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pastoral social Cáritas Colombiana

Lun 24 Nov 2025

COP30: Iglesia y comunidades de Colombia y del Sur Global reclamaron transición justa, reparación histórica y ética ecológica

La Iglesia colombiana llegó a la COP30 con un mensaje contundente y urgente desde los territorios: la crisis climática está profundizando desigualdades y poniendo en riesgo la supervivencia de comunidades enteras. Monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, presente en Belém como vocero del Episcopado, enfatizó que Colombia necesita compromisos reales de financiación, protección amazónica y transición justa, y que la comunidad internacional debe escuchar “la voz de quienes ya están viviendo los impactos más severos del cambio climático”.A 33 años de la primera COP —creada con la promesa de coordinar la acción climática global— el deterioro ambiental avanza con mayor rapidez que las respuestas políticas. En 2023, el secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que ya no vivimos un “calentamiento global”, sino una “ebullición global” que amenaza la vida en todas sus formas. Esa crisis golpea con especial fuerza a los países del Sur Global, escenario en el que la Iglesia Católica elevó una voz profética desde Belém, recordando que la urgencia dejó de ser advertencia para convertirse en amenaza concreta para millones de personas.La presencia de la Iglesia Católica latinoamericana, caribeña, africana y asiática marcó un hito histórico en la Amazonía. Con una voz articulada desde el Sur Global, obispos, delegaciones eclesiales, comunidades acompañadas por Cáritas y líderes territoriales colombianos exigieron avanzar hacia una justicia climática real, una ética ecológica global y una conversión ecológica integral acorde con la gravedad de la crisis planetaria.Monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, obispo de Soacha y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social – Cáritas Colombiana, lideró la representación eclesial en los escenarios diplomáticos, en espacios de sociedad civil y en el histórico encuentro entre obispos del Sur Global.“Si no detenemos el cambio climático, estamos abocados a una destrucción. Para el año 2050 las condiciones del mundo serían absolutamente difíciles”, advirtió al terminar su participación en la cumbre.Un mensaje desde el Sur Global: reparaciones históricas y fin de las falsas solucionesDurante la COP30, las Conferencias Episcopales de África, Asia, América Latina y el Caribe entregaron a la presidencia de la Convención de la ONU un documento titulado “Un llamado por la justicia climática y la casa común: conversión ecológica, transformación y resistencia a las falsas soluciones". En él denuncian temas como:⁃ la mercantilización de la naturaleza,⁃ la expansión de nuevas infraestructuras fósiles,⁃ los mercados de carbono que trasladan la carga a los más pobres,⁃ la tecnocracia sin justicia,⁃ las falsas soluciones del llamado “capitalismo verde”.El documento es contundente:“La Iglesia no guardará silencio. Rechazamos las falsas soluciones y exigimos la eliminación progresiva de los combustibles fósiles.”“Los países ricos tienen una deuda histórica con quienes han sufrido los impactos del extractivismo y el colapso climático.”Los obispos advierten que estos enfoques profundizan desigualdades históricas y perpetúan un modelo que sacrifica territorios y pueblos enteros. Frente a ello, exigen acciones estructurales y de largo alcance: la eliminación progresiva de los combustibles fósiles, el fortalecimiento de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC), el cumplimiento riguroso del Acuerdo de París y el compromiso de alcanzar deforestación cero en 2030, especialmente en ecosistemas estratégicos como la Amazonía. También, reclaman mecanismos de gobernanza climática con participación activa y vinculante de comunidades locales, pueblos indígenas, sociedad civil y organizaciones basadas en la fe.Reparación histórica: una exigencia ética y no negociableMonseñor Juan Carlos Barreto reforzó el llamado al señalar que la crisis climática no puede abordarse solo desde criterios técnicos o financieros, sino desde la responsabilidad histórica. Recordó que los países industrializados “han concentrado los beneficios de un modelo extractivo y altamente dependiente de los combustibles fósiles, dejando una huella ecológica que hoy recae con mayor dureza sobre los países pobres y en desarrollo”.Para el prelado, la reparación es un imperativo moral:“Los países desarrollados deben reparar históricamente a los países en vías de desarrollo por el daño ecológico causado. No se trata ya de préstamos ni de ayudas condicionadas; se trata de reconocer una deuda acumulada durante décadas y de asumir compromisos reales.”Dicha reparación debe traducirse —insistió— en financiación justa, sin generar deuda, con acceso directo para las comunidades y acompañada de la eliminación progresiva de los combustibles fósiles y una transformación profunda de la arquitectura financiera internacional. Sin este reconocimiento histórico, cualquier acuerdo climático queda “incompleto, desbalanceado e injusto” agregó monseñor Barreto.Reconocimiento de la ONU: “Sigan hablando y háblenlo alto”En un gesto sin precedentes, la ONU reconoció públicamente el liderazgo ético de la Iglesia Católica en las negociaciones climáticas. Gustau Mañez Gomis, jefe del gabinete de la COP, afirmó:“Cuando la religión habla, la política escucha. Tienen mucha autoridad moral para mover la política en la dirección correcta. Sigan hablando y, por favor, háblenlo alto.”El organismo destacó documentos del magisterio, como Laudato si’, Laudate Deum, y la voz del Papa León XIV; se refirió a ellos como referencias morales globales indispensables.El mensaje del Papa León XIV: guardianes de la creaciónEn un video transmitido durante la cumbre, el Papa León XIV exhortó:“Somos guardianes de la creación, no rivales por sus bienes. Actuemos con rapidez, fe y profecía para proteger el don que Dios nos confió.”El Pontífice afirmó que aún es posible mantener el aumento de la temperatura bajo los 1.5°C, aunque advirtió que “la ventana se está cerrando”.Colombia en la COP30: cinco apuestas que convergen con la voz de la IglesiaLa delegación del Gobierno colombiano llegó a Belém con una agenda climática que tiene amplia sintonía con los llamados de la Iglesia:1. Transición energética y eliminación progresiva de combustibles fósiles2. Integración entre biodiversidad y clima, defendiendo el legado de la COP163. Protección de pueblos indígenas, afros y campesinos4. Reforma financiera internacional y alivio de deuda5. Financiación para la Amazonía y bosques tropicalesEn el marco de la cumbre, Colombia obtuvo además un resultado histórico:
USD 100 millones del The Journey Fund para impulsar una transición energética justa, siendo el primer país de la región en recibir este apoyo.“No podemos pensar solo en lo tecnológico. Necesitamos una ética ecológica que nos permita compartir valores comunes independientemente del país o la fe”, afirmó monseñor Barreto.Aporte colombiano: experiencias territoriales presentadas por CáritasEl Secretariado Nacional de Pastoral Social – Cáritas Colombiana presentó experiencias emblemáticas de ecología integral desarrolladas con comunidades.1. Reducción del Riesgo de Desastres en La Mojana (Ayapel, Córdoba): reconocido como ejemplo de adaptación basada en comunidades. Se han logrado alcances como:- Comités de gestión del riesgo- Rutas de evacuación y terraplenes- Mapeos participativos- Liderazgo y empoderamiento comunitario2. Comunidad de Tierra y Territorio (CTT): una propuesta integral que articula ambiente, territorio, soberanía alimentaria y paz que incluye actividades como:⁃ Conservación de semillas nativas⁃ Sistemas agroforestales y biofábricas⁃ Incidencia contra la deforestación⁃ Economía solidaria liderada por mujeres⁃ Diálogo intercultural y espiritualidad ecológicaLíderes comunitarios y ambientales del Guaviare en la COP30De la mano del SNPS-CC, a través del proyecto ‘Global’, y gracias al apoyo de Cáritas Alemania, participaron en la COP30, ratificando con sus testimonios ratificaron que la solución climática empieza en los territorios:- Ana Bertilde Cuesta, referente agroecológica en El Retorno, ha transformado su finca en un modelo de transición productiva sostenible, impulsando prácticas agroecológicas, recuperación de suelos y fortalecimiento del papel de las mujeres como guardianas de la biodiversidad.- Veiler Peña, joven líder campesino de la Zona de Reserva Campesina La Guardiana del Chiribiquete, expuso cómo las comunidades están resistiendo a la deforestación mediante organización social, gobernanza local y propuestas de manejo comunitario del territorio.- Yesid Pereira Ovalle, de la vereda La Carpa, compartió la iniciativa de la “semillatón” y el proceso para crear una Casa de Semillas del río Guayabero, una apuesta que garantiza soberanía alimentaria, adaptación al clima y protección del patrimonio biocultural de la región.Iglesia latinoamericana: conversión ecológica, coherencia y comunidades Laudato si’En diálogo con el CELAM, monseñor Barreto resaltó el avance hacia comunidades eclesiales sostenibles:⁃ Más de 50 eco-parroquias y parroquias Laudato Si’ en certificación.⁃ 250 animadores Laudato Si’ formados recientemente.⁃ Alianzas CELAM – Movimiento Laudato Si’ – CEC.⁃ Transformaciones ecológicas en templos, seminarios, colegios y obras pastorales.“El testimonio interno fortalece la incidencia pública”, afirmó el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social-Cáritas Colombiana.Obispos del Sur Global: “La tierra casi sangra”Durante este encuentro eclesial e intercontinental en la COP30 se destacaron tres voces:⁃ Cardenal Jaime Spengler: “La tierra casi sangra. No es un recurso para ser explotado.”⁃ Cardenal Fridolin Ambongo: Alertó sobre refugiados climáticos y conflictos por minerales verdes.⁃ Cardenal Felipe Neri Ferrão: Exigió detener la expansión fósil y garantizar financiación justa.Hacia una Iglesia que vigila, acompaña y actúaLa Iglesia dejó claro que su participación no es simbólica. Asumió compromisos internos para responder con coherencia al desafío climático: promoverá economías basadas en la solidaridad y la sobriedad feliz, impulsará educación en ecología integral, apoyará las luchas territoriales de comunidades e indígenas y pondrá en marcha un Observatorio Eclesial sobre Justicia Climática para vigilar el cumplimiento de los acuerdos climáticos y denunciar sus incumplimientos.“Este es un espacio absolutamente necesario donde la Iglesia tiene que estar. Cada día mejoramos nuestra articulación y participación”, afirmó monseñor Barreto.La COP30 recordó que el cuidado de la creación es un imperativo ético y espiritual. La Iglesia colombiana, en sintonía con el Sur Global, reafirmó que la ecología integral es camino de justicia, paz y esperanza, y que la vida de la Amazonía —y de los pueblos que la habitan— depende de decisiones que no pueden esperar.Vea a continuación el informe audiovisual:*Agradecimientos especiales a Cáritas Brasil por el cubrimiento audiovisual que facilitó la creación de esta pieza audiovisual sobre la participación de la Iglesia en la COP30.

Mar 1 Oct 2024

El grito de los Migrantes y Refugiados

Por Pbro. Rafael Castillo Torres - Este domingo, 29 de septiembre, la Iglesia universal celebra la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado bajo el lema “Dios camina con su pueblo”, precisamente porque, como nos ha dicho el Papa Francisco en su mensaje para esta jornada, “muchos emigrantes experimentan a Dios como compañero de viaje, guía y ancla de salvación. Se encomiendan a él antes de partir y a él acuden en situaciones de necesidad. En él buscan consuelo en los momentos de desesperación”.Como Pastoral Social/ Cáritas colombiana vemos, en esta jornada, una gran oportunidad para agradecer a Dios e ir consolidando todas las acciones que nuestras parroquias, comunidades, instituciones, servicios diocesanos y ‘Comunidad de Protección’, han venido realizando por nuestros hermanos migrantes y comunidades de acogida, a partir de las cuatro acciones que nos ha sugerido el Papa Francisco: Acoger, Proteger, Promover e Integrar.Acciones que evidenciamos en los muchos espacios de convivencia, formación, incidencia y reflexión que se tienen con ellos; en los encuentros con distintos actores que, igualmente, sirven y acompañan tanto de la institucionalidad como de la cooperación; en la riqueza de los intercambios comunitarios y buenas prácticas de organizaciones de migrantes, así como en los momentos de oración y celebración con ellos, en los cuales hemos aprendido que, con el aporte de todos, que es pobreza compartida, acontece en su pueblo, un Dios salvador que multiplica y hace crecer los dones que sostienen la esperanza.Las experiencias de caridad en la frontera, expresadas en los encuentros y contacto directo de los señores obispos de Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá y Centro América y, más recientemente, el encuentro de obispos de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, así como las visitas y acciones conjuntas a las rutas migratorias del Tapón de Darién, tanto en Necoclí como en el Vicarito Apostólico del Darién en Panamá, en Riohacha, Cúcuta e Ipiales; el acompañamiento cercano del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede y de las Nunciaturas Apostólicas de nuestros países; los mensajes recibidos de manera directa de parte del Papa Francisco y el acompañamiento que hemos realizado a esa otra frontera de mar territorial del Vicarito Apostólico de San Andrés y Providencia en límites con Nicaragua y cercanos a Costa Rica, ruta de migración riesgosa en la que igualmente han desaparecido embarcaciones y personas, nos ha mostrado, no solo la magnitud del fenómeno sino también su complejidad.Un consenso práctico de estos esfuerzos sinodales de frontera ha sido el compromiso de abordar este desafío global, tanto en lo social como en lo eclesial, desde los criterios pastorales que nos ha dado el Papa Francisco: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte, sencillamente porque todo está conectado.Igualmente, estos encuentros, dadas las experiencias encontradas y las escuchas realizadas nos han colocado ante la urgencia de remontarnos al origen de nuestra solicitud pastoral por nuestros hermanos migrantes y refugiados. Solicitud que tiene su origen cuando se da a luz la vida humana, en un grito. Un grito que escuchamos en el Tapón del Darién y en las aguas del Caribe; en Rumichaca y en Arauca; en Riohacha y en Cúcuta y que todos sentimos en carne propia. Es una solicitud pastoral que no nace ni de una teoría ni de una doctrina en particular, sino de esa larga y compleja madeja de gritos y de “ayes” de hermanos migrantes y refugiados que van clamando, mientras caminan desde el sur hacia el norte.Como Iglesia hemos tomado la decisión de responder a esos gritos. Queremos incidir en una legislación justa en nuestros Estados; en la codificación de normas si hacen falta; en la concreción de pactos y protocolos, porque creemos que todas ellas son posteriores a esa instancia primordial del “escuchar” y “sentir” el grito de quien se ha convertido en víctima, de quien ha sido despojado de su dignidad o de sus derechos. Es un gran aprendizaje que nos ha dejado el acompañamiento cercano del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.Nuestra pastoral de la movilidad humana, y en particular nuestro acompañamiento a las familias migrantes y refugiadas, ha de partir siempre, no de una declaración o un instrumento jurídico, sino de una experiencia, de un dolor ajeno sentido como propio. Si tenemos que buscar una expresión que sea anterior y que permita trascender toda posición religiosa, “neutral” o ideológica, una expresión que permita que la exterioridad irrumpa en nuestro mundo íntimo y nos movilice hacia una opción por la justicia y los derechos humanos con este pueblo en marcha, nos tenemos que remitir a la protopalabra, la exclamación o interjección de dolor, consecuencia inmediata del traumatismo sentido.El ¡AY! de dolor producido en las familias migrantes y refugiadas por la realidad de sus países, por la trata de personas, así como por las estructuras mafiosas que han hecho de su tragedia un negocio, nos están indicando de manera inmediata no algo sino alguien. El que escucha el grito de dolor queda sobrecogido, porque el signo irrumpe en su mundo cotidiano e integrado, el sonido, el ruido casi, que permite vislumbrar la presencia ausente de alguien en el dolor. “He escuchado el clamor que le arranca su opresión (al pueblo)” (Ex 3,8); “... y lanzando un gran grito, expiró” (Mc 15,37). El grito, antes que la palabra, es quizá el signo más lejano de lo ideológico. Es el límite de la revelación humana y divina, que situándose fuera del sistema lo pone en cuestión. Es un grito que nos ha puesto en camino en la certeza de que Dios camina al ritmo de su Pueblo.Pbro. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas Colombiana