Mié 8 Feb 2017
Conversión y apertura a los demás, llamado del Papa en Cuaresma
La Cuaresma es una época propicia para la conversión, para renovarse por medio de los sacramentos, para reconocerse pecadores, buscar el perdón de Dios y comenzar de nuevo el camino hacia la Pascua, “la victoria de Cristo sobre la muerte”.
Así lo señala el Papa Francisco en su mensaje con motivo de la Cuaresma de 2017 que, con el título de “La Palabra es un don. El otro es un don”, se ha hecho público esta semana.
El Papa Francisco explica que, mediante el ayuno, la oración y la limosna, la Cuaresma es el tiempo más adecuado “para intensificar la vida del espíritu”.
En el mensaje, el Pontífice afirma que “la Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte”.
"En este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios 'de todo corazón', a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor", afirma el Santo Padre.
El mensaje del Papa se articula en torno a la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro. A partir de esa parábola, el Pontífice establece tres puntos temáticos: “El otro es un don”, “El pecado nos ciega”, y “La Palabra es un don”.
1.- El otro es un don
El Papa Francisco indica que, en esta parábola, “Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido”.
En este sentido, invita a “abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor”.
2.- El pecado nos ciega
En su reflexión a partir de esta parábola, el Papa llama la atención sobre cómo “la riqueza de este hombre era excesiva”, y cómo “la exhibía de manera habitual todos los días”.
En esa actitud del rico “se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia”.
El Santo Padre insiste una vez más en los peligros de lo material: “el dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico”.
“En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz”, advierte.
En cuanto a la vanidad, ilustra en su mensaje cómo “la codicia del rico lo hace vanidoso”. “Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia”.
Luego está la soberbia, “el peldaño más bajo de esta decadencia moral”. “El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención”.
3.- La Palabra es un don
El verdadero problema del rico, la raíz de sus males, “está en no prestar oído a la Palabra de Dios”, indica el Santo Padre. “Esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios”.
El Pontífice alertó: “cerrar el corazón al don de Dios que habla, tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”.
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Fuente: Agencia católica ACIPRENSA
Foto: Tomada de Opus Dei