Lun 23 Mayo 2022
La paternidad y maternidad: vocación a custodiar la vida
Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el mes de mayo veneramos de manera especial a la Santísima Virgen María, Madre del Niño Jesús y con Ella celebramos con alegría la misión de las madres, que han permitido la vida de sus hijos, protegiendo, defendiendo y custodiando la vida humana en todas sus etapas. Asistimos a un momento histórico en el que la maternidad llega a considerarse un obstáculo para la realización de la mujer, sin embargo, es exactamente lo contrario, la maternidad es una vocación que viene del Señor, con la misión de custodiar la vida humana como regalo de Dios.
En este orden de ideas, celebrar el día de la madre es reconocer una vocación y una misión que está inscrita por Dios en el corazón de cada mujer y que realiza plenamente con la vocación y misión del padre, que a ejemplo de San José custodia la vida del nuevo ser que se gesta en el seno materno. El Papa Francisco así lo expresó en Amoris Laetitia cuando dijo: “Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y armoniosa. Respetar la dignidad de un niño significa afirmar su necesidad y derecho natural a una madre y a un padre” (AL 172).
Cada mujer ha recibido de Dios la vocación de acoger la vida, abrazarla, protegerla, darla a luz, alimentarla, sostenerla, acompañarla y de esa manera realizar su vida como mujer y madre, que descubre la belleza del nuevo ser humano que va creciendo y desarrollando su ser de manera integral, con la ayuda, la compañía y la custodia del padre, que da al hijo la capacidad de enfrentarse al mundo. De esa manera paternidad y maternidad se complementan y aportan al crecimiento y desarrollo de la vida humana. Así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “La madre, que ampara al niño con su ternura y compasión, le ayuda a despertar la confianza, a experimentar que el mundo es un lugar bueno que lo recibe, y esto permite desarrollar una autoestima que favorece la capacidad de intimidad y la empatía. La figura paterna, por otra parte, ayuda a percibir los límites de la realidad, y se caracteriza más por la orientación, por la salida hacia el mundo más amplio y desafiante, por la invitación al esfuerzo y a la lucha” (AL 175).
Paternidad y maternidad hacen parte de la vocación y misión del ser humano para conformar familia y para generar la vida humana, que se recibe en el hogar como don de Dios y que hay que respetar, custodiar, proteger y cuidar en todas las etapas de la existencia del ser humano. El cuidado paterno es tan importante como el materno y juntos contribuyen al desarrollo armónico del niño. Así lo expresa el Papa Francisco: “Un padre con clara y feliz identidad masculina, que a su vez combine en su trato con la mujer el afecto y la protección, es tan necesario como los cuidados maternos. Hay roles y tareas flexibles, que se adaptan a las circunstancias concretas de cada familia, pero la presencia clara y bien definida de las dos figuras, femenina y masculina, crea el ámbito más adecuado para la maduración del niño” (AL 175).
De todo esto se desprende que la familia tal como Dios la quiso desde el principio, un padre, una madre y unos hijos, contribuye a construir persona y sociedad en armonía y equilibrio, dando a cada nuevo ser lo suficiente para su crecimiento y desarrollo sano, que permita en un futuro relacionarse con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo que lo rodea de manera sana y estable.
Esto constituye un reconocimiento de la paternidad y la maternidad como una contribución a la formación de la sociedad, porque “una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana, porque la madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral” (AL 174), pero una sociedad sin padres, sería carente de tenacidad y capacidad para la lucha; un matrimonio sin hijos, sería como un jardín sin flores, porque “el amor siempre da vida. Por eso, el amor conyugal no se agota dentro de la pareja. Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de si mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre” (AL 165).
Estamos llamados a fortalecer la familia como célula fundamental de la sociedad y como Iglesia doméstica, donde se genera, se protege, se defiende y se custodia la vida humana. “La familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios” (AL 166).
Que al celebrar en este mes de mayo a la Santísima Virgen María y al glorioso Patriarca san José, podamos reconocer la paternidad y la maternidad como una vocación y misión para custodiar la vida humana en todas las etapas.
Que a ejemplo del hogar de Nazaret, podamos fortalecer nuestras familias con vocación a la generación y acogida de la vida, que ayuda a fortalecer la fe, la esperanza y la caridad, en el ejercicio de nuestra vocación y misión.
En unión de oraciones, sigamos adelante. Reciban mi bendición.
+ José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de la Diócesis de Cúcuta