Vie 10 Oct 2025
Levántate, Vete; Tu Fe Te Ha Salvado
VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOOCTUBRE 12 DE 2025Primera lectura: 2R 5,14-17Salmo: 98(97),1.2-3ab.3cd-4Segunda lectura: 2Tm 2,8-13Evangelio: Lc 17,11-19.I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónEn la primera lectura de 2 Reyes 5, 14-17, encontramos a Naamán, un hombre lleno de lepra, quien encuentra la sanación no solo al seguir el mandato de Dios, sino también a través de su fe y humildad. Él es un extranjero, pero la misericordia de Dios se extiende hacia él, mostrándonos que la gracia de Dios está destinada a todos los que se acercan a Él con fe.En el Evangelio, escuchamos la historia de los diez leprosos sanados por Jesús en Lucas 17, 11-19. Solo uno regresa para dar gracias, y Jesús alaba su fe. Este acto de gratitud, especialmente de un samaritano, nos recuerda la importancia de reconocer la gracia de Dios en nuestras vidas, de hacer memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de entre los muertos como nos dice San Pablo en su Carta a Timoteo.Al reflexionar sobre estos pasajes, consideremos el poder de la fe, la obediencia y el agradecimiento en nuestras propias vidas. Acerquémonos a la Palabra de Dios con corazones abiertos, deseosos de escuchar la voz de Dios y ser sanados, tal como lo fueron Naamán y los diez leprosos.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El viaje de Jesús a Jerusalén traza el itinerario espiritual de discípulo. Ahora comienza la tercera y última etapa, que lleva a Jericó, que había sido, en el Antiguo Testamento, la puerta hacia la tierra prometida (Josué 6). Pero ¿quién tiene manos inocentes y puro corazón para subir al monte del Señor? (Salmo 24, 3). Jesús hace posible que nosotros, quizás leprosos, subamos al monte del Señor. Jesús es el samaritano que viene a nuestro encuentro, a quienes estamos excluidos de la gloria, para hacerse cargo de nuestra lepra.“Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Esta invocación es el punto al cual Lucas quiere llevar al lector: es la oración que, como discípulos, nos asocia a Jesús, en su mismo viaje, al interior del cual quedamos curados de la lepra.La salvación que ninguno puede alcanzar por si solo (“Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa”, Hch 16, 31) ya fue dada a todos los diez hombres leprosos que vinieron al encuentro de Jesús. En efecto, se encuentran en el mismo camino de aquel que vino a buscarlos a todos. Pero por ahora uno solo tiene la fe y encuentra al Salvador. Aún nueve sobre diez no saben que su vida ha sido condenada por la muerte, viven y mueren todavía como leprosos.“Mientras iban, quedaron limpios”. Quedamos limpios por la obediencia a su Palabra. La condición no es ser justos y estar limpios para seguir a Jesús: la salvación es consecuencia del seguimiento. Por eso nosotros pecadores y leprosos podemos recorrer el camino de Jesús.“Uno de ellos viendo que estaba curado se volvió alabando a Dios”. El único que vuelve a dar gracias es enviado para dar a todos la buena noticia: Jesús, por su cruz y resurrección, limpia la lepra del pecado de las personas. Este anuncio del leproso curado nos lleva a descubrir y aceptar el don de la salvación en Jesús. Esta salvación realmente se convierte en don cuando encuentra manos que lo acogen y corazón para alegrarse de ella.“tu fe te ha salvado”. Estas palabras son las mismas que Jesús dirige, también en Lucas, a la pecadora (7, 50), a la hemorroisa (8, 48) y al ciego (18, 42). En la dinámica del Reino los últimos serán primeros. Lo que ellos hacen en su encuentro con Él describe las características de la fe que salva. La salvación, aunque ya se ha dado a todos, es efectiva solamente si es acogida con fe. Esta consiste en darse cuenta del don y volverse al donante.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?Por miedo al contagio los leprosos eran excluidos de la vida social y del culto. Cuando se curaban, solo los sacerdotes podían verificar la curación y certificarla oficialmente (Lv 13-14). Los evangelios guardan la memoria de algunas curaciones de este tipo realizadas por Jesús.El hecho de que sea un samaritano quien recibe la curación indica que la misión de Jesús y los apóstoles traspasan las fronteras. Todos los pueblos son invitados a acercarse al Señor para pedir y obtener su purificación-salvación. No necesitan bañarse en un río extranjero como Naamán en Siria, pueden usar las aguas que están en su tierra como fuente bautismal. Siguiendo los pasos del leproso samaritano curado por Jesús, muchos otros regresarán para dar gracias.Los textos de Lucas 17, 11-19 y 2 Reyes 5, 14-17, nos revelan, entonces, que la salvación es un don gratuito de Dios, pero que requiere de un encuentro personal y una respuesta decidida hacia Él. Tanto Naamán como el leproso samaritano representan a quienes, en su humildad, reconocen que la verdadera sanación, física y espiritual, proviene de Dios. Sin embargo, el Evangelio da un paso más: la salvación plena se encuentra en Cristo Jesús. Solo el samaritano vuelve para postrarse a sus pies, reconociendo en Él no solo al sanador, sino al Salvador. Esta vuelta a Jesús es el camino esencial para recibir la vida nueva que Dios nos ofrece.Solo cuando nuestras acciones y decisiones personales y comunitarias están ancladas en Jesús podemos experimentar una transformación auténtica. Así como el leproso samaritano encuentra en Cristo la salvación al rendirse a Él con gratitud, nuestra sociedad está llamada a reconocer en Jesús el único camino para sanar nuestras heridas, reconciliar nuestras diferencias y construir un futuro lleno de esperanza. La salvación no es solo sanación momentánea; es vida eterna y verdadera comunión con Dios, a la que solo llegamos al seguir fielmente al Señor.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?La Palabra de Dios suscita nuestra oración y por eso, en este momento de Oratio, pedimos al Señor aquello que queremos alcanzar a partir de la reflexión que hemos hecho.“Señor Jesús, tú que recorres nuestros caminos, como lo hiciste de Galilea a Jerusalén, nos encuentras en nuestras heridas, enfermedades y desesperanzas. Nos miras con amor y nos invitas a confiar en tu palabra, como lo hiciste con los diez leprosos que clamaron por misericordia.Hoy venimos a ti, Señor, con el corazón humilde, reconociendo que tú eres nuestra única esperanza de salvación. Sana nuestras vidas, purifica nuestros corazones y haznos testigos de tu amor. Danos la gracia de no solo recibir tus dones, sino de regresar siempre a ti con gratitud, proclamando que solo en ti está la verdadera vida. Haznos conscientes de que la salvación no es solo un acto de sanación física, sino la plenitud de la vida en comunión contigo. Haz que nuestra vida sea un continuo regreso a tu presencia, buscando siempre tu rostro y proclamando al mundo que Tú eres el Señor, el Salvador, y el único camino hacia la vida eterna”. II.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos encontramos reunidos como comunidad de fe para celebrar el gran misterio del amor de Dios, quien siempre está dispuesto a acogernos, sanarnos y guiarnos por el camino de la vida eterna. Este momento de encuentro es una invitación a abrir el corazón al Señor, reconociendo que, aunque enfrentemos pruebas y dificultades, Él nunca deja de actuar en nuestra historia con misericordia y fidelidad como lo hizo con Naamán y los diez leprosos.Hoy venimos a alabar a Dios, a renovar nuestra confianza en Él y a dejarnos transformar por su gracia. Que esta celebración sea para cada uno un tiempo de encuentro con Cristo, quien nos llama a vivir con gratitud, fe y esperanza, confiando en que Él es nuestra salvación y nuestro guía en el camino de la vida. Participemos con alegría, abriendo nuestra vida al amor del Señor que nos renueva y fortalece.Monición a la Liturgia de la Palabra Dispongamos nuestro corazón para escuchar con atención la Palabra de Dios que hoy nos habla de fe, obediencia y gratitud. En el pasaje del segundo libro de los Reyes, contemplamos a Naamán, quien por su fe y humildad es sanado de la lepra, reconociendo a Dios como el único Señor.En la segunda lectura escucharemos el testimonio de un anciano apóstol, San Pablo, ahora prisionero por la fe, que hace un bello himno a Cristo, muerto y resucitado, de cuyo destino participan, desde ya, todos los cristianos. Esta certeza es el fundamento de nuestra fe y esperanza.En el Evangelio de Lucas, Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestra respuesta a su gracia: de los diez leprosos curados, solo uno regresa para agradecer, mostrando que la salvación plena se encuentra en seguir a Cristo con un corazón agradecido. Que esta Palabra de Dios hoy sea motivación para nuestra vida cristiana, fortaleza y consuelo en el caminar de nuestra historia.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Hermanos y hermanas: Elevemos nuestras súplicas a Dios Padre, que quiere la salvación de todos, incluso de aquellos que no lo invocan ni le agradecen, y supliquemos diciendo:R. Dios omnipotente, ven en nuestro auxilio1.Para que nuestro obispo N., los presbíteros y los diáconos acojan sin distinciones ni prejuicios a los más rechazados y que se acercan a ellos. Oremos al Señor.2.Para que los médicos, capellanes y enfermeros que atienden a los enfermos, que han perdido toda esperanza, reciban como recompensa la vida eterna. Oremos al Señor.3.Para que los leprosos y los enfermos incurables encuentren en cada persona que los sirve un hermano y una hermana en Cristo. Oremos al Señor.4.Para que Jesús, que sufre en los enfermos, los consuele y fortalezca con la gracia de su presencia y les dé fidelidad hasta el final. Oremos al Señor.5.Para que cada uno de nosotros, cuando esté enfermo, sepa mostrarse agradecido con quienes lo cuidan y dar gracias a Dios, que es la fuente de todos los bienes. Oremos al Señor.Oración conclusivaDios, nuestro Padre, que enviaste a tu Hijo amado para sanarnos de todo mal, danos un corazón agradecido que sepa darte gloria y alabanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.R. Amén.