cicatrices dejadas por el pecado y nos mostró el camino a seguir en los tiempos venideros.El llamado a la esperanza que sentimos en repetidas ocasiones, debe ser acogido con fe. Todos sabemos que, en los tiempos actuales, las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad están siendo puestas a prueba. Pidámosle al Señor que el jubileo que vamos a culminar, nos aliente a seguir siendo testigos y peregrinos de la esperanza. Para ello, oremos siempre y sin desfallecer.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Vie 19 Sep 2025

El Arzobispo de Cali condena con “profundo dolor” la ola de violencia que enluta la ciudad

A través de un contundente mensaje, monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, arzobispo de Cali, expresa su repudio ante los asesinatos de nueve personas y los graves disturbios ocurridos este 17 de septiembre en la capital del Valle del Cauca. Hace un llamado a los actores armados a deponer la violencia y, a las autoridades, a esclarecer los hechos y buscar la paz.Además de estos homicidios que “aún están por esclarecer”, el Arzobispo de Cali hace referencia a disturbios en varios sectores de la ciudad, la quema de dos tractomulas y el lanzamiento de una granada en las puertas de la cárcel de Villahermosa.En su mensaje, monseñor Rodríguez Velásquez se identifica con el dolor de la comunidad: “Como Pastor de esta Iglesia Particular de Cali y en nombre de las familias y las comunidades que sufren los estragos de la violencia, expreso con profundo dolor nuestro repudio ante el deseo y la materialización de la maldad humana que pretende acabar con la dignidad y la vida de los más frágiles”.Dirigiéndose a los responsables de estos hechos violentos, el prelado hace un enérgico llamado: “Invito a quienes empuñan las armas a detener la violencia y promover una cultura de paz y cumplir plenamente el quinto mandamiento que nos ha dejado el Señor ‘no matarás’”. Añadió que este mandamiento debe entenderse como “una llamada al amor y a la misericordia y a vivir plenamente respetando la dignidad humana”.En el comunicado, monseñor Luis Fernando Rodríguez también se refiere a las víctimas y a sus familias, a quienes la Iglesia “abraza en la fe y la esperanza”. Asimismo, insta a las autoridades a “esclarecer los hechos y buscar estrategias viables para la defensa de la vida y la convivencia pacífica en nuestra ciudad”.

Vie 22 Ago 2025

Obispos colombianos condenan con vehemencia atentados terroristas en Cali y en Amalfi, piden justicia y llaman a la paz

Frente a la ola de violencia que sacudió al país este 21 de agosto, con brutales atentados terroristas en el municipio de Amalfi, Antioquia, y en la ciudad de Cali, la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) y la Arquidiócesis de Cali emitieron contundentes comunicados en los que condenan los actos, claman por justicia y hacen un llamado urgente a la paz.Los ataques, que han dejado al menos 18 personas fallecidas, entre miembros de la Fuerza Pública y civiles, así como 76 personas heridas, han sido atribuidos por las autoridades a grupos armados ilegales que operan en las regiones, generando una profunda alarma nacional por el recrudecimiento de la violencia.Un duelo que comparte la naciónLa Conferencia Episcopal de Colombia, en un mensaje firmado por la Comunidad de Presidencia, condenó con vehemencia los atentados terroristas y extendió sus “sentimientos de solidaridad” a las familias de las víctimas “en estos momentos en los que la violencia sigue tocando a las puertas de los hogares colombianos sembrando dolor y desesperanza”.Los obispos también hacen un llamado directo a todos los actores del conflicto para que abandonen “el sendero de la muerte y recorrer el camino del respeto a la vida que dignifica y hace posible el verdadero desarrollo humano”.Además, piden a las autoridades del Estado intensificar la seguridad y el cuidado integral de la población civil, situando la protección de los ciudadanos como una prioridad ineludible.El grito de Cali: un llamado contra la impunidadPor su parte, en la noche del jueves 21 de agosto, el arzobispo de Cali, monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, emitió un comunicado donde detalló el impacto de la violencia en su ciudad. El prelado recogió el clamor de una ciudad que “nuevamente sienten el atronador ruido de las explosiones de bombas que acaban vidas humanas”.En su mensaje, citado literalmente por la CEC, el arzobispo expresó el dolor compartido: “Nos duele la pérdida de vidas humanas…Nos duele el sentimiento de incertidumbre y miedo…Nos duele la descomposición social y ética”. Hizo hincapié en que este es el cuarto atentado terrorista en Cali este año, una situación que se agrava con el flagelo del secuestro en el Valle del Cauca.Monseñor Luis Fernando fue contundente al exigir justicia: “La impunidad no puede volverse un paisaje. Pedimos que actúe con vehemencia la justicia para que quienes planean, deciden y realizan estos actos criminales sean sometidos a ella”.Un llamado universal a la oración y el ayunoAmbas declaraciones eclesiales se alinean con el llamado del Papa León XIV, quien convocó para este 22 de agosto a una jornada mundial de “ayuno y oración para suplicar al Señor que nos conceda paz y justicia, y la capacidad de enjugar las lágrimas de los que sufren”.En sintonía con este pedido, el Arzobispo de Cali celebró una Eucaristía por la paz al medio día de este viernes en la Catedral Metropolitana San Pedro Apóstol. También instó a “implorar la paz del Resucitado” en todas las parroquias de su arquidiócesis.El pedido final de la Conferencia Episcopal es un mensaje de esperanza; confián “a la intercesión de María, Reina de la Paz, el difícil momento que atravesamos como nación y la búsqueda conjunta de salidas que hagan posible reavivar la esperanza por los caminos del perdón, la reconciliación y la paz”.

Mar 10 Jun 2025

Arzobispo de Cali pide cese urgente de la violencia en el Valle y Cauca, y presenta propuesta de paz en carta pastoral

A través de un mensaje en video, el arzobispo de Cali, monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, pide detener la escalada de violencia que afecta al Valle del Cauca y el Cauca, tras los más de 12 atentados que, en un solo día, se han registrado en esas regiones del país, y que han dejado varias personas muertas, otras heridas y locales destruidos.Bajo el título “Hacia una paz desarmada y desarmante” —el mismo de una carta pastoral enviada por monseñor Rodríguez este 10 de junio a todos los miembros de su arquidiócesis —, el prelado pide a los actores armados y a la sociedad en general “cesar de una vez por todas los actos violentos” y acoger el mensaje de reconciliación del Evangelio: “Mi paz les dejo, mi paz les doy”.“Que seamos capaces de dar pasos hacia una ética valiente para poder encontrar los caminos que nos ayuden a solucionar los conflictos”, afirma el Arzobispo. Además, insta a “desarmar los corazones, las armas y la palabra”, reconociéndose hermanos, aún en la diferencia.Con tono de urgencia y en alusión al periodo de violencia que marcó a Colombia en los años 90, recuerda que la región “no puede vivir lo que hace más de 30 años se vivió”. Insiste en que “el dolor pasado no puede repetirse hoy” y pide que termine “toda escalada de violencia” y que los ciudadanos sean “instrumentos de paz y reconciliación”.El mensaje fue grabado en la Parroquia de la Santísima Trinidad en Cali, desde donde el arzobispo lo definió como un llamado a la “esperanza” y la “fortaleza”, extendiendo una bendición en nombre de la Santísima Trinidad.La carta pastoral: clamor ante la violencia y ruta para una paz desarmadaEn la carta pastoral, evocando al papa León XIV, el arzobispo desarrolla una reflexión profunda sobre la crisis de violencia en esa y muchas otras regiones del país y propone caminos concretos para construir una paz sostenible. Entre los puntos clave del documento se destacan:- Rechazo total a la violencia: El texto denuncia que los ataques armados, las amenazas y las retaliaciones solo generan más sufrimiento, especialmente en las comunidades más vulnerables.- Llamado al diálogo: Insiste en que la solución no está en la confrontación, sino en “una ética valiente” que permita negociaciones serias, incluyendo a todos los sectores sociales.- Desarme integral: No solo de las armas, sino también de los discursos de odio y las acciones que deshumanizan al otro.- Memoria histórica: Advierte que “el dolor pasado no puede repetirse”, en referencia a los años más críticos del conflicto en la región, e insta a aprender de los errores.- Compromiso de la Iglesia: Recuerda la disponibilidad de la Iglesia para ser facilitadora de espacios de reconciliación y acompañamiento a las víctimas.Vea el mensaje a continuación:

Mar 10 Jun 2025

Carta pastoral del Arzobispo de Cali: "Hacia una paz desarmada y desarmante"

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - En los momentos difíciles que estamos viviendo en Colombia, no puede ser más oportuna esta frase del papa León XIV, dicha en el balcón de la Basílica de San Pedro en su primera bendición Urbi et Orbi el día de su elección el 8 de mayo de 2025, pues se convierte en un clamoroso llamado para que seamos capaces de desarmar los corazones, las manos y la palabra.Un llamado a la esperanza.Como arzobispo metropolitano de Cali, siento el deber pastoral de compartir estas sencillas reflexiones cargadas de esperanza, para que la Palabra de Dios logre permear las mentes y los corazones de todos, de manera que seamos capaces de afrontar esta dolorosa realidad, que es solo la punta del iceberg de lo que desde hace tiempo estamos viviendo en nuestro territorio.Digo esto porque hasta el mes de enero de 2025 son más de 2.437 las muertes violentas de ciudadanos colombianos, según el Instituto de medicina legal y ciencias forenses, de los cuales 1.232 son homicidios y 231 suicidios. En este mes se dice que la cifra está cerca de 400 víctimas por encima del promedio mensual. Un dato no menor es que hasta finales de abril de 2025, se han registrado 123 feminicidios y se constata el incremento de los atentados contra las personas LGBTI. Es decir, el drama de la violencia y la muerte está presente desde hace años en nuestro país, solo que el atentado de una persona pública, precandidato a la presidencia, hace más visible y acuciante el problema, puesto que trae a la memoria también nuestra historia de dolor.En nuestras comunidades parroquiales, y en buena parte de los municipios del Valle del Cauca, sin hablar de los territorios del sur occidente colombiano, podemos percibir un sentir de inseguridad y de temor en buena parte de la población. Sobre todo los jóvenes están siendo víctimas primarias del flagelo de la muerte o la utilización para actos delictivos, como el adolescente de catorce años que empuña su arma para atentar contra un ser humano, según dijo con angustia “para llevar a dinero a su familia”. Duelen estos testimonios para darnos cuenta de lo bajo a lo que estamos llegando como sociedad.Esto, sumado a la pobreza, el desempleo, el hambre, el narcotráfico, la corrupción y las incertidumbres de índole político, hace que se vayan acrecentando sentimientos de desesperanza y miedo.Necesidad de salir de la espiral de violencia.Es duro reconocer que, desde el inicio de la historia de la humanidad las personas han sido violentas. Comienza con el fratricidio de Caín contra su hermano Abel (Gn. I, 8); los relatos de muerte y guerras del Antiguo Testamento son muestra de esta violencia. A Jesús le tocó formar a sus discípulos para la paz. En alguna ocasión en que iban camino de Jerusalén y no fueron recibidos en Samaría, “los discípulos de Jesús, Santiago y Juan, le dijeron: ¿quieres que mandemos que caiga fuego del cielo y los destruya? Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió” (Lc. 9, 53-55). Luego, cuando estaban en el huerto de Getsemaní, “uno de los que estaban con Jesús tomó su espada, la desenvainó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús, entonces, lo reprendió: ¡vuelve tu espada a su lugar!, pues todos los que empuñan espada, a espada morirán” (Mt, 26, 52).Por esto mismo, el énfasis de Jesús en su trabajo evangelizador, tuvo como centro el mandamiento del amor. “Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 15, 12) les dijo y nos lo sigue diciendo con ardor. No era un mandamiento nuevo per sé. Es el mismo mandamiento que tiene su raíz más profunda en la conciencia del ser humano, como referente clave de Dios en cada corazón, que está llamado a reconocerla y ser capaz y dejarse guiar por ella. Pero ¡cómo estamos de distantes de esto!. El ser humano, el de ayer y el hoy, está sumido, se ha dejado dominar, por lo que San Pablo denomina las obras de la carne, contrarias a los frutos del Espíritu (cfr. Gal. 5, 16 – 26).Ya el papa León XIV en su homilía de inicio del ministerio petrino, el 18 de mayo de 2025, decía que “en nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo nosotros somos uno”.Este llamado del Papa lo hago propio, e invito a todos los colombianos, a quienes hacen parte de la Arquidiócesis de Cali, a quienes me dirijo inicialmente en esta Carta Pastoral, a que seamos auténticamente humanos, es decir, personas con un corazón de carne capaz de amar, de perdonar, de respetar la diferencia, de dialogar; con un corazón humilde para acoger al otro y sus ideas.Recuperar el valor de la ética.Un aspecto que estamos llamados a poner nuevamente sobre la mesa, es el compromiso ético de todos. Desde el más simple ciudadano de a pie, hasta quienes están al frente de los gobiernos en todos los estadios de sus funciones en la vida pública o privada, debemos recuperar una ética que nos permita avanzar por caminos de paz y de reconciliación.Es necesario que todos asumamos el compromiso de poner en práctica la llamada ética de los mínimos, que para nosotros los cristianos debe ser la ética de los máximos animada por el amor, de forma que la convivencia ciudadana sea pacífica y propicie el entendimiento y el desarrollo integral de todos. Por tanto, es fundamental que se retome el respeto de la legalidad y la legítima autoridad; que nadie se abrogue el derecho de tomar justicia por mano propia; que los derechos humanos sean siempre respetados; que se consolide y valore el estado de derecho constitucional; que el diálogo y la concertación primen sobre los actos de violencia y discriminación.Qué importante que tomáramos todos conciencia de que un buen cristiano debe ser un excelente ciudadano. Recuperemos los principios básicos de una ética del respeto, de la valoración de la vida, de los bienes y de la casa común, que va más allá de los credos religiosos, ideológicos o políticos, que hace posible que avancemos en lo que San Pablo VI denominaba la “civilización del amor”.Por una conciencia ética valiente.Los clamores de tantos invitando a la pacificación y moderación de las manos, de las acciones y del lenguaje, servirán sin duda a la reconstrucción del tejido social, roto. Que estos clamores sean leídos y acogidos como el despertar de una conciencia ética valiente, animada por el deseo de convertirse, es decir, de rehacer el camino por la senda de la fraternidad y de la paz.El libro de los Proverbios dirá que es necesario “con todo cuidado vigilar el corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida. Apartar de él las palabras perversas y alejar de los labios la maldad” (4, 23-24), como una forma de alcanzar la meta de la unidad. Es el corazón el centro de todo nuestro actuar, como lo afirmará el papa Francisco en su encíclica Dilexit nos, sobre el Corazón de Jesús. “En este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde toda persona, de toda clase y condición, hace su síntesis”.(n. 9). Y eso nos está faltando. Hay que volver al corazón de carne que nos hace más humanos. Porque no lo hacemos, la ética desaparece y el amor se convierte en una connivencia egoísta que destruye almas y cuerpos. Somos capaces de ser mejores seres humanos, y María, Madre de la Iglesia y Madre de todos, está a nuestro lado para lograr este soñado fin.Con María caminamos en la esperanza.Escribo esta Carta en la memoria litúrgica de María, Madre de la Iglesia. Esta celebración nos propone como texto evangélico el de San Juan en el capítulo 19: “Junto a la cruz de Jesús estaban también su madre y cerca de ella el discípulo que Él tanto amaba. Jesús le dice: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre” (Jn. 19, 25-27).Sin duda que para María fue el momento más de duro de su vida. Estaba abrazada a la cruz de su Hijo que, siendo víctima inocente, se ofrecía por todos. Ella sabía que era Dios, y que seguro habría de resucitar. Pero esto tampoco le menguaba su pesar, ni secaba sus lágrimas. En el máximo de su dolor, nos es entregada como madre, para que su dolor se convirtiera en consuelo para quienes sufrimos toda clase de penas, como las que actualmente experimenta Colombia y el mundo entero. Ella es la mujer fuerte que acompañó a la Iglesia naciente en la oración, animándola a ser fiel a su Hijo y a no perder nunca la esperanza.En el Corazón Eucarístico de Jesús tenemos vida.Los exhorto para que pongamos la mirada en el corazón de Jesús “que nos amó hasta el extremo” (Jn. 13,1), y que nos dijo con ternura, “vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo les haré descansar” (Mt. 11, 28). Estas palabras de consuelo nos deben animar a no dejarnos dominar por la desesperanza y a fortalecer las iniciativas adecuadas para superar juntos los momentos de prueba y de dolor.El domingo 22 de junio celebramos la solemnidad de Corpus Christi. La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana. Es el sacramento de la unidad, de la fraternidad, de la solidaridad, del perdón. Es también el sacramento que nos alienta en los momentos de fragilidad. Por eso pido a todos los párrocos de la Arquidiócesis de Cali, que dispongan para ese día una importante procesión, de manera que todas las parroquias llenen las calles de sus barrios con el suave olor de Cristo Eucaristía que pasa bendiciendo casas, negocios y, sobre todo personas que creen y esperan en la fuerza sanadora y redentora de este sacramento de salvación. Será también una especial oportunidad para dar un sentido clamor por la paz que todos anhelamos. Nuestro aporte como Iglesia será hacer una y mil veces el llamado a acoger la paz que Cristo nos da.Acoger la paz de Cristo resucitado.Con el papa León XIV, intitulé esta Carta Pastoral y con su palabra llena de confianza en Dios y animadora de “la esperanza que no defrauda” (Rm. 5,5), la termino: “Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente”.Que nadie se sienta excluido de este amor y, que todos seamos perseverantes en superar las diferencias con altura, con respeto y con la confianza en que es caminando juntos, como haremos de Cali, de Valle del Cauca y de Colombia, una familia que mira el futuro con ilusión, sin miedo.Que la bendición del Dios Uno y Trino, llegue a todos.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali9 de junio de 2025.Memoria de María, Madre de la Iglesia.

Lun 7 Abr 2025

Pascua y año litúrgico

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El segundo eje pastoral propuesta en las líneas pastorales 2024 – 2027 es el año litúrgico y propone en el objetivo n. 1: “formar a la comunidad eclesial sobre el itinerario evangelizador y celebrativo que propone la Iglesia como proyecto de vida discipular”, y en el objetivo n. 2: “Desarrollar celebraciones arquidiocesanas, zonales y parroquiales que resalten el cierre, apertura y tiempos fuertes del año litúrgico como signos visibles del tiempo de Dios entre nosotros”.El Concilio Vaticano II ofreció a la Iglesia la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia, un bello texto que vale la pena leer con atención, y que ha sido aplicado en los diversos textos, directorios, manuales y rituales litúrgicos. Ahora, cuando se ha querido destacar el contenido del Concilio, es muy importante conocerlo para poder interpretar lo que el Espíritu está diciendo a la Iglesia en cuanto al misterio sacramental que la cobija.Solo les comparto dos textos de este importante documento conciliar, pues nos ayudan a comprender mejor el propósito de nuestra segunda línea o eje pastoral en Cali:La Liturgia, cumbre y fuente de la vida eclesial“No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. Por su parte, la Liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados "con los sacramentos pascuales", sean "concordes en la piedad"; ruega a Dios que "conserven en su vida lo que recibieron en la fe", y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin” (n. 10).Sentido del año litúrgico“La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó «del Señor», conmemora su Resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión, en la máxima solemnidad de la Pascua.Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor.Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación” (n. 102).Sin duda que la liturgia no abarca toda la vida de la Iglesia, pero sí, cuando ésta es celebrada con unción, con ardor y dignidad, se convierte en un medio evangelizador del pueblo de Dios que asiste a ella. No es vana la insistencia en que la liturgia se prepare bien, que la homilía sea adecuada y ayude a comprender la Palabra de Dios con un mensaje que llegue al corazón e invite al encuentro personal con Él, con unos cantos que permitan tener una experiencia vida de espiritual. Por eso en la liturgia se celebra la fe y a la vez ella se fortalece.Invito de esta manera a los sacerdotes y a los fieles a aprovechar todos y cada uno de los ciclos y celebraciones del año litúrgico, pues nos posibilitan avanzar en un proceso evangelizador que complementa la catequesis y sistemas de evangelización.Desde el pasado mes de marzo celebramos la Cuaresma, y al final del mes de abril la Pascua, que tiene como centro la gran fiesta de las fiestas que es la fuente de todo año litúrgico, con el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Que este año jubilar, sea la ocasión para vivir intensamente este gran regalo que nos hace la Iglesia.Y en la semana mayor, o Semana Santa, está la Misa Crismal. Es una misa que sintetiza toda la vida sacramental de la Iglesia al consagrar el Obispo el crisma y bendecir los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Pero también es un momento de gracia para orar por los sacerdotes y su ministerio ordenado.En las normas del ritual romano se dice que la Misa Crismal, se celebra habitualmente el Jueves Santo, “pero si este día el clero y el pueblo no pueden reunirse fácilmente con el obispo, se puede celebrar en un día cercano a la Pascua, utilizando siempre la misa especial” (Ritual).Para que los sacerdotes y fieles de la arquidiócesis de Cali de parroquias lejanas y rurales puedan asistir, esta misa se celebrará el Lunes Santo en nuestra Iglesia Catedral San Pedro Apóstol a las 9:30 am., donde adicionalmente podrán recibir el don de la indulgencia plenaria en este templo jubilar. Los espero a todos.Y desde ya, les deseo una Pascua de Resurrección, vivida intensamente, orando por la paz de nuestros pueblos.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Lun 3 Mar 2025

Bautismo y Cuaresma

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El 5 de marzo damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Como bien se sabe, son 40 días de preparación para la gran solemnidad de la Pascua, a través de la oración, la penitencia y la limosna.Este año coincide con el Jubileo de la Esperanza. En este sentido, las actividades jubilares están en íntima consonancia con el propósito de la Cuaresma, que nos invita a tener la valentía de la conversión de corazón, desde lo profundo de nuestro ser.Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la Cuaresma tiene una dimensión bautismal, que es la que le da sentido a este tiempo de gracia. Durante la Cuaresma, los catecúmenos terminaban su preparación para ser admitidos y bautizados en la noche santa de la Pascua; y los pecadores, tenían -y la siguen teniendo- la oportunidad de reorientar sus vidas y recibir el perdón de sus pecados y poder participar plenamente en la pascua en comunidad.Por eso mismo, abordar el tema del bautismo en este contexto, es necesario y más cuando se vuelve urgente que volvamos todos al amor primero, al bautismo.La XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de Obispos, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, que se realizó el mes de octubre de 2024, abordó de una manera especial el tema del bautismo como base importante de la dimensión sinodal del pueblo de Dios, que en nuestro caso, resulta providencial, puesto que en nuestras líneas pastorales hemos puesto en primer lugar el bautismo como el sacramento que estamos llamados a valorar en su justa dimensión, pues los cristianos debemos vivir con coherencia el bautismo recibido.Me permito destacar apartes de la primera parte de las conclusiones que tiene como título “El corazón de la sinodalidad. Llamados por el Espíritu a la conversión”. Aquí se destaca la aproximación a la Iglesia, entendida como pueblo de Dios sacramento de unidad, en donde se afirma que del bautismo brota la identidad del Pueblo de Dios y se realiza la llamada a la santidad y el envío a la misión (cfr. n.15). Luego, en los números 21 a 28, aborda el tema de las raíces sacramentales del pueblo de Dios. Aquí transcribo lo siguiente:24. “No es posible comprender plenamente el Bautismo sino dentro de la Iniciación cristiana, es decir, el itinerario a través del cual el Señor, por el ministerio de la Iglesia y el don del Espíritu, nos introduce en la fe pascual y en la comunión trinitaria y eclesial. Este itinerario conoce una importante variedad de formas, según la edad en la que se emprende, los diferentes acentos propios de las tradiciones orientales y occidentales, y las especificidades de cada Iglesia local. La iniciación nos pone en contacto con una gran variedad de vocaciones y ministerios eclesiales … (sic).25. Dentro del itinerario de la iniciación cristiana, el sacramento de la Confirmación enriquece la vida de los creyentes con una particular efusión del Espíritu con miras al testimonio. El Espíritu que llenó a Jesús (cf. Lc 4,1), que lo ungió́ y lo envió́ a anunciar el Evangelio (cf. Lc 4,18), es el mismo Espíritu que se derrama sobre los creyentes como sello de pertenencia a Dios y como unción que santifica. Por eso la Confirmación, que hace presente la gracia de Pentecostés en la vida del bautizado y de la comunidad, es un don de gran valor para renovar el prodigio de una Iglesia movida por el fuego de la misión, que tiene el valor de salir a los caminos del mundo y la capacidad de hacerse comprender por todos los pueblos y culturas… (sic).26. La celebración de la Eucaristía, especialmente el domingo, es la primera y fundamental forma en la que el Pueblo santo de Dios se encuentra y reúne. Por medio de la celebración eucarística, “se significa y se realiza la unidad de la Iglesia” (UR 2). En la “participación plena, consciente y activa” (SC 14) de todos los fieles, en la presencia de los diversos ministerios y en la presidencia del obispo o presbítero, se hace visible la comunidad cristiana, en la que se realiza una corresponsabilidad diferenciada de todos para la misión. Por eso la Iglesia, Cuerpo de Cristo, aprende de la Eucaristía a articular unidad y pluralidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de asambleas eucarísticas; unidad del misterio sacramental y variedad de tradiciones litúrgicas; unidad de la celebración y diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Nada muestra mejor que la Eucaristía que la armonía creada por el Espíritu no es uniformidad y que todo don eclesial está destinado a la edificación común. Cada celebración de la Eucaristía es también expresión del deseo y de la llamada a la unidad de todos los bautizados, que todavía no es plena y visible. Donde no es posible la celebración dominical de la Eucaristía, la comunidad, deseándola, se reúne en torno a la celebración de la Palabra, donde Cristo sigue estando presente” … (sic).Invito pues a los sacerdotes, diáconos, catequistas y fieles en general, a reflexionar en el valor del bautismo recibido, a evaluar la forma como han asumido sus compromisos, y la manera como el itinerario de formación sacramental, que lleve al crecimiento y madurez de la fe cristiana, se está llevando a cabo. Nuestro propósito es propiciar procesos que permitan adentrarse más y mejor el corazón mismo del Señor y de la Iglesia. Buena Cuaresma bautismal para todos.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali