Mié 30 Mar 2022
¡Alta tensión!
Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - La tensión que se vive hoy entre Rusia y Ucrania, pone en riesgo las libertades, la economía mundial y deja en evidencia lo que un solo hombre, puede hacer maquiavélicamente, cuan do detenta el poder, manipulando conciencias, usando la mentira como medio de gobierno y generando fratricidios, ‘la muerte entre hermanos’.
El rostro de Vladimir Putin no es desconocido para el mundo; cuando se le ve ante las cámaras, aparece con un rostro adusto, una mirada siempre fija, pocos movimientos corporales, casi impávido, voz dominante y desafiante; ‘la imagen de un político pragmático, duro y decidido’, que se ha ido fortaleciendo con el pasar del tiempo. Desde muy joven, en su misión de espía aprendió el arte del engaño, la artimaña del fingimiento y desde, el Kremlin, se ha ido posicionando, a lo largo, de los años, con la anuencia de sus compatriotas, como un dictador que, aunque habla de auténtica democracia, ha llevado a Rusia a la mutación hacia una autocracia.
Digo, con la anuencia de sus compatriotas, pues, aunque su popularidad ha ido deteriorándose por sus políticas de guerra, es constatable, que un alto porcentaje de la población está a favor de las políticas de gobierno de Putin; muchos consideran, que ‘Rusia ha estado siempre mejor cuando la han dirigido con mano dura’, como en tiempos de Stalin, Pedro el Grande, Catalina la Grande e Iván el Terrible. Estos son datos de Bernhard Mohr, en su obra “Democracia envenenada, Rusia en la era de Putin”. No es sólo el petróleo o el gas lo que está en juego, es el poder de un imperio, ya que, aunque Rusia es una potencia mundial perdió la hegemonía de un poder en la unificación de la Unión Soviética, que aún hoy muchos siguen anhelando.
En esta amenaza mundial, de nuevo los organismos internacionales, evidencian su resquebrajamiento moral y su falta de sindéresis, a la hora de apoyar un gobierno o combatir a quienes detentan el poder, subyugando a sus pueblos. Es la muestra de una burocracia que sigue rampante, mientras el clamor de los ciudadanos de muchos países, como Venezuela, Nicaragua, Cuba, se esfuma en el horizonte sin que haya soluciones de raíz.
Indudablemente la arremetida de países europeos, estados Unidos, empresarios, multinacionales, encerrando a Rusia, en medio de bloqueos económicos, es una medida, que aún no ejerce la presión que debería darse. Lo que sí es valioso, es el intento de muchos países, de la ONU y de la misma Iglesia, por promover el diálogo como camino para bajar la tensión y llegar a acuerdos importantes para la paz. Pese a todos los esfuerzos, Putin sigue aferrado a sus consignas de dominio y extermino. No entendemos cómo en nuestros países, los mandatarios gobiernan desde sus propias políticas y no con políticas de estado. Baste dos ejemplos: si un mandatario es pro-vida, defiende la vida; si no lo es, además de atacarla, promueve el aborto. Otro ejemplo, un mandatario propone sus reformas económicas y aplica sus propios modelos, con el riesgo de terminar instaurando su propia ideología, dañina para la democracia; si no tiene mucho conocimiento en economía, termina bajo la línea de ensayo-error, con economías alternas, no científicas y menos aplicables a sociedades democráticas. Esta manera de gobernar es infame.
Seguramente los lectores, coincidirán conmigo en algunas ideas relevantes sobre Putin, sin embargo, permítanme sugerirles el texto “La democracia envenenada”, en la que Bernhard Mohr, hace un recorrido histórico, cultural y social por Rusia y las intenciones de Putin. Quizá sea hora de comprender lo que está ocurriendo en Europa, la alta tensión entre Rusia y Ucrania y darnos cuenta que, Colombia, no está exenta de estos avatares de la guerra. Los colombianos tendríamos que hacer un examen de conciencia para reconocer que aunque seguimos hablando de ‘democracia’, hemos usado tanto este concepto, que ahora se le piensa y se le define con ambigüedades; es importante que los ciudadanos actuemos con responsabilidad, acudiendo a las urnas, sin dejar mancillar la conciencia, vendiendo o comprando votos; votando con dignidad por aquellos que realmente serán nuestros mejores representantes, capaces de defender, no sus intereses personales, sino los derechos de una sociedad.
Hoy se requieren gobernantes que defiendan la vida, que promuevan los derechos de todos y custodien, especialmente los derechos de los más vulnerables, de los pobres y descartados socialmente; que no negocien sus principios, que se preocupen por la familia colombiana, por una educación integral, por el desarrollo de los pueblos, con la participación de todos; que tenga un respeto por la ‘persona’ y se consagren a un gobierno de todos, para todos y con todos.
+ Carlos Arturo Quintero Gómez
Obispo de Armenia