Vie 4 Oct 2024
Lo que Dios unió, no lo separe el hombre
VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGODEL TIEMPO ORDINARIOOctubre 6 de 2024Primera lectura: Gn 2,18-24Salmo: 126(127),1-2.3.4-5a.5b-6 (R. cf. 5)Segunda lectura: Hb 2, 9-11Evangelio: Mc 10, 2-16 (forma larga) o Mc 10, 2-12 (forma breve)I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónEl hombre y la mujer que se entregan mutuamente en el sacramento del matrimonio llegan a ser una sola carne. Este ha sido el deseo de Dios, designio de amor que él mismo ha revelado desde el principio al crear al ser humano. ●Jesús les pide a los apóstoles que dejen que los niños se acerquen a él para bendecirlos. Al mismo tiempo, Jesús aprovecha para darnos una clave en nuestra búsqueda del Reino de Dios: hay que ser como niños. ●Aquel que ha padecido la muerte para bien de todos lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Él mismo que ha sido crucificado también ha sido glorificado. Él está en medio de nosotros en la celebración de la Eucaristía dominical. 1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?La lectura del libro del Génesis nos revela al Dios creador que moldea y le da vida a la mujer a partir de la costilla del varón. El querer de Dios consiste en darle al hombre una verdadera ayuda. Al ver el resultado de la obra amorosa del Creador, el varón se maravilla y se emociona ya que, en la mujer, encuentra a alguien con quien entablar una relación realmente personal. Él la experimenta con parte de sí (precisamente ella ha salido de él) y por eso puede identificarse con ella y unirse a ella. Al final de esta perícopa, el hagiógrafo nos explica cuál deberá ser el destino del hombre y la mujer, presentados como la obra más perfecta de la Creación: se separarán de su familia de origen y llegarán a unirse (no solo en la relación sexual, sino en la construcción de un proyecto de vida juntos). Así, como meta definitiva del propósito divino, el hombre y la mujer llegarán a convertirse en una sola carne. Como respuesta a esta lectura se nos presenta el Salmo 127. Estamos ante una promesa para el hombre que teme a Dios y sigue sus caminos: su casa, él y su mujer, recibirán la bendición del Señor.A partir de hoy y durante varios domingos escucharemos algunos fragmentos de la Carta a los Hebreos. Particularmente en el segundo capítulo se comienzan a sentar las bases para fundamentar el discurso sobre el sacerdocio de Cristo. Desde el v. 5 el autor ha tomado como fuente de inspiración el Salmo 8 para aplicarlo al Hijo de Dios. En Él se cumple esta palabra: “lo hiciste poco inferior a los ángeles… todo lo sometiste bajo sus pies” (cf. Hb 2, 7; cf. Sal 8, 5-7). Esta última frase no aparece en el texto litúrgico de la segunda lectura de hoy, pero es la que conecta con los tres versículos escogidos para que ser proclamados en este domingo: Jesús ha sido coronado de gloria y todo ha sido puesto bajo su dominio, por haber padecido la muerte por nosotros. A partir de esta afirmación, queda manifestado y trazado el camino que deberán seguir los seres humanos para que puedan alcanzar la salvación (ser guiados a ella): muchos hijos serán santificados y llevados a la gloria, pero deberán pasar por la misma prueba de Cristo, el santificador, y deberán ser perfeccionados por el sufrimiento. Ante las preguntas maliciosas de los fariseos, Jesús reacciona con sabiduría y autoridad. Para responder a la cuestión Jesús contrapone la Ley de Moisés con el proyecto original de Dios (cf. primera lectura). La voluntad de Dios acerca del matrimonio está contenida en el Génesis, desde el comienzo de la Creación; y si la ley había permitido el divorcio es por la dureza del corazón, una actitud del pueblo de Israel que aparece cuando no es capaz de comprender ni aceptar los designios de Yahvé. Jesús afirma, sin dar lugar a otras interpretaciones que la unión del hombre y la mujer ha de ser indisoluble ya que ha sido Dios quien los ha unido. Además, el Maestro insiste en que ya no son dos y por eso repite: “una sola carne”. El proyecto original de Dios busca la igualdad de los cónyuges, la entrega total y duradera que unifica. La palabra “cónyuges” da lugar a una preciosa imagen: el hombre y la mujer se unen bajo el mismo yugo para avanzar juntos con un mismo objetivo: permanecer en el amor y fundar una familia.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?El sacramento del matrimonio encuentra su fundamento en el comienzo de la Creación como nos lo muestra Jesús en el evangelio. La palabra amorosa del Creador resonó en el principio del mundo para establecer que el hombre y la mujer han de unirse y entregarse el uno al otro de tal manera que los dos serán una sola carne, unión que no podrá ser separada por nadie ya que Dios, como autor de la Creación, es también autor de esta sagrada unión. Este es el fundamento del valor y de la belleza del matrimonio y de la familia según el querer de Dios. Sea esta la oportunidad para agradecer al Señor por tantas familias que, no sin dificultades, se esfuerzan día a día por mantenerse fieles a este designio divino de amor. Y sea también está la oportunidad para que resuene hoy en nuestra Iglesia colombiana y universal la Buena Noticia de la familia, para que muchos escuchen el llamado a vivir el amor según el plan de salvación, establecido por nuestro Padre y Creador.No podemos olvidar la valiosa enseñanza del papa san Juan Pablo II al proponer a toda la Iglesia la teología del cuerpo y por eso vale la pena que recordemos un poco de su doctrina, como ayuda para nuestra meditación. En la audiencia general del 13 de febrero de 1980 afirmaba el Santo Padre: “En el misterio de la creación, el hombre y la mujer han sido ‘dados’ por el Creador, de modo particular, el uno al otro, y esto no solo en la dimensión de la primera pareja humana y de la primera comunión de personas, sino en toda la perspectiva de la existencia del género humano y de la familia humana. El hecho fundamental de esta existencia del hombre en cada una de las etapas de su historia es que Dios ‘los creó varón y mujer’; efectivamente, siempre los crea de este modo y siempre son así. El Génesis 2, 24 constata que los dos, varón y mujer, han sido creados para el matrimonio: ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne’. De este modo se abre una gran perspectiva creadora: que es precisamente la perspectiva de la existencia del hombre, que se renueva continuamente por medio de la ‘procreación’ (se podría decir de la ‘autorreproducción’). Esta perspectiva está profundamente arraigada en la conciencia de la humanidad (cf. Gn 2, 23) y también en la conciencia particular del significado esponsalicio del cuerpo (cf. Gn 2, 25). El varón y la mujer, antes de convertirse en marido y esposa (en concreto hablará de ello a continuación el Gn 4, 1), surgen del misterio de la creación ante todo como hermano y hermana en la misma humanidad. La comprensión del significado esponsalicio del cuerpo en su masculinidad y feminidad revela lo íntimo de su libertad, que es libertad de don”. El ser humano de hoy necesita abrirse al plan de Dios a la hora de construir una familia, como ejercicio de su vocación natural al amor, inscrita precisamente por el Creador. Todo comienza a tener sentido cuando se comprende que el hombre y la mujer han sido creados el uno para el otro, tanto a nivel corporal como a nivel espiritual. Particularmente Juan Pablo II insiste en el significado esponsalicio del cuerpo: El cuerpo del varón está orientado para amar a la mujer y el cuerpo de la mujer está orientado para amar al varón.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?En la oración de bendición nupcial la Iglesia manifiesta su fe en el designio de amor del Dios Creador. Y es que desde el principio el Señor concedió a la unión del hombre y la mujer una bendición que no ha sido abolida, sino que se ha mantenido para aquellos que quieren vivir según la vocación matrimonial que, por medio del sacramento, los lleva a fundar una Iglesia doméstica: Oh Dios, que con tu podercreaste todas las cosas sacándolas de la nada,y que, desde el principio, todo lo ordenaste:Tú hiciste al hombre a tu imagen y semejanzay le diste por ayuda inseparable a la mujer,para que ya no fueran dos, sino una sola carne,enseñándonos así que nunca será lícito separarlo que tú mismo has querido unir.Oh Dios, que por medio de misterio tan excelso consagraste la unión conyugalde manera que en la alianza nupcialfuese prefigurado el sacramentode la unión de Cristo con la Iglesia.Oh Dios, por quien la mujer se une al varón,que concedes a esta unión,establecida desde el principio,la única bendición que no fue abolidani por la pena del pecado original,ni por el castigo del diluvio. II.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos: bienvenidos a esta fiesta de fe. Celebrar la Eucaristía dominical es festejar el amor divino manifestado en Jesucristo. Él ha elevado el vínculo matrimonial del varón y la mujer a la dignidad de sacramento y de esta manera, unidos en una sola carne, la familia cristiana se hace signo concreto de que es posible amar según Dios. Agradezcamos al Padre por todas nuestras familias y pidamos especialmente por ellas, en este día del Señor. Monición a la liturgia de la Palabra La Palabra de Dios en este domingo nos anuncia la Buena Noticia de la Familia, es decir, el proyecto que el Creador ha pensado para que se realice en la unión del hombre y la mujer. Escuchemos con atención para que nuestras familias descubran el querer de Dios y puedan vivir a plenitud el amor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Agradecidos con Dios, que nos ha llamado a la vida y desde el principio ha querido la unión del varón y la mujer en una sola carne, presentemos nuestras súplicas por medio de Cristo, quien nos revela la plenitud del amor, y digamos:R/. Tú que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.1.Por la Iglesia, sacramento del amor divino, para que el Espíritu Santo impulse cada día la tarea evangelizadora y, especialmente, la acción pastoral en favor de los laicos, las familias y las vocaciones. Oremos. 2.Por quienes tienen la responsabilidad de buscar el bien común desde sus respectivos campos de gobierno, para que promuevan valores que animen la formación de familias estables en el amor. Oremos.3.Por todos los que sufren, especialmente por las familias que experimentan la pobreza, la marginación, la violencia o la enfermedad. Que mantengan su mirada y confianza en el amor de Dios que permanece para siempre. Oremos.4.Por todos los desempleados, para que encuentren un lugar propicio donde desempeñarse y puedan llevar el sustento necesario a sus hogares. Oremos.5.Por nuestras familias, por todos los bautizados y por nosotros, participantes de esta liturgia, llamados a vivir en el amor. Que, escuchando hoy la Buena Noticia de la familia, seamos instrumentos de unidad, perdón y reconciliación en medio de nuestros hogares. Oremos.Oración conclusivaConcede, Señor, generosidad y fidelidad a los que llamas a ser tus testigospara que todos, al responder al amor de tu gracia,colaboremos para que venga y crezca tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.R/. Amén.