Mar 12 Abr 2016
Identidad y escala de valores
Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Entramos a vivir el tiempo de Pascua. Pascua siempre sugiere un paso necesario de una situación a otra; es superación y esperanza. Pasar de la muerte a la vida significa un cambio no sólo cualitativo sino de sentido. Y la Pascua del Señor implica necesariamente en la vida social, en la cotidiana construcción de la cultura, en las relaciones humanas, en la persona, un paso y cambio para superar todo lo que daña, lo que produce muerte, para rescatar la vida, la dignidad humana.
Vivir en un mundo global nos permite monitorear diariamente de una sola mirada, lo que ocurre en el planeta desde el mismo lugar de los acontecimientos, experimentando simultáneamente, las repercusiones y efectos, sean positivos o negativos para toda la humanidad. Tal es la influencia que las redes sociales y el mundo virtual, así como los diversos medios de comunicación, ejercen sobre la “aldea global” o casa común que compartimos. El uniformismo va quedando en segundo plano y la fragmentación de costumbres, actividades, opciones y propósitos se van convirtiendo en una feria de diversidades. Curiosamente también se puede ver la tendencia a imponer por parte de ideologías (visión de la sociedad desde la perspectiva de un grupo determinado o de un pensamiento “único”) un punto de vista que, a como dé lugar, “debe” ser aceptado por todos. Lo más curioso de esta tendencia cultural, es que casi siempre se hace en nombre de la libertad, que paradójicamente es don y tarea permanente, y llamada a generar responsabilidad y compromiso leal para con toda la familia humana y su dignidad.
En este estado de cosas, resulta demasiado importante, por tocar la misma dimensión de sentido de toda persona humana o sociedad, construir la identidad de cada uno como conciencia y conocimiento de sí mismo, habida cuenta de unos valores que se asumen libremente y que permiten no solo, la dirección de un proyecto de vida (vocación), sino la posibilidad de conocer y respetar en las relaciones humanas cotidianas, el ser de los demás. Es la condición que permite entre otros factores, el diálogo, el enriquecimiento con el punto de vista de los otros, los consensos para buscar el bien común, el respeto de los derechos inalienables de las personas donde ellos empiezan, y en el lenguaje cristiano, la posibilidad de construir comunidades dinámicas, responsables y en paz.
Un ejemplo palpable del fenómeno señalado más arriba, lo pudimos experimentar en la pasada Semana Santa, tendencia que se acentúa cada vez más, cuando hubo programación de fútbol de selecciones de América, en la fase eliminatoria, el jueves y viernes Santos; también en Cuba el viernes Santo, se programó la histórica presentación de los rockeros famosos, The Rolling Stones. Y ya no es extraño ver la diversidad de programaciones que se empiezan a ofrecer simultáneamente en el tiempo que, en nuestra cultura latinoamericana y en el occidente cristiano en general, celebramos en la fe el acontecimiento central de la pasión, muerte y resurrección del Señor.
No es fácil identificar de dónde provienen estas iniciativas, ni en últimas su intención, pero sí resulta comprensible que a muchos de los promotores, no les interesa, tampoco les importa, que una gran mayoría del pueblo exprese con tranquilidad y sin ser interrumpidos, libremente su fe y creencias a las que tienen derecho inalienable. También resulta una oportunidad para aplicar una jerarquía de valores a la hora de participar en esos eventos y “escoger” qué es lo primero y que puede ocupar otro lugar, pues siendo importante y atractivo como por ejemplo ver jugar a nuestra selección Colombia, sin embargo no reemplaza de ninguna manera a Quien está en primer lugar: nuestro Dios y Señor. Con mi fraterno saludo de pascua.
+ Ismael Rueda Sierra
Arzobispo de Bucaramanga