Jue 3 Dic 2020
En honor a los “héroes de bata blanca”
Al conmemorarse el día panamericano del médico, el obispo de Riohacha, monseñor Francisco Antonio Ceballos Escobar, celebró una eucaristía en homenaje a los héroes de la ‘bata blanca’, asegurando que ellos “lucharon sin descanso para salvar la vida de quienes llegaban a los centros médicos u hospitales buscando ayuda para derrotar al enemigo imperceptible y silencioso, que a su paso va dejando desolación y tristeza”.
Durante su homilía acertó en decir el recuerdo y agradecimiento que se tendrá de todos aquellos héroes que en función de su labor entregaron su vida. “En nuestro corazón quedan sus gestos y palabras. Los encomendamos en nuestras plegarias pidiendo para ellos lo que el cielo les aguarda. Y ponemos en su memoria las flores que no se marchitan cuando las riegan nuestro afecto y la esperanza cristiana”.
Igualmente, expresó su gratitud por el profesionalismo y la entrega de todo el personal de la salud que sigue arriesgando su vida en el servicio a los enfermos que se encuentran en clínicas y hospitales, ayudándoles a superar esta enfermedad. “En esta pandemia, ustedes, médicos, se han convertido en los héroes del mundo. Hoy son la primera línea de batalla. Son el polo a tierra de una sociedad que tardó mucho en tomar conciencia”.
Por último, compartió cuatro lecciones que, en su punto de vista, deja este momento que la humanidad vive por cuenta de la pandemia.
- Los seres humanos somos limitados físicamente por nuestra naturaleza, y moralmente por el deterioro social que producen nuestros propios actos. Un insignificante virus ha sido capaz de parar el mundo con mayor poder que nuestras ilimitadas aspiraciones. Pero es importante saber que todo el poder reside no en nuestras propias fuerzas, sino en Aquél que nos ha amado. Sabemos que nuestra vida está siempre en las manos de Dios. En la vida y en la muerte somos de Dios, nos asegura san Pablo. Y de este modo, si vivimos, vivimos para Dios, y si morimos, morimos para Dios; en la vida y en la muerte somos de Dios. Que para esto Cristo murió y resucitó.
- En segundo lugar, esta prueba nos ha ayudado a crecer como personas y como comunidad de hermanos. Hemos aprendido que no estamos solos, que somos una familia, vivimos en familia y nos necesitamos mutuamente. La ausencia de nuestros difuntos nos lleva a pensar cuán fugaz es nuestra existencia y cómo no es posible vivirla si no es compartiéndola con los demás, particularmente en tiempo de escasez.
- En tercer lugar, nosotros caminamos en este mundo como peregrinos, con humidad, con fe en el Dios misericordioso y con amor a los hermanos, formando una familia de fe, amor y con esperanza firme en la vida eterna.
- Y, finalmente, el Señor nos ha dejado una tarea en este mundo. Nuestros difuntos a quienes hoy lloramos, con su vida y su muerte han puesto su granito de arena y ahora han sido llamados a la vida gloriosa con Cristo. Nosotros tenemos la hermosa tarea de hacer presente el Reino de Dios en esta tierra, a través del servicio a nuestros hermanos.
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