Jue 22 Jun 2017
¡Qué desconocimiento de la Corte Constitucional!
Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - Con la excusa que en concordancia con la Carta del 1991, Colombia es un país aconfesional, se ha venido sacando a la Iglesia de todo estamento del sector público. La presencia de un sacerdote o religioso en las entidades del Estado es un estorbo, para decir lo menos. La Constitución del 91 es laica, creo que eso es sano para la vida democrática de un país moderno.
Sin embargo, un Estado laico no es un Estado laicista, éste maltrata y pisotea las creencias de un pueblo, aquél, las respeta. No se trata de establecer teocracias, la experiencia histórica, en el caso de la Iglesia Católica, nos demuestra que hizo tal sistema más mal que bien, -bueno, cada uno es hijo de su propia época cultural-. Todo extremo es vicioso, la virtud está en el medio. Desde que el médico y filósofo inglés John Locke introdujera en el colectivo cultural la frase que se volvió axioma en la cultura hodierna, especialmente en el Occidente del planeta, a saber: “La religión es asunto privado”; se pretende y se ha logrado en buena parte, por el silencio cobarde y vergonzante de los creyentes, que siendo creyente cristiana la mayoría del país, se sienten acorralados por el agresivo agnosticismo y visceral anticlericalismo de un segmento de la población que ahora está, en buena parte en el poder político, sacando de tajo cualquier expresión pública de fe: fuera los crucifijos, fuera cualquier símbolo religioso; tales expresiones son un irrespeto a los no creyentes, el Estado es laico.
De modo que un funcionario creyente tiene que guardar sus expresiones de fe en el cuarto de San Alejo, en las sacristías de los templos. Quitarle al hombre sus creencias ha sido la pretensión secular de muchas personas, especialmente gobernantes, a lo largo de la historia: desde la entronización de la “diosa razón” en la catedral de París hasta la lucha contra toda idea religiosa impuesta por algunas décadas por el marxismo histórico, asumido por el comunismo soviético. De todo eso, ¿qué quedó? Que cuando cesa el poder despótico y anticlerical, el pueblo vuelve y en forma muy explícita, a expresar sus creencias en la vida pública. Tanto combatir a Dios en Cuba y buena parte del pueblo, sigue siendo creyente. Negar el aporte de los cristianos católicos a nuestra amada patria, es pretender tapar el sol con las manos.
Si usted va a los archivos de instituciones educativas, hospitales, hospicios, asilos de ancianos, orfanatos, se verificará allí que hubo un sacerdote o religiosa en su fundación. ¡Ah, así le paga el diablo a quien bien le sirve! ¡Cuántos caminos y carreteras se construyeron bajo el impulso de algún presbítero! El SENA que fue fundado, entre otros fundadores por sacerdotes católicos, ahora, ¡fuera la Iglesia! Allí sobramos. ¿Quién fundó las Juntas d Acción Comunal? Pues la Iglesia con la feliz idea de monseñor José Joaquín Salcedo al fundar la Acción Popular. Las llamadas Escuelas radiofónicas por la década de los cincuenta y sesenta, ¡cuánto bien le hicieron al país! Con la potente emisora Radio Sutatenza, ¡cuántos colombianos dejaron de ser analfabetas! La ignorancia es atrevida.
+ Froilán Casas Ortíz
Obispo de Neiva