Mar 22 Sep 2020
“Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera”
VIGÉSIMOSEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
27 de septiembre
Primera lectura: Ez 18,25-28
Salmo: 25(24),4-5ab.6-7. 8-9 (R. cf. 6a)
Segunda lectura: Flp 2,1-11
Evangelio: Mt 21,28-32
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
En esta reflexión la Palabra de Dios puede abordarse desde tres puntos de vista:
• La justicia de Dios y la justicia humana. El profeta Exequiel expone el principio de justicia que existía entre los judíos, que juzgan de injusto ante lo que les manda Dios. Este principio de justicia se muestra en el Evangelio de Mateo mediante el ejemplo de los hijos que son encomendados a realizar una tarea por su padre.
• El Señor, Camino, Verdad y vida. El salmista 25(24), ora al Señor, para que rija sus caminos, para que lo instruya rectamente, para que le enseñe la verdad. Es el sendero de quien sigue al Señor.
• El ejemplo de Jesús de humildad y unidad con la Encarnación. La carta del apóstol San Pablo a los filipenses, manifiesta la ejemplaridad de Jesús, que siendo Dios se humilló para salvar a la humanidad; a partir de este testimonio paradigmático, el Apóstol invita a la comunidad y todo oyente de la Palabra a que incorpore en su vida los mismos sentimientos de humildad que vivió Jesucristo.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Se desea hacer una aproximación al primer punto propuesto sobre la justicia de Dios y la justicia humana. El profeta Ezequiel muestra en el capítulo 18 un proverbio que se había vuelto común para juzgar a las personas: “los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera” (Ezequiel 18, 2). En otras palabras, que los hijos sufren las consecuencias del pecado de sus padres. El Profeta Ezequiel en su tiempo supera el adagio, diciendo que cada persona asume la responsabilidad de sus actos; es decir, los hijos no cargarán con las consecuencias de los errores que hayan cometido sus padres o su generación.
Sin embargo, la comprensión de la justicia de Dios, no es comprendida por los seres humanos, y atañen que el proceder de Dios es injusto. El texto avanza en un paso más, y es que si alguien que ha llevado una vida disoluta y se convierte se salvará; también, al contrario, quien ha sido bueno y no persevera hasta el final se condenará.
La perícopa del Evangelio según San Mateo 21, 28-32 pone en labios de Jesús una sencilla parábola que ejemplariza y da plenitud al proverbio y muestra el proceder justo de Dios Padre para con sus hijos. El hijo que en un principio dice obedecer el mandato de su Padre de manera inmediata, al final no hace la voluntad del Padre; al contrario, el hijo que en un principio expresa no obedecer a su Padre, al final se arrepiente y cumple la voluntad de su Padre. Las consecuencias se desencadenan en una aparente ley de contrarios, porque quien dice si y luego dice no, se condena; en cambio, quien dice no y al final se arrepiente y dice sí, se salva.
Es más, el Evangelio concluye con una caracterizaron de estas personas, que debió escandalizar a los judíos piadosos, y que sigue escandalizando a los creyentes de hoy; puesto que no se trata de un juicio genérico de personas, sino que nombra unas categorías de personas que llevan una vida disoluta: publicanos y rameras, pero que al escuchar la palabra de Dios, creen, se convierten, se arrepienten, cambian de conducta y se salvan; mientras que quienes se tienen por justos y creyentes, ni viendo a Jesús creen ni se arrepienten. Llama la atención que el texto no habla de condena, si no, que las prostitutas y publicanos llegan antes al Reino de Dios.
Todavía hay un elemento más que presenta el texto que da pie a un profundo discernimiento, y es que los publicanos y las rameras, se convierten no porque Jesús les haya predicado; sino por la predicación y el testimonio de Juan el Bautista, quien caminaba en justicia; mientras que los sumos sacerdotes y los ancianos del Templo ni viendo a Jesús creen, ni se arrepienten, ni se convierten.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
Todavía hoy en nuestra sociedad se mantiene la concepción religiosa de este proverbio: “los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera” (Ezequiel 18, 2); cuando se piensa o se siente que una persona no ha podido superar algún sufrimiento o enfermedad se asocia a alguna especie de castigo que viene de la generación de su familia. El criterio evangélico llama la atención en cuanto asumir la responsabilidad de los propios actos sin echarle la culpa a los demás.
Existen dos actitudes que se pueden presentar en el ser humano, la persona que empieza siendo buena y termina haciendo el mal; y la actitud opuesta, la persona que empieza actuando mal, se convierte y termina siendo buena. Entre el tema del bien y el mal hay un puente: la perseverancia. Hay una indicación profunda no simplemente a asumir unos cuantos actos de bondad, sino todo lo contrario a perseverar haciendo el bien. San Pablo en la II carta a los Corintios 12, se interroga, porqué queriendo hacer el bien actúa el mal, manifestando la ambigüedad del corazón humano, pero a la vez, invita a vencer el mal a fuerza de bien con la Gracia de Dios.
La Parábola del Evangelista Mateo pone la justicia de Dios en un puente de relación familiar entre la obediencia de los hijos a su Padre, indicando, en el fondo, la relación con Dios Padre y nosotros sus hijos. La justicia de Dios pasa por la obediencia; pero no simplemente una obediencia que se profesa con los labios, sino con las acciones, con el testimonio, con la vida; de nada me sirve decir Señor, Señor, y no cumplo, no hago la voluntad de Dios. La auténtica justicia cambia, se transforma cuando se hace la voluntad divina.
El otro elemento que destaca esta parábola, es que no debemos juzgar a las personas por sus apariencias, ni condenar a las personas porque lleven una vida disoluta, desordenada y hasta pecadora, debemos orar por ellas y ayudarles en su conversión; ya que hasta los publicanos y prostitutas se convierten; y tener cuidado con las personas que se creen buenas, pero van acumulando pesares, van arrugando el corazón y se van llenando de pesares a tal punto que amargan su vida y terminan actuando mal. Dice un adagio popular: no hay mal que por bien no venga, perseveremos haciendo el bien y venzamos el mal a fuerza de bien que, a su tiempo, la perseverancia en el bien actuar, dará su fruto.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Supliquémosle al Señor, nos asista con la gracia del Espíritu Santo para que, actuando en justicia, podamos hacer la voluntad de Dios, sin juzgar a las personas por sus apariencias, y que se puedan convertir, crecer y perseverar en el bien obrar.
El encuentro con Jesucristo transforma la vida, no basta leer la Palabra y escucharla, hay que vivirla y actuarla con el buen testimonio. En el diario vivir se debe orar por la conversión de los pecadores y la perseverancia en el bien obrar hasta el final de nuestros días, dejando al juicio misericordioso de Dios la salvación de las almas, pues como dice el adagio popular: caras vemos, corazones no sabemos.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
La Eucaristía es el sacramento del amor donde Cristo, se nos entrega en su Palabra que es Justicia y, en su Cuerpo y Sangre, que es alimento, que ayuda a transformar la vida de pecado en obras buenas que nos conducen a la vida eterna. Vivamos este encuentro fraternal, escuchando su Palabra y alimentándonos con su Cuerpo y Sangre.
Monición a la Liturgia de la Palabra
Escuchar la Palabra de Dios, dispone la mente y el corazón a actuar el bien, y resistir al mal, además anima a obedecer para actuar en la justicia de Dios. Venciendo al mal a fuerza de bien, escuchemos con fe y atención.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Dirijamos a Dios Padre, las súplicas que como hijos le confiamos, y digámosle animados:
R. Padre, de bondad escucha y ten piedad
1. Por la Iglesia y sus ministros para que, en el ejercicio de la predicación de la Palabra, actúen obedeciendo a Dios y actuando con justicia y verdad. Roguemos al Señor.
2. Por los gobernantes de las naciones, para que iluminados por los dones del Espíritu Santo, dirijan los destinos de los pueblos en beneficio de la construcción del bien común. Roguemos al Señor.
3. Por los abogados, congresistas, legisladores, para establezcan leyes justas que ayuden a fortalecer en el bien a las personas que se hayan equivocado en el camino de la vida. Roguemos al Señor
4. Por las familias, especialmente por los padres, para que en la educación de sus hijos les ayuden a discernir el bien del mal y sepan escoger la voluntad de Dios. Roguemos al Señor.
5. Por nosotros aquí reunidos, para que, fortalecidos por la gracia, seamos capaces del bien actuar en medio de las contradicciones que nos presenta el mundo. Roguemos al Señor.
6. Por los moribundos, especialmente los que se encuentran afectados por la pandemia, para que al final de sus días, alcancen el arrepentimiento de sus pecados y la justicia misericordiosa de Dios. Roguemos al Señor.
Oración conclusiva
Dios Padre, justo y misericordioso,
atiende estas súplicas que te presentamos, con fe y alegría.
Por Jesucristo Señor Nuestro.
R. Amén