Lun 26 Oct 2020
Ecos del Encuentro Nacional de Pastoral Familiar
“En medio del confinamiento han sido muchos los aspectos a resaltar en el caminar de las familias, uno de ellos, en positivo, ha sido el rescatar el papel de la familia como 'iglesia doméstica'”, así lo destacó monseñor Óscar Urbina Ortega, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), durante el Encuentro Nacional de Delegados y Agentes de Pastoral Familiar, que se celebró de manera virtual para conmemorar el 50 aniversario del departamento de matrimonio y familia de la CEC.
“El primer fruto, sin duda, durante el confinamiento, ha sido redescubrir la misión de la 'célula fundamental de la sociedad y la Iglesia', espacio de creación y crecimiento de las relaciones interpersonales, refugio y protección ante las adversidades. Pero, aparecieron también los vacíos que existen en ese papel propio de la familia. La violencia intrafamiliar, la incapacidad para superar demandas individuales y comunitarias, también se manifestaron”, expresó.
Durante su intervención, advirtió que es en el hogar donde se empieza la transmisión de la fe y se aprende el abecedario del amor, la fraternidad, el perdón, la preocupación efectiva por los pobres y necesitados. “Las familias tienen necesidad de la Iglesia y son necesarias para que ella esté presente en el centro de la vida y en los diversos ambientes existenciales”.
También enfatizó cómo en este tiempo la pobreza, que ya existía en el país, se está viendo aumentada por cuenta de la emergencia sanitaria, donde el cierre de actividades productivas ha dejado en evidencia aspectos negativos como el desempleo, la precariedad en las viviendas, la deficiencia en servicios básicos de salud, agua, educación y conectividad para los trabajos tanto de estudiantes como de trabajadores.
Si bien destacó que el trabajo realizado por las familias campesinas, indígenas y afrocolombianas dedicadas a las labores agrícolas, ha sido una bendición para que no falte el pan en los hogares, también dijo que “aparecieron las desigualdades y las urgencias por no ser los poseedores de las tierras, y no tener acceso a los mercados”.
Además agregó que “muchas familias enfrentan hoy grandes dificultades: los desplazados, los migrantes, los pobres, los desempleados que no pueden llevar una vida digna. Las condiciones económicas y laborales influyen sobre la cohesión y convivencia familiar. La familia sigue siendo el camino normal de la persona como lo ha develado la Pandemia”.
El también arzobispo de Villavicencio, se adelantó a decir que después de la pandemia le esperan grandes retos a la Iglesia en materia de ‘pastoral familiar’, entre ellas la de realizar un “reengendramiento” de la familia.
“Hemos avanzado en los procesos de preparación al matrimonio, pero es preciso ayudar a las parejas a sanar sus heridas sicológicas, a discernir su misión en un mundo pluricultural que cada día transforma la imagen de familia por la crisis antropológica existente. Que se preparen para vivir el amor conyugal y familiar en lo cotidiano”, afirmó.
Finalmente, el prelado agradeció el trabajo de todas las personas que desde su testimonio, talento y profesión le han aportado, a lo largo de estos 50 años, al departamento de matrimonio y familia de la CEC.
Monseñor Vicenzo Paglia, invitado internacional
Por su parte, monseñor Vicenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida y gran canciller del Pontificio Instituto para la familia Juan Pablo II en Roma, quien intervino virtualmente en el encuentro, dijo que ciertamente el covid-19 ha puesto de relieve, a veces de manera trágica, las fragilidades internas de las familias y las dificultades sociales, pero al mismo tiempo resaltó que las familias han mostrado recursos y potencialidades inimaginables que han permitido a la mayoría de la población superar este grave momento de crisis.
“Esto me lleva a decir que, a pesar de todas las crisis por las que estamos pasando, la familia sigue siendo una dimensión decisiva del tejido social. La familia apareció una vez más de manera rotunda como el lugar de cuidado por excelencia, el lugar donde se atiende las necesidades de los demás”, asintió.
El prelado dijo que, si bien esta experiencia de la pandemia ha permitido el fortalecimiento en algunos aspectos dentro de la familia, también deja dificultades que se deben enfrentar. “Muchas familias cristianas son hoy un lugar de profunda y verdadera catequesis de testimonios excepcionales para no ceder a la tristeza y la desesperación, pero junto a esta riqueza, sin embargo, no podemos olvidar las muchas dificultades a las que se ven expuestas las familias en un momento tan difícil”.
Mencionó aspectos como la crisis económica generada por el Covid-19 y los efectos devastadores en las familias que ya padecen condiciones de pobreza graves; el tema de la violencia doméstica, especialmente contra las mujeres; el aumento de los embarazos entre las mujeres jóvenes; y el abandono de los ancianos. “El covid-19 nos recuerda que, desafortunadamente, nuestras familias pueden ser verdaderos infiernos que no le importan a nadie”.
Una teología de la familia es indispensable y urgente
Para este obispo, la cultura del ‘hiper individualismo’ que se está viviendo hoy, invita a proponer una fuerte reflexión sobre la familia, su vocación y misión en el mundo contemporáneo que pueden ser guiadas, entre otras, por la exhortación apostólica ‘Amoris laetitia’ (La alegría del amor). “Estamos llamados a emprender nuevas perspectivas teológicas y pastorales, porque desafortunadamente la reflexión que se hace hoy sobre la familia como tal, es débil”. Explicó que desde el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, se está proponiendo elaborar un nuevo plan de estudios donde se pueda rescatar la densidad humana y cristiana de la institución familiar. “Es indispensable iniciar una nueva reflexión teológica si queremos que el trabajo pastoral encuentre un nuevo vigor”.
Giro eclesiológico para entender la Iglesia como familia de Dios
Explicó que el Papa Francisco, en la exhortación ‘Amoris laetitia’, llama a una profunda renovación de la Iglesia. “Hoy en día las iglesias, todas las iglesias, no pueden llevar a cabo la tarea que Dios les ha asignado en relación con la familia, sin asumir ellas mismas los rasgos de una comunión familiar”. Por lo que insistió que cuando la iglesia habla de familia, en realidad se refiere primero a sí misma, en este sentido, cuando habla de pastoral familiar, significa hacer familiar a toda la iglesia.
Afirmó que, si bien las familias tienen la responsabilidad de comunicar al mundo el Evangelio, también ellas requieren de la ayuda y guía de los ministros ordenados. A este respecto dijo que a menudo dentro de la Iglesia se carece de una formación adecuada para hacer frente a los complejos problemas actuales de las familias y pidió que se preste una atención renovada a la formación de los seminaristas.
Por último, se refirió a la relación que debe existir entre las familias y las comunidades parroquiales, asintiendo que es importante hacer una reflexión frente al tema. “Hoy, por desgracia, estamos siendo testigos de una brecha a menudo profunda que separa a las familias de la comunidad cristiana” (…) Podríamos decir que las familias no son muy eclesiásticas porque a menudo están encerradas en sí mismas y las comunidades parroquiales no son muy familiares porque a menudo están atrapadas en una burocracia desesperante. Lo que nos llevaría a decir que no se trata de revisar la pastoral familiar, sino de transformar toda la pastoral en una perspectiva familiar”.