Mié 31 Ago 2016
Renunciar y tomar nuestra cruz
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El Señor pone hoy varias cosas muy importantes, muy claras, muy tajantes para nuestra consideración. Lo primero es que si uno quiere seguirlo a él pues indudablemente hay unas condiciones para poder seguirlo, no es simplemente yo sigo al Señor y basta. No, el Señor pone condiciones.
Una condición gravísima y que a nosotros no nos gusta nada es que tenemos que renunciar a nosotros mismos. Esto parece un poco absurdo y al mismo tiempo parece una estupidez: ¿Cómo voy a renunciar a mi mismo para seguir al Señor Jesús? Pero la realidad es esta: El ser humano ha sido creado para amar y por lo tanto cuando el ser humano se encierra en sí mismo, cuando cae en el egoísmo y piensa solamente en su interés, en aquello que le gusta y busca solamente aquello que le aprovecha entonces no es feliz, es decir se siente ansioso, deseoso de más, pretendiendo más, el corazón como que nunca está satisfecho. En cambio cuando es capaz de pensar en los demás, de salir de sí mismo para pensar en los demás en esa misma medida el corazón humano se hace más tranquilo porque está verdaderamente sintiendo la alegría inmensa de poder amar, de servir, de encontrarse con los demás y de vivir con los demás en fraternidad.
Esto es fundamental para el seguimiento del Señor. Renunciarse a sí mismo significa entonces que no estemos enconchados en nosotros mismos, que no estemos totalmente metidos dentro de nosotros casi en un autismo. Hay que mirar en el mundo en el que vivimos, hay que sobre todo mirar, contemplar al Señor presente en el mundo, presente en la vida, escuchar su Palabra, hacer que su palabra se haga vida todos los días de nuestra existencia y de esa manera vamos a poder seguirlo y vamos a poder redimensionar todas las cosas que nos rodean.
Allí en el texto escuchamos algo que suena muy duro, dice que: odia a su padre y a su madre; ese es un texto indudablemente mal traducido, porque no se trata de odiar en el sentido que nosotros le damos a la Palabra, sino que significa posponer, es decir que lo más importante es el Señor, seguirlo, amarlo. Amándolo a él vamos a ser capaces de amar todas las otras realidades: amar al papá, a la mamá, a los hermanos, a los amigos, a los hijos; a todas las personas con las cuales convivimos. Vamos a ser capaces de amarlo verdaderamente, con un amor que debe ser reflejo del amor fundamental que se le tiene a Dios, nuestro Padre.
Entonces se trata de que nuestra vida tenga como ese sentido fundamental de seguimiento del Señor, de amor al Señor y por lo tanto hacer de que todas las cosas, todas las relaciones, todo lo que constituye nuestra existencia se vaya centrando en ese amor y que se convierta en fuente que vivifique, que ilumine, que de sentido a todas las otras relaciones. Esto es fundamentalmente importante.
El Señor nos dice que debemos tomar nuestra cruz, es una frase que tampoco nos gusta mucho porque quisiéramos vivir de una manera tranquila, cómoda, serena y sin mayor problema. El Papa Francisco ha dicho una frase que a mi me encanta: Si estamos aquí es para algo; esa es la cruz, es decir tiene sentido nuestra existencia, hay una misión y una tarea que cumplir en la vida y esa tarea es indudablemente la de construir un mundo mejor a partir de una vivencia profunda del amor.
Que bueno que entonces nosotros siguiendo las dos parábolas que el Señor coloca enseguida seamos capaces de organizar bien nuestra existencia, de hacer posible que nuestra vida no sea una vida como a la topa tolondra, improvisando todos los días, reaccionando simplemente a lo que pasa, sino que entonces seamos capaces de organizarla con las dos metas fundamentales del amor que descubre nuestra misión: amor y misión - misión y amor. Misión en el mundo: aquí estamos para algo y el Señor quiere que nosotros aquí estemos para que primero tengamos la capacidad de recibir el amor infinito que el nos da y al recibir ese amor infinito que seamos capaces de amar de verdad y ser felices porque el ser humano cuando es amado es feliz. Que bueno que nosotros todos los días profundicemos y ahondemos en esa capacidad de recibir el amor de Dios para poder darlo. Así entonces estamos cumpliendo la tarea de papá, mamá, de esposo, de esposa, de hijo, de amigo, profesional, campesino. Todas las tareas, todos los oficios , todos los trabajos, todo lo que significa nuestra existencia se llenará de sentido porque está impregnada por la realidad del amor.
Pidamos al señor que entendamos esto que no es fácil, porque a primera vista, cuando oímos esto como que nos repugna, lo rechazamos, como que no quisiéramos que el Señor haya pronunciado esas palabras y sin embargo si nosotros las entendiéramos bien, si tratáramos de llevarlas a la práctica todos los días, entonces vamos a descubrir que así somos verdaderamente felices.
La bendición de Dios todo poderoso. Padre, hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre, Amén.
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