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obispo de armenia

Vie 11 Oct 2024

‘La paz les dejo, mi paz les doy’

Por. Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - La sociedad se encuentra hoy sobre arenas movedizas entre el amor y el odio, la tristeza y la alegría, la felicidad y la infelicidad, la violencia y la indulgencia. Una sociedad polarizada que se debilita por las verdades a medias difundidas a través de las redes sociales, por la politiquería e incoherencia de cientos de servidores públicos, por el sensacionalismo de algunos medios de comunicación o el sectarismo de algunos periodistas y, por la indiferencia de numerosos ciudadanos.Una sociedad en la que nos estamos dividiendo entre buenos y malos, entre los que dicen trabajar por la paz y los mal llamados ‘enemigos de la paz’, entre un nutrido grupo de ciudadanos que creen que es posible la convivencia pacífica y aquellos que ven detractores en los que manifiestan desacuerdo, entre los que supuestamente creen en el cambio y los que piensan que ese cambio no se ha dado. Mientras todo esto va acrecentándose los grupos alzados en armas y las bandas criminales continúan su avanzada disputando territorios donde el poder de las armas y las drogas silencia conciencias y mata sueños de niños, adolescentes y jóvenes; donde hombres y mujeres ven cómo se tejen hilos de violencia, venganza, miedo, olor a muerte. Una disputa por territorios en diversas zonas a los que la fuerza pública pareciera, no puede llegar.No ignoramos cómo nuestra fuerza pública honrando su amor a la patria sigue batallando tratando de generar una mayor confianza institucional y credibilidad en los colombianos, intentando mantener los ánimos para defender los derechos humanos, la convivencia y la soberanía nacional, sujetos al irrespeto de los ciudadanos como consecuencia de una inversión de los valores sociales y el cuestionamiento de la autoridad. En este contexto podemos comprobar una dolorosa realidad, la ausencia de liderazgo y una juventud, entre los 19 y 37 años de edad que está diluyéndose en el entramado social.Siento dolor al constatar la cantidad de jóvenes privados de la libertad recluidos en los centros penitenciarios de Colombia; experimento dolor ante la constatación de jóvenes consumidores activos, inyectándose heroína y desertando de sus carreras profesionales para sumergirse en las nuevas tecnologías que haga más fácil la consecución del dinero o los logros de metas e ideales. Asimismo, el índice de suicidios en aumento en el departamento del Quindío (34 en lo que va corrido de este 2024) y el aumento de niños menores de nueve años consumidores cocaína, como denunció este mismo diario, tiene que preocuparnos.Yo creo en la paz y como padre y pastor siento que debemos seguir luchando superando las diferencias, la envidia, la desconfianza, la avaricia, que trae consigo turbulencia y ruido (St 3,16-4,3). Hago un llamado a las fuerzas vivas de la sociedad a que unamos nuestros esfuerzos en beneficio de una nación en paz para lo cual debe brillar la justicia, la equidad, la verdad y el amor.Hago un llamado al señor Presidente a que como líder de los colombianos entienda que su gobierno es para todos, le ruego buscar consensos, buscar un acuerdo nacional y evitar confrontaciones, rivalidades, conflictos y divisiones. Hago un llamado a los violentos para que depongan las armas de la guerra y se abran al diálogo con gestos y hechos concretos de paz y de justicia.Hago un llamado a todos los ciudadanos para que nos comprometamos como artesanos de la paz; es urgente abrir el corazón al Príncipe de la paz, a Jesús, que nos dice: ‘la paz les dejo, mi paz les doy’ (Jn 14, 27); esa paz que trae consigo serenidad y calma y que se construye desde la fuerza del perdón y la reconciliación.No perdamos más tiempo en discusiones vanas, tengamos la disposición interior para que, superando las diferencias, nos sintamos hermanos y juntos seamos signos de amor, unidad y paz.+Carlos Arturo Quintero GómezObispo de la Diócesis de Armenia

Mar 20 Sep 2022

¡Un país descuadernado!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Quizás muchos me tilden hoy de sectario o partidista; me llamen duquista, petrista, uribista, sin embargo, mi corazón está con la comunidad inspirando mi vida en el evangelio; como san Pablo estoy convencido de que soy de Cristo, aunque muchos se inclinen a pensar: ‘soy de Pablo, soy de Apolo, soy de Cefas’ (1 Cor 1,12). Por estas convicciones, desde el evangelio y mi compromiso social, no puedo callar ante tanto ruido y poca acción contundente que nos conduzca a la llamada ‘paz total’. Con razón decía San Vicente de Paúl: ‘el ruido no hace bien; el bien no hace ruido’. En lo que va corrido de este período presidencial, hemos visto a un gobierno que va de ‘tumbo en tumbo’, tomando decisiones que hoy se difunden y al día siguiente se cambian. No se asumen las responsabilidades sino, que siempre se está mirando al gobierno anterior, a quien se le endilga la debacle económica, las masacres, la corrupción, etc. Anunciar la creación de un ‘ejército del pueblo’, invitando a los jóvenes pertenecientes a las bandas criminales a que se desmovilicen y actúen ahora como si fueran los adalides de la paz, es incongruente. No es de justicia pensar en que, quienes han sido terroristas, criminales y antisociales se conviertan en los gestores de paz y quienes trabajan por la paz y la justicia, desde el anonimato o a través de acciones sociales contundentes, sean vistos como los enemigos de la paz. Es un exabrupto pensar que un dictador como el presidente Maduro, se convierta de la noche a la mañana en garante de un proceso de paz con el ELN, cuando su país está en crisis y no ha sido capaz de contener la delincuencia organizada, convirtiendo su casa en guarida de bandidos y guerrilleros. El panorama no es alentador: una seguridad urbana cada vez más frágil, un ESMAD que no puede actuar ante los atropellos de los maleantes; el freno de bombardeos que impide la garantía de una seguridad soberana; invasiones a predios privados como vía de hecho para debilitar la propiedad privada, una vía como la del Gaubio bloqueada. Y qué decir de las quince masacres perpetradas por grupos delincuenciales en lo que va corrido de este semestre. Es ilógico que un ministro de justicia salga a decir que ‘no hay relación de las masacres con la paz total’, que es necesario ‘mirar la naturaleza de las masacres’ trivializando y ocultando la responsabilidad que les compete al argumentar que en el gobierno anterior fueron más de sesenta masacres. No se puede gobernar evadiendo responsabilidades, lavándose las manos como Poncio Pilato y justificando los errores, endilgando a otros las crisis y flagelos sociales. Dónde quedan los buenos deseos de hacer frente a la corrupción, con un congreso que sigue enredado en polémicas y mermeladas; cómo fortalecer la inteligencia y apostarle a una prevención eficaz si no hay una ruta clara y lo que vemos son caminos tortuosos, trochas y derrumbes. La salida en falso de los ministros no hace bien, los anuncios del presidente generan más polarizaciones que tranquilidad, la reforma tributaria pone en riesgo el bolsillo de los colombianos, así como el costo de los combustibles, la reforma pensional y un anuncio, que duele profundamente, cuando se advierte que todo esto obstaculizará una inversión social justa y a tiempo, mientras crece el hambre, se recrudece la pobreza y las pobrezas y se genera una mayor violencia. Los plantones por el alza de tarifas de energía, el malestar en distintos departamentos por la ausencia del estado, el desplazamiento forzoso y la salida de cientos de hombres y mujeres del departamento de Chocó, es la radiografía de que las cosas no van bien. El país está descuadernado y se requiere la serenidad; indudablemente, es urgente apostarle a la unidad nacional y a la reconciliación, pero, solo será posible si hay una conciencia clara de que hay que apostarle a la verdad, a la libertad, a la justicia y a la sensatez. Hay signos evidentes de salidas en falso y empezamos a dividirnos y a enfrentarnos como enemigos. ¿De qué manera se puede construir una paz total si no hay decisiones que lleven a construir caminos de fraternidad? El populismo no es sano, aliarse con delincuentes y aprobar las acciones de dictadores no es aceptable. No podemos dividirnos en petristas y no petristas. El presidente de los colombianos debe gobernar para todos y hacerlo con responsabilidad, rodeándose de los mejores y tomando decisiones que revistan esta patria colombiana de seguridad, confianza, credibilidad y justicia. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Lun 29 Ago 2022

¿Pagar Impuestos?

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Por estos días resuena en nuestros oídos y el corazón la propuesta de un grupo de congresistas en relación con el pago de impuestos por parte de las iglesias. Sin embargo, aunque la propuesta ha sido bien recibida por muchos sectores y, desde la Iglesia católica ha habido la buena voluntad de corresponder a la economía nacional, realizando un trabajo transparente en materia tributaria, es importante que nuestros lectores conozcan qué compromiso tiene nuestra Iglesia en este sentido. Es verdad que la Iglesia católica cuenta con un concordato vigente desde 1973 que ha recibido algunas modificaciones a lo largo del tiempo, sin embargo, hemos dado el buen ejemplo en el pago de los impuestos que nos corresponde, aunque es importante aclarar que hoy no es tan fácil el sostenimiento de una parroquia, que implica el pago de empleados, sostenimiento del culto, mantenimiento de los templos, emolumentos eclesiásticos, bienes administrados en nombre de la comunidad, sostenimiento de las obras sociales y las consiguientes exigencias tributarias. Hoy nuestras diócesis sobreviven en medio de dificultades económicas pues no se alcanza a suplir todas las necesidades materiales. Para que nuestros lectores se informen, nuestra diócesis ha ido asumiendo las exigencias contables vigentes como las Normas Internacionales de Información Financiera –NIIF-, está implementando el Sistema de Seguridad en el Trabajo, se ha comprometido con la protección de base de datos, la conservación, cuidado y mantenimiento de los cementerios y la protección del medio ambiente. La diócesis de Armenia como porción del pueblo de Dios está organizada en 56 parroquias; en ella coexisten 24 casas de comunidades religiosas masculinas y femeninas además del Seminario Mayor San Juan Pablo II y el Parque Fundación Jardines de Armenia. Tan sólo la curia diocesana, Jardines de Armenia y las parroquias cuentan con aproximadamente unos 305 empleados –trabajos directos y por prestación de servicios- que hemos cuidado, incluso durante el tiempo de pandemia para lo cual se elaboraron unos planes de contingencia que permitieron hacer una proyección social y económica. Cada parroquia cuenta con un consejo de asuntos económicos que asesora a los párrocos, por lo que se tiene una contabilidad organizada y transparente. Por lo mismo, se cuenta con un colectivo de contadores y un grupo de secretarias auxiliares contables. Nos regimos por las exigencias tributarias y un Estatuto Diocesano de Administración, que marca la ruta de gobierno para nuestra diócesis y las parroquias, en las que los párrocos deben actuar con responsabilidad, sin tomar decisiones arbitrarias, consultando y solicitando permisos y autorizaciones en materia de adecuaciones, construcciones, inversiones, venta o compra de bienes. Desde las parroquias, las comunidades religiosas, el parque cementerio, el centro de servicios de la diócesis, se paga el IVA por los arrendamientos de bienes inmuebles, se contribuye con el cuatro por mil, se paga el impuesto al consumo en las compras, se practica las retenciones de ley, se presenta la información exógena a la DIAN cada año, se cumple con las obligaciones laborales como cualquier entidad legalmente constituida –prestaciones sociales, primas, cesantías, intereses a las cesantías, vacaciones, etc.- se factura electrónicamente, se paga impuestos por vehículos y se certifican las donaciones recibidas enviando los respectivos reportes a la DIAN. Además, se ha ido actualizando el pago de predial en las diferentes comunidades, advirtiendo que las casas curales, los templos y cementerios se hallan exentos de estos impuestos. El sostenimiento de las obras sociales y la administración parroquial se da gracias a algunos proyectos internacionales, a la realización de banquetes, festivales, la venta de empanadas, donaciones, jornadas de amor y el diezmo que nos permite asimismo promover acciones de evangelización, así como las ofrendas y los estipendios de las misas. Lo que ingresa a una parroquia no le pertenece al párroco; lo que ingresa a la diócesis no es para el obispo; se tienen unos emolumentos que no corresponden a un salario ya que los sacerdotes renuncian a acumular bienes, respetando a quienes han ido ahorrando para su vejez. No se tiene una mentalidad mercantilista ni la intención de la Iglesia es capitalizar acumulando bienes, sino la de proveer para los gastos necesarios y coadyuvar en los procesos sociales, cimentando la vida eclesial en la dimensión espiritual. Muchas de las acciones sociales, que, de suyo, le corresponden al gobierno nacional, regional y local, son lideradas e implementadas por nuestras parroquias y desde una pastoral social, orgánica y organizada sin contribuciones de los gobiernos, con la convicción de responder a la llamada de Jesús: ‘denles ustedes de comer’ (Lc 9, 13). De esta manera, con esta breve presentación queremos mostrar el rostro de una Iglesia católica comprometida con la economía nacional. Desde nuestra propia realidad buscamos impulsar una ‘economía de comunión’ que nos permita alcanzar la prosperidad desde el evangelio superando la pobreza y las pobrezas, hacia la dignificación de los seres humanos y la consolidación de una sociedad más justa y más humana. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Mar 5 Jul 2022

¡De película!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - La contienda electoral que hemos vivido los colombianos ha sido un rodaje de película, con actores naturales, inmersos en un melodrama para algunos, en una comedia para otros o en un ‘film’ de acción con efectos especiales, esperando a que en la pantalla de la vida aparezca ‘The end’. Y digo ‘de película’, porque la verdad, estamos viendo cómo la ficción supera la realidad, que podríamos muy bien definir como lo expresaba Ernesto Sábato, escritor argentino, en su obra ‘La Resistencia’: ‘Al ser humano se le están cerrando los sentidos, cada vez requiere más intensidad, como los sordos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen’. Preocupa la arrogancia y prepotencia de quienes aspiran a gobernar a los colombianos, también la indolencia y la insensibilidad de muchos ciudadanos, enfrascados en polémicas y escisiones que causan daño moral y social. Siento, como ciudadano, vergüenza ajena, ante esta contienda electoral que más se parece a un cuadrilátero de boxeo que a un escenario para la democracia y pienso en las consecuencias nefastas que de ella se pueda desprender. Los niños, adolescentes y jóvenes están creciendo en un ambiente hostil, no sólo contemplando cómo los adultos nos devoramos y destrozamos, actuando con irresponsabilidad, sino que, muchos de ellos, por nuestro mal ejemplo, se ven inducidos a asumir las mismas actitudes: agresividad, violencia, sobrepasando los límites de la moral y la ética. Veo con preocupación cómo los jóvenes están siendo adoctrinados, desfigurando en ellos la auténtica libertad y conduciéndolos a la prisión del odio, la venganza, la mentira, la intriga, la falsedad. Le estamos ‘robando’ a nuestros niños, adolescentes y jóvenes la capacidad de soñar, de decidir con autonomía y de actuar con responsabilidad; les estamos llevando a que actúen como ‘marionetas’, conduciéndolos al abismo de su ignorancia, su inexperiencia y su inestabilidad. Permitirles que sean ‘faro de luz’ para otros jóvenes y brillen con la luz de la sabiduría y de la experiencia de la vida es seducirlos y conducirlos por el camino de la bondad, el equilibrio y la felicidad. En este propósito, mostrarles el rostro de Jesús, modelo de joven, les permitirá comprender su misión y su rol en la sociedad y en la Iglesia. Siento vergüenza por nuestros niños, adolescentes y jóvenes porque están siendo colocados como carne de cañón, les estamos invadiendo su conocimiento, estamos usurpando el rol de los progenitores y la educación está quedando en manos de terceros; indudablemente no se puede generalizar, pues hay que reconocer la existencia de familias estables en las que la armonía embellece sus relaciones; muchos niños, adolescentes y jóvenes libran una batalla, cada día, para no contaminarse, para adquirir una mayor experiencia y aprender de los errores. Urge ante esta realidad que estamos viviendo, tomar conciencia de nuestros actos para educar a las generaciones que vienen detrás de nosotros, anclando este camino educativo en los valores, desde el ejemplo y la sabiduría de los años. A nuestros niños, adolescentes y jóvenes tenemos que mostrarles ‘referentes’ para que puedan encontrar en ellos ‘soportes’ para la vida, para que actúen con seguridad, tomen decisiones asertivas y superen los temores. Cómo duele reconocer en nuestro entorno, el crecimiento de la depresión, las ideaciones suicidas, la drogadicción en quienes son ‘el presente’ de nuestra patria, mientras seguimos indolentes contemplando cómo se les roba las ilusiones y los sueños a los chicos anestesiándolos con promesas falsas y presentando la historia teñida de sangre, dolor, rabia y calamidades. Cómo sembrar en ellos la esperanza y ayudarles a no quedarse en el pasado doloroso e ingrato. Ernesto Sábato decía: “Yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar los hechos malos y, así, casi podría decir que ''todo tiempo pasado fue peor'', si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado; recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones, que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza”. Qué lindo sería poder recordar los nuevos rostros que hoy nos interpelan y darnos cuenta que no todo está perdido. Para los cristianos, Jesús es el modelo de joven, que todo lo que toca lo vuelve joven; no tengamos miedo en abrir el corazón a Jesús para que nuestro corazón brille con la luz de la esperanza que viene de Dios. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Lun 13 Jun 2022

¡Segunda Vuelta!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez – El próximo domingo los colombianos nuevamente iremos a las urnas a manifestar nuestra decisión democrática. Es la segunda vuelta que se ha visto enredada, tejida de improperios, denuncias, noticias falsas, escándalos; una campaña negra, sucia, rastrera. Quizás muchos coincidan conmigo en que este tipo de contiendas electorales nunca se habían visto. Me pregunto que hay en el corazón de tantas personas desalmadas para quienes es más importante denigrar, insultar, promover pensamientos mezquinos con intenciones maquiavélicas; para aquellos que se dejan llevar por palabras salpicadas de odio, frases incendiarias y siembra de cizaña. ¿Qué nos ha ocurrido? ¿Qué le está pasando a esta sociedad? Estamos sobrepasando los límites éticos y morales, mientras cada uno busca defender su punto de vista, proclamar su verdad y presentarse incólume ante el mundo, señalando a los demás como corruptos, deshonestos y perversos. En los últimos años hemos contemplado el tipo de campañas que se han ido promoviendo en Colombia, América Latina y el mundo, con estrategias denominadas ‘políticas’, legalmente aceptadas, que se han vuelto costumbre, pero, que nada tienen que ver con la verdad, la justicia y la paz. Al contrario, son un atentado contra la paz, una burla a la verdad y una sátira a la justicia. Surgen más preguntas que respuestas: ¿Siempre ha sido así? ¿se justifica este tipo de campañas? ¿Qué beneficios personales trae consigo el denigrar del otro? ¿El fin justifica los medios? ¿Es justo devorarnos y destrozarnos? ¿En política todo se vale? No se puede pretender presentar una campaña perfecta, un candidato perfecto, un modelo de gobierno perfecto. Es de héroes reconocer los errores y superar los obstáculos, no es necesario aparentar ser sabios cuando la ignorancia ‘magna est’, mostrarnos justos cuando el corazón está dividido, revelarnos como agentes de paz cuando sembramos semillas de violencia, mostrar un rostro de tolerancia cuando no somos capaces de aceptar las diferencias, pretender ser generosos cuando nos cuesta compartir con los más pobres, decir que perdonamos cuando no somos en profundidad indulgentes. Se necesita coherencia y, desde esta columna, quisiera invitar a los candidatos y electores a serenarnos, a escucharnos y a escuchar a los otros, a pensar en el bien de la comunidad, a ir más allá de nuestros intereses, a ser sensatos reconociendo las cualidades y fortalezas de los contendores, a no tener miedo al disenso, a buscar consensos y a centrar la campaña en propuestas, en la ruta que cada candidato desea recorrer para hacer de su gobierno un sendero de paz. Ante la situación actual de post verdades, de polémicas y polarizaciones, los electores necesitamos estar más tranquilos y saber que el voto en blanco no tiene ningún efecto, por lo que es importante ‘elegir bien’, cada uno votando en conciencia, pensando en el bien común. Tomás Moro, patrono de los políticos, hombre de leyes, honesto, culto y auténtico humanista invitaba a ‘servir y a no servirse de la política’; recurría siempre al buen ejemplo como el único camino para alcanzar la transformación social y la mejor manera de poder influir en los demás. En su discurso era consciente que el gobernante, es decir, el político debe enfrentarse a tres problemas: la pasión por el poder, la corrupción y la obsesión por su imagen. Solo de esta manera se puede alcanzar la integridad de un gobernante. El Papa San Juan Pablo II decía que Tomás Moro ‘emana un mensaje de inalienable dignidad de la conciencia, de primacía de la verdad sobre el poder, de coherencia moral y de una política que tenga como fin el servicio a la persona’. En estos momentos de crisis vale la pena releer a Tomás Moro y la Carta Encíclica del Papa Francisco ‘Fratelli Tutti’, que dedica todo el capítulo quinto a reflexionar sobre ‘la mejor política’, puesta siempre al servicio del bien común. Dice el Papa: ‘pienso en una sana política, capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas que permitan superar presiones e inercias viciosas’. Al llegar la segunda vuelta, no lleguemos desgastados, cansados y en medio de la zozobra, la confusión, el temor o la desconfianza; lleguemos a las urnas con una conciencia diáfana para decir ‘si’ a la democracia y asumir nuestro compromiso ciudadano con responsabilidad y dignidad. Así que todos a votar y a votar bien. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Mié 6 Abr 2022

¡El gobernante para Colombia!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Después de haber vivido las elecciones a cámara y senado y haber pasado por las respectivas consultas, al aproximarse las elecciones para la presidencia 2022-2026 quisiera proponer una reflexión, muy respetuosa y a la vez llena de sensatez, invitando a todos los lectores a pensar en el gobernante que queremos, el gobernante que necesita Colombia. Nuestro país es una maravilla; los bellos paisajes, montañas, cultura cafetera y la pujanza de su gente, es la mejor expresión de lo que esta tierra sigue produciendo, por su fecundidad y alegría. Pues bien, mirando hacia atrás y constatando la podredumbre de la corrupción que agobia a nuestras regiones, contemplando el panorama de un sistema de justicia debilitado y de vicios en los sistemas de contratación, además de muchos males que aquejan a nuestra patria –inseguridad, violación de los derechos humanos, violencia intra-familiar, clientelismo, suciedad en las calles, crecimiento de la pobreza, suicidio, ideologías enquistadas, etc.-, quisiera proponer esta reflexión sobre el gobernante que necesita nuestro país. Colombia necesita un gobernante –hombre o mujer- honesto, que gobierne para la gente, con la gente y por la gente, valiente para denunciar los atropellos contra los derechos humanos; que custodie esos mismos derechos en los niños, niñas, adolescentes y jóvenes; que ame la familia y se preocupe por enaltecer la armonía y la unidad de nuestros hogares, que cuide de nuestros adultos mayores, como un tesoro espiritual invaluable; que sea fiel, leal con sus principios, que diseñe políticas de estado y no se deje llevar por sus propios intereses. Un gobernante comprometido con las minorías e incluyente, pero no sujeto a presiones ni a corrientes que dañen la democracia. Una persona con recta intención, con sabiduría para tomar decisiones, asesorado por personas a quienes les duela el país y su gente. Un gobernante interesado por la educación integral, que no se afane por alcanzar prestigio o recibir honores, que busque menos aplausos y ofrezca más sonrisas, que no pose tanto para las fotos y menos que, convierta, un acto público en un saludo a la bandera. Una persona de probada virtud, que ame la vida y la defienda, desde el momento de su concepción hasta la muerte natural, que esté abierta al diálogo con todos los sectores y se anime a dar soluciones con la participación de los ciudadanos; una persona sensible al dolor de los más pobres, vulnerables y descartados socialmente; que cuide los recursos del erario público evitando la burocracia y que exija a sus colaboradores eficiencia, responsabilidad, compromiso y civismo; que vigile el gasto público, que vele por los derechos de los trabajadores y se interese por una contratación justa y equitativa. Que tenga un corazón dócil para evaluar y corregir errores sobre la marcha, que no tenga miedo en impulsar una reforma a la justicia sin prebendas para los de cuello blanco; que sea cercano a los senadores y representantes a la cámara, una persona conciliadora, que no se deje llevar por la violencia de colores, palabras o improperios; una persona justa, sin altivez, humilde y sencilla. Una persona de fe, que aprenda a confiar en los demás y no se crea un dios, que sea de corazón transparente y palabras diáfanas, pues ‘de la abundancia de su corazón hablarán sus labios’; un gobernante con el corazón abierto a los migrantes y refugiados, capaz de respetar la diversidad y vocación de las iglesias y dispuesto a respetar la espiritualidad de los creyentes; un gobernante que potencialice la economía y con la banca, busque caminos de apoyo solidario a los más pobres; que junto con los empresarios sueñe un país próspero y abra senderos de inversión extranjera; que promueva la exportación de nuestros productos elaborados y cultivados en el territorio nacional y que si hay convenios y alianzas hacia el libre mercado se cuide de no deteriorar a la pequeña y mediana empresa. Que no empeñe nuestra patria a las fórmulas de poder, gobierno y progreso, debilitando los principios morales y destruyendo la belleza de la unidad nacional; que se preocupe por liderar una cruzada hacia la unidad, en donde todos, incluyendo la oposición, puedan ejercer su libertad con responsabilidad, por amor a la democracia. En fin, que sea un colombiano(a), que se sienta orgulloso de su país, que cante el himno nacional con devoción y defienda la soberanía nacional con ahínco; que gobierne sin pretensiones humanas; así, Dios y la patria le premiarán y si no, él y ella le reclamarán. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Mar 8 Mar 2022

¡Tiempo de Democracia!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Es tiempo de democracia, es tiempo de preparación para ir a las urnas, escenario democrático, en el que los colombianos podemos decidir quiénes serán los hombres y mujeres que van a legislar y quienes van a representar nuestros departamentos y ciudades. Un ejercicio que debe realizarse desde la libertad, la responsabilidad ciudadana y la justicia. De ahí que es infame, cuando constatamos las irreverencias en los foros políticos; cómo las contiendas electorales se tiñen de insultos, intrigas, desavenencias, injurias. Algunos recurren para su defensa, a los ataques con improperios sacando los trapitos al sol, ventilando debilidades humanas y tratando de poner el dedo en la llaga de aquello que más ‘duele’ a un candidato, pero es seguro que, pasando las contiendas electorales, les veamos tomando café, estrechando la mano, posando para una foto; en fin, este es un craso error, si se quiere defender una auténtica democracia. Los candidatos, deberían pensar no en sus intereses personales sino en el bien común, tener respeto por los electores y jamás herir las susceptibilidades de los contradictores. Es lamentable reconocer que los trazos de una corrupción que busca permear todos los ambientes, termine opacando la belleza de una contienda electoral que debería darse, desde la presentación de programas de gobierno, pasando por la cercanía de los candidatos con los ciudadanos e incluso con una mirada solidaria hacia los más pobres y vulnerables. La Misión de Observación Electoral (MOE) ha hecho denuncias ante estos abusos; los organismos de control no son ajenos a estas denuncias callejeras, muchas de la cuales no se cursan en dichos organismos, por la inoperancia e ineficiencia. En la calle se escuchan muchas voces que advierten contratos a tres meses, con el objetivo de ganar adeptos; exigencia a trabajadores, quienes deben garantizar, para conservar su puesto de trabajo, un grupo de electores de entre familiares y amigos o la solicitud a los mismos empleados de organizar en los barrios y veredas encuentros con determinados candidatos, para lo cual son los mismos trabajadores los que tienen que garantizar los refrigerios y la acogida. Quizás algunos, al leer este artículo pensarán: ‘siempre ha sido así’, ‘esta es una costumbre de tiempos inmemoriales’, ‘es una realidad nacional’; sin embargo, yo me pregunto, si esto es así, ¿cuándo vamos a cambiar? Indudablemente las prácticas y costumbres malsanas las podemos cambiar; esa decisión es de cada uno, tanto los candidatos quienes deberían sentir vergüenza al reducir sus candidaturas a promesas politiqueras acompañadas de ofertas de trabajo, entrega de material para adecuación o construcción de viviendas, entrega de mercados, ayuda para pago de servicios públicos, etc. Los candidatos deberían dar testimonio de transparencia, sencillez y respeto por los otros. Jamás debería un buen candidato, honesto y responsable, ofrecer privilegios o dádivas a cambio de votos. Igualmente, en el caso de los ciudadanos, deberíamos sentir vergüenza cuando vendemos nuestra conciencia, cuando nos untamos de corrupción y nos empeñamos a un candidato, para otorgarle nuestro voto. Como padre y pastor de esta Diócesis de Armenia, quiero invitar a todos los quindianos y a los colombianos, a votar bien, a pensar en el bien común; ningún sacerdote, diácono, seminaristas, religioso(a), puede incursionar en la política; no nos toca decir por quién votar, aunque asumimos como ciudadanos, nuestro compromiso con la democracia; también vamos a las urnas y lo debemos hacer con libertad y responsabilidad. No podemos usar el púlpito para invitar a votar por alguien en particular, más sí para ayudar a los ciudadanos a tomar conciencia de un deber cívico y patriótico, aún a sabiendas que hay movimientos políticos, que se presentan abiertamente ‘religiosos’ y se aprovechan de la ‘libertad de culto’ para ganar adeptos, haciendo un proselitismo dañino y perjudicial para una sociedad que necesita testigos y maestros y no más polarizaciones y divisiones. La Iglesia no da permiso a sus clérigos para que lideren partidos políticos o participen de contiendas electorales. A todos les llamo a la cordura, a que voten y, antes de hacerlo, a que conozcan los planes de gobierno y no se dejen llevar por las falsas promesas. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Mar 22 Feb 2022

¿En Crisis?

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - No hay duda, apreciados lectores, que hoy asistimos a múltiples crisis que oprimen al ser humano y lo llevan a una aflicción postrera: crisis ante la pandemia, crisis en el seno de nuestras familias, crisis en el orden económico, político, religioso; crisis social, crisis de ‘esperanza’, crisis de ‘paternidad’ y ‘filiación’, crisis de autoridad, crisis moral, crisis en las instituciones, crisis en el periodismo; en fin, lo que quiero advertir, es que no deberíamos sumirnos en estados depresivos y en tristezas y ayes lastimeros ante las crisis; debería ser más bien una oportunidad para brillar de nuevo y recuperar el esplendor que se ha ido apagando en diversos escenarios. Soy muy optimista, cuando se trata de ‘crisis’; pues el gran desafío es buscar siempre el equilibrio. Aunque esta crisis ha tocado también al periodismo, quiero rendir un sentido homenaje a los periodistas, por su labor incansable de informar, formarse y ser testigos de la verdad. No podemos ignorar que tenemos periodistas espirituales, académicos y profesionales, a quienes les duele la ciudad, el departamento, el país, interesados siempre por la búsqueda de la verdad, alejados de sensacionalismos y exhibicionismos, consagrados lectores y servidores de la comunidad, capaces de escuchar, de ser solidarios, sensibles ante el dolor del otro, excelentes padres, esposos, amigos, colegas, compañeros de trabajo, con una alta dimensión humana y a veces, mal remunerados, pero jamás ‘vendidos’ ni sectarios, ni cizañeros; hombres y mujeres, con un alto sentido de patria y humanidad. Quizás uno de esos periodistas sea usted y le felicito de corazón, por su vocación y su capacidad de resiliencia. Sin embargo, hay una crisis en el periodismo hoy, que raya con la ‘banalidad de los medios’, el sensacionalismo y el amarillismo; irresponsablemente hay periodistas y comunicadores sociales que primero ponen en la ‘picota pública’ a personas e instituciones y luego, llaman, -ni siquiera hacen presencia física- o lo hacen a través de terceras personas, para corroborar una noticia que ya ha sido puesta a la luz pública. Hay personas que se presentan como ‘periodistas’, pero siempre en busca del morbo, de la denuncia dañina, de la verdad a medias, sin importar las consecuencias. Hay periodistas que han creado sus propios medios o usan las redes sociales para ensañarse contra las personas e instituciones, desconociendo la ética periodística, el valor de la verdad y la sana réplica. Se convierten con facilidad en jueces, dictan sentencias y señalan a sus interlocutores; se presentan como ‘investigadores’; eso le está haciendo mucho daño al periodismo. Hay periodistas que ya no buscan las ‘fuentes’, sino que se han dedicado a hacer un periodismo de escritorio, impersonal e inhumano; llaman desde su celular a quien desean entrevistar o le escriben a través de un correo electrónico las preguntas para que sean respondidas en el menor tiempo posible, de lo contrario serán blanco de críticas e improperios. Hay periodistas que no van a una rueda de prensa y luego llaman a sus interlocutores, con actitudes déspotas como si el periodismo fuera una profesión u oficio, para sembrar miedo y terror. Es una crisis, real, no es una percepción y lo sabemos; en nuestro departamento urge un trabajo articulado del círculo y del colegio de periodistas, de ACORD, y de las distintas agremiaciones, en orden a ‘recuperar’ un rol social fundamental que consiste en ser constructores de paz, libertad, verdad, democracia y justicia. Podríamos preguntarnos: ¿qué referente en el periodismo tengo? Valdría la pena hacer un examen de conciencia y sentir que de verdad el periodismo es una hermosa vocación, que no se reduce al hacer, sino que, desde el ser, produce lo mejor para la sociedad; que no se reduce a la pluma, al lenguaje, a la voz, sino que va más allá, porque toca lo esencial de los seres humanos: su corazón. Así que les invito a ser agradecidos con los periodistas que hacen su trabajo bien y a exigir a quienes no lo hacen bien a que se formen y aprendan. ¡Feliz día del periodista! + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia