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drogas

Mié 31 Oct 2018

Crece la drogadicción

Por: Ricardo Tobón Restrepo - El consumo de drogas va adquiriendo proporciones sorprendentes y constituye ya un problema grave en nuestra sociedad. Es un fenómeno propiciado por los intereses económicos de diversos grupos, en crecimiento por la dependencia creada en tantas personas, manejado a través de un mercado bien organizado que trasciende los confines nacionales, vinculado a grupos dedicados a actividades criminales. Agrava la situación la estrategia de los traficantes de incentivar el consumo en niños y jóvenes de los centros educativos para volverlos adictos y hacerlos luego parte de sus redes. Las consecuencias de la drogadicción se van viendo cada vez más preocupantes: degenera las personas, favorece la inseguridad y la violencia, crea problemas de salud mental, aumenta el número de habitantes de la calle, obstaculiza un desarrollo integral de la sociedad. En una palabra, afecta el equilibrio síquico, la vida familiar y la realidad social de los consumidores y de muchas otras personas. Quienes usan drogas piensan que encontrarán un estimulante para vivir y en realidad llegan a situaciones lamentables, que limitan las relaciones y reducen notablemente la libertad a veces hasta anularla. Este hecho humano y social requiere un profundo análisis y acciones decididas. Sin embargo, con frecuencia hay indiferencia y hasta complicidad. Cuando se dan eventos excepcionales se aplican soluciones de emergencia, más bien que trabajar sistemáticamente en una cultura capaz de formular objetivos concretos, medios y recursos para garantizar coherencia y estabilidad en el propósito de afrontar a fondo el problema. El avance creciente de la drogadicción indica los vacíos de la planeación en las políticas y en las estrategias de lucha contra este fenómeno. La batalla contra este flagelo hay que empezarla antes que las personas sean adictas. Hay que comenzar por ser conscientes y sentirnos todos responsables para lograr dar respuestas adecuadas. Es necesario ver que la adición no puede ser concebida solamente como un problema personal, sino como una realidad que entraña una dimensión social, cultural y colectiva. Hay que entender el uso de drogas como una respuesta al malestar que generan carencias esenciales, como un modo de escapar de lo que hace sufrir. La falta de amor, de formación, de trabajo, de solvencia económica para las necesidades primarias provoca o agrava las situaciones de adición. La problemática de la drogadicción es una prolongación de la problemática social; es la consecuencia de un conjunto de situaciones negativas; la desesperación lleva a escoger caminos equivocados. La verdadera solución no es atacar la última manifestación sino ir a las causas. A la raíz del consumo de drogas está la familia, la educación, la falta de espiritualidad. Es en estos ámbitos donde hay que poner las mejores prácticas sobre prevención, lucha, tratamiento, rehabilitación y reinserción que lleven a los drogadictos a descubrir y vivir su auténtica dignidad. Dentro de un programa preventivo, hay que trabajar por la organización y estabilidad familiar, por fortalecer la salud mental de los niños y los jóvenes, por la construcción de una sociedad acogedora y equitativa. Hay que promover iniciativas en los colegios y en las parroquias para ayudar a los niños y adolescentes a encontrar el sentido de la vida, para acompañar su crecimiento, para animarlos a que superen los problemas; las respuestas que ofrezcamos después son limitadas y tardías. La atención debe ser integral tomando la persona en su totalidad y convocando toda la comunidad frente a esta urgente tarea. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 10 Nov 2017

"La dosis personal, es la dosis destructora de la familia": Obispo de Pereira

Tras los últimos hechos ocurridos en zona rural de Altagracia, en la ciudad de Pereira, donde un grupo de jóvenes resultaron intoxicados por consumir la droga LSD y Tucibí durante una fiesta electrónica, el obispo de esta zona, monseñor Rigoberto Corredor Bermúdez, se mostró preocupado e hizo un llamado de atención al Estado y a la sociedad. “Esto es un dolor, un caos, nosotros tenemos que actuar como Iglesia desde la predicación, el Evangelio y la acción pastoral. El Estado por su parte, ha de saber que abrir las puertas a las drogas, al sexo y a otras prácticas, es un camino hacia la destrucción inmensa de lo más noble y preciado que tiene la sociedad, como son los jóvenes y los niños”, afirmó el obispo. El prelado recordó que mediante Sentencia No. C-221/94 la Corte Constitucional aprobó en Colombia la dosis personal, “siendo esta decisión un hecho que ha traído destruición en las familias”. Foto: Tomada de Internet

Lun 12 Sep 2016

Nuestro hijo es drogadicto

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - Hace unos días nos dimos cuenta de que nuestro hijo, el menor, es drogadicto. No queríamos creer, nos resistíamos a reconocerlo. Le habíamos notado algunas cosas un poco raras y fuera de lo normal; sobre todo, en los últimos días ha estado muy reconcentrado, no quiere hablar con nadie, se le notan los ojos irritados y cuando habla, tiene un cierto “deje” que no es natural. En estoy días, cuando regresé de mi trabajo, lo encontré llorando, sin consuelo, me preocupé muchísimo y me senté a dialogar con él. Me dijo que se sentía muy solo y que como había perdido el entusiasmo por el estudio, no quería hacer nada. No tengo amigos, me siento sin familia, tengo miedo y desconfianza de todos los que se me acercan, ustedes dos, papá y mamá, siempre ausentes y nunca tienen tiempo para conversar, a veces ni los veo. Como madre, me sentí sumida en una gran tristeza y me sentí culpable. Lloré con él y los dos nos abrazamos. Seguimos conversando y yo le pregunté muchas cosas: si tenía novia, cuáles eran sus amigos, cómo se encontraba en la universidad, que hacía cuando llegaba a tan altas horas a la casa o cuando no llegaba, por qué no quería hablar con nadie, y ahora qué lo aquejaba para estar tan triste, si debía dinero, si lo estaban amenazando, en fin, quise entrar en su interior, y él, en medio de sollozos, me dijo que nada de lo que le estaba preguntando era su problema. Mamá, me dijo, estoy perdido, me siento desprotegido y con muchos temores; creo que yo no sirvo para nada ni voy a salir con nada en la vida, nadie me quiere, estoy solo. Quiero decirte que “soy drogadicto”, me desespero cuando no tengo dinero para comprar el paquetico, y por eso les he robado a ustedes y hasta en la calle; no sé por qué no estoy en la cárcel. Lo único que no he hecho es matar, pero creo que en mi estado, estoy a un paso de ser asesino. Mentiras he dicho todas las que quieras, he engañado a muchas personas y también las he involucrado en esto. No sé por que te estoy diciendo todo esto, porque también a ustedes mis padres les he perdido la confianza y hasta el respeto. Yo sé que los quiero mucho, pero la fuerza de la droga supera en mí todos los sentimientos y los deseos. En este momento me siento en el abismo y quisiera ayuda, pero creo que yo no seré capaz de salir adelante. Hijo mío, le dije, tienes unos padres y unos hermanos que te hemos querido mucho. Cuenta con nosotros; y él me respondió, no mamá, no quiero que nadie sepa, papá me mataría y mis hermanos me despreciarían. Tengo miedo y desconfianza de todos. Trataremos el caso con prudencia, le dije, pero déjame ayudarte. Ahora duerme y descansa. ¿Qué haré? No lo sé. Por lo menos pude acercarme a mi hijo y me comunicó su problema. Señor dame las luces para ayudarle, muéstrame el camino para recorrerlo con él y sacarlo adelante. Toda la noche me la pasé llorando y pidiéndole al Señor que me acompañara en este momento de dolor. Al final me tranquilicé y comprendí que empezaría a dar pasos y tuve la confianza de que saldríamos adelante. Una convicción profunda llenó mi corazón de paz: si lo acompañamos, si lo comprendemos, si no lo dejamos solo como hasta ahora, si le manifestamos el amor que le tenemos pero que pocas veces se lo expresamos, si manejamos este problema desde él y desde sus sentimientos, desde su vida y sus necesidades, desde sus temores y sus expectativas, yo creo que saldremos adelante. Señor acompáñanos e ilumínanos en este momento de dolor para todos. Yo sé que saldremos adelante y todos aprenderemos muchísimo de esta nueva experiencia, con tal de que la vivamos unidos, en familia y con el calor de hogar y que tu presencia no nos abandone jamás. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales