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evangelizar

Vie 1 Nov 2024

“Yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20)

Por. Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Estamos culminando el mes de octubre con la certeza de seguir avanzando en la conciencia misionera de cada uno de los bautizados, cumpliendo el mandato del Señor “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado” (Mt 28, 19). Frente a la misión llegan también momentos de incertidumbre, por las dificultades que hay que afrontar cada día, incluso el rechazo de muchos al mensaje de salvación. Frente a esta realidad, el evangelizador no ha de desfallecer, debe seguir adelante con la gracia que viene de lo alto para continuar la tarea, que no es propia, sino del Señor, y Él mismo nos ha dado la certeza que no estamos solos, pues nos ha dicho: “Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20).Evangelizar es la misión de la Iglesia y está en nuestras manos ser instrumentos disponibles para cumplir con esta tarea que le da identidad a la Iglesia. San Pablo VI así lo enseña: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (Evangelii Nuntiandi, 14), para que muchos experimenten la alegría del Evangelio y den sentido a sus vidas, como lo afirma el Papa Francisco: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium, 1).Dejar entrar a Jesús en la propia vida, en la vida familiar, es tener la garantía de que Él llega para permanecer, Él estará con nosotros todos los días, en los momentos fáciles y difíciles; en las alegrías y en la Cruz, ahí está el Señor caminando con nosotros, siendo soporte y alivio, dándonos esperanza en la tribulación. Aparecida nos ilustra esta realidad cuando afirma: “Todos nosotros como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas” (Documento de Aparecida, 30), porque Jesús camina con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos.El mundo que está sin Dios se queda sin esperanza y entra en el vacío y en la tristeza más profunda; el Señor quiere quedarse en el corazón de todos hasta el final de los tiempos, pero hay que permitirle la entrada, hay que dejarse encontrar por el amor de Dios que salva, que perdona, que purifica y llena de alegría el corazón. El Papa Francisco insiste en la alegría que da el encuentro con el amor de Dios y lo expresa así: “Sólo gracias al encuentro con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada. Llegamos a ser plenamente humanos cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora, porque si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros? (EG 8).La presencia del Señor en nuestra vida hasta el final de los tiempos, le devuelve el sentido y la alegría a la existencia humana y aún en medio de las dificultades, existe serenidad y armonía, porque mirar y contemplar el Crucificado, fuente de nuestra salvación, llena el corazón de paz. Esta realidad interior que se vive al experimentar el amor de Dios, es lo que se transmite en el nombre del Señor en el trabajo misionero, de tal manera que, no se necesita mucha ciencia humana para evangelizar, basta experimentar el amor de Dios, “si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús” (EG 120).Esta fue la experiencia de los primeros discípulos del Señor, ellos después de experimentar el amor de Dios, de inmediato salieron con gozo a transmitir lo que estaban viviendo en sus vidas y lo hacían con gozo y convicción “hemos encontrado al Señor” (Jn 1, 41), y esta es la misión nuestra: vivir el amor de Dios en la propia vida y querer extender ese amor a otros siendo auténticos misioneros del Reino de Dios, porque “todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida” (EG 121).Como creyentes en Jesucristo, sigamos en salida misionera haciendo discípulos misioneros del Señor, haciendo anuncio del Señor diciendo: “Tú eres el Cristo, envíanos Señor”, comenzando ese anuncio en el propio hogar y en el entorno en el que vivimos. Que la Santísima Virgen María y el glorioso patriarca san José, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con el mandato del Señor de ir por todas partes a hacer discípulos misioneros del Señor, con la certeza que Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf Mt 28, 20).En unión de oraciones.Reciban mi bendición.Mons. José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Dom 4 Ago 2024

05 Agosto | Lectura del santo Evangelio según San Mateo 14, 13-21

05 agosto, lunes. Semana XVIII del T.O.Mt 14, 13-21.Alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición y dio los panes a los discípulos; los discípulos se los dieron a la genteLectura del santo Evangelio según san Mateo.EN aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida».Jesús les replicó:«No hace falta que vayan, denles ustedes de comer».Ellos le replicaron:«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».Les dijo:«Tráiganmelos».Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se lo dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobra. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.Palabra del Señor.

Vie 22 Jul 2022

Evangelizar en la gran ciudad

Aparentemente, el conglomerado de millones de personas que están en las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Barranquilla y otras, haría más funcional el reunirlas para ser evangelizadas. Sin embargo, en la práctica las cosas no están siendo de esa manera y se ve con preocupación lo difícil que es congregar para anunciar el Evangelio. Queda aún la capacidad de congregar de las celebraciones eucarísticas, pero también esta asamblea está comenzando a ver las dificultades de que la gente de la ciudad llegue a los templos. Hoy en día, hay parroquias, quizás en los barrios más populares, donde los sacerdotes están viendo con desazón la dificultad o el desgano de la gente para ir a su iglesia parroquial. Hay varias causas para que el reunir a las personas para evangelizarlas se haya vuelto complejo en las grandes ciudades. La primera, quizás un enfriamiento religioso generalizado, reforzado por los efectos disgregadores de la pandemia del COVID-19. En segundo lugar, la dificultad tan grande que tienen las grandes ciudades colombianas en temas de movilidad y que hace que las personas, en su gran mayoría, tengan que madrugar absurdamente y que lleguen muy tarde a sus hogares. En esas circunstancias nadie está pensando ni en misa ni en grupo pastoral ni en nada espiritual. Esto pone también en la mesa de discusión los horarios tradicionales en los cuales funcionan las parroquias, tanto a nivel de atención al público como de las celebraciones sacramentales. También es necesario reconocer que en muchos campos la labor evangelizadora no está siendo atractiva y quizás la gran desbandada de la juventud respecto a la Iglesia sea el signo más claro y más preocupante. Las iglesias locales, arquidiócesis y diócesis, tienen en frente un reto muy grande para idear una o varias formas efectivas de congregar a los fieles. No es un tema de contenidos, pues por fortuna en la Iglesia está muy claro el mensaje de Jesús para ser transmitido. Es un problema de orden práctico. No se resuelve con la virtualidad, la cual es una herramienta más para ciertas tareas, pero la Iglesia es asamblea, congregación, encuentro. ¿Acaso habrá que redescubrir las pequeñas comunidades que dieron origen a la tarea evangelizadora en cabeza de los apóstoles? Quizás hay que volver a enviar a los discípulos de dos en dos. Sin duda, se hace necesario empoderar más y más a los laicos y asignarles lugares y comunidades a las cuales ellos pertenecen –familias, conjuntos residenciales, empresas, universidades- para que allí mismo se generen oportunidades de anunciar el Evangelio en el sitio y no en otros lugares inalcanzables. En fin, el reto tiene mucho que ver con la creatividad y requiere decisión y voluntad pastoral. Esta situación compleja de las ciudades y su respuesta al llamado de los evangelizadores, de no atenderse orgánicamente, podría tener otro efecto, además de la descristianización ya tan visible. Podría debilitar la vida vocacional de los obispos, los sacerdotes, los diáconos y también las religiosas. Podrían llegar sentirse ociosos, sin ocupación constante y provechosa para la gente y para ellos mismos. Cualquier ser humano se frustra si sus propuestas misionales no son acogidas por un número importante de personas. Ciertamente no es una situación generalizada, pero hay signos preocupantes. Será importante aprovechar las brasas aún encendidas del Evangelio en muchas personas, comunidades, instituciones de las grandes ciudades, para avivarlas y desde allí hacer reverdecer la fe y también la vida de la Iglesia. Fuente: Comunicaciones Arquidiócesis de Bogotá - El Catolicismo

Mar 22 Ago 2017

Nueva ocasión para impulsar la evangelización

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Dentro de pocos días tendremos con nosotros al Papa Francisco. Es Pedro quien viene a confirmarnos en la fe, a reforzar la unidad y a invitarnos a lanzar las redes. La Visita Apostólica del Santo Padre no es un espectáculo sino un acontecimiento de salvación, que debe hacernos sentir la alegría del Evangelio y la fuerza del Espíritu para anunciar lo que Dios va haciendo entre nosotros. Por tanto, debemos conducir todo para que sea una nueva oportunidad de comprometernos a vivir como auténticos discípulos de Cristo y como mensajeros de la vida en plenitud que él nos trajo. No podemos negar que en los últimos años ha crecido la descristianización de las personas y de la sociedad. La Iglesia viene constatando la necesidad acuciante de una nueva forma de realizar la misión. Desde el Concilio Vaticano II, pasando por el magisterio de los últimos Papas, hasta llegar a la reflexión pastoral que se ha hecho en América Latina, todo apunta a la urgencia de una nueva evangelización en la que nos jugamos la vitalidad y el futuro de la Iglesia. En ese sentido hablan Evangelii Nuntiandi de Pablo VI, Redemptoris Missio de Juan Pablo II, Evangelii Gaudium de Francisco. Aparecida nos puso en estado de misión. Pero una cosa son los grandes documentos y los proyectos que se hacen desde arriba y otra muy distinta lo que se vive a nivel de personas y parroquias, donde no siempre logran concretarse nuevos modos de vivir y anunciar el Evangelio. Hay una serie de factores que impiden un cambio radical de mentalidad y de acción pastoral para lograr lo esencial: volvernos discípulos misioneros de Jesús y transformar desde adentro los criterios y la vida de la humanidad. Sin pretender hacer una lista completa, quiero señalar algunos elementos concretos que nos pueden ayudar a dar pasos en una evangelización nueva y eficaz. 1. Es necesario comenzar siempre por el primer anuncio. Sin él la catequesis no tiene sentido y no se acepta. El kerigma que toca el corazón es indispensable para abrirse a la fe y a la conversión y para iniciar consciente y responsablemente un camino de formación en la fe. 2. Hay que asumir ya nuevas formas de vivir y expresar la fe. La pastoral de conservación es para una sociedad cristiana; por lógica, no sirve para una sociedad descristianizada. Podemos estar desperdiciando el tiempo y las fuerzas en una estructura inoperante. 3. Urge aprender a formar e integrar nuevos evangelizadores. Hay buena voluntad, pero nos vamos quedando los mismos que, agotados por el trabajo y repitiendo lo mismo, no podemos lograr algo distinto. Mientras tanto, la comunidad se debilita. 4. Es muy importante construir y propagar buenos modelos. Si vivimos radicalmente el Evangelio, si damos liderazgo a los laicos y si respondemos a las necesidades de hoy, surgen experiencias de vida cristiana que por sí mismas crecen y se multiplican. 5. Es bueno suscitar un deseo de lo nuevo. Cuando se impone el miedo a lo desconocido y la sospecha frente a lo que no sea “lo de siempre”, no damos el primer paso hacia un nuevo planteamiento en la forma de vivir para Dios y para los demás, siguiendo a Cristo. 6. Es definitivo abrirnos al Espíritu Santo. El Espíritu es quien nos conduce en una relación filial con Dios, nos da testimonio de Jesús, crea comunidad y le da poder a toda nuestra acción evangelizadora. Si le obedecemos, él pone en nosotros vida, unidad, sabiduría y fortaleza apostólica. Los tiempos de cambio cultural y social son los mejores para hacer vida el Evangelio, porque en el Evangelio se ofrece la respuesta a todo lo que no sabemos y necesitamos. La Visita del Papa es una ocasión para reencontrar y asumir la importancia de la nueva evangelización como misión propia y urgente de la Iglesia en el momento que vivimos. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 20 Jul 2017

Párroco Castrense

Por: Mons. Fabio Suescún Mutis - La Iglesia es misionera por naturaleza y su primera tarea es la evangelización que tiene como fin anunciar y testimoniar a Cristo Jesús y promover en todos los ambientes y culturas su evangelio de paz y amor, también en el mundo Militar y Policial está llamada a ser “sal”, “luz” y “levadura” nos decía el Papa Benedicto XXI al dirigirse al mundo Militar en octubre de 2006. Porque el Pueblo de Dios también peregrina en nuestros cuarteles y unidades y al frente de él están los sacerdotes párrocos castrenses. El sacerdote castrense ha de ser el hombre de la misión evangelizadora: El hombre de testimonio, el hombre de la Palabra que proclama, el hombre del ardor apostólico, el hombre de la comunidad, el hombre de la misericordia, el hombre de Dios, que al frente de su Unidad guía a sus fieles al encuentro personal con Cristo Vivo. Un sacerdote castrense es la presencia de Jesús en la Unidad. Es el que guía y cuida del rebaño del Señor. Es el buen pastor que sale en búsqueda de la oveja descarriada para volverla a su redil. Es el consejero que habla el oído del que sufre. Es la mano tendida a quien flaquea en la dura batalla de la existencia. Es el hombro en el que llora las vicisitudes de la vida. La esperanza de quienes llevan en el alma un desasosiego en la existencia. Es la voz de Jesús que dice “venid a mí los que estáis tristes que yo os aliviare”. Pero especialmente el Sacerdote Castrense es quien anuncia la buena nueva del Reino de Dios en el ámbito Militar y Policial. Su misión la realiza como nos dice el Concilio Vaticano II en su Decreto <<Christus Dominus>> 43, en aquellos hermanos que, “por las peculiares condiciones de vida, requieren una solicitud especial”, y pide a los Obispos que “ofrezcan sacerdotes idóneos para este grave cargo… y así promuevan el bien espiritual de los soldados”. Es por esto que para ser sacerdote castrense se requiere una vocación y unas cualidades que lo lleven no solo a ser auténtico sacerdote sino discípulo misionero que arda en amor a Jesús y con su ejemplo de vida haga realidad el anuncio por su testimonio. Si el Párroco Castrense es la presencia de Jesús en los cuarteles, su vida ha de ser intachable para que soldados y policías vean en él la presencia del Señor. En el mundo castrense se vive muchas veces de incertidumbres, de peligro y de muerte. El verdadero sacerdote castrense es el que comparte su vida con sus fieles, los anima, los consuela y convierte esos momentos en esperanza y fe. La guerra deja huellas permanentes en los hombres, deforma no sólo las uniones entre hermanos y naciones y desfigura a los soldados que son testigos de las atrocidades causados por los conflictos. El capellán ha de ser evangelizador de la verdad, la reconciliación y la paz. Los Militares sostenidos por los sacerdotes castrenses, pueden tener, como afirmó el Papa San Juan Pablo II el: “papel de centinelas que escrutan para evitar el peligro y promover por todos partes la justicia y la paz” (Jubileo año 2000). La expresión concreta de esta cura pastoral para los soldados es el Obispado Castrense que como cualquier diócesis es la porción del pueblo de Dios que peregrina en Colombia. Evangelicemos a nuestros Militares y Policías para que Jesús sea conocido, amado e imitado en todos los cuarteles, bases y Unidades de nuestras Fuerzas Armadas de Colombia. + Fabio Suescún Mutis Obispo Castrense de Colombia

Lun 27 Mar 2017

¡Alerta!

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Vivimos en el mundo cambios profundos. Puede decirse que esto es lo normal en una comunidad humana que va haciendo su camino histórico, que va conquistando su futuro, que va respondiendo a su dinamismo interior de vivir en permanente creación. Sin embargo, cuando el proceso de cambio no se orienta, no se conduce y no se aplica debidamente puede traer grandes traumas para la sociedad y puede llevar aun al colapso de una civilización. Es necesario, entonces, que estemos atentos y que prevengamos situaciones graves que pueden derivarse de ciertas realidades que empiezan a aparecer como verdaderas amenazas. 1. La destrucción del medio ambiente. Se dice que en diez años tendremos el 20% menos de la biodiversidad que hoy existe. Abusamos de los recursos naturales como si pudiéramos reponerlos. Nos estamos gastando el planeta y lo estamos haciendo invivible como si tuviéramos un repuesto. La destrucción de la tierra con la minería, la tala abusiva de los árboles, la contaminación del agua y del aire y tantos otros atropellos a la naturaleza están causando males crecientes e irreparables. 2. Los avances de la tecnología, junto a grandes logros, están generando también serios problemas en la estabilidad sicológica y en la convivencia humana. Se enumeran: la adición, el empobrecimiento de la comunicación, la alteración de la concentración, la reducción de la libertad y la creatividad, los desajustes sociales. Sin darnos cuenta nos están programando; las nuevas tecnologías facilitan procesos, pero todavía no crean pensamiento, no dan sentido ni orientación a la vida. Sin saberse si nos movemos en la ciencia o en la ficción, se anuncian las posibilidades y los riesgos de la inteligencia artificial. Stephen Hawking llega a decir que éste podría ser el peor y el último error de la humanidad. 3. La estabilidad institucional no siempre tiene garantías. La forma de vivir no puede ni improvisarse ni inventarse cada día. Necesitamos apoyarnos en estructuras que surgen de la misma naturaleza o de construcciones en las que la humanidad ha gastado miles de años. Ensayar irreflexiva e irresponsablemente modificaciones en temas fundamentales para la sociedad puede resultar funesto. Por ejemplo, entregar la familia a las pasiones, la educación a la tecnología, la política a fuerzas foráneas, los valores culturales a procesos inconscientes, la felicidad al placer, la vida a la superficialidad. 4. La crisis ética que es, a la vez y en buena parte, el origen y la causa de todo lo anterior. Se produce cuando no sabemos o no queremos aceptar unos criterios y valores de comportamiento indispensables en la convivencia humana. Con frecuencia la motivan ciertas ideologías, es decir, ideas que se vuelven acción al quedar recortadas y dirigidas a un determinado propósito. Luego, cuando nos circunda la confusión y los comportamientos individuales nos vuelven enemigos, queremos controlarlo todo con la represión a partir de las instituciones que también hemos dejado entrar en decadencia. Ningún control es plenamente efectivo para la libertad humana. En definitiva, estamos en un tiempo en el que disponemos de muchos medios sin saber para qué fines. 5. La ausencia de espiritualidad. Finalmente, la última causa de los grandes desequilibrios a nivel personal y social es la falta de una vida interior a partir de unas convicciones y unos comportamientos asumidos desde la dimensión transcendente de la persona humana que se relaciona con Dios. Sin Dios no hay iluminación y motivación que pongan en marcha un proyecto común, el respeto profundo a la libertad de los otros, la razón decisiva para actuar en la verdad y el bien, la esperanza para perseverar en el ser. Sin Dios, generalmente, el egoísmo corrompe todo: las ideas, las relaciones, los proyectos y la administración de los recursos. Sin Dios nos degradamos y creamos el potencial para degradarlo todo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín