Mié 21 Ago 2019
Proceso electoral y participación responsable
Por: Mons. Ismael Rueda Sierra -Se disparó ya en el país, la agitación del proceso electoral para la designación de autoridades en departamentos y municipios. Experiencia a la que nos hemos ido acostumbrando en sus diversas manifestaciones por cuánto van formando parte de la cultura política y del así llamado ejercicio democrático. Cada vez tenemos que preguntarnos sobre la madurez alcanzada a medida que pasa el tiempo y las lecciones aprendidas, sea para realizar elecciones limpias y libres como para lamentar sus vicios e incoherencias.
Es propio del sistema de la democracia, recurrir al voto para elegir representantes y autoridades. Desde el punto de vista del discernimiento de la Iglesia en su pensamiento social, ésta “aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica” (C.A. #46). Una consecuencia primera de estas características es que no se puede admitir la formación de grupos dirigentes tipo “élite restringida” que, por motivos ideológicos o intereses particulares, someten a cautividad el poder del Estado. Por eso se necesita que exista un Estado de derecho que tenga en alta consideración la dignidad de la persona humana, sus derechos y una clara concepción del bien común.
Sin embargo, es recurrente observar, para el aseguramiento del poder, el recurso a alianzas entre grupos y partidos con tal de sumar, a como dé lugar, los resultados electorales deseados. Se ve a menudo entonces, sacrificado el anhelo de los ciudadanos de tener propuestas programáticas claras, coherentes con las reales necesidades actuales y visión de futuro, para ver a cambio ofertas que “engolosinan”, de coyuntura, que una vez asegurado el poder, tampoco se cumplen. Parece contradictorio que, en el panorama político contextual de los comicios electorales, por una parte, se vea la fragmentación y multiplicación de candidatos y grupos – en busca de avales y alianzas - y por otra, la polarización del país. ¿En este escenario, qué le espera a la anhelada unidad para construir y hacer sostenible una verdadera paz?
Es deseable que los partidos organizados, que en su estructura interna deben ser democráticos, ponderados en sus análisis y propuestas, asuman la tarea de favorecer la más amplia participación y el acceso de todos los ciudadanos a las responsabilidades que definen el bien común. Es necesario por otra parte, propender por el respeto recíproco de candidatos, de la ponderada e inteligente capacidad de escucha para decantar y precisar lo que constituyen acertadas propuestas y serios programas de solución a las necesidades de los ciudadanos.
Cuánto deben influir en este último aspecto los sistemas de comunicación y los medios de información como son las redes sociales, los espacios en radio y televisión y los espacios editoriales, para evitar la plaga de las “fakes news” o informaciones falsas o falseadas que tanto daño hacen a personas y grupos, lo mismo que a la seriedad y objetividad de las mejores propuestas y programas. De ahí, el manejo necesariamente ético de todos estos procesos para asegurar su trasparencia, resultados constructivos y paso adelante para vencer violencias, fanatismos y a cambio, suscitar responsable participación ciudadana, apoyados en la verdad, la solidaridad y equidad y en últimas, para favorecer condiciones de paz. Con mi fraterno saludo.
+ Ismael Rueda Sierra
Arzobispo de Bucaramanga