Vie 31 Oct 2025
Yo soy el camino, Y La verdad y la vida
TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOCONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOSNOVIEMBRE 2 DE 2025Primera lectura: Lam 3, 17-26Salmo: Sal 129, 1b-2. 3-4. 5-6. 7. 8 (R.: 1b; cf. 5)Segunda lectura: Rom 6, 3-9Evangelio: Jn 14, 1-6I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónEl Dios de la Palabra nos invita hoy a contemplar el misterio de la muerte a la luz de la experiencia de la fe en el Resucitado para fortalecernos en la esperanza de compartir con Él y con nuestros hermanos la vida eterna. Las tres lecturas y el salmo ofrecen a los creyentes la posibilidad de recorrer un itinerario que integra la zozobra que todos los seres humanos experimentamos ante la muerte, la oración confiada en Dios, la valoración de los bienes que nos llegan por el bautismo como posibilidad de ser injertados en la vida de Cristo y la certeza de que con Él tenemos acceso a la vida plena junto al Padre.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?La primera lectura y el evangelio están redactadas en situaciones de muerte experimentadas por los lectores y, en el caso del evangelio, también por los discípulos de Jesús. La terrible tragedia de la invasión babilónica, la toma de Jerusalén, la destrucción del Templo y la deportación de los líderes del pueblo significó para los creyentes del Antiguo Testamento un paso por la muerte, el oscurecimiento de la esperanza y el dominio del desconsuelo. El poeta que compuso las líneas que hoy leemos las escribió conmovido por la tragedia que sacudió a la nación y que acarreó también el derrumbamiento de todas las convicciones que los había mantenido unidos. Parece ser un individuo que ha soportado los rigores de la guerra y que brinda una estupenda reflexión sobre el sentido del sufrimiento asumido a la luz de la fe.No hay en las palabras del libro de las Lamentaciones ninguna referencia a las acciones del creyente, ni a su pecado ni a su arrepentimiento; solo a su dolor profundo. Lo peor de la situación son las consecuencias de la situación que experimenta el orante: se agotaron su fuerza y su esperanza. En ese momento del mayor fracaso humano, florece el reconocimiento de que la misericordia del Señor es más fuerte que el sufrimiento. La fidelidad y la bondad del Señor iluminan la experiencia dramática de la destrucción y la muerte a gran escala. Por eso exhorta a confiar y esperar en silencio la salvación que llega como don de Dios.También los discípulos de Jesús, en el relato de Juan, experimentaban el desconcierto y la angustia ante las palabras que estaba pronunciando el Maestro. Este fragmento hace parte del Discurso de la despedida en el que Jesús les anuncia la inminencia de su muerte. En el contexto de la Última cena, los anuncios de la traición de Judas y de la negación de Pedro han ido minando la seguridad que ellos sentían al estar con Jesús. Si en el propio grupo de los seguidores más cercanos anidaban la negación y la traición, ¿qué futuro cabría al grupo? ¿Acaso todos ellos eran como Pedro y Judas? Es comprensible que tambaleara su esperanza.La exhortación que les dirige Jesús no desconoce la angustia que experimentan los discípulos, pero los invita a superarla aferrados a la confianza en Él. El pensamiento de Jesús está en la casa del Padre, maravillosa imagen para representar la universalidad del amor familiar de Dios. La muerte de Jesús no implicará una separación de los discípulos ni mucho menos el abandono de su misión. Con su partida se activará de una forma más evidente la posibilidad que de salvación que Dios abre a toda la humanidad.Una de las grandes revelaciones que hace Jesús en el cuarto evangelio es la última frase del diálogo con Tomás: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí». En las acciones y en las palabras de Jesús encontramos los creyentes la forma de acceder al Padre. Él es la Palabra definitiva pronunciada por Dios para ofrecernos la redención. La adhesión al proyecto de vida de Jesús, y no nuestros supuestos méritos o bondad, nos brinda la certeza de la salvación.Es imposible alcanzar la salvación con nuestros solos esfuerzos humanos. La reflexión que nos ofrece la segunda lectura sobre nuestra condición de bautizados enfatiza en la acción de la gracia en la vida del creyente. El bautismo genera una adhesión tan real del con la persona de Cristo que lo conduce a participar sacramentalmente del Misterio pascual del Señor. En el bautismo el cristiano fue sepultado con Cristo y su proyecto (cuerpo) de pecado fue destruido, de modo que quedó libre del dominio del pecado y puede vivir ahora para Dios, con la libertad de los hijos. Quien ha muerto al pecado es ahora libre para vivir los valores más elevados de la justicia y la fraternidad. De esa manera, la esperanza cristiana es fruto de la gracia transformadora que hemos recibido en el bautismo.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y qué me sugiere para decirle a la comunidad?Conmemorar a nuestros fieles difuntos en este Jubileo de la esperanza es una ocasión propicia para renovar los motivos de esperanza cristiana. La muerte generada por la acción del pecado constituye una barrera infranqueable para vivir la vida nueva que nos ofrece Jesús. Nuestras solas acciones, buenas obras y actos de piedad tienen un alcance limitado. Siendo necesarias, no conducen por sí mismas a la salvación: la expresan y fortalecen su d en el creyente. Sólo el dinamismo de la gracia que se comunica en el bautismo derrota definitivamente las consecuencias mortales del pecado.Por eso los autores de las lecturas de hoy pueden repetir con el salmista: “el Señor no lleva cuentas de nuestros delitos”, “de Él procede el perdón” y la vida nueva. Claro que en nuestra vida no reinan ya los efectos corrosivos del pecado. En nosotros los bautizados domina ahora la gracia y la justicia; de ahí que nos resulte espontáneo rechazar el mal y vivir el bien, al estilo de Jesús. Pero esta irradiación de vida nueva solo es posible si reconocemos, como el autor de las Lamentaciones, que “El Señor es bondadoso con quienes lo buscan” y que vale la pena “esperar en silencio la salvación que viene de Él”.Destinados a vivir la vida del resucitado, la existencia de los cristianos se convierte en testimonio elocuente de la confianza mayor que nos habita. No seguimos una doctrina filosófica ni un sistema legal o una ética meramente humana. Hemos experimentado en nuestras vidas la fuerza de la resurrección de Jesús, del perdón de Dios y de su gracia bienhechora. Así, en nuestra naturaleza humana frágil y sujeta al dolor y a la muerte material, se manifiesta la inagotable misericordia del Dios que transforma la muerte en vida plena. De ese modo, la vida cristiana está firmemente anclada en el misterio de muerte y resurrección de Jesús. Mientras caminamos en el claroscuro de la historia, sabemos bien hacia dónde vamos: Cristo es nuestra meta.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Señor Jesús, tú conoces bien nuestro corazón lleno de dudas y temores, principalmente ante la amenaza de la muerte, pues también tú experimentaste la angustia en Getsemaní. Siembra en nuestros corazones la misma confianza que tuviste en el Padre. No permitas que el dolor sepulte nuestra esperanza. Haz, más bien, que tu palabra mueva nuestras vidas hacia la certeza de que nunca nos abandonas y de que cuando más te necesitamos estás a nuestro lado, aunque nuestros ojos ensombrecidos no nos permitan percibir tu acción.Padre Dios, danos la conciencia plena de saber que el bautismo nos ha hecho creaturas totalmente tuyas para que podamos vivir el dinamismo de la vida nueva irradiando fraternidad, haciéndonos testigos de tu misericordia salvadora. Que tu Espíritu llene totalmente nuestra vida; de ese modo nuestra antigua condición marcada por el egoísmo y el odio quedará superada por la gracia que nos hace hombres nuevos. Haznos centinelas de la vida plena y definitiva a la que toda la humanidad está invitada en virtud de los efectos de la resurrección de Jesucristo tu Hijo.I.MONICIONES Y ORACIÓN DE LOS FIELESMonición introductoria:Hoy es un día para traer en el corazón a todos nuestros seres queridos, familiares, amigos y conocidos que han experimentado ya la muerte, y cuya ausencia se hace sentir en nuestras vidas. Antecedida esta Conmemoración de los fieles difuntos por la Solemnidad de todos los santos que tuvimos ayer, se convierte en ocasión para celebrar a Aquel que nos asocia a la muerte y resurrección de su Hijo Jesús. Dispongámonos para que en esta eucaristía el Espíritu del Señor renueve nuestra esperanza en su gracia salvadora y nuestro compromiso de hacer real la vida nueva que nos viene de Él.Monición a la Palabra de Dios:Las lecturas que vamos a escuchar a continuación nos ayudan a remontar la experiencia de dolor y desconsuelo que genera la muerte, hacia la confianza plena en Aquel que resucitó a su Hijo de la muerte y nos hace partícipes de su vida sin fin en la intimidad de su casa. En cuanto bautizados estamos invitados a continuar viviendo como creaturas ya redimidas por el Señor y a irradiar en nuestra vida la invitación que Dios dirige a toda la humanidad para seguir a Cristo, camino, verdad y vida. Acojamos la Palabra del Señor.Oración Universal o de los FielesPresidente: Habiendo experimentado en nuestra vida la fuerza de la resurrección de Jesús y siendo testigos de la esperanza de gozar para siempre con Él, dirijamos llenos de confianza nuestra oración al Padre. Digamos con esperanza:R. Dios de la vida, escúchanos.1.Por la Iglesia, y en particular por sus ministros, para que sean testigos creíbles del evangelio que anuncian, sean pastores cercanos a la grey y su mensaje traiga a la humanidad una esperanza cada vez más firme en la victoria sobre la muerte, oremos...2.Por los gobernantes de las naciones, que busquen con sinceridad y sin cesar soluciones a los problemas de salud y de alimentación de modo que los pueblos tengan posibilidades de vida más digna, oremos…3.Por las naciones en guerra y todos aquellos pueblos en los que se multiplica la muerte y el terror, que las sociedades avancen en la comprensión, la equidad y la fraternidad, y sea posible el entendimiento entre todas las naciones de la tierra, oremos…4.Por todos nuestros queridos hermanos difuntos, para que vivan siempre en el eterno descanso y en la gozosa fiesta de tu Casa paterna, y el recuerdo de su vida acreciente en nosotros la fe en tu Hijo, oremos...5.Por toda nuestra comunidad, para que en esta conmemoración de nuestros hermanos difuntos se acreciente nuestra esperanza en Ti y conciencia bautismal y misionera, oremos...Oración conclusivaPadre, tú que escuchas nuestra oración, ayúdanos a ser testigos de Jesús tu Hijo para que con su ayuda venzamos el pecado y la muerte, y seamos así testigos de tu presencia entre nosotros. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.R. Amén.