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cuidadores

Sáb 18 Feb 2023

El servicio eclesial a los enfermos

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El 11 de febrero celebramos la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, una ocasión para hacernos conscientes de la necesidad de implementar cada vez mejor la pastoral de la salud en orden a acompañar a todas las personas involucradas en el mundo sanitario: los enfermos, las familias, los cuidadores, los profesionales de la salud y los agentes pastorales. San Juan Pablo II, quien instituyó esta jornada, decía que “Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer el bien con el sufrimiento y a hacer el bien a quien sufre” (SD, 30). A lo largo de los siglos, la Iglesia ha comprendido que el servicio a los enfermos es parte integrante de su misión. En efecto, el sufrimiento esconde y revela una vocación y una misión de amor, a la vez difícil y misteriosa: completa la pasión de Cristo y participa de su redención hasta conducir a la alegría (Col 1,24). Esto hace ver que el enfermo no es sólo sujeto del servicio de la Iglesia, sino también responsable de la obra de la evangelización y la salvación (cf CL, 54). Esta misión aparece más urgente hoy, cuando no siempre se valora la vida y la posibilidad que tiene la persona de trascender. A la comunidad eclesial le corresponde la tarea de trabajar porque los valores de la vida y de la salud sean respetados y orientados hacia la salvación integral y el momento de la enfermedad y de la muerte pueda recibir, además de la ayuda de la ciencia y de la solidaridad humana, la gracia del Señor. Por eso, tenemos que valorar cada vez más el apostolado de los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos que laboran en el mundo de la salud; es preciso ayudarles para que, en nombre de toda la comunidad, se comprometan a fondo en esta obra por la que el Señor ha mostrado tanta predilección. En la persona y en la acción de Cristo, Dios se acerca a quien sufre y redime su sufrimiento. Al continuar este servicio, la Iglesia realiza la misión que le ha sido confiada de la evangelización, la santificación y la ayuda fraterna a los que sufren. En el Evangelio, efectivamente, se subraya la relación entre la labor misionera de la evangelización y el poder de curar a los enfermos, ambos como signos de la llegada del Reino de Dios (Mt 10,1; Lc 9,1-3; 10,9). La Iglesia no puede estar nunca lejos de los que sufren, con los que el Señor mismo ha querido identificarse (Mt 25,40). En el Mensaje para la Jornada del Enfermo de este año, el Papa Francisco señala también, desde el plano humano, una válida motivación para comprometernos con la pastoral de la salud. “La enfermedad –dice– forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana”. Luego añade que todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esta atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse y curar. Por lo mismo, la situación de los enfermos debe ser una llamada que rompa nuestra indiferencia. En un momento en que se discute, en medio de muchas y graves incertidumbres, una reforma de la salud en nuestro país, es importante tener presentes también estas palabras del Mensaje del Papa: “Las personas enfermas están en el centro del pueblo de Dios, que avanza con ellas como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado”. Luego indica que es necesario poner en marcha “una búsqueda activa, en cada país, de estrategias y recursos, para que a todos los seres humanos se les garantice el acceso a la asistencia y el derecho fundamental a la salud”. Aprovechemos esta Jornada, en primer lugar, para hacernos más sensibles y responsables frente a nuestros hermanos y hermanas enfermos que son una presencia de Cristo y un verdadero potencial apostólico en la Iglesia; pensemos y renovemos los programas de pastoral de salud que tenemos en las parroquias y en nuestras instituciones; promovamos la formación y el compromiso apostólico de los agentes de pastoral de la salud y de los ministros extraordinario de la comunión, cuyo servicio es tan importante; abramos nuevos horizontes de acompañamiento a los que por el dolor están unidos a la cruz del Señor. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín