Pasar al contenido principal

José Libardo Garcés Monsalve

Lun 1 Dic 2025

Preparémonos para la celebración del nacimiento de Jesús

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta - En este domingo comenzamos el tiempo de Adviento que tiene una doble característica: en primer lugar, es el tiempo de preparación para la celebración del nacimiento de Jesús, solemnidad que conmemora la primera venida del Hijo de Dios en la carne, cuando Jesús se hace uno de nosotros, “y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14). Al mismo tiempo, nos hace que todos dirijamos la atención a esperar la segunda venida de Cristo, un tiempo de esperan¬za, que nos hace poner los ojos en el cielo, donde está nuestra meta, para que un día lleguemos al lugar donde participaremos de esa gloria del Padre, en el encuentro con el Señor cara a cara y lo hacemos recibiendo el mandato del Señor para este nuevo año pastoral, con el lema: vayan y hagan discípulos.La historia de la salvación que tiene el acontecimiento central en el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo y que en el cumplimiento de su misión en esta tierra culmina con su regreso al Padre en la gloriosa Ascensión al cielo, nos deja un encargo misionero: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20).Esta certeza ha acompañado a la Iglesia a lo largo de toda su historia y en cada celebración de la navidad vuelve a resonar en nuestro corazón, al prepararnos paso a paso para la segunda venida del Señor. De la presencia permanente del Señor debemos sacar un impulso renovado en la vida cristiana, con el deseo interior de caminar desde Cristo y con Cristo, en un proceso de conversión permanente que es transformación de la vida en Él.La evangelización que vamos a realizar a lo largo de este año pastoral que comenzamos, celebrando los 70 años de nuestra Diócesis, tiene como objetivo hacer que Jesús se quede en el corazón de muchas personas, para que, al celebrar el nacimiento de Jesús, cada creyente tenga un nuevo nacimiento para tener la vida eterna, porque “el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 3). De tal manera, que el proyecto pastoral tiene a Jesucristo como centro a quien “hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas” (Novo Millennio Ineunte, 29); por eso, cada año nos preparamos en este tiempo de Adviento cantando con entusiasmo, “ven Señor Jesús” (1Cor 16, 22).El Hijo de Dios que se hizo hombre por amor al ser humano, sigue realizando su obra en nosotros, por eso tenemos que disponer el corazón para convertirnos en testigos de su gracia y también ser instrumentos de ese don para los demás. Prepararnos para celebrar el nacimiento de Jesús, es contemplar al Señor que nos invita una vez más a ser sus testigos: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 8). De tal manera que tenemos la experiencia del nacimiento de Jesús en nuestra vida y lo transmitimos con gozo a los demás: “¡cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que en definitiva, ‘lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos’” (Evangelii Gaudium, 264). Esta es la gran noticia que transmitimos a los demás con fervor y pasión por el Evangelio, “para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva” (EG, 264).El mandato misionero nos introduce en el misterio mismo de la Encarnación, invitándonos a tener el fervor y el ardor para comunicar ese mensaje, así como lo hicieron los primeros cristianos. Para ello, tenemos la certeza que contamos con la fuerza del mismo Espíritu que fue enviado en Pentecostés y que nos entusiasma hoy a comunicar el mensaje de salvación, animados por la Esperanza en Jesucristo que no defrauda y que lo trasforma todo y hace nuevas todas las cosas. Contemplemos en cada una de estas semanas a Jesús que viene a salvarnos, abramos el corazón a Dios y dispongámonos con corazón limpio a celebrar este tiempo, como un momento de gracia para caminar con Cristo, siguiéndolo a Él que es camino, verdad y vida que nos lleva hasta el Padre (Cf. Jn 14, 6).Como creyentes en Cristo tenemos la misión de ser reflejo de la luz de Cristo, que iluminó la noche de Belén donde nació Jesús como “luz del mundo” (Jn 8, 12) y nos pidió que fuéramos luz para los pueblos, “ustedes son la luz del mundo. Brille su luz delante de los hombres de modo que, al ver sus buenas obras, den gloria a su Padre que está en los cielos” (Mt 5, 14). Cumpliendo así, el mandato misionero que será posible si nos abrimos a la gracia que nos trae este tiempo de Adviento y nos hace hombres nuevos en Jesucristo Nuestro Señor, quien está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf. Mt 28, 20), mientras que anhelamos su segunda venida. Que la Santísima Virgen María, madre de la Esperanza y el Glorioso Patriarca San José, custodio del niño Jesús, alcancen del Señor la gracia de vivir este tiempo en la espera gozosa del Señor.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 24 Oct 2025

Recibirán la fuerza del Espíritu Santo para que sean mis testigos

Por Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta - Avanzamos en este mes de octubre consagrado por la Iglesia para reflexionar y orar por las misiones en todo el mundo, conscientes del mandato que hemos recibido del Señor de ser sus testigos por todos los confines de la tierra: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Mt 28, 19 - 20), misión que estamos realizando en nuestra Diócesis de Cúcuta durante este mes, en el desarrollo del Proceso de Evangelización con el lema: sean mis testigos, vayan y hagan discípulos.Del mandato del Señor nadie queda excluido, ya que todo bautizado es un discípulo misionero, que tiene la misión de comunicar a otros la experiencia de Jesucristo, dando testimonio de Él con la vida y anunciándolo con las palabras. Así lo expresa el Concilio Vaticano II cuando afirma: “todos los fieles cristianos donde quiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo, y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos con la confirmación, de tal forma que, todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre (Cf. Mt 5,16) y perciban, plenamente, el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres” (Ad Gentes 11), para llevar a la salvación a los que están cerca, a los alejados y a los que rechazan abiertamente a Jesucristo (Cf. Evangelii Gaudium 14).La misión esencial de la Iglesia es evangelizar y lo realiza para convocar a todos en torno a Jesucristo y formar comunidad que en plena unión con Dios y con los hermanos pueda dar testimonio del Evangelio en todos los ambientes y lugares en los que se encuentra un cristiano, que, iluminado por el Espíritu Santo transmite la fe a otros. Así lo enseña el Concilio Vaticano II: “el Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo por la semilla de la Palabra y proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la fe en los corazones, cuando engendra para una vida nueva en el seno de la fuente bautismal a los que creen en Cristo, los congrega en el único Pueblo de Dios que es ‘linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido por Dios’” (AG 15).El primer ambiente para transmitir la fe es el propio entorno familiar y de trabajo, donde cada uno tiene la tarea de anunciar el Evangelio, “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de nuestra propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20), periferias que pueden estar a nuestro lado e incluso en nuestro propio corazón, porque son lugares físicos y existenciales donde aún no ha llegado la Palabra de Dios y el mensaje de Jesucristo no ha inundado la existencia y por eso la salida misionera en la que estamos empeñados ayudará a fortalecer una vida nueva en Jesucristo que nos da la gracia de vivir en comunión con todos.La salida misionera que tenemos por mandato del Señor, no es algo añadido a la misión evangelizadora de la Iglesia, sino que hace parte del proceso evangelizador de la Iglesia que se acerca, que es capaz de llegar a todos, para comunicarles con alegría el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. El Papa Francisco nos decía que: “la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera que la sienten llenos de admiración los primeros que se convierten al escuchar predicar a los Apóstoles cada uno en su propia lengua en Pentecostés. Esa alegría es un signo de que el Evangelio ha sido anunciado y está dando fruto” (EG 21), que genera una vida nueva en quienes escuchan y reciben con gozo el primer anuncio, para luego profundizarlo en el proceso que podemos vivir en la comunidad cristiana y comunicarlo con fervor y alegría a los hermanos.La alegría de predicar el Evangelio brota de una experiencia con Jesucristo vivo en nuestro corazón y que está en medio de la comunidad, to¬mando conciencia que este gozo no lo podemos dejar encerrado en nuestra vida, sino que lo tenemos que comunicar. La salida misionera no es ir muy lejos de nuestro entorno, algunos tendrán vocación específica para hacerlo y saldrán fuera de los confines de su propio territorio, pero en el caso de la mayoría de los bautiza¬dos la salida misionera es renunciar al propio individualismo y egoísmo que ahogan a la persona, para salir a comunicar el mensaje de Jesucristo comenzando por la propia familia, donde en ocasiones se hace difícil ser misionero de Jesucristo.Terminar el mes de reflexión y oración por las misiones no es culminar la tarea, pues estamos en estado permanente de misión como nos lo ha pedido el Concilio: “esta misión continúa, y desarrolla a lo largo de la historia la misión del mismo Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres. La Iglesia debe caminar por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino de Cristo” (AG 5); por eso, los animo a todos en la Diócesis de Cúcuta a continuar con el anuncio gozoso de la persona, el mensaje y la palabra de Nuestro Señor Jesucristo, siempre en salida misionera y con la alegría de hacer nuevos discípulos misioneros del Señor. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José alcancen del Señor el fervor misionero y en el desarrollo del proceso pastoral de nuestra Diócesis podamos recibir con gozo el mandato del Señor: sean mis testigos, vayan y hagan discípulos.En unión de oraciones, reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 8 Sep 2025

Trabajar por la paz es la misión prioritaria de la Iglesia

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- El Plan Evangelizador de nuestra Diócesis de Cúcuta para este mes de septiembre tiene como lema: “sean mis testigos, trabajen por la paz”, con el momento significativo de vivir la jornada de oración y reflexión por la paz, que se celebra en esta semana que comienza y que tiene como propósito que cada uno siga afianzando el fervor y celo pastoral en un trabajo comprometido por la paz, siendo testigos de este don precioso que recibimos de Dios y que tenemos la misión de transmitir a los demás. Así lo expresaba el Papa Francisco: “dar la paz está en el centro de la misión de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana” (Mensaje por la paz, 2019).Desde el bautismo todos somos discípulos misioneros del Señor y esto conlleva la tarea de trabajar por la paz en todos los ambientes donde vivimos. Trabajar por la paz presupone que reine en nuestro corazón la unidad, que no haya división interna, que el corazón esté limpio, para poder transmitir la paz que viene de Dios como un don. No es la paz como la que busca el mundo, que en muchos casos es más un negocio que pide beneficios para quienes la proporcionan; sino que es un maravilloso regalo que Jesucristo ha ganado con su Sangre y que nos quiere dejar para vivir en unidad y comunión. “La paz les dejo, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar” (Jn 14, 27), que implica trabajar intensamente por tener en la vida a Nuestro Señor Jesucristo príncipe de la paz.Cuando nuestra vida personal y familiar tiene a Jesucristo en el centro, brota del interior el deseo de trabajar y construir la paz. Esto se logra, resolviendo las dificultades y conflictos desde lo que nos enseña el mismo Jesús en el Evangelio, que es lo opuesto a toda violencia y división: “han oído que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. Así serán dignos hijos de su Padre del cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5, 43 - 45). Esta es la tarea de todo cristiano y la misión prioritaria de la Iglesia en el anuncio gozoso del evangelio de Cristo.Jesucristo ha puesto su morada entre nosotros para devolvernos la paz perdida por el pecado y conducirnos a la paz verdadera, llamando a todos los que están dispersos y divididos para que lleguen a la comunión como don de Dios. Su misión la ha cumplido desde la cruz, clavado en el madero nos devolvió la paz con Dios, cuando nos otorgó el perdón misericordioso, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), que implica dejarnos limpios de todo pecado y libres de toda división que nos separa de Dios y liberados de odios, resentimientos, rencores, venganzas que destruyen nuestras relaciones familiares y comunitarias y hacen que la paz comience a debilitarse y morir.Un bautizado que tiene un corazón libre de odios y rencores, que está limpio en su interior, es capaz de dejar entrar a su vida las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, que ponen al creyente en perfecta comunión con Dios; cosechando en su corazón como fruto maduro las demás virtudes que rigen la vida del creyente y lo ponen en actitud de acogida del hermano, incluso del enemigo y del que causa ofensas permanentemente.La limpieza de corazón permite el acercamiento al otro como el buen samaritano que limpia las heridas de odio, resentimiento, rencor y venganza que hay en el corazón del prójimo para llevarlo hasta Dios a que cuide de Él y sane sus heridas. Esa es la esperanza del discípulo de Cristo, quien en su nombre anuncia el Evangelio de la paz en todos los ambientes donde vive.Todos queremos la paz y hacemos grandes esfuerzos por conseguirla, pero tenemos que tener conciencia que no es posible recibir la paz si estamos de espaldas a Dios. El Papa Francisco así lo mencionaba: “debemos buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca. El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto” (Mensaje por la paz, 2020). En este trabajo intenso y desde el corazón, tenemos la certeza de un premio: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará sus hijos” (Cf. Mt 5, 9), sabiendo que el Padre de todos es solamente Dios, y no se puede entrar a formar parte de su familia, si no vivimos en paz entre todos por medio de la caridad fraterna, trabajando por crear armonía y unidad en nuestro entorno.Este año estamos viviendo el jubileo de la esperanza, pidamos a Jesucristo príncipe de la paz que no se apague en nosotros los creyentes el deseo por conseguir la paz, en este sentido “la esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables” (Mensaje por la paz, 2020). De nuestra parte tengamos la disposición de trabajar por la paz con limpieza de corazón, esta es la clave para vivir perdonados, reconciliados y en paz en nuestras familias y en la sociedad, para que hoy y siempre cumplamos con el mandato del Señor: sean mis testigos, trabajen por la paz, que nos conduce a participar de la gloria del Señor, porque seremos llamados sus hijos (Cf. Mt 5, 9).En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 25 Ago 2025

Peregrinos de la Esperanza: “vayan y hagan discípulos” (Mt 28, 19)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Hemos vivido en nuestra Diócesis de Cúcuta el segundo congreso del PEIP (Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular) con el lema: Peregrinos de la Esperanza “vayan y hagan discípulos” (Mt 28, 19), que ha tenido como tema: la acción catequética en el Proceso Evangelizador de la Iglesia, donde hemos reflexionado sobre la evangelización desde una nueva mentalidad, respondiendo al llamado constante que la Iglesia nos hace a la conversión y en este caso a la conversión pastoral, reconociendo que “evangelizar no es, en primer lugar, llevar una doctrina; es, ante todo, hacer presente y anunciar a Jesucristo” (DC, 29).El llamado permanente que nos hizo el Papa Francisco a ser Iglesia en salida misionera es nuestro compromiso en la Diócesis de Cúcuta, que se ha abierto a ir por todas partes, cumpliendo con el mandato del Señor “vayan y hagan discípulos” (Mt 28, 19), convirtiéndonos en evangelizadores con impulso misionero y pasión por la evangelización; esto brota de un corazón con espiritualidad misionera, impulsado a transmitir el Evangelio de Jesucristo. Así lo afirma el Directorio para la Catequesis: “la espiritualidad de la nueva evangelización se realiza hoy por una conversión pastoral, mediante la cual la Iglesia es invitada a realizarse en salida, siguiendo un dinamismo que atraviesa la Revelación y situándose en un estado permanente de misión” (DC, 40).Este mandato del Señor “vayan y hagan discípulos” (Mt 28, 19) es para todos los bautizados, que hemos experimentado el amor de Dios en Jesucristo que nos ha salvado desde la cruz y que nos invita como Resucitado a comunicar esa verdad por todas partes. “Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos discípulos y misioneros, sino que somos siempre ‘discípulos misioneros’” (EG 120). Tenemos la tarea de anunciar a otros la alegría del Evangelio.Esta misión la cumple cada uno de los bautizados en el ambiente y lugar en el que se encuentra; su presencia y testimonio de vida se convierten en una acción misionera, que habla de Jesús a quienes se encuentran en su entorno. El Papa Francisco hizo este llamado con insistencia cuando afirmó: “la nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones” (EG 120).De tal manera, que la tarea es prioritaria y comienza en este hoy de nuestra historia diocesana, que celebra sus 69 años de evangelización por todos los lugares de nuestra Iglesia Particular.El segundo congreso del PEIP nos ha dejado el llamado a vivir la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la manera como pensamos y realizamos la pastoral (Cf. DA 368), que tiene que fundamentarse en la acción catequética, que rompa los esquemas de catequesis que traemos hasta el momento. Esto necesita de la conversión pastoral, que nos permita mirar la catequesis como un proceso. En este sentido “la conversión pastoral exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370).Nuestro punto de partida tiene que ser una sincera conversión personal, pastoral y de las estructuras, de acuerdo con lo que nos enseñan los documentos de la Iglesia, para avivar el espíritu misionero: “este impulso misionero debe llevar a una reforma de las estructuras y dinámicas eclesiásticas, para que todas se vuelvan más misioneras, es decir, capaces de vivir con audacia y creatividad tanto en el panorama cultural y religioso como en el ámbito de toda persona. Cada bautizado, como ‘discípulo misionero’ es sujeto activo de esta misión eclesial” (DC 40), que significa “salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).Nuestra misión está en la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo que nos ha dicho “vayan y hagan discípulos” (Mt 28,19), conscientes que la fuerza interna para evangelizar proviene del Espíritu Santo a quien reconocemos como primer protagonista en la tarea del anuncio del Evangelio (Cfr. EN 75) y que el mismo Jesús nos lo ha prometido: “ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y en Samaría hasta los extremos de la tierra” (Hch 1, 8).Recibamos este mandato misionero que el segundo congreso del PEIP nos ha reforzado con el lema: Peregrinos de la Esperanza “vayan y hagan discípulos” (Mt 28, 19) y dispongámonos a transmitir el Evangelio de Jesucristo con mucho fervor pastoral. Que la intercesión de la Santísima Virgen María y la custodia del Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor la gracia para cada uno de nosotros, de una auténtica conversión pastoral, para ir en salida misionera a anunciar el mensaje de la salvación por todas partes, cumpliendo con el mandato del Señor: Sean mis testigos.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 1 Nov 2024

“Yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20)

Por. Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Estamos culminando el mes de octubre con la certeza de seguir avanzando en la conciencia misionera de cada uno de los bautizados, cumpliendo el mandato del Señor “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado” (Mt 28, 19). Frente a la misión llegan también momentos de incertidumbre, por las dificultades que hay que afrontar cada día, incluso el rechazo de muchos al mensaje de salvación. Frente a esta realidad, el evangelizador no ha de desfallecer, debe seguir adelante con la gracia que viene de lo alto para continuar la tarea, que no es propia, sino del Señor, y Él mismo nos ha dado la certeza que no estamos solos, pues nos ha dicho: “Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20).Evangelizar es la misión de la Iglesia y está en nuestras manos ser instrumentos disponibles para cumplir con esta tarea que le da identidad a la Iglesia. San Pablo VI así lo enseña: “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (Evangelii Nuntiandi, 14), para que muchos experimenten la alegría del Evangelio y den sentido a sus vidas, como lo afirma el Papa Francisco: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium, 1).Dejar entrar a Jesús en la propia vida, en la vida familiar, es tener la garantía de que Él llega para permanecer, Él estará con nosotros todos los días, en los momentos fáciles y difíciles; en las alegrías y en la Cruz, ahí está el Señor caminando con nosotros, siendo soporte y alivio, dándonos esperanza en la tribulación. Aparecida nos ilustra esta realidad cuando afirma: “Todos nosotros como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas” (Documento de Aparecida, 30), porque Jesús camina con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos.El mundo que está sin Dios se queda sin esperanza y entra en el vacío y en la tristeza más profunda; el Señor quiere quedarse en el corazón de todos hasta el final de los tiempos, pero hay que permitirle la entrada, hay que dejarse encontrar por el amor de Dios que salva, que perdona, que purifica y llena de alegría el corazón. El Papa Francisco insiste en la alegría que da el encuentro con el amor de Dios y lo expresa así: “Sólo gracias al encuentro con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada. Llegamos a ser plenamente humanos cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora, porque si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros? (EG 8).La presencia del Señor en nuestra vida hasta el final de los tiempos, le devuelve el sentido y la alegría a la existencia humana y aún en medio de las dificultades, existe serenidad y armonía, porque mirar y contemplar el Crucificado, fuente de nuestra salvación, llena el corazón de paz. Esta realidad interior que se vive al experimentar el amor de Dios, es lo que se transmite en el nombre del Señor en el trabajo misionero, de tal manera que, no se necesita mucha ciencia humana para evangelizar, basta experimentar el amor de Dios, “si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús” (EG 120).Esta fue la experiencia de los primeros discípulos del Señor, ellos después de experimentar el amor de Dios, de inmediato salieron con gozo a transmitir lo que estaban viviendo en sus vidas y lo hacían con gozo y convicción “hemos encontrado al Señor” (Jn 1, 41), y esta es la misión nuestra: vivir el amor de Dios en la propia vida y querer extender ese amor a otros siendo auténticos misioneros del Reino de Dios, porque “todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida” (EG 121).Como creyentes en Jesucristo, sigamos en salida misionera haciendo discípulos misioneros del Señor, haciendo anuncio del Señor diciendo: “Tú eres el Cristo, envíanos Señor”, comenzando ese anuncio en el propio hogar y en el entorno en el que vivimos. Que la Santísima Virgen María y el glorioso patriarca san José, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con el mandato del Señor de ir por todas partes a hacer discípulos misioneros del Señor, con la certeza que Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf Mt 28, 20).En unión de oraciones.Reciban mi bendición.Mons. José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Mar 20 Ago 2024

Caminar con Jesucristo en el anuncio del Evangelio

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el desarrollo del Proceso de Evangelización de la Diócesis de Cúcuta, este mes de agosto lo dedicamos a la fiesta diocesana, para hacer memoria de los Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, agentes de pastoral y fieles, que han hecho historia de salvación caminando desde Cristo en el anuncio del Evangelio, comprometidos por llevar la Palabra de Dios a todos los confines de la Diócesis, cumpliendo con el mandato misionero que el Señor nos ha dejado: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).La certeza que nos da Jesús de estar con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos, ha acompañado a la Iglesia durante más de dos milenios, y a nuestra Diócesis durante 68 años de trabajo evangelizador y se ha avivado ahora en nuestros corazones con el compromiso misionero de todos los evangelizadores, quienes, ahora estamos al frente de esta misión que realizamos en el nombre del Señor.La fuerza inspiradora para seguir en salida misionera predicando el Evangelio la recibimos del mismo Jesucristo, con quien queremos tener un encuentro personal, para salir a anunciar aquello que hemos visto y oído y lo experimentamos en nuestra vida transformada por la gracia de Dios, conscientes que el Evangelio es la propuesta del Señor, que está con nosotros cada día de nuestra vida en el esfuerzode traer al redil a las ovejas que se encuentran perdidas. Para esto tenemos que renovar el corazón, porque el programa ya está en la persona de Jesucristo. Así nos lo enseña san Juan Pablo II: “No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (Novo Millennio Ineunte 29).Todos los evangelizadores tenemos la tarea de centrar nuestra vida en Jesucristo y caminar con Él en las personas más pobres, necesitadas y alejadas. Se hace necesario el anuncio del Evangelio en la vida diaria, persona a persona, en medio de la informalidad del diario vivir, así lo propone el Papa Francisco cuando nos dice: “Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, la plaza, el trabajo, o en un camino” (Evangelii Gaudium 127).Al celebrar la fiesta diocesana a lo largo de este mes, se trata de fortalecer en cada uno el compromiso misionero, que comienza en su ambiente familiar y luego pasa a otros escenarios de la vida diaria, pero también nos comprometemos con el estado permanente de misión que estamos viviendo en los sectores de cada una de las parroquias, visitando constantemente a los iniciados en la fe, con el fin de darles a todos el contenido fundamental de la evangelización como nos lo enseña el Papa Francisco: “En la evangelización se trata de recordar siempre el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad. Es el anuncio que se comparte con una actitud humilde y testimonial de quien siempre sabe aprender” (EG 127).El anuncio fundamental de la evangelización tenemos que profundizarlo cada día en la oración contemplativa, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, mirando y contemplando el Crucificado. Sin la oración el trabajo que se realiza se convierte en acción social y activismo desgastante. Con el poder de la oración nuestro quehacer pastoral es anuncio de Jesucristo. El Papa Francisco así lo insiste en su magisterio cuando afirma: “Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales y pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga” (EG 262).Como bautizados seguimos comprometidos en la Diócesis de Cúcuta con la iniciación cristiana de muchos bautizados para fortalecerlos en la fe, esperanza y caridad y hacerlos discípulos del Señor y misioneros en la Iglesia, para gloria de Dios y salvación nuestra y de nuestros hermanos; que lleguemos a decir juntos: Tú eres el Cristo, condúcenos al Padre. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor todas las gracias y bendiciones necesarias, para vivir la misión evangelizadora en nuestra Iglesia Particular en salida misionera, caminando con Cristo en el anuncio del Evangelio.+José Libardo Garcés Monsalve Obispo de Cúcuta

Mié 29 Jun 2016

Papa Francisco nombra obispos para Soacha y Málaga Soatá

El Papa Francisco ha nombrado como obispo de Soacha a monseñor José Daniel Falla Robles, hasta ahora obispo auxiliar de Cali y al padre José Libardo Garcés Monsalve, hasta el momento párroco de la Catedral Nuestra Señora del Rosario y Canciller en la arquidiócesis de Manizales como obispo de Málaga Soatá. Monseñor José Daniel Falla Robles nació en Bogotá el 7 de octubre de 1956. Recibió la Ordenación Sacerdotal, de manos del entonces Arzobispo de Bogotá, Cardenal Mario Revollo Bravo, el 28 de noviembre de 1992. El 15 de abril de 2009 Su Santidad Benedicto XVI lo nombró Obispo titular de Calama y Auxiliar de la Arquidiócesis de Cali y fue ordenado en la Catedral Primada de Colombia el 20 de junio de 2009. La XCIII Asamblea Plenaria de julio de 2012 lo nombró Secretario General de la Conferencia Episcopal y la XCIX Asamblea Plenaria de julio de 2015 lo reeligió. [icon class='fa fa-download' link='']DESCARGA HOJA DE VIDA[/icon] El padre José Libardo Garcés Monsalve nació en Aguadas (Arquidiócesis de Manizales) el 26 de septiembre de 1967 y fue ordenado Sacerdote el 27 de noviembre de 1993 para la Arquidiócesis de Manizales. [icon class='fa fa-download' link='']DESCARGA HOJA DE VIDA[/icon]