Mar 23 Jun 2020
La hospitalidad del cristiano hace que Jesús esté presente en la vida de nuestras familias y de nuestras comunidades
Predicación Orante de la Palabra
DÉCIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: 2 R 4,8,-11.14-16a
Salmo: 89(88),2-3.16-17.18-19
Segunda lectura: Rm 6,3-4.8-11
Evangelio: Mt 10,37-42
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
• La hospitalidad del cristiano hace que Jesús esté presente en la vida de nuestras familias y de nuestras comunidades.
• La vida cristiana es exigente, implica la radicalidad del seguimiento de Cristo, cargar la cruz y seguirlo a Él.
• El bautismo nos incorpora a la muerte y resurrección de Cristo.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
La liturgia de la Palabra de este domingo nos presenta el valor de la hospitalidad y la recompensa para quienes con amor acogen a los hermanos y en ellos al mismo Señor Jesús.
La primera lectura de este domingo (2 Reyes 4,8-11.14-16), nos ofrece la imagen bondadosa y hospitalaria de una familia que ve en el profeta Eliseo un santo. La familia, que siempre lo recibía en su casa para comer, aprecia al profeta y quiere tener un detalle con él, le prepara una habitación en su casa para que pueda descansar. El profeta le anuncia a la familia que lo acoge que, dentro de un año por esta época, estarán abrazando un hijo. La recompensa a esta mujer por su hospitalidad, fue concederle la bendición de Dios, dándole un hijo, pues era una desgracia no tenerlo.
El Salmo 89, es un canto de alabanza que sugiere la alegría y la gratitud de aquella mujer y de su marido, “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”; el salmista quiere que cantemos eternamente la misericordia de Dios, que anunciemos su fidelidad, porque Él es nuestro escudo.
San Pablo dirigiéndose a los Romanos (Rm. 6,3-4.8-11), nos recuerda que todos por el bautismo somos incorporados a Cristo y a la vez, incorporados a su muerte. Pablo acude a esta imagen para insistir, en primer lugar, en la importancia del bautismo que nos configura con Cristo, y también, nos hace participar de su muerte y de su resurrección. Por el bautismo somos sepultados con Cristo y resucitados a una vida nueva. El cristiano desde el bautismo ha de morir al pecado, para hacer de su vida una total entrega a Dios, este modo de ser en el mundo produce la certeza de no morir jamás.
El evangelista Mateo (Mt. 10,37-42), expone hoy en su Evangelio el segundo discurso de Jesús, conocido como el sermón de la misión. “El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt. 10, 38). “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí” (Mt, 10, 40). Tenemos dos pasajes diferentes: en el primero el Señor Jesús afirma que seguirlo a Él exige una gran radicalidad, un amor superior al que se le puede tener a la familia, más aún, un amor que nos exige la propia vida, el que quiera seguir a Jesús debe tomar su cruz, cargarla y seguirle. En segundo lugar, el Señor Jesús promete una recompensa de parte de Dios, para los que acojan a sus enviados y misioneros. Quien se hace hospitalario con un discípulo de Jesús, recibirá en su propia casa al mismo Señor, “El que os recibe a vosotros me recibe a mí”.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La liturgia de la Palabra de este domingo, tiene un especial énfasis en la hospitalidad, virtud que nace de un corazón capaz de comprender que, si acoge a un enviado de Dios, (misionero, sacerdote, al que sufre, al pobre, etc.), Dios lo recompensará, más aún, vendrá a morar con él.
• La lectura del segundo libro de los reyes, exalta la hospitalidad de aquella familia de Suman para con Eliseo, hombre santo y agradecido. Este precioso relato nos abre a la comprensión del mensaje del Evangelio, el que acoge a un enviado del Señor tiene una valiosa recompensa, así como la familia de Suman, que era estéril, pudo abrazar a un hijo, nosotros podemos abrazar al Hijo de Dios, que viene a estar en nosotros, fruto de la generosidad y la hospitalidad para con sus enviados.
• Saber acoger a los enviados de Dios, a los profetas de hoy, a los pobres del Señor, a los que sufren, a los que se arrepienten, a los desposeídos, tiene una gran recompensa, experimentar el gozo de la presencia de Dios en su propia vida. Él habita en el que con hospitalidad cristiana recibe al mensajero del Evangelio.
• En este horizonte de ideas, podemos también deducir que el camino de la hospitalidad no es fácil, exige creer, tener fe, saber escuchar, tener capacidad para el encuentro, es una tarea que exige el reconocimiento y la aceptación de nuestro propio bautismo, de sus implicaciones, morir al pecado, al egoísmo, al creernos más que los demás y caminar hacia la vida eterna, seguros que por el bautismo hemos sido incorporados en Cristo muerto y resucitado.
• Ser discípulo misionero de Jesús tiene sus exigencias. El Señor pide hoy que lo prefieran a Él, por encima del amor a la propia familia, por encima de la propia vida. “El que encuentre su vida la perderá, y el que pierde su vida por mí, la encontrará” (Mt, 10, 39). Encontrar la vida será pues, el desafío del cristiano del siglo XXI, en medio de tantas ofertas de felicidad. El Evangelio nos interpela a todos a comprender, que la vida tiene una cuota de sacrificio y que abajarnos con humildad y verdadera conversión, es lo que nos hace agradables a los ojos de Dios y verdaderamente felices hasta la eternidad.
• Acoger a los discípulos del Señor, caminar con ellos, ser uno de ellos, implica la aceptación de las limitaciones personales, de las equivocaciones, de los prejuicios, de la falta de amor a Dios y al prójimo, todo esto nos impide ver a Jesús en la otra persona; tomar la cruz y seguir a Jesús, es ser capaz de comprender que la propia vida tiene sentido, cuando nos asociamos con los hermanos a la pasión, muerte y resurrección del Señor.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Suplicamos al Espíritu Santo, nos enseñe a acoger a los demás como al mismo Jesús. Esta es la súplica que debe brotar del corazón del bautizado que se ha configurado con Cristo muerto y resucitado.
Hoy pedimos que la hospitalidad no sea fingida, que no se haga por interés, sino que sea la actitud de todo bautizado que sabe acoger en el hermano al mismo Señor, y sabe servirle al profeta, al discípulo y misionero, al peregrino, al desplazado, al migrante, al mendigo, al que sufre. Esta hospitalidad solidaria hace que el corazón del creyente encuentre el camino de la redención, cargando con su cruz, muriendo en ella, sirviendo a los hermanos y resucitando en ella a la vida de los bienaventurados.
Acoger al prójimo como si fuera el mismo Jesús, será más adelante el motivo de nuestra propia salvación, porque: “cuando lo hicieron con uno de los más pequeños, de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí” (Mt, 25, 40). Démonos la oportunidad de abrir bien nuestros ojos para contemplar a Cristo y servirle en cada uno de nuestros hermanos.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Querido hermanos,
Hoy hemos sido invitados a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la fracción del Pan. En esta Eucaristía el Señor nos invita a la hospitalidad, a recibir con gozo a los hermanos, sabiendo que en ellos recibimos al mismo Jesús. Ofrezcamos esta Eucaristía con sentimientos de bondad y gratitud, porque Dios ha sido generoso con nosotros. Participemos con fe y alegría.
Monición a la Liturgia de la Palabra
La Palabra que se nos ofrece hoy, nos alienta a dejar salir de cada uno de nosotros los mejores valores cristianos que poseemos, dejémonos iluminar y guiar por ella. Que la palabra de Dios sea lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero. Escuchemos con atención.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Reunidos, para recordar los beneficios de nuestro Dios, pidámosle que inspire nuestras plegarias para que merezcan ser atendidas, supliquémosle diciendo:
R. Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre
1. Por la Iglesia y sus ministros, para que utilicen todos los recursos y medios de comunicación para dar a conocer la buena nueva del evangelio, Roguemos al Señor.
2. Por los gobernantes de las naciones, para que depongan sus planes personales, piensen en los más necesitados y los ayuden a mejorar su calidad de vida, Roguemos al Señor.
3. Por los enfermos y marginados para que el Señor nos permita ver en ellos a nuestro prójimo y le extendamos una mano amiga, Roguemos al Señor.
4. Por las familias que sufren la perdida de sus seres queridos a causa de la pandemia, para que el Señor las consuele y las llene de fortaleza. Roguemos al Señor.
5. Por cada uno de los que participamos de esta celebración, para que el Señor toque nuestro corazón y nos permita recibirlo a Él, con la hospitalidad practicada a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados. Roguemos al Señor.
Oración conclusiva
Que te sean gratos, Señor,
los deseos de tu Iglesia suplicante,
y concede lo que no podemos esperar por nuestros méritos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén
*(1) Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.