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comunidades

Lun 23 Sep 2024

Obispos colombianos piden al Gobierno y al ELN reactivar la mesa de diálogos

A través de un comunicado, los obispos colombianos piden al Gobierno Nacional y al ELN descongelar la mesa de diálogos para responder al clamor de tantas comunidades del país que están en medio de la confrontación “y no aguantan más derramamiento de sangre”. En este contexto, llaman también a reactivar el cese al fuego.En su mensaje, los prelados hacen tres peticiones concretas:“Primero, mantener un canal de diálogo en este momento de dificultad; segundo, a encontrarse de nuevo para reconocerse y valorarse; tercero, a avanzar para dar alivio a las comunidades que se encuentran en medio de la confrontación y no aguantan más derramamiento de sangre”.Con este llamado a la unidad, los pastores animan a los colombianos en la búsqueda del bien común y la reconciliación, valorando el camino del diálogo.

Vie 25 Nov 2022

Con envío misionero concluye IX Congreso Nacional de Reconciliación

Al concluir la novena versión del Congreso Nacional de Reconciliación, monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, les dijo a los más de 450 participantes, que este cierre era un signo de envío misionero, donde cada uno se iba con el compromiso de llevar a las distintas regiones que representan un mensaje de reconciliación, de paz y esperanza. Siguiendo las lecturas del domingo de Adviento, que ya se aproxima, el prelado observó que este es un tiempo que nos lleva a la esperanza y esta, debe estar en un constante fortalecimiento. “Esa misión de reconciliación que queremos asumir y renovar todos nosotros, debe ir acompañada por una alta dosis de esperanza y esta nos falta a nosotros, como servidores de nuestras comunidades, pero que también le falta a nuestras comunidades”. Durante su homilía, advirtió que fácilmente se puede perder la esperanza porque no se ven los frutos rápido, “se puede perder la esperanza porque a veces vemos más lo negativo que lo positivo, lo que está creciendo, lo que está empezando, lo que empieza a germinar y algunos podemos mirar hacia atrás y decir este es el noveno congreso, llevamos muchos años reflexionando, orando, trabajando, comprometiéndonos en el tema de la paz y de la reconciliación y como dice el salmista, cuando decimos paz, los demás gritan guerra. Pareciera que terminamos una fase de la guerra y empezáramos otra y no solo a nivel regional y nacional, sino internacional”. El directivo en tres puntos describió lo que significa el compromiso de un envío misionero. Primero. Una celebración de envío, es una celebración misionera que nos debe fortalecer, que debe enviarnos a nuestros territorios pensando en que hay un Adviento, en que hay una esperanza social de transformación. Segundo. A la luz de la segunda lectura, nosotros pensemos que hay un Adviento y hay una esperanza personal, cada uno de nosotros también va a ser revestido de Cristo y se va a poner a caminar con dignidad en el amanecer de nuestra vida personal. Tercero. Como iglesia debemos estar muy atentos, no sabemos cuándo será, no podemos atrevernos, ni aventurarnos a decir ni con catástrofe, ni con demasiado optimismo, llegará el Señor tal día, pero que eso haga parte de nuestro caminar diario. Que nada quebrante esa esperanza que debemos comunicar y cultivar en nuestras comunidades. «La higiene de la esperanza» Por su parte, el padre Rafael Castillo, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social, al cierre del Congreso se refirió al tema de la «higiene de la esperanza», señalando que la esperanza no es una simple decisión de la voluntad personal, ni es tampoco un puro don de Dios ajeno enteramente a la responsabilidad personal, dijo que, es más bien una combinación de ambos aspectos. “Muchas veces lo que más influye en el tono de nuestra esperanza es el manejo adecuado o desacertado que demos a los factores que diariamente acosan nuestra esperanza. No basta decidir tener esperanza (voluntarismo) ni basta poner la confianza en Dios (espiritualismo). Es necesaria también la «higiene de la esperanza»”. Enumeró varios factores que amenazan hoy a los pobres: la recesión económica, la violencia, el desempleo, el creciente número de jóvenes que dejan las universidades, estos y otros aspectos agregó, son los que hacen que las personas pierdan las ‘utopías de referencia’ y disminuyan el sentido de sus vidas, haciendo con ello que muchos entren en crisis personales, como depresiones psicológicas y síntomas psicosomáticos. Frente a esta realidad, el directivo observó que es cuando más se requiere llevar una adecuada «higiene de la esperanza», por lo que formulo cuatro caminos para prevenirla. En primer lugar, no se debe echar más leña al fuego cultivando pensamientos negativos y cayendo en la polarización que ya es fragmentación. “Hoy se nos urge mirar y hacer un balance de lo positivo y bueno que ha sucedido y de las conquistas que se han logrado (…) El recorrido hecho hasta ahora es un llamado a subir al siguiente escalón. No son pocos los escalones que faltan”. En segundo lugar, es importante aprovechar cuanto la historia enseña. “Lo que nos está pasando es duro y no es poco. Es una de las tantas “horas bajas” en 200 años de Republica. No creo que sea la más baja pero sí, muy probablemente, la más esperanzadora. En Colombia cuando las cosas no han estado bien siempre hemos contado con hombres y mujeres en condición de componerlas. Hay huellas en el barro de nuestra historia como Nación”. En tercer lugar, "es importante fortalecerse con el recuerdo del testimonio de todos aquellos, gente del común como nosotros, que en situaciones semejantes a las que hoy vivimos, supieron aguardar con paciencia el paso de las inundaciones del invierno, sin renunciar a sus convicciones ni hurtarse al oprobio que por ellas tuvieron que soportar”. En cuarto lugar, "debemos tener y recordar el propio proyecto de Nación que los jóvenes nos están mostrando con los diferentes sectores sociales. “Si los motivos siguen ahí, intactos, o incluso incrementados, no hay razón válida para desistir. Al contrario: hoy tenemos nuevos motivos. No perdamos el ánimo, que ya empiezan a despuntar los signos de un nuevo amanecer”. Símbolo del envío misionero Al cierre de este Congreso que se celebró en la ciudad de Bogotá, del 22 al 24 de noviembre, sus organizadores: la Conferencia Episcopal de Colombia, a través del Secretariado Nacional de Pastoral Social (SNPS) y la Comisión de Conciliación Nacional, hicieron entrega a cada participantes de una manilla: “Los Artesanos de la Paz”, esta como signo del envío misionero. Con este signo se quiso exaltar la memoria de monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, arzobispo emérito de Tunja y quien dedicó su servicio y entrega pastoral en favor de la paz y la reconciliación.

Jue 24 Nov 2022

Con un llamado a no perder la esperanza concluye segunda jornada del IX Congreso Nacional de Reconciliación

La jornada del segundo día del IX Congreso Nacional de Reconciliación, inició con una eucaristía presidida por monseñor Juan Carlos Barreto, obispo de Soacha y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. Seguido, monseñor Omar Sánchez, arzobispo de Popayán y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, presentó su saludo en nombre de las directivas de la Institución y celebró ver la nutrida participación de tantas personas en representación de los diversos territorios. “Me alegra ver muchas rostros conocidos y otras personas nuevas que se suman a esta tarea de la paz, indistintamente de su filiación, pero que tienen estas voluntades impecables por ayudarle al país a salir de estas violencias, construyendo y emprendiendo caminos que lleven a la reconciliación”, afirmó el prelado. Observó que todas experiencias unidas en este Congreso, había que sumarlas inteligentemente con constancia y sin cesar para elaborar propuestas muy concretas que se aterricen de acuerdo a las distintas realidades del país. Subrayó que cada paso que da la Conferencia Episcopal en la dirección de la reconciliación y la paz, siempre está bordeado de grandes acciones que se vienen haciendo por años y que se han ido estructurando en procesos que van llegando a una maduración muy alta. “Estos congresos dan un aire de voluntad nueva, un aire de esperanza y saberse no solo en el territorio acompañados de la Iglesia, sino entender que la Iglesia está en el marco general de la nación en los lugares más difíciles”. Vislumbró que los participantes volverán a sus territorios recuperados en su vacación de ser constructores de paz y con una visión más general de lo que pueden lograr “yo creo que cada paso que se da, como en este congreso, va sumando en una construcción de paz que el país ya no puede postergar”. Criterios para la construcción de paz Luego, monseñor Juan Carlos Barreto, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social – Caritas Colombia, ofreció la ponencia titulada: “Pastoral para la paz y la reconciliación”, basada en el libro con este mismo nombre, que la Conferencia Episcopal publicara en su momento y que brinda algunas orientaciones del pensamiento y de la acción de la iglesia en este campo. El prelado advirtió que no se trata de un texto que ofrece un recetario concreto de las decisiones coyunturales y pequeñas que se deben tomar en algunos momentos, más bien agregó, son unos criterios generales que requieren adaptaciones y complementos en cada Jurisdicción Eclesiástica, asumidos desde una dimensión territorial, dados los contextos particulares, pero sin perder la síntesis general que los debe unir. Afirmó que, es constante escuchar interrogantes como cuál es la posición de la Iglesia en temas de paz, a los procesos de paz, si la Iglesia tiene un proyecto de paz, o cómo deben actuar los agentes de pastoral frente a este tipo de temas, a lo que explicó que este documento da respuesta a estas inquietudes, pero teniendo en cuenta que son orientaciones para la acción evangelizadora. “Nosotros somos una organización que fundamentalmente está animada por el espíritu de evangelización. Evangelizamos los diferentes aspectos del mundo: la educación, la salud, la política y por eso la Iglesia no puede ser ni politizada, ni despolitizar. La acción evangelizadora de la Iglesia tiene que ir en la perspectiva de evangelizar la sociedad, la economía, la política, la cultura y aquí nos quedan unas tareas para las jurisdicciones eclesiásticas, para las provincias eclesiásticas, para las regiones del país, que nos articulemos para que no quedemos aislados”. Monseñor Barreto enumeró algunos criterios que desde lo eclesial son esenciales para la construcción de paz. Son ellos: La defensa de la vida en todas sus expresiones; la identidad propia; el discernimiento comunitario bajo la acción del Espíritu Santo; el diálogo y amistad social; el compromiso de todos los sectores eclesiales; la complementariedad entre las orientaciones de la Conferencia Episcopal y los planes de pastoral de las jurisdicciones eclesiásticas; la formación de agentes de pastoral en Doctrina Social de la Iglesia, la independencia y sentido crítico; evitar las tentaciones, las estructuras organizativas; y la animación sinodal hacia la paz frente a los creyentes, autoridades, sociedad civil y actores violentos. Así también, evocó la invitación del Papa Francisco a no dejarnos robar la esperanza y aseveró que la Iglesia desde su accionar pastoral debe seguir aportando a esta tarea de búsqueda de la paz. "La paz es posible, necesaria y es la principal responsabilidad de todos. No es un hecho aislado, eso que lo hagan allá, eso es una cuestión del Gobierno y de la guerrilla. No, es una cuestión de todos dice el Papa, es la principal responsabilidad de todos". Antes de concluir su intervención, afirmó que la Iglesia en Colombia con este documento renueva su opción por la paz y la reconciliación, "es un camino largo y hermoso, en búsqueda de la paz integral y el Señor está a nuestro lado para ayudarnos en esta tarea".

Vie 11 Nov 2022

La VI Jornada Mundial de los Pobres

Por: Padre Rafael Castillo Torres - El próximo domingo 13 de noviembre, XXXIII domingo del tiempo ordinario, celebramos la VI Jornada mundial de los pobres. Esta celebración tuvo su impulso y animación cuando, en el cierre del año de la misericordia el 13 de noviembre del año 2016, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco celebró el jubileo dedicado a las personas marginadas. En su homilía de ese día y con la naturalidad que le es propia, el Papa nos dijo: “quisiera que hoy fuera la Jornada de los Pobres”. Esta sexta jornada está animada por la invitación del Santo Padre, tomada del apóstol Pablo, a tener la mirada fija en Jesús, el cual «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8,9). El Papa nos está haciendo un llamado a desencadenar en nuestras Iglesias particulares un movimiento de evangelización que en primera instancia salga al encuentro de los pobres, hasta reventarnos por ellos: “Frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente, sin delegar en nadie. A veces, en cambio, puede prevalecer una forma de relajación, lo que conduce a comportamientos incoherentes, como la indiferencia hacia los pobres. Sucede también que algunos cristianos, por un excesivo apego al dinero, se empantanan en el mal uso de los bienes y del patrimonio. Son situaciones que manifiestan una fe débil y una esperanza endeble y miope”. ( # 7 del Mensaje del Santo Padre). Esta celebración con su exhortación llega justamente cuando en la Nación colombiana las palabras de orden son inequidad, pobreza, hambre, exclusión, marginalidad, confinamiento, violencia, creciente deterioro ambiental, muerte, desempleo y corrupción. Tenemos una gran oportunidad a la luz del mensaje del Papa Francisco: pasar de las reflexiones cargadas de buenas teorías a la sensibilidad frente al sufrimiento de los débiles. Para Jesús los pobres fueron sus preferidos y los primeros en atraer su atención. Viene bien preguntarnos en esta Jornada: ¿Son los pobres para nosotros… lo que fueron para Jesús? Muy seguramente la gran mayoría responderá que sí y que están de parte de ellos. Ello da pie para que nos hagamos otra pregunta: ¿Qué lugar ocupan los pobres en nuestra vida y en la vida de nuestras comunidades?. En la Iglesia, y es bueno reconocerlo, contamos con personas, organismos, instituciones, congregaciones religiosas, voluntarios donantes de su tiempo libre y misioneros heroicos a quienes los anima el mismo Espíritu que animaba a Jesús en Galilea en su misión por calmar el sufrimiento que había en el corazón del pobre. Hombres y mujeres que en las calles y en zonas no fáciles, dedican su vida entera y hasta la arriesgan por defender la dignidad y los derechos de los más pobres. Pero como quiera que todo esto acontece en una de las naciones más inequitativas de la tierra, bien vale la pena seguir preguntándonos: ¿Cuál es la actitud generalizada entre nosotros frente a los que menos tienen y más sufren? ¿Por qué no vemos ningún problema especial cuando sólo se trata de aportar una ayuda o de entregar un donativo? ¿Qué ha sucedido en nosotros para que las ofrendas o donaciones que entregamos nos tranquilicen y nos permitan seguir viviendo con buena conciencia? ¿Por qué los pobres nos inquietan tanto cuando nos obligan a plantearnos qué nivel de vida nos podemos permitir, cuando está suficientemente claro que en Colombia se viola diariamente el derecho humano a la alimentación? En Colombia, hoy, después de dos años de pandemia, lo más visible es el hambre y la miseria, porque lo que permanece en el alma de la pobreza, es la indignidad. El aproximarnos desde el Secretariado Nacional de Pastoral Social/ Cáritas Colombiana y hacerlo juntamente con las pastorales sociales de las jurisdicciones y desde la cooperación fraterna con nuestras Cáritas hermanas que sirven en Colombia, nos permite constatar que en nuestra Nación el que es pobre carece de los derechos que tenemos los demás; no merece el respeto que merecería cualquier persona normal y representan muy poco para los intereses de quienes han manejado esta Nación desde sus inconfesables instintos de poder. Por eso, encontrarlos en la calle, genera desazón, precisamente porque su sola presencia quita la máscara a nuestros grandes discursos teóricos sobre la pobreza y pone al descubierto nuestras mezquindades. ¿Qué buenos criterios, a la luz del llamado del Papa Francisco, pueden ayudarnos, hoy, a enfrentar el desafío humanitario que estamos viviendo frente a una pobreza que es purgatorio y una miseria que es infierno?. Lo primero es no poner nuestras acciones al servicio de un proselitismo denigrante. Sobre el particular San Juan Crisóstomo fue muy claro: “¡Basta con la necesidad para que el pobre sea digno! No damos limosna al buen comportamiento, sino al hombre. No nos compadecemos de la virtud, sino de la desgracia. Y eso para que también nosotros alcancemos de Dios abundante misericordia, nosotros que somos tan indignos de su benignidad”. Lo segundo es procurar que nuestras tareas y acciones en contextos humanitarios como los de hoy, jamás deben poner “sordina” al clamor de los pobres. Nuestra atención integral debe, necesariamente, ir acompañada de la denuncia pública de las injusticias que ellos están viviendo y de la reivindicación de sus derechos. Servicio asistencial y denuncia profética son inseparables. Por último, es urgente que las tareas humanitarias no fomenten la pereza en los destinatarios últimos de nuestra acción caritativa. En Colombia la “mendicidad” y la “indigencia”, en algunos casos, se han convertido en prósperos negocios. Permítanme citar a Noël du Fail quien en su obra Propos Rustiques, muestra como el pícaro Tailleboudin, en su dialogo con un campesino le dice: “Yo ganaré en un solo día, acompañando a un ciego o a un lisiado, o ulcerándome las piernas con ciertas hierbas y acudiendo a la puerta de una Iglesia, lo que tú, cargando leña, te ganarías en todo el año”. Recordemos igualmente a Sancho Panza cuando fue, por escasos días, gobernador de la Isla Barataria y tuvo el feliz acierto de “crear un alguacil de pobres, no para que los persiguiera, sino para que examinara si lo eran; porque – decía- a la sombra de la manquedad fingida y de la llaga falsa andan los brazos ladrones y la salud borracha”. Ojalá en estos contextos podamos canalizar siempre nuestras ayudas, a través de organizaciones de la Iglesia, de la sociedad civil e instituciones dignas de credibilidad y confianza teniendo muy presente lo que nos dice el Papa al final de su mensaje: “Que esta VI Jornada Mundial de los Pobres se convierta en una oportunidad de gracia, para hacer un examen de conciencia personal y comunitario, y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida”. Padre Rafael Castillo Torres Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombia

Lun 13 Sep 2021

Obispo de Istmina-Tadó, insta a los grupos armados respetar la vida de las comunidades

En un comunicado firmado por el obispo de Istmina-Tadó, monseñor Mario de Jesús Álvarez Gómez, en nombre de la Jurisdicción, llama la atención por el incremento de la violencia y desplazamiento que están padeciendo las comunidades del Municipio del Medio San Juan, ante las confrontaciones que se dan entre los distintos grupos armados por la disputa del control territorial. En su mensaje, el prelado insta a los actores armados para que se respete el Derecho Internacional Humanitario, “cuyas normas deben ser de obligatorio cumplimiento por los distintos grupos armados de oposición, evitanto, entre otras cosas, involucrar a la población civil en situaciones en las que se ponga en riesgo la vida de las personas”. Recuerda además, que, frente a las difíciles circunstancias que se viven en esta región del Chocó, la Iglesia, en cabeza de sacerdotes católicos, religiosas, seminaristas y catequistas, siguen acompañando de cerca a las comunidades del Medio SanJuan, Sipí, Litoral de San Juan y Bajó Baudí. “Seguimos apostándole al PACTO POR LA VIDA Y POR LA PAZ, y al ACUERDO HUMANITARIO YA, para nuestras comuniddes del Chocó. Todos los que, con amor y sacrificio, trabajan por la paz según los dictámenes del Evangelio y las orientaciones de la Iglesia, tendrán nuestro decidido y oportuno apoyo”, observa el prelado. Monseñor Álvarez reitera la cercanía y apoyo de la Iglesia frente a las acciones que, autoridades municipales, departamentales, gubernamentales y organzaciones nacionales e internacionales vienen emprendiendo en beneficio de las comunidades. A la vez, que solicita la ayuda de quienes lo puedan hacer, para que continúen apoyando y acompañando a las las organizaciones étnico-territoriales que trabajan en favor de estas comunidades. “Anímo hermanito estamos con usted y su comunidad”: Mons. Rueda Aparicio Por su parte monseñor Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, una vez conocido este mensaje extendió un saludo de cercanía y solidaridad a monseñor Álvarez Gómez y a su comunidad. “Al conocer este clamor del obispo de Istimina envió un saludo de solidaridad para con esta Iglesia particular y sus comunidades. He recibido su mensaje que lleva y trae un gran clamor por la vida, por el Acuerdo Humanitario, por la reconciliación, por la paz. Se plasma en esa cata suya, de sucesor de los apóstoles, el sufrimiento como pastor, que recoge la aflicción de un pueblo azotado por los grupos armados al margen de la ley, por el avandono estatal y por todo aquello que produce desplazamiento, miedo, agustia, muerte y pobreza en medio de las comunidades del Chocó, todo ello, a causa de la presencia de los grupos paramilitares y del ELN que están disputándose en enfrentamiento armado estos territorios, que les pertenece a los afro, campesinos, indígenas y a los más pobres”, afirmá el jerarca. El directivo de la CEC, al expresar el dolor que siente por el sufrimiento que padecen las comunidades en el Chocó, asegura sus oraciones para que “el Señor conceda la única y verdadera paz, que es la paz del reino de Dios, la paz del Hijo y de Dios Padre. Anímo hermanito estamos con usted y su comunidad”.

Vie 20 Ago 2021

Colecta Dona Nobis: “Dona amor, regala esperanza”

Bajo el lema: “Dona amor, regala esperanza”, la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) invita a participar de la colecta Dona Nobis, una iniciativa que llega a su séptima versión y que busca apoyar el sostenimiento de la misión de la Iglesia, llevando la Buena Nueva a todas las periferias. La emergencia en tiempos de pandemia, ha hecho que la Iglesia se vea disminuida en el accionar pastoral de las ayudas que ofrece a las comunidades, por ello, esta es una invitación a vivir el valor de la corresponsabilidad pastoral. Desde esta acción se impulsa el diseño y la gestión de proyectos, lo cual permite la realización de programas evangelizadores y acciones para ayudar, especialmente, a comunidades en situaciones vulnerables de las 77 jurisdicciones eclesiásticas (arquidiócesis, diócesis y vicariatos apostólicos) en que está organizada la Iglesia en Colombia. ¿Cuándo donar? Esta es una campaña de todos los días, pero cada año la Iglesia propone una fecha concreta, en esta ocasión se dispone para que se realice el domingo 29 de agosto de 2021. ¿Cómo puedo apoyar esta campaña? Haciendo eco al lema propuesto: “Dona amor, regala esperanza”, las personas de buen corazón podrán hacer sus aportes. Para ello se ha dispuesto los siguientes canales: Días antes de la campaña lleva tu aporte al despacho parroquial Consigna en la cuenta de ahorros Banco de Bogotá # 078-34683-0 a nombre de la Conferencia Episcopal de Colombia (Nit 860021725-1 Ingresa a www.donanobis.org y haz tu donación online Usa el código QR en tu celular, a través de la app de Nequi o de Bancolombia Los fieles pueden encontrar información sobre la campaña, acceso para donar en línea e insumos para descargar y compartir en www.donanobis.org PIEZAS COMUNICACIONALES PARA DESCARGAR Si desean descargar las piezas publicitarias de la campaña lo podrán hacer en el siguiente enlace[icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon] Spot tv 1 Spot tv 2 Spot 1 Spot 2

Mar 23 Feb 2021

Obispos acompañan a comunidades del Río Baudó, víctimas de disputa territorial

En un video-mensaje difundido este 22 de febrero, la Iglesia católica presente en la región de Antioquia y Chocó, representada en sus obispos, pide con claridad y contundencia al Gobierno Nacional que mire con mayor atención estos territorios tan golpeados por la violencia, especialmente a la subregión del Baudó. Desde el 22 de febrero y hasta el viernes 26 de este mes, monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, obispo de Quibdó; monseñor Mario de Jesús Álvarez Gómez​, obispo de Istimina – Tadó, y monseñor Hugo Alberto Torres Marín, obispo de Apartadó, se encuentran realizando un acompañamiento de escucha a las comunidades del Río Baudó, que son víctimas de la disputa territorial entre el ELN y Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC). “No podemos seguir arrastrando una historia de olvido y de desprecio que alimenta la violencia, la muerte, con todo lo que hay alrededor (…) La Iglesia quiere colaborar, quiere acompañar, pero le corresponde a los gobiernos nacional, departamental y local hacer lo propio, para que estas comunidades vayan resurgiendo y encuentren el camino de la redención”. Al lamentar el asesinato de la Indígena Luz Aida Concha, de la comunidad Miacora,los obispos hacen un llamado a los grupos al margen de la ley para que paren esta ola de violencia y miren el sufrimiento causado a las comunidades. Por su parte, monseñor Juan Carlos Barreto, en diálogo con el Departamento de Comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), señala algunos factores que siguen aterrorizando a las comunidades de estos territorios chocoanos: “asesinatos, minas antipersonales, reclutamiento de menores, desplazamiento, confinamiento, amenaza a líderes y comunidades”. Frente a este panorama, observa que la presencia de los obispos en estos territorios, “además de acompañar a las comunidades”, también permite “visibilizar la situación y hacer incidencia ante la Comunidad Internacional y el Estado colombiano. La respuesta que se pide es integral”.

Mar 25 Ago 2020

Ante las masacres, ¡Sí a la vida!

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Deseo entrar en el tema complejo que nos afecta en estos días, en todo Colombia. Las masacres en las cuales han perdido la vida muchas personas, jóvenes y también adultos. Han sucedido hechos terribles y abominables contra la vida humana, primero entre nosotros en Banco de Arena y la zona rural de Cúcuta, en Campo Dos, Tibú (Norte de Santander), en Cali (Valle del Cauca) y en Samaniego (Nariño). Tristes imágenes aparecen ante nuestros ojos, de tantas vidas humanas sacrificadas inútilmente, unidas al dolor inmenso de sus familias y amigos. También tenemos ante nosotros el gran número de víctimas humanas en el Área metropolitana de Cúcuta, más de 200 desde el inicio del año y la muerte de personas que tienen una figuración o trabajo en el campo social, los llamados líderes sociales que han sido asesinados. Es necesario, desde nuestros espacios, levantar la voz en defensa de la vida humana, de los derechos humanos y fundamentales, el primero el derecho a la vida. No podemos permanecer en silencio ante tantas muertes, ante tantas circunstancias y hechos donde se roba el primer derecho de la persona humana, la vida. La Iglesia defiende y promueve la dignidad de la persona humana, pero sobre todo afirma el derecho a la vida -completa-, es decir desde su concepción hasta la muerte natural. Es la base y el fundamento de todos los demás derechos de la persona humana (cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum Vitae, 22.02.1987). Los invito a repasar algunos conceptos, desde nuestra fe, que son importantes y que necesitamos fortalecer, en orden a comprender mejor lo que es la vida humana. El hombre es una creatura salida de las manos de Dios, con una bella figura el libro del Génesis nos enseña que el hombre salió de las manos del Creador, que con sus manos lo modeló a su imagen y semejanza (Gen 1, 26ss). Recibió el hombre de Dios su vida, su fuerza, el espíritu de vida que le anima y mueve (Cf. Gen 2, 7), pero al mismo tiempo este hombre es frágil, limitado en su ser y sus acciones, pues la muerte le ronda, como fruto del pecado y de su opción por no cumplir la voluntad de Dios (Cf. Gen 3, 19ss y Job 14, 7-10). El hombre, como creatura de Dios tiene un fin, una tarea que cumplir y entra en este designio amoroso del Creador (Cf. Gen 1, 11ss). La vida humana es breve, con una figura bíblica – es como un soplo -, como – una sombra- (Job 14, 1; Salmo 144, 1). El hombre hace parte de este plan de Dios, por ello cada vida humana es irreemplazable y, según el deseo creador del Altísimo tiene una tarea y una vocación fundamental, que completará su plenitud en Dios, en la eternidad. El hombre tiene una vocación de infinito y está llamado a vivir en Dios, dice Santo Tomás de Aquino (Ordo ad Deum, S.Th. I-II, q. 4, a. 4). Mirando su origen, su tarea, su dirección y misión en el plan de Dios, nos duelen las muertes de los hombres, es un daño irreparable y que nos afecta. La vida humana es sagrada, es una verdad que conocemos y que tenemos que continuar afirmando siempre, es necesario que respetemos siempre la condición de vida del ser humano. San Juan Pablo II, el gran profeta de la vida en nuestros tiempos nos enseñó: “La defensa de la vida humana es urgente” (San Juan Pablo II, Evangelium Vitae, n 3). En nuestros tiempos, especialmente en Colombia, contemplamos formas inauditas de ataque a la dignidad de la vida humana. En estas masacres que tratamos de rechazar y en otros muchos modos y circunstancias, la violencia, los asesinatos de líderes sociales, de personas de nuestro entorno, el aborto, la eutanasia. No podemos callar ante asesinatos selectivos y de la gran violencia que nos aflige. Por esto, cada noticia que nos llega de muertes, injustas y dolorosas, es motivo de gran preocupación para nuestra comunidad de fe. Tenemos que cambiar la mentalidad y no acostumbrarnos a la muerte, entender que estas vidas son irrepetibles, que cada vida, incluso una sola, tiene un valor absoluto. Uno de los obispos de Cúcuta, Mons. Jaime Prieto Amaya, nos decía una frase que ha quedado como epitafio de su tumba: “Cada vida es irrepetible, cada persona es irreemplazable, cada muerte es irreversible”. La violencia es degradación, este fenómeno que reaparece es un mal síntoma de nuestra realidad social, no es un fenómeno aislado, sino que es signo de la profunda crisis que nos afecta, nos tiene que interrogar profundamente a cada uno de nosotros, a nuestros gobernantes y a todas las instituciones, a cada uno de los miembros de esta comunidad. Vivimos en Colombia problemas sociales muy complejos, fruto de nuestra historia, de la falta de educación y oportunidades, de la falta de la justicia social y que tienen gran incidencia en nuestra comunidad: violencia familiar, narcotráfico, corrupción, grupos ilegales, contrabando, explotación de las personas. A estas duras realidades no podemos unir el desinterés por estas muertes indiscriminadas de personas, fruto de la acción de cualquiera que sea el actor violento. Es un momento dramático donde debemos levantar nuestra voz en defensa de los jóvenes y niños, de los niños no nacidos por causa del aborto, de los ancianos suprimidos con la eutanasia, con los asesinatos del crimen en las distintas ciudades y en nuestro San José de Cúcuta y municipios del área metropolitana. No podemos continuar contando muertos, como cifras estadísticas, en nuestro territorio y en el país entero. Esperamos también la precisa y puntual intervención de las autoridades en la defensa de la vida humana y en el esclarecimiento de estos tristes hechos. Tenemos que reaccionar, levantando nuestra voz y gritando ¡SÍ A LA VIDA! Es la defensa de un derecho fundamental de la persona humana, mucho más para aquellos que tenemos fe y reconocemos que cada hombre nace de la mano de Dios. No podemos agregar a muchas injusticias, a los abusos contra la persona humana por las condiciones sociales de pobreza, la violencia y la muerte. A los violentos, a los que asesinan, un llamado a la conversión y al respeto a la vida humana. Que no falte en este momento una palabra de aliento y de esperanza para las familias de quienes sufren por la muerte de sus hijos, familiares y amigos. San Juan Pablo II nos enseñaba que “Somos un pueblo de la vida y para la vida” (San Juan Pablo II, Evangelium Vitae, n. 6). Es necesario crear una cultura de la vida, donde brille con toda su fuerza el don de la creación de Dios, donde el hombre es el centro, pero también él tiene una gran responsabilidad con el creador, con la creación de Dios. Que todos, respetando nuestras vidas, tengamos la posibilidad de desarrollar ese proyecto que Dios nos ha entregado. ¡SÍ A LA VIDA! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta