Lun 12 Sep 2016
Nuestro hijo es drogadicto
Por: Mons. Gonzalo Restrepo - Hace unos días nos dimos cuenta de que nuestro hijo, el menor, es drogadicto. No queríamos creer, nos resistíamos a reconocerlo.
Le habíamos notado algunas cosas un poco raras y fuera de lo normal; sobre todo, en los últimos días ha estado muy reconcentrado, no quiere hablar con nadie, se le notan los ojos irritados y cuando habla, tiene un cierto “deje” que no es natural.
En estoy días, cuando regresé de mi trabajo, lo encontré llorando, sin consuelo, me preocupé muchísimo y me senté a dialogar con él. Me dijo que se sentía muy solo y que como había perdido el entusiasmo por el estudio, no quería hacer nada. No tengo amigos, me siento sin familia, tengo miedo y desconfianza de todos los que se me acercan, ustedes dos, papá y mamá, siempre ausentes y nunca tienen tiempo para conversar, a veces ni los veo.
Como madre, me sentí sumida en una gran tristeza y me sentí culpable. Lloré con él y los dos nos abrazamos. Seguimos conversando y yo le pregunté muchas cosas: si tenía novia, cuáles eran sus amigos, cómo se encontraba en la universidad, que hacía cuando llegaba a tan altas horas a la casa o cuando no llegaba, por qué no quería hablar con nadie, y ahora qué lo aquejaba para estar tan triste, si debía dinero, si lo estaban amenazando, en fin, quise entrar en su interior, y él, en medio de sollozos, me dijo que nada de lo que le estaba preguntando era su problema.
Mamá, me dijo, estoy perdido, me siento desprotegido y con muchos temores; creo que yo no sirvo para nada ni voy a salir con nada en la vida, nadie me quiere, estoy solo. Quiero decirte que “soy drogadicto”, me desespero cuando no tengo dinero para comprar el paquetico, y por eso les he robado a ustedes y hasta en la calle; no sé por qué no estoy en la cárcel. Lo único que no he hecho es matar, pero creo que en mi estado, estoy a un paso de ser asesino. Mentiras he dicho todas las que quieras, he engañado a muchas personas y también las he involucrado en esto.
No sé por que te estoy diciendo todo esto, porque también a ustedes mis padres les he perdido la confianza y hasta el respeto. Yo sé que los quiero mucho, pero la fuerza de la droga supera en mí todos los sentimientos y los deseos. En este momento me siento en el abismo y quisiera ayuda, pero creo que yo no seré capaz de salir adelante.
Hijo mío, le dije, tienes unos padres y unos hermanos que te hemos querido mucho. Cuenta con nosotros; y él me respondió, no mamá, no quiero que nadie sepa, papá me mataría y mis hermanos me despreciarían. Tengo miedo y desconfianza de todos. Trataremos el caso con prudencia, le dije, pero déjame ayudarte. Ahora duerme y descansa.
¿Qué haré? No lo sé. Por lo menos pude acercarme a mi hijo y me comunicó su problema. Señor dame las luces para ayudarle, muéstrame el camino para recorrerlo con él y sacarlo adelante. Toda la noche me la pasé llorando y pidiéndole al Señor que me acompañara en este momento de dolor.
Al final me tranquilicé y comprendí que empezaría a dar pasos y tuve la confianza de que saldríamos adelante. Una convicción profunda llenó mi corazón de paz: si lo acompañamos, si lo comprendemos, si no lo dejamos solo como hasta ahora, si le manifestamos el amor que le tenemos pero que pocas veces se lo expresamos, si manejamos este problema desde él y desde sus sentimientos, desde su vida y sus necesidades, desde sus temores y sus expectativas, yo creo que saldremos adelante.
Señor acompáñanos e ilumínanos en este momento de dolor para todos. Yo sé que saldremos adelante y todos aprenderemos muchísimo de esta nueva experiencia, con tal de que la vivamos unidos, en familia y con el calor de hogar y que tu presencia no nos abandone jamás.
+ Gonzalo Restrepo Restrepo
Arzobispo de Manizales