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fe

Mar 11 Mar 2025

San José, modelo de santidad por la obediencia a la Voluntad de Dios

Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Celebramos el próximo 19 de marzo la solemnidad de San José, patrono de la Iglesia universal de nuestra Diócesis y de varias instituciones de nuestra Iglesia Particular. Ese día viviremos la Eucaristía con el jubileo del Seminario Mayor y Menor. Es una oportunidad para reflexionar sobre las virtudes de San José, que vamos descubriendo cada vez que nos adentramos en su misión de custodio de María y del Niño Jesús. Aquí consideramos a San José como modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, ya que escuchó lo que Dios le pedía y en silencio y con corazón limpio y disponible obedeció al plan de Dios.Hoy la obediencia es una virtud poco común en la sociedad, porque cada uno quiere defender su autonomía y su deseo de prevalecer con sus propios planes y proyectos. San José obediente a la voluntad de Dios enseña a entregar la vida, aunque no se entienda el alcance de la misión y de lo que Dios pide. Así lo expresa la Palabra de Dios: “El nacimiento de Jesús, el Mesías, fue así: su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que esperaba un hijo por la acción del Espíritu Santo. José su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto” (Mt 1, 18 - 19), manifestando aquí la incertidumbre en la que entró San José, pero con la serenidad que proviene de una vida interior contemplativa, pudo escuchar la voz de Dios.Cuando San José tiene todo decidido y su plan organizado, Dios le pide que entregue su vida a su voluntad, “Después de tomar esta decisión, el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas aceptar a María como tu esposa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado” (Mt 1, 20 - 24), sin entender obedeció a Dios en actitud contemplativa, orante y silenciosa.En la Palabra de Dios encontramos a San José como el hombre que no habla, sino que obedece. Con su obediencia lleva adelante las promesas de Dios que garantizan la llegada del Salvador al mundo para liberarnos de la esclavitud del pecado. San José habló más con el silencio que con las palabras, él aceptó la misión que Dios le confió y la cumplió totalmente en una actitud de obediencia sin límites. San José el hombre de la fe y de la obediencia, es modelo en nuestro camino de vida cristiana, que exige de nuestra parte hacer y amar la voluntad de Dios.San José con fe firme nos enseña a escuchar la voz de Dios, con la disposición de la obediencia a su voluntad, con docilidad a su Palabra. La misión que se le confiaba no era fácil de entender en el momento, sin embargo, con la simplicidad de su vida interior, supo contemplar al Señor y obedecer sus mandatos desde una vida silenciosa. Al respecto San Juan Pablo II en Redemptoris Custos (Custodio del Redentor) afirma: “El clima de silencio que acompaña a todo cuanto concierne a la figura de José se extiende también a su trabajo de carpintero en su casa de Nazaret. Se trata de un silencio que revela de manera especial el perfil interior de esta figura. Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José ‘hizo’, pero permite descubrir en estas ‘acciones’, envueltas en el silencio, un clima de profunda contemplación del misterio de Dios” (RC 25).La contemplación del misterio de Dios en una actitud silenciosa, refleja en la obediencia a la voluntad de Dios, la limpieza de la vida interior que solamente tiene lugar para las cosas del Señor, reflejando con ello que la gracia de Dios está por encima de cualquier proyecto humano. Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior, San José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a la misión que el Señor confía, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del Niño Jesús, desde que estaba en el templo en medio de los doctores de la ley escuchándolos y haciéndoles preguntas (Cf. Lc 2, 46-49).San José modelo de santidad por la obediencia a la voluntad de Dios, nos enseña a vivir la Fe sin buscar protagonismos, a vivir la Esperanza con la confianza puesta en Dios aún en los momentos de dolor, a saber, estar como María al pie de la Cruz esperando la promesa de la salvación, y a vivir en cada momento la Caridad como amor total a Dios y al prójimo en una entrega de total donación a la voluntad de Dios.La Iglesia siempre ha mirado a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo merecieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el Salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo del creyente que se santifica obedeciendo a la voluntad de Dios. Que la contemplación de la figura de San José nos ayude a todos nosotros a ponernos en camino, dejando que la palabra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser auténticos discípulos misioneros de Jesús, cumpliendo con el mandato misionero que nos pide: Sean mis testigos, por todos los confines de la tierra.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Mié 19 Feb 2025

La esperanza cambia la vida

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Hemos entrado en el Año Jubilar que el Papa Francisco ha querido orientar hacia la esperanza. La esperanza es una dimensión fundamental de la vida cristiana; por eso, la Carta a los Hebreos une estrechamente a la “plenitud de la fe” la “inmutable profesión de la esperanza” (10,22-23). Pero la esperanza responde también a una necesidad profunda de la persona y de la sociedad que, en medio de los avatares de la existencia, van haciendo un camino en el que es preciso tener un proyecto y un horizonte.En efecto, sólo la esperanza logra liquidar la angustia que puede anidar en el corazón del ser humano, proclamar valores y propósitos capaces de constituir una base segura para la sociedad, mantener presente el primado de Dios como norte indefectible en el camino. Todavía más, la esperanza cristiana, asegurando la certeza de la providencia divina que vela siempre sobre nosotros, puede proclamar que la última palabra no la tendrá el mal, que la vida es más fuerte que la muerte y que el triunfo definitivo será el del amor.Por eso, San Pedro exhorta a los cristianos a ser capaces de dar razón de su esperanza (1 Pe 3,15) y San Pablo recuerda a los Efesios que, antes de su encuentro con Cristo, estaban sin Dios y sin esperanza en el mundo (Ef 2,12). Es decir, que los dioses y mitos que tenían se contradecían, no ofrecían un sentido a la vida y, finalmente, no daban seguridad ni aliciente para el futuro. Sin Dios el mundo es tenebroso y el futuro es oscuro, pero gracias a Cristo no nos afligimos como los que no tienen esperanza (1Tes 4,13).La esperanza es un distintivo de nosotros los cristianos porque verdaderamente tenemos futuro. No conocemos los elementos particulares de lo que nos espera, pero sabemos que nuestra vida no terminará en la nada y el vacío. Sólo cuando el futuro es una realidad positiva, es vivible el presente. Por eso, el cristianismo no es sólo para comunicar una doctrina que se debe saber, sino para entrar en una vida nueva, que no está esclavizada por las promesas de falsos dioses, sino que tiene abierta la puerta oscura del futuro.Es preciso aprovechar este año para clarificar si nuestra fe cristiana conlleva para nosotros hoy una esperanza que transforma y orienta decididamente la propia existencia, si es un mensaje que moldea de un modo nuevo la vida misma o es solamente una información que a veces creemos superada por otras noticias y propuestas más recientes, si trabajamos para que sea realidad lo que nuestros padres y padrinos en el Bautismo buscaban para nosotros cuando pidieron que se nos diera la fe que lleva a la vida eterna.Tal vez hoy, para muchos cristianos, la vida eterna no aparece como una realidad deseable. No pocos están tan instalados en la vida presente, que sólo quisieran retardar lo máximo posible la muerte. Incluso, algunos pueden pensar que vivir para siempre puede resultar aburrido y finalmente insoportable. Muy distinta es la visión cristiana que considera la muerte como una liberación de las fatigas y el sufrimiento que nos ha traído el pecado, para tener de nuevo la vida en plenitud que habíamos perdido. La esperanza no puede ser una ilusión etérea o una actitud pasiva, debe convertirse en movimiento, en tarea que pone en juego la vida misma. No puede desentendernos de la realidad que vivimos y de los deberes que tenemos. Se vive la esperanza en la vida eterna construyendo cada día la tierra que Dios nos ha confiado. Dada la situación del mundo marcado frecuentemente por la injusticia, el egoísmo, la codicia, la mentira y la violencia, que ponen en cuestión aun la condición humana, es preciso hacer realidad la esperanza.Para el cristiano, la certeza de que un Dios personal abraza el universo, interviene en la historia y vela amorosamente por cada persona y la espera en su casa, no es una simple teoría. Es una certeza transformadora de la vida y, como consecuencia, empeño renovador del mundo, de las realidades sociales y económicas, de las familias y de la condición de cada persona. El Evangelio no es sólo una comunicación de cosas que se pueden saber, sino un anuncio poderoso que debe producir hechos y cambiar la vida.+Ricardo Tobón RestrepoArzobispo de Medellín

Mié 16 Oct 2024

Todos llamados al seguimiento de Jesús

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta - Avanzamos en el mes de octubre dedicado en la Iglesia a la oración, reflexión y ayuda a las misiones, con el llamado a tomar conciencia de la tarea evangelizadora de la Iglesia, que en salida misionera, sigue llamando a todos al seguimiento de Jesús.En el pasado, en la familia se transmitían las verdades fundamentales de la fe, que permitían al niño y al joven optar por el Señor; hoy la parroquia en salida misionera, debe convocar mediante el proceso evangelizador, para que el seguimiento de Jesús sea una realidad en muchos hogares y ambientes. La tarea de la Iglesia sigue siendo la de cumplir con el mandato del Señor de ir a todos para anunciarles el mensaje de salvación, la Buena Nueva del Evangelio.San Pablo VI así lo enseña cuando afirma: “No obstante estas adversidades, la Iglesia reaviva su inspiración más profunda, la que le viene directamente del Maestro: ¡A todo el mundo! ¡A toda creatura! ¡Hasta los confines de la tierra! Como una llamada a no encadenar el anuncio evangélico limitándolo a un sector de la humanidad o a una clase de hombres o a un solo tipo de cultura” (Evangelii Nuntiandi, 50). Este llamado que nos hace el Papa nos tiene que mover a todos a desarrollar la creatividad para llegar a los distintos sectores de la parroquia.Hay que salir del ámbito del despacho parroquial. En palabras del Papa Francisco, hay que tener presente llegar con la evangelización a los tres ámbitos de la pastoral: “En primer lugar el ámbito de la pastoral ordinaria, animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad. En segundo lugar, el ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del bautismo, no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. Finalmente, está el ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado” (Evangelii gaudium, 14). Revisando nuestra acción misionera en el proceso evangelizador, hemos cuidado con diligencia el primer ámbito de la pastoral, encendiendo el corazón de los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, buscando que los creyentes respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.Nos hace falta ir a buscar a los que están en el ámbito de los que no viven las exigencias del bautismo, que es un grupo amplio de fieles. Y mucho más descuidado, se encuentran los del tercer ámbito, aquellos que no conocen a Jesucristo o lo rechazan abiertamente. El mandato de la salida misionera debe abarcar el segundo y tercer ámbito, y para llegar a todos, debemos convocar a los que tenemos en el primer ámbito de la pastoral, para que se comprometan en el anuncio gozoso del mensaje de Jesucristo en todos los ambientes, recordando lo que nos dice el Papa Francisco que: “los cristianos tienen el deber de anunciar el Evangelio sin excluir a nadie, no como quien impone una obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable” (EG 14).En el credo proclamamos que la Iglesia es católica, esto quiere decir universal, y la universalidad tiene que estar en la mente del evangelizador, para llegar con la fuerza del Evangelio a todas partes. Recordemos que el Señor es quien conduce la misión; nosotros somos instrumentos que entregamos nuestra vida al servicio del Evangelio. Esta certeza nos ayuda a vencer los miedos de entrar a ciertos sectores de la sociedad y arriesgarnos a ir; aún si nos rechazan en un primer momento, no desistir en la tarea evangelizadora, ya que sabemos, vamos en el nombre del Señor y tenemos la certeza de que Él mismo nos ha dejado en el Evangelio: “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20).Esto implica tener fervor por la evangelización, que en el misionero se percibe con fuerza cuando está en gracia de Dios. Un sacerdote, un misionero en gracia de Dios, es capaz de salir de su habitual situación de confort y dar la vida por Jesucristo. No es posible ser un misionero fervoroso estando en situación permanente de pecado. Todos somos pecadores, pero lo que se espera de un sacerdote, de un misionero es que no permanezca en situación de pecado por mucho tiempo, que, frente al pecado, busque de inmediato el sacramento de la confesión, reciba el perdón, y sienta la necesidad de ir a anunciar la misericordia de Dios por todas partes.Frente a esta realidad, necesitamos comunicar que todos están llamados al seguimiento de Jesús. Queda de parte del misionero hacer vida el llamado del Papa Francisco cuando dice: “la actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera” (EG 15), de tal manera que lo tenemos que hacer presente con la salida misionera a la que estamos convocados todos, con la conciencia de que: “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).En nuestra Diócesis de Cúcuta estamos con la disponibilidad de cumplir el mandato del Señor, de convocarlos a todos para que sigan a Jesucristo que es Camino, Verdad y Vida, que nos lleva hasta el Padre Celestial. Que la Santísima Virgen María, estrella de la evangelización y el glorioso patriarca san José, fiel custodio de la fe, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo el fervor pastoral, para estar siempre en salida misionera.En unión de oraciones, reciban mi bendición.

Vie 7 Oct 2022

El nombre de la Iglesia es misión en salida

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Octubre es el mes misionero por excelencia. La Iglesia lo ha dedicado a este tema por varias razones: la primera, porque siempre es necesario que se nos recuerde que todos, en virtud del bautismo, somos llamados a la misión. Es decir, a dar testimonio de la fe recibida, fe que nos permite tener una experiencia de cercanía de Dios, fe que alimenta nuestro caminar en el mundo, fe que nos ayuda a dar un nuevo significado a la vida. Da pena, sí, constatar que para muchos esta dimensión misionera se ha perdido, y el bautismo lo hemos venido arrinconando a la intimidad de cada uno, sin ninguna repercusión en lo social y en lo eclesial. Por eso, el mes de la misión, es una maravillosa ocasión para preguntarnos: ¿cómo vivo mi bautismo? Cuando asumo un compromiso vital con otros sacramentos, como la confirmación, el matrimonio o el orden, ¿trato de compartir con los demás la alegría de la fe en Cristo Jesús? Una segunda razón es recordarnos el mandato que Jesús hizo a los apóstoles y hoy a nosotros, de ir a todas partes, a todos los pueblos, a todas las personas, para anunciarles la buena nueva de la salvación, y bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No podemos olvidar que la Iglesia católica, en el contexto global, es prácticamente una minoría. Una séptima parte de los habitantes del mundo. Por tanto, es deber de todos anunciar a los no creyentes en Cristo, y a aquellos que siendo bautizados han perdido la fe, la novedad del Evangelio, siempre nuevo, siempre reluciente, para poder asumir las realidades del mundo con esperanza. Para esto hay que orar y colaborar. Orar por las misiones y los misioneros, muchos de ellos que realizan su trabajo en medio de grandes adversidades y hasta persecuciones; y colaborar con recursos para que su tarea pueda permanecer. Y tercera razón, para que de la mano de Santa Teresita del Niño Jesús, que siendo monja de clausura carmelita fue nombrada patrona de las misiones, nos demos cuenta de que para ser misionero no es necesario hacer cosas extraordinarias. Basta que tengamos una fe sólida que nos ayude a tener una vida coherente a nuestras creencias, valientes para defender las verdades no negociables como la vida, la libertad y la familia, alegres por sentirnos amados de Dios. Según la Carta de Diogneto, un documento del siglo II, se hace misión así: “Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres… Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia es en la tierra, pero su ciudadanía es en el cielo… Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes en sus propias vidas… En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo”. Este es el tiempo de la misión sinodal. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Arzobispo Coadjutor de Cali

Mié 21 Sep 2022

¡Si tuvieran fe!

VIGÉSIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Octubre 2 de 2022 Primera Lectura: Ha 1, 2-3; 2,2-4 Salmo: Sal 95(94), 1-2.6-7ab.7c-9 Segunda Lectura: 2Tm 1, 6-8.13-14 Evangelio: Lc 17, 5-10 I. Orientaciones para la Predicación 1. Introducción En este domingo XXVII del tiempo durante el año, la Palabra de Dios nos conduce por el sendero de la esperanza y de la fe: • En medio de la angustia, siempre la fe tiene un motivo de vida. • El camino del testimonio exige velar. • La mejor súplica siempre será: Auméntanos la fe. 2. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La profecía de Habacuc, escrita muy seguramente cerca del año 622 A.C., es una llamada a mantener la fe en Dios a pesar de las dificultades y en el texto de este domingo, termina el profeta haciéndose la misma pregunta de los hombres de todos los tiempos: ¿Por qué sufren los justos y prosperan los malvados? Este texto es una invitación a no desesperar y tener fe, ya que el justo por su fe vivirá. El salmo 95(94) es el canto que anima el camino de los peregrinos que van a Jerusalén. Leído este domingo es una respuesta a la lectura de Habacuc e invita a no endurecer el corazón y no desfallecer en la alabanza. La segunda lectura aborda el comienzo de la segunda carta a Timoteo y en su mensaje pastoral invita a no avergonzarse de la fe, a velar y sobre todo a luchar contra una gran tentación presente en el camino de la fe: la cobardía. En el Evangelio de Lucas se presenta una palabra que debe ser leída en consonancia con la palabra de Habacuc que presentó la fe como respuesta a la incertidumbre. Podemos decir que el texto de este domingo se compone de dos partes definidas: Una sobre el poder de la fe (vv.5-6) y otra sobre el actuar sabiéndonos siervos (vv.7-10). La fe de la que se habla aquí es una fe que se presenta como la confianza absoluta en el poder de Dios. La parábola del siervo o la instrucción sobre el actuar como siervos establece nuevamente un parámetro para los que viven como ciudadanos del Reino de Dios: el servicio no genera privilegios en la comunidad. La actuación del creyente, de la persona de fe en medio de la comunidad se convierte en un espacio de donación y en una manera de saber dar a Dios lo que es de Dios, por eso reclama la sensatez de la humildad. 3. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La fe sigue siendo el depósito que debemos cuidar, pero no como algo que se corroe y desgasta sino como el tesoro que hace que nuestra vida siempre se acerque más y más a Jesucristo. La comunidad cristiana ve en este domingo un mensaje que toca su vida: En el contexto de este domingo, la fe se convierte en motivo de vida (1a. lectura) y en un llamado permanente de renovación por la escucha de la Palabra de Dios (salmo) pero que exige un testimonio de vida (2a. lectura). que conduce al servicio (Evangelio). El Papa Francisco en el jueves santo en la Misa de la Cena del Señor de este 2022 expresaba: “Es importante hacer todo sin interés: uno sirve al otro, uno es hermano del otro, uno hace crecer al otro, uno corrige al otro, y así las cosas deben avanzar. Para servir.” El servicio es consecuencia de la fe y se vuelve en motor para que la comunidad también sirva. Creemos para servir. 4. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hoy, el prefacio de la Plegaria DC4 nos hace resonar en el corazón lo que tiene que ser contemplar a Cristo en nuestra asamblea: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Padre misericordioso y Dios fiel. Porque nos diste como Señor y redentor nuestro a tu Hijo Jesucristo. Él siempre se mostró misericordioso para con los pequeños y los pobres, para con los enfermos y los pecadores, y se hizo cercano a los oprimidos y afligidos. Él anunció al mundo, con palabras y obras, que tú eres Padre y que cuidas de todos tus hijos. Una manera concreta de contemplar es dejar que resuene en la asamblea una frase: “Si tuvieran fe”. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Memoria del Beato Jesús Emilio Jaramillo: preparara una cartelera y unos mensajes alusivos al significado del martirio como donación. • Concluye la semana Bíblica. • Inicia el mes de las misiones; mes del Santo Rosario. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Al comienzo del mes de octubre, donde la misión de la Iglesia nos convoca en torno a la misión evangelizadora, la Eucaristía dominical nos fortalece y nos llena de entusiasmo para seguir en el camino de la fe con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Dejemos que el encuentro con los hermanos y la fuerza de este sacramento nos hagan fuertes para ser testigos en el mundo del amor de Dios. Monición a la Liturgia de la Palabra Ojalá escuchen hoy la voz del Señor. Hoy se nos hace la invitación para que podamos abrir el oído y dejarnos alimentar por esta Palabra que se va a proclamar y que nos mostrará la necesidad de la fe que se traduce en servicio. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Porque no hemos recibido un espíritu de cobardía sino de fortaleza, de amor y de templanza, presentemos al Señor nuestra oración. R/. Auméntanos la fe, Señor. 1. Padre santo, reaviva el don de la vocación en todos los ministros ordenados y en los consagrados, para que el anuncio de la fe sea firme y veraz. Roguemos al Señor. 2. Dios de la misericordia, fortalece el don de la fe en todos los gobernantes y en todas las autoridades, para que puedan llevar a cabo los proyectos en bien de la comunidad con honestidad y transparencia. Roguemos al Señor. 3. Dios que siempre regalas palabras de fe y amor, fortalece a los que sufren, regala el don de la paz y aumenta la fe de quienes han perdido la fuerza para seguir en el camino. Roguemos al Señor. 4. Aumenta, Señor, nuestra fe para que podamos perseverar en el camino de discípulos y cumplir fielmente tu voluntad. Roguemos al Señor. Presidente: Nosotros, siervos inútiles que hemos hecho lo que teníamos que hacer, te presentamos estas súplicas e imploramos tu favor en beneficio de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén

Mié 20 Abr 2022

“¡Es Verdad, el Señor ha Resucitado!” (Lc 24, 34)

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Con esta fórmula el evan­gelista Lucas resume el acontecimiento decisivo que contiene toda nuestra fe, toda nuestra esperanza y la razón de ser de la caridad, que se tiene que hacer real en nuestra vida cristia­na en este día en que celebramos la resurrección del Señor. La pro­clamación de la Resurrección de Jesús, es fundamental para dar ci­miento a la fe, tal como lo señaló el Apóstol san Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido y siguen aún sumidos en sus pecados” (1 Cor 15, 17). La Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema, la mani­festación decisiva para decirle al mundo que no reina el mal, ni el odio, ni la venganza, sino que rei­na Jesucristo Resucitado que ha venido a traernos amor, perdón, reconciliación, paz y una vida renovada en Él, para que todos tengamos la vida eterna. Si Cris­to no hubiese resucitado realmen­te, no habría tampoco esperanza verdadera y firme para el hombre, porque todo habría acabado con el vacío de la muerte y la soledad de la tumba. Pero realmente ha resu­citado, tal como lo atestiguan los evangelistas: “Ustedes no teman; sé que buscan a Jesús, el Cruci­ficado. No está aquí, ha Resuci­tado como lo había dicho” (Mt 28, 5 - 6). Él es la fuente de la ver­dadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, el camino que nos lleva a la salvación. Nuestro caminar diario tiene que conducirnos a un encuentro perso­nal con Jesucristo vivo y Resuci­tado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 3, 20), y ahora Resu­citado vive y tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo, para rescatarnos del mal que nos conduce a la muerte y darnos la verdadera vida, la gracia de Dios que nos renueva desde dentro con una vida nueva, para así conver­tirnos en misioneros del Señor Resucitado, según su mandato a los discípulos: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bau­tícenlos para con­sagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíri­tu Santo, enseñán­doles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fi­nal de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20). Así lo entendieron los primeros discípulos que vieron a Jesucris­to y lo palparon Resucitado. Pe­dro, los Apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que su misión consistía en ser testigos de la Resurrección de Cristo, por­que de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la difusión de su mensaje de salvación. También nosotros en el momento presente somos testigos de Cristo Resucitado, que como bautizados estamos llamados a llevar a cabo la misma misión de Cristo que ha venido a traer per­dón, reconciliación y paz. La primera palabra de Jesús para los discípulos fue de paz y solo esa palabra fue suficiente para que se llenaran de alegría y todos los miedos, dudas e incertidumbres que tenían quedaran atrás y se convirtieran en fuente de espe­ranza para muchos que estaban atentos al mensaje de salvación. Un mensaje de paz que contiene la misericordia y el perdón del Padre Celestial. Con este mensaje los discípulos fueron enviados a anunciar la misericordia y el per­dón: “A quienes les perdonen los pecados les quedan perdona­dos” (Jn 20, 23), de­jando la paz a todos, porque no puede exis­tir paz más intensa en el corazón que sen­tirse perdonado. Esa realidad renueva toda la vida, para que siga­mos adelante en este esfuerzo misionero de comunicar a Jesucris­to Resucitado. Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Ore­mos por nuestros enemigos, per­donemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento, es la esperan­za y la fortaleza que nos conforta en la tribulación y una vez forta­lecidos, queremos transmitir esa vida nueva con mucho entusiasmo a nuestros hermanos, a nuestra fa­milia, porque “¡Es verdad, el Se­ñor ha Resucitado!” (Lc 24, 34). La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificulta­des, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contra­riedades, los problemas familia­res, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha Resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los santos. Necesitamos esforzar­nos constantemente para estar más cerca de Jesús. Tenemos esta posi­bilidad gracias a su Resurrección. Podemos sentir como san Pablo, que dijo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). Los animo a que sigamos ade­lante, en ambiente de alegría pas­cual y gozo por la Resurrección del Señor. Que la oración pascual nos ayude a seguir a Jesús Resu­citado con un corazón abierto a su gracia y a dar frutos de fe, espe­ranza y caridad para con los más necesitados y siempre puestos en las manos de Nuestro Señor Jesu­cristo, que es nuestra esperanza y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del glo­rioso Patriarca san José, que nos protegen. En unión de oraciones, sigamos adelante. Reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Sáb 19 Mar 2022

Iglesia consagra las familias y a Colombia bajo el amparo de San José

Este sábado 19 de marzo, fiesta de la Solemnidad de San José, monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, consagró las familias y a Colombia a este Patriarca, implorando de él la paz en las familias y en nuestra nación. En una ceremonia eucarística que se realizó en la capilla del episcopado, el obispo reflexionó a la luz de la palabra sobre tres virtudes de San José, las cuales dijo “servirán para nuestra vida familiar y para toda la Iglesia”. Son ellas: San José hombre de fe, San José hombre de la ternura y San José defensor de la vida. San José hombre de fe Haciendo eco de la lectura, del apóstol Pablo en la carta a los Romanos, que recuerda la fe de Abraham, quien hizo la voluntad de Dios con su esposa Sara, así mismo dijo el prelado que “es importante pedir a San José que cada una de nuestras familias sea un santuario, una escuela de la fe, donde se viva la fe profundamente y la confianza de parte de los esposos, para lograr entender el camino que el Señor les está mostrando”. Agregó además que, “una pareja con fe es una pareja que se abre a la esperanza, una pareja con fe es una pareja que sabe que Dios tiene un plan para su familia y se dispone a caminar según su santa voluntad”. San José hombre de la ternura Al referirse a este aspecto de la ternura de José, el prelado recordó las palabras que Dios, a través del ángel, le dijo a José: "No tengas miedo, no tengas temor", éste, - agregó el obispo- “quitó el temor del corazón de José y puso la ternura, ternura que se convierte en cercanía con María y en cercanía con Jesús”. En este contexto, pidió a San José para que permita a los padres de familia redescubrir esa gran misión de ternura dentro de cada hogar, que si bien debe ir acompañada de autoridad, también sea vivida en el diálogo con las nuevas generaciones. “Le pido al Señor que, por intercesión de San José, ustedes queridos papás tengan el don de la ternura combinada con la autoridad, para que puedan defender la vida de su hogar y defendiendo la vida de su hogar puedan ustedes cumplir la misión, que como a San José el Señor les ha confiado”. San José defensor de la vida Recordó como San José, fue un gran defensor de la vida de su familia, aún en contra de todas las amenazas que padecieron. Al respecto, observó que la defensa de la vida empieza desde las familias. Asintió además, que hoy Colombia tiene distintas amenazas a la vida, desde el vientre materno y en todos los escenarios. “Lamentamos y nos dolemos cuando vemos a una Colombia que no logra salir de los conflictos militares, sociales, políticos, que causan tantas víctimas en las ciudades y en los campos colombianos”, afirmó. “Nos unimos con tantas mujeres, que han pasado por la situación dolorosa del aborto” El también arzobispo de Bogotá, envió un mensaje a todas las mujeres que han pasado por momentos difíciles para tomar una decisión en contra, incluso de la vida. “La Iglesia las ama, las sigue amando, las acoge, las comprende, les abre la puerta del corazón de la Iglesia”. “Le pedimos a San José, para que interceda ante Dios y él nos enseñe a acoger, a valorar el rostro femenino dentro de la familia, dentro de la sociedad y dentro de la Iglesia, solo así en esa combinación de la misión masculina y femenina, el hombre y la mujer y la familia entera se convertirán en defensores de la vida permanentemente, desde la fecundación hasta la muerte natural”. Durante la eucarística, monseñor Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de Bogotá y secretario general del Episcopado, realizó el acto de Consagración e impuso la bendición a una pareja y a sus hijos, indicando que “este signo llegue a todas las familias colombianas”. Así también, consagró a San José como patrono de Colombia, pidiendo de él su intercesión para alcanzar la paz y la reconciliación de la Nación. Finalmente, el directivo de la CEC concluyó con este deseo: “Que san José acompañe nuestros hogares y hoy después de la profesión de fe queremos consagrar su familia a San José y también toda nuestra Patria para que encontremos los caminos de Dios”, concluyó.

Mié 9 Feb 2022

Bienaventurados los pobres. Ay de ustedes, los ricos

SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Febrero 13 de 2022 Primera lectura: Jeremías 17, 5-8 Salmo: Sal 1, 1-2.3.4 y 6 (R. cf. 39, 5a) Segunda lectura: 1Corintios 15, 12.16-20 Evangelio: Lucas 6, 17.20-26 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En este domingo, la Palabra de Dios deja resonar en la asamblea eclesial las bienaventuranzas y las malaventuranzas como don y como límite en la vida de un creyente. El profeta Jeremías recuerda que es un camino equivocado tener seguridades vanas y lejanas del Señor. Toda bienaventuranza parte de unas convicciones concretas y la mayor bienaventuranza siempre será el recto camino de la fe en Jesucristo muerto y resucitado, como lo recuerda el apóstol a la comunidad de Corinto. Ese camino de fe, lleva a un abandono total en el Señor, que hace que un corazón pobre pueda experimentar la inmensa riqueza de la bondad del Señor. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura presenta el mensaje del profeta Jeremías en un tiempo concreto en el que el pueblo se ha dejado llevar por sus dirigentes a una confianza en alianzas y proyectos humanos, dejando de lado el verdadero camino de la felicidad que es la fidelidad del Señor a su alianza y la auténtica vida de respuesta a ese amor esponsal del Señor. El éxito de una comunidad, de una nación no puede ser otro que el que nace de vivir siempre en absoluta confianza en su Dios. En este mismo sentido, el salmo 1° plantea mucho más que dos caminos, muestra que sólo en el camino de la verdadera felicidad puede el hombre hallar su paz, porque es en la permanencia y perseverancia como se logra un auténtico camino de beatitud. La segunda lectura pone de nuevo al centro la resurrección como la gran certeza de la fe cristiana y como el único camino de la verdadera felicidad y gloria. La comunidad de los creyentes camina con esta certeza para trazar un sendero que como experiencia discipular recorre la misma suerte de Jesús y se afianza en la fe. El Evangelista Lucas después de haber iniciándola misión de Jesús y rodearlo del grupo de discípulos y apóstoles presenta lo que podría llamarse el núcleo de la enseñanza de Jesús (6,12-49). Este relato tiene un marco redaccional que parte del éxito de la misión de Jesús que es buscado por personas del Norte y del Sur del País y luego se presentan las bienaventuranzas de Lucas, que son mucho más cercanas a la fuente “Q” que las de Mateo. Las bienaventuranzas dejan ver que el Reino de Dios se comprende como un reinado de Dios allí donde las estructuras de opresión son vencidas. Es posible ser feliz en medio de la pobreza, del hambre y del llanto porque Dios libera y renueva todo con su reinado. Las malaventuranzas de Lucas contrastan con el proyecto de felicidad del Reino porque es imposible ser feliz cuando no es Dios la riqueza, cuando no es él quien sacia y cuando no es él nuestro consuelo. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En una época de luchas, de desesperanzas y de desilusiones para la humanidad, tal como fue la experiencia de muchas comunidades en medio de la pandemia, resplandece esta Palabra, que podríamos decir es un grito de esperanza y un llamado a no claudicar, es más, es el susurro de una paz que sólo puede dar el Señor y de una felicidad que contradice los ideales de felicidad de una sociedad que muchas veces opta por la ostentación, por la apariencia, por el camino fácil y corto, por las vanaglorias y los lujos pasajeros. Las bienaventuranzas gritan a las comunidades cristianas de hoy que es posible ser fiel, que es posible ser cristiano en medio del valle de las inseguridades, que es posible permanecer y perseverar aún en la oscuridad porque nuestro gozo es el Señor. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor, que no busque luces que se apagan, que mi corazón no se encierre en el egoísmo de mi propio yo, que mis pisadas sean huellas de fraternidad y no el estrépito de la destrucción del otro, que mi felicidad sea siempre el gozo de tu nombre, que no me siente en las seguridad de las apariencias sino que sepa asirme a la cruz de tu misericordia para encontrar el verdadero camino de la felicidad, que pasa por la entrega y la donación, que pasa por la aceptación activa y gozosa de tu voluntad y que trae bendiciones nuevas cada jornada. Para contemplar y hacer que la Palabra me lleve de mi yo a la construcción de un tú eclesial, es importante recordar las palabras del Evangelio: “Bienaventurados los pobres. Ay de ustedes los ricos”. Este camino en medio de una iglesia sinodal nos lleva a saber que no lo sabemos todo, que no podemos cerrarnos al rostro del otro y que sólo cuando seamos comunidad podremos ver la auténtica felicidad que sólo da el Señor. __________________ Recomendaciones prácticas: • También hoy, como el domingo pasado, puede acentuarse el Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXX Jornada mundial del enfermo, esta vez en clave sinodal. ¿Cómo hacer para que los enfermos de mi comunidad desarrollen su vocación misionera? II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa El día del Señor, nos saca de nuestra rutina semanal y nos lleva a la experiencia del encuentro con los hermanos en torno al Señor resucitado. Experimentemos la alegría de este encuentro y participemos con fe de la mesa del Señor, que nos trae la certeza de la felicidad eterna que nos da el Señor y nos invita a compartir con los demás en este camino. Monición a la Liturgia de la Palabra Cuando resuena la Palabra de Dios, nuestro corazón se llena de gozo porque nos sabemos amados por el Señor. Abramos nuestros oídos y recibamos esta que es la auténtica buena noticia de salvación. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Con el corazón de pobres, puesta nuestra seguridad en el Señor, invoquémoslo y presentémosle nuestras oraciones: R. Dios de amor, escúchanos. 1. Por el Papa Francisco, nuestro Obispo N., y todos los agentes de evangelización, para que, mostrando siempre la confianza en el Señor, comuniquen al mundo la bienaventuranza de abandonarse en las manos del Señor. Roguemos al Señor. 2. Por los líderes de todas las comunidades, para que asuman la bienaventuranza de la entrega generosa y ayuden a las personas a superar las condiciones que no dejan alcanzar la felicidad. Roguemos al Señor. 3. Por los enfermos y los ancianos, por los que han perdido tantas de sus seguridades, para que recuerden siempre que se puede ser feliz en medio de la adversidad. Roguemos al Señor. 4. Por nuestra participación en la Misión de Cristo, para que a través de nuestro camino Sinodal juntos, crezcamos en nuestra responsabilidad compartida de la misión que se nos ha confiado. 5. Por esta asamblea litúrgica, para que, llena del gozo de su Señor, no busque seguridades en cosas pasajeras y ponga toda su seguridad en los verdaderos tesoros de la existencia. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Hemos puesto nuestra esperanza en ti y queremos que como agua viva alimentes la raíz de nuestra fe, para no sucumbir en el camino. Tú que vives y reinas, por los siglos de los siglos. R. Amén.