Lun 16 Ene 2017
¡Gozo, alegría, esperanza y unidad!
Las lecturas en este día nos hablan de gozo, de alegría, de esperanza, de luz grande para los pueblos, de unidad. Todo ello es expresión de la salvación que sólo Dios nos puede ofrecer. Deseosos de recibir estos dones, escuchemos con atención lo que nos dice el Señor.
Lecturas
[icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Is 8,23b - 9,3 [/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 27(26),1.4.13-14 (R. 1a)[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 1,10-13.17[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 4,12-23 (forma larga) o Mt 4,12-17 (forma breve)[/icon]
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon]
¿Qué dice la Escritura?
La primera lectura, del profeta Isaías, nos trae un oráculo de esperanza. El Señor anuncia el gozo, la alegría y la libertad, después de un período cargado de desolación, guerra y división. La imagen más elocuente tiene que ver con el contraste entre la oscuridad y la luz; y se llega a esta última sólo por la acción salvífica de Dios.
En la misma línea, el salmo 26 nos habla de la acción de Dios con imágenes vivas: “El Señor es mi luz y mi salvación,…es la defensa de mi vida”. Es un salmo de confianza, que invita a esperar en el Señor con gozo y con ánimo decidido.
La segunda lectura es una invitación a la unidad. La hace el apóstol Pablo a una comunidad en la que ha penetrado con fuerza la contraposición entre diversas facciones: “unos de Pablo, otros de Apolo, otros de Pedro”. Por eso, habla de los peligros de las divisiones y del sectarismo. Frente a ellos, la conciencia clara debe ser que Cristo no está dividido.
La escena evangélica nos presenta tres momentos del inicio del ministerio público de Jesús: Una introducción teológica de este ministerio, el llamado a la conversión y la elección de los discípulos.
Podemos decir que esta imagen de apertura a la misión de Cristo contiene, en sí mismo, la alegría del Evangelio, es la inauguración del reinado de Dios que se acoge con la conversión del corazón.
¿Qué me dice la Escritura?
La Palabra hoy nos pone delante la alegría del Evangelio, el gozo de la acción salvífica del Señor, así como la luz y la libertad que sólo encontramos en él.
Frente a este acontecimiento mesiánico único y maravilloso, el Señor nos pide una actitud de acogida; ¿cómo? En primer lugar, con el reconocimiento de la luz que disipa las tinieblas; ver esa luz grande. Esta imagen tiene mucha fuerza en las lecturas de hoy. Cristo es la luz del mundo, lo dirá él mismo (cf. Jn 8,12); y continuará: “el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
En segundo lugar, es una exigencia responder con la confianza puesta absolutamente en él. No nos salvará nadie más, hay que esperar totalmente en la bondad y en la misericordia del Señor.
Y, en tercer lugar, respondemos con la conversión de nuestra vida. Acoger el reinado de Dios es volver realmente a él, orientados por el atractivo de su gracia.
En una palabra, como lo sugiere el Evangelio, se trata de ser sus discípulos y misioneros.
¿Qué me sugiere la Palabra para decirle a la comunidad?
¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz! (cf. Is 52,7) Como lo hace la Palabra, que es viva y eficaz, debemos presentar a nuestras comunidades el gozo, la alegría, la salvación, la libertad que provienen del amor de Dios.
Recordemos que el Papa Benedicto XVI nos insistía en el atractivo y belleza del Evangelio. Esta Buena Nueva es luz y es roca firme.
Pero también, es necesario que hagamos conscientes a nuestras comunidades de lo que significa acoger el reinado de Dios en nuestra vida, para experimentar la alegría del Evangelio.
El llamado que Jesús hace a los discípulos lo hace también hoy a cada uno y a la comunidad. Es la misma invitación de Aparecida, la cual debe resonar hoy con renovado vigor: “Formación de los discípulos misioneros, para que nuestros pueblos en él tengan vida”. Sí; en el discipulado misionero podemos vivir la promesa salvífica del Señor.
No se puede olvidar finalmente, la invitación a la unidad que nos ha hecho San Pablo. El discipulado no solo es vocación sino también con-vocación. Las divisiones, las rivalidades, el sectarismo impiden o retrasan la tarea de la Evangelización. Sólo podremos ser testigos de la alegría del Evangelio cuando estamos unidos.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon]
La Palabra nos debe impulsar en este día hacia esa luz que encontramos en la Buena Nueva. Sin duda que también hemos pasado y aun experimentamos el poder de las “sombras” en muchas situaciones. Nuestras familias, nuestras comunidades, nuestro país, sólo podrán salir de la oscuridad avanzando hacia la luz que es Cristo.
Pero también hemos de darnos cuenta de la insistencia en la formación de los discípulos misioneros. No es una cuestión sólo de cursos o de conocimientos académicos, sino de una experiencia del encuentro con el Señor.
Hay que acoger el Reino de Dios. Y para ello tenemos que escuchar el llamado a la conversión. Hoy nos tenemos que preguntar ¿qué pasos hemos de dar?, ¿cómo acogemos mejor la luz de Dios?, ¿qué conversión nos pide el Señor?
Y hay una insistencia particular: vivir la unidad. Hay que acabar con todas las rivalidades, las divisiones, los grupismos y los sectarismos. No debe haber ni motivos ni espacios en la Iglesia para luchar unos contra otros.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon]
La Eucaristía es el banquete de la unidad; ella edifica la comunidad eclesial. En este domingo hemos de pedir al Señor que nos fortalezca en la unidad, de modo que superemos todas las divisiones y rivalidades; también porque en ella está la fuerza de la Evangelización, según la afirmación del mismo Señor: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21).
[icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon]
Insistir en la imagen más elocuente que presenta la liturgia de la Palabra para este día, y que tiene que ver con el contraste entre la oscuridad y la luz; y se llega a esta última sólo por la acción salvífica de Dios.
Se podría colocar en cartelera la frase: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
Pudiera sugerirse la Plegaria Eucarística IV, con su prefacio propio, p. 456 del Misal, ya que presenta un sumario de la historia de la salvación.
Tener presente que esta semana, el miércoles 25, es la fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol.