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Misa

Jue 24 Mar 2022

Concluye en Manizales primer encuentro de delegados y profesores de liturgia

Del 8 al 10 de marzo se realizó en la ciudad de Manizales el primer encuentro de delegados y profesores de liturgia de la Provincia Eclesiástica del Eje Cafetero, los asistentes reflexionaron sobre “el culto eucarístico fuera de la misa en la vida de la Iglesia”. Las ponencias que fueron dirigidas por los sacerdotes Juan David Muriel, profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana UPB de Medellín, Andrés Camilo Castrillón, delegado de Liturgia y Canciller de la arquidiócesis de Manizales, Jorge Iván Rincón, párroco de la comunidad parroquial san Juan María Vianey de Manizáles, trataron sobre la Historia del culto eucarístico fuera de la Misa, la pastoral del culto eucarístico en la perspectiva de la iniciación cristiana, hacia una teología del culto eucarístico fuera de la misa a partir de la eucología, Derecho Canónico y culto eucarístico fuera de la misa, y el lugar de la reserva eucarística, ¿un tema abierto? El encuentro contó con la presencia y acompañamiento de monseñor José Miguel Gómez, Arzobispo de Manizales y del padre Jairo de Jesús Ramírez Ramírez, director del Departamento de Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado (SPEC). Identificado el status quaestionis puntualizado en la “pobreza teológica del clero y los laicos,” el “desconocimiento de la norma” y la “ambigüedad pastoral”, los expositores propusieron como clave de acción pastoral la catequesis de iniciación cristiana. Las conclusiones de este encuentro serán publicadas en el Boletín NOTAS DE ACTUALIDAD LITÚRGICA del mes de junio.

Jue 24 Mar 2022

Los templos, el último bastión de la ciudadanía

Poco a poco, y sin que la ciudadanía se haya percatado del asunto, cada día se le cierran, aparentemente por seguridad, todos los recintos que deberían ser de uso público. Todo está lleno de policías y guardias armados, de perros que olfatean indignamente a las personas, de detectores de metales, de cámaras que graban la cara de hombres y mujeres, de lectores de barras que atrapan los datos de los adultos. Los recintos y sedes de gobierno, de policía y militares, las sedes educativas, los hospitales y clínicas, las calles anexas a todo esto, los aeropuertos, los bancos, todo está plagado de cámaras, rejas, alambres de púas. Es un mensaje claro a la ciudadanía de que no se le desea en esos lugares o que cada uno primero debe demostrar que no es un delincuente para acceder a esos lugares e instituciones. Tal vez el único lugar realmente público y significativo en Colombia al que todo el que quiera tener acceso puede hacerlo, es el templo religioso. Cuando sus puertas se abren quieren ver entrar por ellas a todo el que quiera hacerlo, sea creyente, no creyente, vecino o viandante. Todos son esperados con igual gusto y respeto. En los templos no hay lugares para privilegiados o para desposeídos; sus duras bancas están hechas para dar cabida a todo el que tenga deseo de permanecer en la casa de Dios. A todo el que entra al recinto sagrado se le invita a la oración, a pedir el perdón sincero por sus pecados, a escuchar la única Palabra de Dios, a caer de rodillas ante la majestad de la divinidad sacramentada, a escuchar también la enseñanza del predicador, a darse un abrazo de paz y a unirse piadosamente en la comunión al Salvador del mundo. Por todo lo anterior, es absolutamente incomprensible hacer del templo, quizás el último bastión realmente democrático de nuestra nación, donde en verdad caben todos, un lugar de profanación, de irrespeto a las creencias o de agitación política. Aterrorizar a unas personas que oran o celebran un sacramento a través de arengas, antifaces, morrales cargados con quien sabe qué objetos peligrosos, cámaras para filmar a quienes se defiendan, es en verdad una falta de respeto y de sentido de verdadera humanidad. Es un acto violento en muchos sentidos e inaceptable para quienes profesan una religión y la practican libre y pacíficamente en medio de la sociedad. Jamás se podrá decir que el pueblo colombiano salió de la misa a ofender a nadie, a irrespetar a otras personas, a sabotear la política o a difamar personas. La misa católica y seguramente la congregación dominical de otras confesiones cristianas y la de otras religiones, en general, son oasis de paz y encuentro en medio de la tensión en que se da hoy la vida en Colombia. Pese a todas las tensiones sociales y las violencias organizadas que se ciernen hoy sobre la vida colombiana, los templos seguirán abiertos porque han sido construidos para la gloria de Dios y para el servicio espiritual de todas las personas. Y seguirán abiertos sin vigilantes ni cámaras, sin perros guardianes ni alambres de púas, sin detectores de mentiras a no ser los confesionarios, sin pedir cédulas o carnets a la entrada, sin pedir abusivamente las huellas digitales. En suma, los templos seguirán abiertos porque la Iglesia, las iglesias, las religiones confían en las personas, las respetan y les favorecen el derecho a profesar una fe y a rendir culto a Dios cuando quieran y cuantas veces se desee. El día que se deban cerrar los templos a causa de la violencia y la intolerancia no habrá duda de que Colombia perdió su libertad y la ciudadanía sus más elementales derechos. Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones Fuente: Dirección El Catolicismo

Jue 26 Jul 2018

El valor de la misa

Por: Mons.Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Siempre ha habido la necesidad de dar a conocer las disposiciones de la Iglesia en relación con la forma como los fieles la ayudan en el cumplimiento de su misión. A este respecto, el Código de Derecho Canónico afirma que “los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que dispongan de lo necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad y el conveniente sustento de los ministros” (c. 222 &1). Cuando el Código se refiere a los estipendios u ofrendas para la Santa misa, dice que “los fieles que ofrecen un estipendio para que se aplique la misa por su intención contribuyen al bien de la Iglesia, y con su ofrenda, participan de su solicitud por sustentar a sus ministros y actividades” (c. 946). Es desde esta óptica que deben ser entendidas las palabras del Papa Francisco, que con sobrada razón, con el ánimo de formar también a los fieles, dijo respecto de las intenciones de la misa en la Audiencia General del 7 de marzo de 2018 lo siguiente: “Y si tengo alguna persona, parientes, amigos, que están en necesidad o han pasado de este mundo al otro, puedo nominarlos en ese momento, interiormente y en silencio o hacer escribir que el nombre sea dicho. «Padre, ¿cuánto debo pagar para que mi nombre se diga ahí?» — «Nada». ¿Entendido esto? ¡Nada! La misa no se paga. La misa es el sacrificio de Cristo, que es gratuito. La redención es gratuita. Si tú quieres hacer una ofrenda, hazla, pero no se paga. Esto es importante entenderlo”. El Papa, que es el Supremo legislador, en nada se opone a la normativa canónica, antes la refuerza. Tiene razón cuando dice que por la misa “no se paga”, porque la misa no es un objeto que se compra o se vende, es tan grande su valor, que es imposible cuantificar su valor real, y tampoco se va a misa como a un supermercado. De hecho, es claro también el Código de Derecho Canónico al afirmar que “en materia de estipendios, evítese hasta la más pequeña apariencia de negociación o comercio” (c. 947). Por eso mismo el Papa hace la diferencia entre pagar por la misa y dar una ofrenda por la misa. Hay quienes se enojan y hacen el reclamo, cuando dan su ofrenda para la misa y su nombre no es leído o no lo escucha, como si para que tenga valor y fuerza, la intención deba ser proclamada. En conciencia, dice el Código de Derecho Canónico, “se ha de aplicar una misa distinta por cada intención para la que ha sido ofrecido y se ha aceptado un estipendio, aunque sea pequeño” (c. 948). De igual manera, las misas colectivas tienen su reglamentación particular que se encuentran plasmadas en el decreto de aranceles de cada año. Y todo esto lo saben muy bien los presbíteros. Es necesario que se tome conciencia de esta dimensión espiritual del sacramento de la Eucaristía y se entienda que no se puede reducir a un simple objeto. La ofrenda y oración, aun en el silencio, llegan siempre a Dios, cuando es la fe la que motiva el encuentro y participación con Jesús que pasa, nos habla y se hace alimento de salvación en cada misa. En síntesis, el Papa Francisco NO derogó los estipendios de la misa, nos recordó su auténtico significado. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Jue 15 Mar 2018

Caminemos a la Pascua con un corazón contrito

Primera lectura: Jr 31,31-34 Salmo Sal 51(50),3-4.12-13.14-15 (R. 12a) Segunda lectura: Hb 5,7-9 Evangelio: Jn 12,20-33 Introducción Ya está cerca la Pascua, el camino que se ha recorrido en esta cuaresma, nos ha preparado para vivir a plenitud el misterio de la Pascua de resurrección del Señor. Isaías nos va a recordar que la nueva alianza del pueblo ya no es con la frialdad de las tablas de la ley escritas en piedra, el pueblo llevará la ley grabada en su corazón, esto lo llevará a ser más misericordioso y a descubrir cómo Dios se sigue revelando a su pueblo tal cual es. La actitud cristiana, en la cuaresma, de mantener un corazón contrito, arrepentido y abierto al perdón, nos dispone a encontrarnos con Jesús y acogerlo como el reparador de los corazones lastimados por el pecado. Estos días son, para el creyente, un espacio para estar alerta a no caer en las tentaciones que se nos presentan en la vida espiritual; los mal llamados dioses de la sociedad nos pueden engañar: la idolatría al mercado, al dinero fácil, al relativismo y a otros distractores que pueden alejar nuestra vida de la fidelidad a Dios y del reconocerlo como el Señor único y verdadero. El corazón del cristiano está llamado a mantenerse en permanente estado de reconocimiento de las bondades de la alianza, para no alejarse del amor de Dios. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Una de las características históricas del pueblo de Israel es su relación con Dios, por medio de las alianzas. Es así como lo vamos a encontrar siendo fiel o faltándole al Señor en su noble propósito de mantenerse firme a sus promesas. La profecía de Jeremías, en su tercera parte -libro de la consolación-, va a detenerse en la importancia de renovar la promesa con Dios, de grabar en su interior y en el corazón el reconocimiento de ser uno para el otro: “… yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”, un juramento inquebrantable, tanto para Dios, como para el pueblo. Esto le lleva a Israel a reconocer al único y verdadero Dios, que para el pueblo de Israel y también hoy para nosotros, se convierte en un llamado constante al discernimiento, al buscar cómo sacar de nuestra mente y del corazón, todo aquello que no nos deja reconocer la primacía del Señor en nuestro camino a la santidad. En consonancia con la aclamación del profeta Jeremías y la fidelidad a Dios, el salmo 51 conocido como “el Miserere”, dispone el corazón a la pureza y a la renovación interior, acción que la misma palabra de Dios hace en la transformación de corazones de piedra a corazones de carne. Pedir en este salmo la pureza de corazón, no es más que disponerse a vivir esa “nueva alianza” que el profeta Isaías nos recordará en la primera lectura. Si con el profeta renovamos el corazón, con el salmista nos disponemos a hacerlo de una manera mucho más efectiva y afectiva. La carta a los Hebreos es una constante evocación de las virtudes de Cristo, como el mesías e Hijo de Dios encarnado en la historia de la salvación. Por ello, va a destacar la manera cómo Jesús se va preparando, para cumplir con la voluntad del Padre. Es, a través de la obediencia que el Hijo va a exaltar la gloria del Padre. Este sermón a los Hebreos, nos evoca el relato de la plegaria de Jesús en el huerto de Los Olivos, lugar en donde Él descubre la voluntad del Padre y se dispone a cumplirla, renunciando a la tentación del poder por la entrega gloriosa en la cruz. La mejor manera de expresar el contenido de esta lectura es afirmando que Cristo aprendió sufriendo a obedecer para entender la voluntad del Padre. En el evangelio de Juan, evocamos un relato en donde se va a reconocer en Jesús el verdadero hijo de Dios, que “ha salido del Padre y vuelve al Padre”. Toda la reflexión teológica del evangelio de Juan está centrada en la glorificación del Padre, a través del Hijo. Jesús, que, en su condición de obediente al Padre, se hace el logos de Dios: “en arkhé en ho logos” prefigura, según el evangelio, la idea fundamental del Dios entre nosotros. Con esto, el evangelista Juan nos introduce a un texto que va a desarrollar en tres pascuas su experiencia divina y cercana con el Padre. Jesús es la palabra del Padre, la manera de expresarse Dios, la forma en que Dios entra en la humanidad, se encarna en los dolores, sufrimientos, alegrías y esperanzas de su pueblo. En la estructura del texto del evangelio de Juan, de este domingo de cuaresma, vamos a encontrar el momento del retorno del Hijo al seno del Padre. Y es, en este texto, con el que meditamos hoy, en el que el anuncio de la glorificación del Hijo de Dios -o el retorno de Jesús a la experiencia del padre-, evidencia la manera cómo Dios le da a su Hijo la potestad sobre todo y en todo. El evangelista Juan, va a señalar una de las paradojas más retadoras para el cristiano, hoy: “quien ama su vida la pierde”. El mensaje del evangelio en este contexto cuaresmal va a marcar una pauta importante, ¿en qué estamos invirtiendo nuestra vida?, ¿cuál es el valor que le damos a ella?, ¿qué estamos dispuestos a perder? En una sociedad, como lo ha denunciado el Papa Francisco, “del descarte”; la vida se ha convertido en vulnerable y frágil. Defenderla es comprender el mensaje del evangelio de la esperanza y del amor para con los más desfavorecidos de la sociedad. La experiencia del evangelio es una vivencia constante, del amor desprendido de Jesús, en el mensaje glorioso de la cruz. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Es necesario que, ante tantos “cúmulos grises”, generados por la insensibilidad a la vida y a la deshumanización del mundo, el cristiano sea un comprometido con la causa de la defensa de una vida diferente, desprendida, arriesgada, audaz y llena de los valores del evangelio. Aferrarse a esta vida es ponerse en función de una sociedad superflua, que necesita recobrar el sentido de su caminar. Contemplar la vida de Cristo, es reconocer que su existencia no está manchada por el pecado, pero que, tampoco, está libre de sentir las necesidades humanas. Es reconocer en él un Dios humano, cercano y que vive en la carne sufriente de los rostros humanos. Es allí, donde el evangelio invita a todos a ser servidores, unos de otros, para la glorificación del Padre por el Hijo. En medio de un mundo que nos quiere robar la vida y la alegría de amar y ser amados, y siguiendo la enseñanza del Papa Francisco, en su exhortación apostólica “Evangelii Gaudium”, encontramos una invitación, para todos los cristianos, a guardar el tesoro de “la alegría del Evangelio”, pues, en sus palabras, “… llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Y continúa más adelante diciendo: “Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento” (Cfr. EG 1). Contrario al espíritu del mundo, que nos quiere llenar de falsas alegrías. El evangelio es, per se, la alegría desbordante del Hijo en el Padre, que se revela glorificando a Dios, en medio de las necesidades de los miembros del Cuerpo místico de Cristo. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Dejar caer la semilla del evangelio, para que muera, en la tierra fértil del corazón de un cristiano, no es otra cosa que dejar que la alegría del evangelio y la esperanza, no dejen de dar frutos en la construcción de la paz y la reconciliación de nuestro país. “No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, y renunciar a las venganzas, y abrirse a la convivencia basada en la justicia en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro” (Papa Francisco, Visita Apostólica a Colombia, gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). Cada día estamos llamados a renovar nuestro pacto con Dios, “somos su pueblo”: “Él es nuestro Dios”; responder al llamado de la palabra en este domingo es permitir que todo lo que somos anime nuestro ser a dejar que Dios mismo se haga parte de nuestra historia. Esto nos exige un corazón, dispuesto a acoger el don que el Señor nos quiere dar. Dejar caer el trigo hasta que muera en la tierra de nuestra esperanza y de los frutos abundantes para nuestro camino, no es otra cosa que permitirle a Dios ser el sembrador en nuestra tierra, de manera que podamos preguntarnos, ¿qué tipo de tierra soy, y para qué semilla estoy aportando mi tierra? ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Por medio de tres signos concretos, la palabra de Dios, en este domingo, nos dispone a salir al encuentro con Cristo: El primero es el deseo permanente de querer ver al Señor; “cuando lo hiciste con uno de éstos, -el más pequeño-, lo hiciste conmigo”. El estar con Cristo me anima a salir a encontrarlo en la vida cotidiana, en la fraternidad permanente, en la comunidad que me alienta a reconocerlo. El segundo, nos anima a no tener miedo de perder para ganar a Cristo. Sólo en la medida en que nos dispongamos al servicio, podremos disponer nuestra vida al encuentro con los más frágiles y necesitados; Allí está la ganancia del cristiano. En el tercer signo, Cristo nos anima en su palabra a ser fieles como lo indica el profeta Jeremías. De esta manera daremos Gloria a Dios, dejando que nuestra vida sea agradable a él y, con ella, podamos servirlo en aquellos que hacen parte de las periferias existenciales de nuestra sociedad. En palabras del Papa Francisco, en su Visita Apostólica: “Los invito a no tener miedo de tocar la carne herida de la propia historia y de la historia de su gente. Háganlo con humildad, sin la vana pretensión de protagonismo, y con el corazón indiviso, libre de compromisos o servilismos” (Encuentro con los obispos de Colombia, Salón del Palacio Cardenalicio, Bogotá, 7 de septiembre de 2017).

Vie 29 Sep 2017

Celebremos la Misa y la Liturgia de las Horas con el Ordo

El Departamento de Liturgia de la Conferencia Episcopal de Colombia pone a disposición el Libro Litúrgico Ordo. [tabs class="horizontal"][tab title="PRESENTACIÓN" icon="Icon name 1"] El Ordo es el libro litúrgico por medio del cual la Iglesia presenta las orientaciones teológicas, bíblicas y pastorales, para hacer memorial y actualizar el misterio pascual de Nuestro Señor Jesucristo. [/tab][tab title="DETALLE" icon="icon name 2"] Autor(a):Departamento de Liturgia Catálogo:Libro Idioma:Español Número de Páginas:238 Editora:Conferencia Episcopal de Colombia Año de publicación:2017 Dimensiones:14.5 x 20.5 [/tab][tab title="COMENTARIOS" icon="Icon name 1"]