Vie 9 Ago 2019
Capurganá y Sapzurro, con el dolor a cuestas de migrantes del mundo
Capurganá es un corregimiento del municipio de Acandí, del departamento del Chocó, cercano a la frontera colombo – panameña. Es un pueblo remoto y no cuenta con vías terrestres, sólo se puede acceder allí por vía aérea o marítima. Tiene alrededor de 2.000 habitantes, una bahía circular y colindante con grandes bosques.
Sapzurro está más al norte, en el área del golfo de Urabá, la habitan unos 570 personas, muy visitada por turistas extranjeros, especialmente europeos. Con una ensenada con una formación coralina y aguas cristalinas, bordeada de pequeños cerros, donde termina la Serranía del Darién. Es conocida como la esquina de América del Sur.
Ambas poblaciones turísticas tienen en común un flagelo, llevan a cuestas el dolor de muchos migrantes de América Latina, el Caribe y extracontinentales (África y Asia), se convierten en el paso de la muerte de todos aquellos que intentan atravesar las selvas para llegar a Panamá y continuar su recorrido hasta llegar a los EEUU. Es el paso más peligroso de Colombia.
Crónica de un naufragio
Aurelio Moncada es el párroco de estos dos corregimientos, luego que Monseñor Hugo Alberto Torres, obispo de Apartadó, jurisdicción eclesial a la que pertenece Acandí, le encomendara la tarea especial de acompañar a los migrantes “en tránsito” y a pescadores desde el 23 de enero de 2019, su vida ha cambiado. Han sido más de 6 meses intensos, porque precisamente a sólo 5 días de su llegada, el 28 de enero ocurrió un naufragio, en el que viajaban migrantes africanos, y de 30 personas solo sobrevivieron 10.
“Esta embarcación llevaba sobrecupo y exceso de equipaje, no cargaban chalecos salvavidas, el conductor de la embarcación y ayudantes estaban en estado de embriaguez, además que iban a mucha velocidad, eran 4 embarcaciones y una de ellas fue la que naufragó”, recordó el sacerdote.
A raíz del naufragio, se acercaron a la parroquia algunos de los sobrevivientes a pedir ayuda, entre ellos una señora de la República Democrática del Congo, quien había perdido a cuatro de sus hijos y a su marido y otra mujer de Angola que perdió a tres de sus hijos y sobrevivió solo uno llamado Manasés, su marido había quedado en Brasil.
“Con ellos grabé unos videos para los noticieros pidiendo a los gobiernos panameño y colombiano atender esta situación y ayudar a esta población en el traslado por otros medios, ya que acababan de sufrir el naufragio”, mencionó.
La tan esperada respuesta nunca llegó, incluso con el paso de los días el gobierno no tenía tampoco un protocolo para atender este tipo de situaciones, de allí que se estableció un comité de seguridad en el que el sacerdote participó y se comenzó con la búsqueda de los cuerpos, los cuales durante 8 días posteriores fueron apareciendo.
Un camposanto entre Colombia y Panamá
La mayoría de los migrantes en tránsito no conocen lo que se encontrarán en la frontera colombo - panameña, específicamente en el tapón del Darién – un área selvática y pantanosa – porque “tienen la falsa percepción que el paso entre Colombia y Panamá es algo muy sencillo, cuando al contrario es una zona muy intrincada, peligrosa, bordeadas de selvas y cerros con profundos acantilados”, indicó el padre Moncada.
“Quiero decir que las trochas, que es el camino por donde pasan los migrantes, hay que declararlo camposanto por la gran cantidad de fallecidos, tratando de cruzar el tapón de Darién, aunque no se tiene registro de ello, podemos decir que son innumerables”, señaló el presbítero.
Han sido situaciones dramáticas cuenta el padre. Sucedió con un joven cubano, robusto y fuerte, quien murió infartado subiendo uno de los cerros, “entonces las probabilidades de supervivencia pueden ser escasas para cualquier tipo de persona”, advierte Moncada.
Otro capítulo triste, camino al tapón de Darién, es el de una madre cubana que iba subiendo el cerro y su hijo cayó por un barranco, la mujer cuando baja a auxiliarlo se encuentra que su niño había muerto y en su desesperación ella se quita la vida también. “Imagínense entonces la situación psicológica por la que pasan estas personas, que se encuentran en medio de la selva en este camino tan peligroso”, ha dicho el padre visiblemente conmovido.
A todas estas ¿de quién es la responsabilidad que la gente muera por ese paso? A juicio del presbítero “aquí hay una responsabilidad muy grande” en las autoridades de los dos países, en estas rutas no hay ningún tipo de cuerpos de seguridad, “todas estas personas van por allí sin ningún tipo de protección, esto hay que considerarlo y a la vez denunciarlo porque es muy lamentable dejar solas a estas personas”.
De la mano de Cáritas
Colombia puede tener todas las herramientas para cerrar ese paso y buscar otros protocolos de protección y evitar historias lamentables en el tapón de Darién. Es en este punto cuando el cura explica que desde su llegada la atención a los migrantes la ha llevado gracias al apoyo de Cáritas Luxemburgo y Puentes de Solidaridad, a través de Cáritas colombiana, bajo el cargo de trabajador social.
“Me han involucrado en este proyecto para atender a la población migrante de tránsito, no atiendo a refugiados, porque los que pasan por Capurganá son extracontinentales o vienen de Chile o Brasil. También he atendido personas de Bangladesh, la India, africanos, haitianos y cubanos, estos últimos ya han bajado en afluencia porque Nicaragua le abrió fronteras”, ha explicado.
Por ahora no cuenta con un equipo de trabajo, pero está aunando esfuerzos en ese sentido, en este contexto el apoyo recibido desde Cáritas Luxemburgo y Puentes de Solidaridad ha sido clave, sobre todo porque cada día “están llegando muchas familias haitianas y africanas con niños en brazos, mujeres en embarazo, padres con 4 y 5 niños”.
Cuenta que se han dado casos como el de un cubano que sufrió fractura de tibia y peroné, o el de una haitiana con problemas de rodilla. Muchos de estos casos en Colombia son difíciles de atender por el difícil acceso al sistema de salud, más aún en zonas como Capurganá, donde no existen siquiera agencias bancarias o de consignación. A esto se suma que ni las autoridades gubernamentales ni las organizaciones de ayuda humanitaria pueden ayudarlos a hacer tránsito a Panamá, pues representaría un delito.
De allí que llega a la conclusión que en esta frontera colombo – panameña urge la necesidad de crear un corredor humanitario para atender este tipo de situaciones. “Las autoridades de ambos países lo saben, pero se hacen la vista gorda”, denuncia el sacerdote. Él sigue en pie, en su labor profética de anunciar el Evangelio y denunciar estas injusticias, con Cáritas y toda la Iglesia colombiana dispuestos a seguir apostando por la cultura del encuentro.
Fuente: Secretariado Nacional de Pastoral Social