Vie 18 Mar 2016
Semana de misericordia
Por: Mons. Edgar de Jesús García Gil - Las celebraciones litúrgicas y las devociones populares que durante estos días de semana santa nos ofrece la Iglesia católica están orientadas a vivir muy de cerca el amor misericordioso que Jesús reveló en la entrada a Jerusalén como rey humilde, el domingo de ramos, en la última cena que compartió en la tarde del jueves santo cuando nos dejó la Eucaristía y el Sacerdocio, en el vía crucis que vivió durante el juicio, la pasión y la muerte, el viernes santo y su gloriosa resurrección el sábado en la vigilia pascual.
Durante muchos siglos la fe de estos días pascuales se ha expresado a través de la belleza de las artes humanas y por eso grandes compositores han hecho obras maestras en la música sacra, la literatura y el teatro tienen auto sacramentales muy hermosos, el cine nos ha ofrecido interpretaciones geniales sobre Jesús, los escultores han labrado imágenes preciosas, y las mejores tradiciones cristianas del mundo siguen expresando su fe a través de procesiones con todos estos elementos artísticos para manifestar respetuosamente la grandeza de los misterios celebrados alrededor del sacrificio de Jesús.
La semana santa nos quiere hacer vivir la verdad de Jesús que por obediencia a Dios Padre se sacrificó por nosotros, entregando su cuerpo y derramando su sangre, en una donación hasta la muerte y muerte de cruz, fruto de su amor misericordioso, para perdonar así nuestros pecados y librarnos de la muerte eterna.
Estos días llamados santos pretenden recordarnos que la fe recibida y celebrada alrededor de la muerte y resurrección de Jesús tiene una proyección social para que sea íntegra en nuestro compromiso cristiano. El amor humilde y sacrificado por los demás es la bandera que Jesús enarboló en el estandarte de la cruz.
Por lo tanto, los que seguimos a Jesús como discípulos estamos comprometidos a ser artesanos del perdón, la reconciliación y la paz para que Colombia salga definitivamente de este torbellino de violencia que tanto daño nos ha producido. Debemos, como dice el papa Francisco, ir a las periferias de la marginalidad para curar las heridas de los que sufren las injusticias de nuestros pecados.
Es urgente no jugar a la corrupción institucional que ha carcomido las bases de la ética sana de nuestra sociedad civil y de su política ciudadana. Apostamos a ser hombres y mujeres justos en el respeto a los derechos y deberes humanos para que las brechas de las injusticias no sigan siendo un grito de reclamo a nuestra fe cristiana.
+ Edgar de Jesús García Gil
Obispo de Palmira