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predicacion orante domingo 26 de octubre

Vie 24 Oct 2025

Porque todo el que se enaltece sera humillado y el que se humilla sera enaltecido

TRIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIOOCTUBRE 26 DE 2025Primera lectura: Sir 35,12-14.16-18Salmo: 34(33),2-3.17-18.19 y 23 (R. 7a)Segunda lectura: 2Tm 4,6-8.16-18Evangelio: Lc 18,9-14.I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónLa palabra escuchada propone la humildad orante y la oración humilde como actitud distintiva de la vida cristiana. Además, presenta la llamada a la esperanza kerigmática y el kerigma esperanzador, tan necesarios en nuestros tiempos.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El evangelio presenta a dos hombres en el templo de Dios, dedicados a la plegaria, parte integrante de la religión, pues es una manera privilegiada de ligarse y religarse al Señor, viviendo con él la intimidad comunional y la comunión íntima.Los dos hombres oran en el mismo lugar y se dirigen al mismo Dios, pero no de la misma manera. El fariseo saca a relucir su aristocracia moral y espiritual, su orgullo de casta, su superioridad sobre los otros. El nombre “fariseo” significa “separado”, porque se apartaban de los demás para observar la pureza cultual y garantizarse la santificación en la vida cotidiana. La intención era buena y el mismo apóstol Pablo era fariseo. Pero al fariseo del evangelio se le condena su prepotencia arrogante, arrogancia orgullosa, orgullo pretensioso, pretensión despreciadora en su relación con los otros.El riesgo de toda aristocracia espiritual es exaltar la supuesta virtud humana, por encima de la fe que confía en la misericordia divina y perder la empatía solidaria y la solidaridad empática con los demás, por mirarlos de arriba abajo desde un vano pedestal, rompiendo el vínculo universal con la condición humana.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?El discípulo de Cristo está llamado a superar la lógica competitiva que necesita compararse con los defectos de los demás, para sentirse superior. La oración ha de oler a humildad simple, simplicidad sencilla, sencillez modesta, modestia mansa, mansedumbre amorosa.La humildad no es desestimarse, ni esconder los talentos recibidos, ni sustraerse a la participación, ni rehuir la misión. Consiste en renunciar a juzgar a los demás, encarcelándolos en su pasado o en su pecado; al contrario, el cristiano está llamado a la esperanza que mira y admira la novedad que Dios está llevando a cabo en la vida propia y de los demás.El fariseo cumple la ley justa, pero vuelve a casa sin ser justificado. Su falta, que contamina sus mejores intenciones, consiste en despreciar y juzgar al resto de los hombres, usurpando una función divina, concediendo justicia a sí mismo y negándola a los demás.El publicano no se compara con los demás, conoce y reconoce su pecado, pero espera en la misericordia amorosa y el amor misericordioso de Dios.El fariseo es un hombre de tantas palabras y pocas actitudes, mientras el publicano lo es de tantas actitudes y pocas palabras. El fariseo, lleno de sí, desprecia al otro; el publicano se reconoce vacío dentro de sí y siente necesidad del Otro. El fariseo no pide misericordia, porque considera que merece la justificación; el publicano clama misericordia, porque se sabe lejos de la santificación. El fariseo alza su voz, tan alto como su vanidad; el publicano no se atreve a alzar los ojos, actitud que expresa su gran humildad. El fariseo no ve sus propios pecados, porque está muy ocupado observando los de los demás; el publicano no mira los pecados ajenos, porque está muy ocupado reconociendo los propios.El fariseo enumera sus buenas obras, para que ninguno dude de su bondad; el publicano golpea su pecho, para que nadie dude de su responsabilidad. El fariseo vuelve a casa no justificado, porque Dios rechaza la actitud del prepotente; el publicano torna a casa justificado, porque Dios se complace en la actitud del penitente.La actitud de orgullo despreciador y desprecio orgulloso del fariseo es un serio obstáculo para el progreso espiritual, para la comunión, la participación y la misión. No sólo la vida de comunidad, sino la dimensión sinodal de la Iglesia se ven amenazadas por esta actitud que desprecia al otro irrespetándolo e irrespeta al otro despreciándolo.A la mirada del fariseo le falta lo que sobra a la mirada del publicano: esperanza. El fariseo mira a los demás con desesperanza, convencido de que no hay un futuro diverso para ellos, los considera irremediablemente perdidos. El publicano se mira a sí mismo con esperanza, no la espera que se apoya en los propios méritos o capacidades, sino en el amor poderoso y el poder amoroso de Dios.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?El Señor, manso y humilde de corazón, sostenga la esperanza en la misericordia divina, ayude a todos a hacer experiencia de ser amados porque perdonados y perdonados porque amados, para que se conviertan en multiplicadores de la esperanza misericordiosa y la misericordia esperanzadora.El Dios misericordioso conceda la mirada clara de la esperanza que ve en el otro lo que Dios ve, mucho más que su pecado, de manera que acogiendo a los demás, las comunidades crezcan en comunión, participación y misión y así caminemos en sinodalidad hacia los senderos que indica la esperanza.Abracemos a los demás con el corazón, sin juicios ni prejuicios, para caminar con ellos humildemente los senderos de la oración y la perfección cristianas, pues sólo así seremos reflejo de Cristo humilde y signos de esperanza para nuestro mundo.La Virgen Madre, humilde sierva del Señor, nos ayude a cultivar la humildad que edifica y a mantenernos lejos de la soberbia que destruye, a vivir la verdad humilde y la humildad verdadera, pues como escribió san Agustín: “simulatio humilitatis maior superbia est”, que significa “la simulación de la humildad es la más grande soberbia”. Recomendaciones prácticas:-31 de octubre – 02 de noviembre. Jubileo del Mundo EducativoII.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos reunimos como Iglesia de Dios para celebrar al Señor resucitado, entrando en su templo con las actitudes del publicano, las cuales favorecen nuestra relación con Dios y con los hermanos. Participemos activamente con alegría.Monición a la Liturgia de la Palabra La divina Palabra propone la humildad como actitud del orante, que concede eficacia a la plegaria y alcanza raudales de gracia para quienes invocan al Señor.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Con corazón humilde, dirijamos nuestras oraciones a Dios, diciendo: Dios misericordioso, escúchanos.1.Atiende Señor la oración de tu pueblo por todos sus pastores, el Papa, obispos, presbíteros y diáconos, para que sirvan con la humildad del publicano.2.Escucha, oh, Dios, la súplica de tu pueblo por todos sus gobernantes, para que con humildad busquen el bien común, y sirvan a los más pobres y excluidos.3.Con la humildad del publicano, oramos Señor los necesitados, enfermos, ancianos solos, víctimas del conflicto y todos los que peregrinan en el dolor, para que nuestra caridad los sostenga y acompañe4.Mira, Señor, al pueblo reunido en esta asamblea eucarística, que con humildad se reconoce pecador e implora tu infinita misericordia.5.Señor, mira con bondad a los educadores y por la participación en el Jubileo del Mundo Educativo, concédeles la sabiduría para enseñar tu mensaje de amor.Oración conclusivaEscucha, Padre, la oración que tu pueblo eleva humildemente hacia ti, con la confianza y la esperanza de ser escuchado. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.