Pasar al contenido principal

migrantes y refugiados

Mar 1 Oct 2024

El grito de los Migrantes y Refugiados

Por Pbro. Rafael Castillo Torres - Este domingo, 29 de septiembre, la Iglesia universal celebra la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado bajo el lema “Dios camina con su pueblo”, precisamente porque, como nos ha dicho el Papa Francisco en su mensaje para esta jornada, “muchos emigrantes experimentan a Dios como compañero de viaje, guía y ancla de salvación. Se encomiendan a él antes de partir y a él acuden en situaciones de necesidad. En él buscan consuelo en los momentos de desesperación”.Como Pastoral Social/ Cáritas colombiana vemos, en esta jornada, una gran oportunidad para agradecer a Dios e ir consolidando todas las acciones que nuestras parroquias, comunidades, instituciones, servicios diocesanos y ‘Comunidad de Protección’, han venido realizando por nuestros hermanos migrantes y comunidades de acogida, a partir de las cuatro acciones que nos ha sugerido el Papa Francisco: Acoger, Proteger, Promover e Integrar.Acciones que evidenciamos en los muchos espacios de convivencia, formación, incidencia y reflexión que se tienen con ellos; en los encuentros con distintos actores que, igualmente, sirven y acompañan tanto de la institucionalidad como de la cooperación; en la riqueza de los intercambios comunitarios y buenas prácticas de organizaciones de migrantes, así como en los momentos de oración y celebración con ellos, en los cuales hemos aprendido que, con el aporte de todos, que es pobreza compartida, acontece en su pueblo, un Dios salvador que multiplica y hace crecer los dones que sostienen la esperanza.Las experiencias de caridad en la frontera, expresadas en los encuentros y contacto directo de los señores obispos de Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá y Centro América y, más recientemente, el encuentro de obispos de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, así como las visitas y acciones conjuntas a las rutas migratorias del Tapón de Darién, tanto en Necoclí como en el Vicarito Apostólico del Darién en Panamá, en Riohacha, Cúcuta e Ipiales; el acompañamiento cercano del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede y de las Nunciaturas Apostólicas de nuestros países; los mensajes recibidos de manera directa de parte del Papa Francisco y el acompañamiento que hemos realizado a esa otra frontera de mar territorial del Vicarito Apostólico de San Andrés y Providencia en límites con Nicaragua y cercanos a Costa Rica, ruta de migración riesgosa en la que igualmente han desaparecido embarcaciones y personas, nos ha mostrado, no solo la magnitud del fenómeno sino también su complejidad.Un consenso práctico de estos esfuerzos sinodales de frontera ha sido el compromiso de abordar este desafío global, tanto en lo social como en lo eclesial, desde los criterios pastorales que nos ha dado el Papa Francisco: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte, sencillamente porque todo está conectado.Igualmente, estos encuentros, dadas las experiencias encontradas y las escuchas realizadas nos han colocado ante la urgencia de remontarnos al origen de nuestra solicitud pastoral por nuestros hermanos migrantes y refugiados. Solicitud que tiene su origen cuando se da a luz la vida humana, en un grito. Un grito que escuchamos en el Tapón del Darién y en las aguas del Caribe; en Rumichaca y en Arauca; en Riohacha y en Cúcuta y que todos sentimos en carne propia. Es una solicitud pastoral que no nace ni de una teoría ni de una doctrina en particular, sino de esa larga y compleja madeja de gritos y de “ayes” de hermanos migrantes y refugiados que van clamando, mientras caminan desde el sur hacia el norte.Como Iglesia hemos tomado la decisión de responder a esos gritos. Queremos incidir en una legislación justa en nuestros Estados; en la codificación de normas si hacen falta; en la concreción de pactos y protocolos, porque creemos que todas ellas son posteriores a esa instancia primordial del “escuchar” y “sentir” el grito de quien se ha convertido en víctima, de quien ha sido despojado de su dignidad o de sus derechos. Es un gran aprendizaje que nos ha dejado el acompañamiento cercano del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.Nuestra pastoral de la movilidad humana, y en particular nuestro acompañamiento a las familias migrantes y refugiadas, ha de partir siempre, no de una declaración o un instrumento jurídico, sino de una experiencia, de un dolor ajeno sentido como propio. Si tenemos que buscar una expresión que sea anterior y que permita trascender toda posición religiosa, “neutral” o ideológica, una expresión que permita que la exterioridad irrumpa en nuestro mundo íntimo y nos movilice hacia una opción por la justicia y los derechos humanos con este pueblo en marcha, nos tenemos que remitir a la protopalabra, la exclamación o interjección de dolor, consecuencia inmediata del traumatismo sentido.El ¡AY! de dolor producido en las familias migrantes y refugiadas por la realidad de sus países, por la trata de personas, así como por las estructuras mafiosas que han hecho de su tragedia un negocio, nos están indicando de manera inmediata no algo sino alguien. El que escucha el grito de dolor queda sobrecogido, porque el signo irrumpe en su mundo cotidiano e integrado, el sonido, el ruido casi, que permite vislumbrar la presencia ausente de alguien en el dolor. “He escuchado el clamor que le arranca su opresión (al pueblo)” (Ex 3,8); “... y lanzando un gran grito, expiró” (Mc 15,37). El grito, antes que la palabra, es quizá el signo más lejano de lo ideológico. Es el límite de la revelación humana y divina, que situándose fuera del sistema lo pone en cuestión. Es un grito que nos ha puesto en camino en la certeza de que Dios camina al ritmo de su Pueblo.Pbro. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana

Jue 28 Jul 2022

Acoger a los migrantes, una posibilidad para crecer como humanidad

En el ámbito de la campaña de comunicación promovida por la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede, con motivo de la 108ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el domingo 25 de septiembre, se ha publicado un videomensaje del Santo Padre. "¿Cómo podemos favorecer un encuentro enriquecedor con los migrantes y refugiados?". Lo pregunta el Papa Francisco tras reiterar que "la presencia de migrantes y refugiados representa una gran oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos" y que "por eso, es esencial promover el diálogo intercultural e interreligioso y construir el futuro sobre valores comunes" En el cuarto videomensaje de la campaña de comunicación de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, se reflexiona sobre la contribución cultural y espiritual que los migrantes y refugiados pueden aportar a las comunidades que los acogen. Un ejemplo es el testimonio de la familia francesa de Bertrand Gorge, que desde hace varios años abre las puertas de su casa para acoger y dar la bienvenida a los refugiados, una experiencia de intercambio que ha enriquecido humanamente a toda la familia. Cada uno está invitado a responder a la pregunta planteada por el Santo Padre enviando su propia contribución, con un breve vídeo o una foto, a media@migrants-refugees.va o respondiendo directamente en los medios sociales de la Sección Migrantes y Refugiados. Todo el material de la campaña de comunicación puede encontrarse en la página dedicada a ello en el sitio web y puede descargarse, publicarse, utilizarse y compartirse libremente.

Jue 19 Nov 2020

CELAM y Red Clamor presentan la investigación ‘Pies para que te tengo’

El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y la Red CLAMOR presentaron el informe ‘Pies para que te tengo’, con el fin de recopilar testimonios de las personas refugiadas y migrantes de Venezuela, visibilizar sus sentimientos, los desafíos que han tenido que enfrentar y la fortaleza con la que los han afrontado. El informe ofrece además una serie de recomendaciones para promover la protección y el desarrollo integral de personas refugiadas y migrantes en las comunidades de acogida.“Superemos la barrera de la indiferencia, creemos conciencia sobre el valioso aporte que las personas refugiadas y migrantes venezolanas hacen al país que las acoge”, destacó el arzobispo Gustavo Rodríguez, presidente de la Red Clamor. “Aprendamos a tirar los muros que nos separan y a crear puentes de encuentro para enriquecernos unos con otros”. El Informe aborda, en cuatro tramos de una travesía, las oportunidades, los retos y los riesgos a los que se exponen y viven las personas venezolanas refugiadas y migrantes durante las rutas de tránsito y en las diferentes ciudades de acogida. Contempla una metodología de consulta participativa a través de entrevistas individuales y grupos focales de discusión con personas refugiadas y migrantes de Venezuela, así como entrevistas a actores claves que forman parte de la respuesta en los diferentes países de acogida. Como resultado de la investigación, la Red CLAMOR hace una serie de recomendaciones, entre ellas lograr una mayor sinergia entre las organizaciones de la Iglesia católica que atienden a personas en movilidad humana, con los organismos de las Naciones Unidas y otras instancias nacionales e internacionales, para juntos promover el desarrollo integral de las personas refugiadas y migrantes. “En el marco de la III Jornada Mundial de los Pobres, esta publicación nos recuerda la importancia del valor de la compasión y la solidaridad hacia las personas que han tenido que dejar su país en búsqueda de una vida digna y segura”, recalcó monseñor Miguel Cabrejo, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Los más de 200 testimonios de personas refugiadas y migrantes de Venezuela en diferentes países de América Latina mencionaron retos en común como la xenofobia y la discriminación, obstáculos en su acceso a derechos e integración social, y dificultades para su inclusión laboral. La pandemia expone además a las personas refugiadas y migrantes de Venezuela a dificultades y riesgos de protección aún mayores, ya que muchos han perdido sus fuentes de ingreso y, en ocasiones, sus hogares, exponiéndolos a la indigencia, el desalojo forzado, la explotación, la violencia de género y el abuso, entre otros. ‘Pies para que te tengo’ reúne experiencias de personas extraordinarias y resilientes que compartieron sus historias de sufrimientos, miedos, pero sobre todo de lucha. Una compilación de memoria histórica, con la esperanza de dejar huella en muchos corazones. Esta publicación fue posible gracias al apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los refugiados. Fuente: Of. de comunicaciones del Celam y Red Clamor