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septiembre mes de la biblia

Mar 9 Sep 2025

El don de la Palabra de Dios

Por Pbro. Francisco León Oquendo Góez - Septiembre es el mes de la Biblia, ya que el 30 de dicho mes se celebra la memoria de San Jerónimo (muerto el 30 de septiembre del 420) quien, mediante su vida y sus obras, dejó a la Iglesia como herencia “una estima por la Sagrada Escritura, un amor vivo y suave por la Palabra de Dios escrita”, como escribió el Papa Francisco, en Scripturae sacrae affectus (SSA).La Palabra de Dios es “don del Padre, para el encuentro con Jesucristo vivo” (Aparecida 248). Existe la Biblia, porque existe la Palabra de Dios, la revelación de Dios, pues “quiso Dios revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad” (DV 2). En Cristo, la Palabra hecha carne, Dios se revela mediante obras y palabras intrínsecamente ligadas (VD 2), puesto que Cristo “lleva a plenitud toda la revelación y la confirma con testimonio divino” (DV 4).La revelación salvadora, la salvación revelada es para todos. Es voluntad de Dios que lo revelado “se conservara íntegro y fuera transmitido a todas las edades” (DV 7), de manera que la “predicación apostólica se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin del tiempo” (DV 8). La revelación fue transmitida de dos maneras: oralmente y por escrito (CEC 76). La transmisión oral es la Tradición viva, la cual “recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles y la transmite íntegra a los sucesores” (DV 9), pues “la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree” (DV 8), Tradición que es atestiguada por las palabras de los Santos Padres (DV 8) y es “la que nos hace comprender de modo adecuado la Sagrada Escritura como Palabra de Dios” (VD 17).La transmisión por escrito es la Sagrada Escritura que es “Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo” (DV 9). En efecto, “los mismos Apóstoles y otros de su generación pusieron por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo” (DV 7). Por ello, “en la Iglesia se venera la Sagrada Escritura, aunque la fe cristiana no es una ‘religión del libro’, pues el cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, no de una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo” (VD 7).Así pues, “la Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas, manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin” (DV 9) y “constituyen el depósito sagrado de la Palabra de Dios, confiado a la Iglesia” (DV 10). Dios no sólo dona su Palabra, sino también el carisma para interpretarla, pues la interpretación por cuenta propia está excluida por la Escritura misma (2Pe 1,20). Por ello, “el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10), es decir, “a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma” (CEC 85). En consecuencia, “la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (DV 10).El mes de la Biblia renueve el amor ardoroso y el ardor amoroso a la Sagrada Escritura, pues “la Escritura ha de ser proclamada, escuchada, leída, acogida y vivida como Palabra de Dios, en el seno de la Tradición apostólica, de la que no se puede separar” (VD 7). La sinodalidad enfatiza que la Escritura se ha de leer en la comunión eclesial. En efecto, “san Jerónimo recuerda que nunca podemos leer solos la Escritura. Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos fácilmente en el error. La Biblia ha sido escrita por el pueblo de Dios y para el pueblo de Dios, bajo la inspiración del Espíritu Santo. Sólo en esta comunión con el pueblo de Dios podemos entrar realmente, con el ‘nosotros’, en el núcleo de la verdad que Dios mismo quiere comunicarnos” (VD 30).En síntesis, la revelación de Dios contenida en su Palabra ha sido transmitida de dos modos: la Tradición viva y la Sagrada Escritura que constituyen el depósito sagrado de la fe. El Magisterio vivo de la Iglesia ha recibido el oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, pues la Iglesia “se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella” y también hoy la comunidad eclesial crece “en la escucha, la celebración y el estudio de la Palabra de Dios” (VD 3). Por tanto, “Acojamos el sublime tesoro de la Palabra revelada” (EG 175), pues “toda Escritura nos ha sido dada por Dios” (San Ireneo, AH II,28,3). Pbro. Francisco León Oquendo GóezDirector de los Departamentos de Catequesis y Animaciòn BíblicaConferencia Episcopal de Colombia