Jue 26 Oct 2017
El primer paso: No resistirnos a la reconciliación
Por: Mons. Luis Adriano Piedrahita Sandoval - Tenemos todavía frescas las palabras del Santo Padre invitándonos a la reconciliación y al perdón: “Quisiera, como hermano y como padre, decir: “Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios, déjate reconciliar. No le temas ni a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan miedo a pedir y ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la ahora para desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor. Pidámosle ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia” (Palabras en el parque de las Malocas de Villavicencio en el gran encuentro de oración por la reconciliación nacional).
Ante los anhelos de paz que abrigamos y las dificultades que se encuentran en el camino, sería bueno que tuviéramos muy presentes las palabras del Papa, y nos sirvieran de estímulo en dar el primer paso hacia la construcción de un país reconciliado y en paz.
Sabemos que la paz es el fruto y el resultado de muchas cosas, como nos lo ha recordado permanente el magisterio de la Iglesia: La Paz depende del reconocimiento como hermanos que nos tengamos, de la reconciliación, del respeto a la vida humana desde el momento de su concepción hasta su muerte natural, de la sinceridad y la verdad, del respeto a la libertad ( la libertad de los demás y del manejo responsable que cada uno hace de su propia libertad), del diálogo, de la solidaridad, especialmente con los más pobres y necesitados, del respeto a la naturaleza, de la defensa de la familia, de la justicia ( del respeto a la dignidad y a los derechos de los demás y de la distribución equitativa de la riqueza), del perdón, de la protección a los niños, del respeto a la conciencia de cada hombre, etc.
Y todos esos caminos hacia la paz solo pueden nacer del corazón del hombre, del corazón de cada uno de nosotros, de corazones renovados, serenos, mansos, humildes, comprensivos, misericordiosos, capaces de amar con un amor verdadero, corazones en paz con Dios y consigo mismos.
Y desde allí, desde nuestro interior nos hemos de sentir llamados a hacer gestos de paz, acciones de paz, en todas las circunstancias en las que se desenvuelve nuestra existencia humana: en nuestros hogares, haciendo de ellos lugares verdaderos de comunión, en nuestro sitio de trabajo, de estudio, de convivencia social, construyendo relaciones impregnadas de respeto, de fraternidad, de solidaridad humana, de espíritu de servicio, de tolerancia.
No hay que olvidar que la construcción de la paz es un precepto del Señor para sus discípulos: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9).
+ Luis Adriano Piedrahita Sandoval
Obispo de Santa Marta