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Opinión

Mié 20 Abr 2022

“¡Es Verdad, el Señor ha Resucitado!” (Lc 24, 34)

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Con esta fórmula el evan­gelista Lucas resume el acontecimiento decisivo que contiene toda nuestra fe, toda nuestra esperanza y la razón de ser de la caridad, que se tiene que hacer real en nuestra vida cristia­na en este día en que celebramos la resurrección del Señor. La pro­clamación de la Resurrección de Jesús, es fundamental para dar ci­miento a la fe, tal como lo señaló el Apóstol san Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido y siguen aún sumidos en sus pecados” (1 Cor 15, 17). La Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema, la mani­festación decisiva para decirle al mundo que no reina el mal, ni el odio, ni la venganza, sino que rei­na Jesucristo Resucitado que ha venido a traernos amor, perdón, reconciliación, paz y una vida renovada en Él, para que todos tengamos la vida eterna. Si Cris­to no hubiese resucitado realmen­te, no habría tampoco esperanza verdadera y firme para el hombre, porque todo habría acabado con el vacío de la muerte y la soledad de la tumba. Pero realmente ha resu­citado, tal como lo atestiguan los evangelistas: “Ustedes no teman; sé que buscan a Jesús, el Cruci­ficado. No está aquí, ha Resuci­tado como lo había dicho” (Mt 28, 5 - 6). Él es la fuente de la ver­dadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, el camino que nos lleva a la salvación. Nuestro caminar diario tiene que conducirnos a un encuentro perso­nal con Jesucristo vivo y Resuci­tado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 3, 20), y ahora Resu­citado vive y tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo, para rescatarnos del mal que nos conduce a la muerte y darnos la verdadera vida, la gracia de Dios que nos renueva desde dentro con una vida nueva, para así conver­tirnos en misioneros del Señor Resucitado, según su mandato a los discípulos: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bau­tícenlos para con­sagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíri­tu Santo, enseñán­doles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fi­nal de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20). Así lo entendieron los primeros discípulos que vieron a Jesucris­to y lo palparon Resucitado. Pe­dro, los Apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que su misión consistía en ser testigos de la Resurrección de Cristo, por­que de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la difusión de su mensaje de salvación. También nosotros en el momento presente somos testigos de Cristo Resucitado, que como bautizados estamos llamados a llevar a cabo la misma misión de Cristo que ha venido a traer per­dón, reconciliación y paz. La primera palabra de Jesús para los discípulos fue de paz y solo esa palabra fue suficiente para que se llenaran de alegría y todos los miedos, dudas e incertidumbres que tenían quedaran atrás y se convirtieran en fuente de espe­ranza para muchos que estaban atentos al mensaje de salvación. Un mensaje de paz que contiene la misericordia y el perdón del Padre Celestial. Con este mensaje los discípulos fueron enviados a anunciar la misericordia y el per­dón: “A quienes les perdonen los pecados les quedan perdona­dos” (Jn 20, 23), de­jando la paz a todos, porque no puede exis­tir paz más intensa en el corazón que sen­tirse perdonado. Esa realidad renueva toda la vida, para que siga­mos adelante en este esfuerzo misionero de comunicar a Jesucris­to Resucitado. Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Ore­mos por nuestros enemigos, per­donemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento, es la esperan­za y la fortaleza que nos conforta en la tribulación y una vez forta­lecidos, queremos transmitir esa vida nueva con mucho entusiasmo a nuestros hermanos, a nuestra fa­milia, porque “¡Es verdad, el Se­ñor ha Resucitado!” (Lc 24, 34). La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificulta­des, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contra­riedades, los problemas familia­res, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha Resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los santos. Necesitamos esforzar­nos constantemente para estar más cerca de Jesús. Tenemos esta posi­bilidad gracias a su Resurrección. Podemos sentir como san Pablo, que dijo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). Los animo a que sigamos ade­lante, en ambiente de alegría pas­cual y gozo por la Resurrección del Señor. Que la oración pascual nos ayude a seguir a Jesús Resu­citado con un corazón abierto a su gracia y a dar frutos de fe, espe­ranza y caridad para con los más necesitados y siempre puestos en las manos de Nuestro Señor Jesu­cristo, que es nuestra esperanza y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del glo­rioso Patriarca san José, que nos protegen. En unión de oraciones, sigamos adelante. Reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Sáb 16 Abr 2022

Pascua al estilo sinodal

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Dos de los discípulos iban a un pueblo llamado Emaús… En el camino iban hablando de todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y siguió caminando con ellos” (Lucas 24, 13 - 35). Este pasaje del encuentro de Jesús resucitado con los discípulos, nos pone en sintonía de fe, para entender mejor lo que significa la Pascua, la victoria de Cristo sobre la muerte, y para indicarnos la forma como debe vivirse en este 2022: Con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la muerte ha sido vencida, hemos sido liberados de las ataduras del maligno, hemos sido recreados en Cristo, por eso damos gracias. Con el don del Espíritu Santo que el Resucitado hace a los discípulos, estamos llamados a tomar conciencia de los compromisos del bautismo, de manera que seamos testigos creíbles de su persona y su mensaje. Con la victoria de Cristo, estamos llamados a morir con Él, para resucitar con Él a una vida nueva. Regenerados en Cristo, no hay lugar para la tristeza, ni para la nostalgia de los tiempos pasados, como lo hiciera el pueblo de Israel añorando los alimentos de Egipto. Es la alegría de la vida nueva que nos permite mirar el futuro con ilusión, aún en medio de las atrocidades del mundo. Con la Pascua de Jesús, debemos ser valientes para vivir cada uno su propia pascua, esto es, dar el paso de la muerte a la vida, de la vida de pecado a la vida de la gracia, de la desesperanza a la esperanza. Con la Pascua que hemos vivido, debemos ser capaces de descubrir a Jesús que se hace compañero de camino, que nos habla, nos instruye, se nos revela y nos fortalece con el fuego que arde en el corazón. Como fruto de la Pascua 2022, debemos imitar a los discípulos, que caminaban juntos con Jesús, que juntos salen presurosos a anunciar “lo que han visto y oído”, que juntos oran con María, que juntos esperan la llegada del Espíritu Santo. En la Pascua 2022, la semilla de la solidaridad, del servicio mutuo, de la ayuda a los más pobres y necesitados, debe dar realmente frutos de caridad eficaz. En la Pascua 2022, el saludo de Jesús Resucitado, “paz a ustedes” deberá resonar sin cansancio. Vivir la pascua, con el corazón, tendrá que hacer de cada uno artesanos de la paz. Con la Pascua 2022, se debe fortalecer nuestro sentido de Iglesia. Somos la Iglesia del Señor resucitado, somos presencia de su amor, somos familias que, caminando unidas, esparcimos el suave olor de Cristo. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Lun 11 Abr 2022

Celebrar bien y participar con fe

Se aproxima la fiesta mayor de los cristianos: la Pascua de Resurrección. - Estuvo caracterizada hasta hace poco por una especie de alto en el camino de toda la sociedad para darle un realce especial. Eso ya no es así y los cristianos, en concreto los católicos, deben hacer todo lo posible para que estos días tengan el carácter espiritual que les da la identidad específica y profunda. Todavía el calendario civil facilita las celebraciones religiosas dejando como días festivos el Jueves Santo y Viernes Santo, que se complementan con el Domingo de Ramos, la Vigilia de Resurrección el sábado en la noche, y el Domingo de Pascua. Queda aún, ciertamente, una buena posibilidad de realizar cuidadosamente las celebraciones de los días santos de la fe católica. Para que lo anterior sea realizable, la Iglesia y el pueblo de Dios cuentan con los sacerdotes que presidirán las liturgias de los días santos. Es de la mayor importancia que todos los actos que se realizan en la Semana Mayor estén preparados en la mejor forma posible y, sobre todo, celebrados con todo el cuidado e importancia que les corresponden. La liturgia de la Iglesia, celebrada con respeto y esmero, es de por sí toda una catequesis y posee un lenguaje muy propio, lleno de signos y palabras que alimentan y visibilizan la fe en los fieles. No conviene que las celebraciones de estos días santos se presten para ensayos, cosas raras, omisiones indebidas, pues se desdibuja el contenido de lo que se celebra y se debilita la fe. Ojalá cada sacerdote esté desde ahora preparando cada detalle de las celebraciones que presidirá y preparando muy sesudamente sus predicaciones para que los misterios de Dios sean expuestos y dados en abundancia a todos los fieles. En esta línea, no es de menor importancia la participación consiente y activa de todos los católicos que harán presencia en templos y otros lugares de celebración. Por fortuna, hoy en día este tipo de participación es más notoria en todos los niveles de la vida eclesial. Sin embargo, no está de más insistir en la conveniencia de aproximarse a los días santos habiendo realizado la confesión sacramental. De igual manera, de instruirse previamente para que se pueda obtener un mayor fruto de cada una de las celebraciones litúrgicas, que son abundantes en estos días. Una persona bautizada que realice todo el itinerario litúrgico y de actos piadosos que la Iglesia ofrece en la Semana Mayor podrá obtener mucho fruto para su vida espiritual y para su propia conversión. Conviene insistir, como se hace desde hace varios años en la Iglesia, en la importancia de que cada bautizado se preocupe por celebrar cristianamente estas fiestas de la Pascua y los días que la preceden. El “gran enemigo” hoy en día es el carácter absolutamente disoluto y vacacional que ha transformado unos días santos en simples días de recreación. Colombia tiene el privilegio de que no hay municipios sin parroquias y que en prácticamente toda la geografía nacional hay sacerdotes llevando las celebraciones de la fe. En el lugar que se encuentre un creyente comprometido puede contar con que la Iglesia le ofrecerá las celebraciones principales de su fe. Ojalá los fieles correspondan al esfuerzo que el clero hace en estos días por llevarle los misterios santos. Finalmente, celebrar bien la Semana Mayor y participar con gozo de este momento eclesial, ayuda mucho a mantener viva la fe, a consolidar la identidad de cada creyente y a darle a la sociedad colombiana, siempre agitada y polarizada, unos momentos de reposo, reflexión y fraternidad que están haciendo mucha falta. Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones Fuente: Dirección El Catolicismo

Dom 10 Abr 2022

Un mundo en contravía

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía – La historia que la humanidad ha tejido por siglos, después del acontecimiento de Cristo Jesús, no es la de construir con Él y con los cristianos una cultura y civilización explícitas, que desarrollen su proyecto: el de la soberanía del Amor, que une a las personas con un sublime sentido de Dios, y une a las personas entre sí, con un horizonte infinito de “perfección en el Amor”. Si bien muchas vidas humanas ayer y hoy profesamos abiertamente nuestra fe en Jesucristo, no alcanzamos en estos tiempos a marcar una incidencia cierta, real, efectiva, en un concepto unívoco del comportamiento cristiano. Y mucho menos darle rostro cultural, social, ambiental, estructural y universal a una “tendencia de humanidad”, a ese “pensamiento catedral” que plantea el filósofo australiano Roman Karznaric: “superar la mentalidad del aquí y del ahora y de los proyectos egoístas y monopolicos, para concentrar esfuerzos en el proyecto a largo plazo que le dé sostenibilidad y certeza de futuro a las sociedades”. En su obra, “The Good Ancestor” (El Buen Antepasado), el sociólogo y político de Cambridge afirma contundentemente: “La era de la tiranía del aquí y el ahora es la gran responsable de la crisis que está enfrentando el mundo”. Y añade: “el pensamiento catedral, inspirado en las catedrales europeas del medievo, que demoraban siglos en construirse, es la gran salida que el mundo necesita para consolidar su futuro”. Volver al rostro y al ser que reveló Dios en la Encarnación, en la persona y propuesta de Jesús, en su oferta de salvación y restauración, en su plan de libertad ascensional por la vía del espíritu que trasciende y unifica, que nos pone a pensar en grande y en colectivo al mundo, que clava su cruz de No Violencia y de Perdón en toda consciencia que lo invoca: esa es la actividad espiritual, intelectual, comunitaria devocional y litúrgica, a la que nos convoca la SEMANA SANTA 2022. Quizás estemos en las últimas oportunidades antes del caos humano, de la impotencia para reemprender el proyecto de Jesús. Es una luz de salvación en medio del fulgor mortal de las bombas , de la guerra, de sus atrocidades, de su amenaza nuclear. Más que nunca, hoy es imposible quedarse indiferente. O quedarse proyectando al futuro el mismo aquí y ahora en que nos acomodamos. O, como también ocurre, seguir repitiéndose a sí mismo, creyéndose en el ego el intérprete obligado de los demás. Egos que luchan para que nada cambie. Egos que luchan para cambiarlo todo a su pequeña medida. Es un retrato para pensarnos la Pascua 2022. Una rama verde de olivo primaveral, o una hoja y rama de palmera en la “domenica in RAMIS palmarum” ( domingo de ramos), nos permita decir con certeza: ¡Jesucristo está Vivo! !Nosotros queremos VIVIR con Él! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 7 Abr 2022

Retornemos a la Semana Santa, evento de vida y salvación

Por: Mons. Gabriel Ángel Villa Vahos - En alguna ocasión, un intérprete fundamentalista de la Biblia me preguntó ¿y ustedes los católicos por qué celebran la Semana Santa, si en la Biblia no aparece la palabra Semana Santa, ni manda celebrarla? Así sucede cuando tomamos la Biblia como un código de leyes frías y no como una experiencia salvífica de un pueblo, en la que Dios viene al encuentro de la humanidad y lo lleva a plenitud con el envío de su Hijo Jesucristo. La primitiva Iglesia, deslumbrada por la realidad histórica de la muerte de Cristo, advirtió la necesidad de celebrar litúrgicamente este hecho salvífico, por medio de un rito memorial, donde, en obediencia al mandato expreso del Señor, se renovara sacramentalmente su sacrificio: Hagan esto en memoria mía (1Cor 11,25). Todo el acontecimiento redentor que celebramos en la Semana Santa está ampliamente atestiguado en la Biblia, y corresponde a los últimos momentos de la vida de Cristo. De este modo, en la también conocida como Semana mayor, conmemoramos, en el domingo de Ramos, la entrada en Jerusalén aclamado por los niños, los pobres, la gente sencilla; el jueves la celebración de la Cena pascual que da inicio a la Eucaristía; el viernes, el juicio y sentencia de muerte en cruz, en la Pasión del Señor; el sábado, la Iglesia medita el descanso de Jesús en el sepulcro y por último, en la Vigilia Pascual, revivimos la alegría de su gloriosa resurrección, evento fundamental de la fe cristiana. Este es el acontecimiento que celebramos los cristianos católicos y que en tiempos sucesivos se fue ampliando con las procesiones penitenciales. Pero en el corazón de la Semana Santa está la celebración litúrgica del Triduo Pascual, valga decir: pasión, muerte y resurrección del Señor, los días jueves, viernes y sábado-domingo con la Vigilia Pascual. Pues bien, lo acaecido históricamente hace más de dos mil años, la Iglesia nunca ha dejado de celebrarlo y en Tunja tiene una larga tradición, con las espléndidas celebraciones litúrgicas y las muy reconocidas procesiones, que datan desde la época de la colonia española. Después de dos años marcados por la pandemia del Covid-19, en los que nuestra Semana Santa estuvo limitada en su participación, que no en su celebración central, y ya mejoradas las condiciones de salubridad, retornamos a la celebración de la Semana Santa con las actividades acostumbradas. La Semana Santa no es propiamente una semana de vacaciones o de descanso, sino ante todo un acontecimiento religioso de fe y que, con algunas actividades de cultura religiosa, invita a la contemplación de los acontecimientos de los últimos días de la vida de nuestro Salvador Jesucristo aquí en la tierra, que con sentido de gratitud, seguimos actualizando cada domingo y de manera solemne en la Pascua de cada año. Reavivemos pues, el entusiasmo que ha caracterizado a Tunja en la celebración de la Semana Santa y vivámosla con espíritu de fe y aprendiendo del Divino Maestro el amor, el perdón, la solidaridad, el servicio, el respeto, valores hoy tan necesarios como urgentes en nuestra atribulada nación colombiana. + Gabriel Ángel Villa Vahos Arzobispo de Tunja

Mié 6 Abr 2022

¡El gobernante para Colombia!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Después de haber vivido las elecciones a cámara y senado y haber pasado por las respectivas consultas, al aproximarse las elecciones para la presidencia 2022-2026 quisiera proponer una reflexión, muy respetuosa y a la vez llena de sensatez, invitando a todos los lectores a pensar en el gobernante que queremos, el gobernante que necesita Colombia. Nuestro país es una maravilla; los bellos paisajes, montañas, cultura cafetera y la pujanza de su gente, es la mejor expresión de lo que esta tierra sigue produciendo, por su fecundidad y alegría. Pues bien, mirando hacia atrás y constatando la podredumbre de la corrupción que agobia a nuestras regiones, contemplando el panorama de un sistema de justicia debilitado y de vicios en los sistemas de contratación, además de muchos males que aquejan a nuestra patria –inseguridad, violación de los derechos humanos, violencia intra-familiar, clientelismo, suciedad en las calles, crecimiento de la pobreza, suicidio, ideologías enquistadas, etc.-, quisiera proponer esta reflexión sobre el gobernante que necesita nuestro país. Colombia necesita un gobernante –hombre o mujer- honesto, que gobierne para la gente, con la gente y por la gente, valiente para denunciar los atropellos contra los derechos humanos; que custodie esos mismos derechos en los niños, niñas, adolescentes y jóvenes; que ame la familia y se preocupe por enaltecer la armonía y la unidad de nuestros hogares, que cuide de nuestros adultos mayores, como un tesoro espiritual invaluable; que sea fiel, leal con sus principios, que diseñe políticas de estado y no se deje llevar por sus propios intereses. Un gobernante comprometido con las minorías e incluyente, pero no sujeto a presiones ni a corrientes que dañen la democracia. Una persona con recta intención, con sabiduría para tomar decisiones, asesorado por personas a quienes les duela el país y su gente. Un gobernante interesado por la educación integral, que no se afane por alcanzar prestigio o recibir honores, que busque menos aplausos y ofrezca más sonrisas, que no pose tanto para las fotos y menos que, convierta, un acto público en un saludo a la bandera. Una persona de probada virtud, que ame la vida y la defienda, desde el momento de su concepción hasta la muerte natural, que esté abierta al diálogo con todos los sectores y se anime a dar soluciones con la participación de los ciudadanos; una persona sensible al dolor de los más pobres, vulnerables y descartados socialmente; que cuide los recursos del erario público evitando la burocracia y que exija a sus colaboradores eficiencia, responsabilidad, compromiso y civismo; que vigile el gasto público, que vele por los derechos de los trabajadores y se interese por una contratación justa y equitativa. Que tenga un corazón dócil para evaluar y corregir errores sobre la marcha, que no tenga miedo en impulsar una reforma a la justicia sin prebendas para los de cuello blanco; que sea cercano a los senadores y representantes a la cámara, una persona conciliadora, que no se deje llevar por la violencia de colores, palabras o improperios; una persona justa, sin altivez, humilde y sencilla. Una persona de fe, que aprenda a confiar en los demás y no se crea un dios, que sea de corazón transparente y palabras diáfanas, pues ‘de la abundancia de su corazón hablarán sus labios’; un gobernante con el corazón abierto a los migrantes y refugiados, capaz de respetar la diversidad y vocación de las iglesias y dispuesto a respetar la espiritualidad de los creyentes; un gobernante que potencialice la economía y con la banca, busque caminos de apoyo solidario a los más pobres; que junto con los empresarios sueñe un país próspero y abra senderos de inversión extranjera; que promueva la exportación de nuestros productos elaborados y cultivados en el territorio nacional y que si hay convenios y alianzas hacia el libre mercado se cuide de no deteriorar a la pequeña y mediana empresa. Que no empeñe nuestra patria a las fórmulas de poder, gobierno y progreso, debilitando los principios morales y destruyendo la belleza de la unidad nacional; que se preocupe por liderar una cruzada hacia la unidad, en donde todos, incluyendo la oposición, puedan ejercer su libertad con responsabilidad, por amor a la democracia. En fin, que sea un colombiano(a), que se sienta orgulloso de su país, que cante el himno nacional con devoción y defienda la soberanía nacional con ahínco; que gobierne sin pretensiones humanas; así, Dios y la patria le premiarán y si no, él y ella le reclamarán. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Vie 1 Abr 2022

Una humanidad crucificada

Por: Dario de Jesús Monsalve Mejía - Celebramos, en este 2022, la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, desde la gracia de la fe, del Espíritu y la Iglesia. En el seno de esta humanidad e historia de hoy, signadas por la condena masiva de pueblos enteros a la masacre y al desarraigo, la Cruz y el Calvario de los crucificados se prolongan en un gigantesco “Viernes de Dolor” sobre la faz de la tierra. Los pueblos crucificados son la “continuación histórica del Siervo Sufriente", porque, como dice Jhon Sobrino, “al cargar con el pecado” de quienes convierten la humanidad en una pelea por la hegemonía, “se convierten en víctimas que comunican luz y salvación al mundo”. Sin caer en enfoques que reduzcan el don de la salvación en Cristo, o que justifiquen las cruces y el dolor de los pueblos como medios para lograr el bien de la humanidad, no podemos dejar de ver esta procesión mundial de crucificados a la luz de la vida, la cruz y la resurrección de Jesús. Estos pueblos son inocentes pasivos, víctimas del pecado personal, social e institucionalizado, que se traduce en desprecio y abuso por parte de quienes los someten al absurdo de las armas y del fracaso humano, disfrazado como guerra, subversión, insurgencia, contra insurgencia, empresa o iniciativa económica ilícitas. Son nuestros pueblos azotados por diversos actores armados, desplazados de su territorio o confinados en él, diezmados con asesinatos, reclutamiento y despojo. Son poblaciones como la de Ucrania y Rusia, sometidas por los tejemanejes internacionales a la enemistad, el odio, el sacrificio y la destrucción, con devastadores efectos en los países vecinos y en el bienestar mundial. ¿Podemos conmemorar la Pasión de Cristo, del Dios y Hombre hecho humanidad, solidaridad y salvación para todos, sin acoger este clamor de paz y por el cambio de culturas y de estructuras injustas? La Semana Santa 2022 nos haga comprender y experimentar en la vida personal la gracia de ser amados y perdonados, de ser hechos partícipes de la muerte y resurrección de Cristo, para que vivamos la vida como un continuo en sí misma, victoriosa ya sobre la muerte, sobre el odio y la culpa, abierta al ascenso infinito del espíritu que se absorbe la materia, encaminada hacia la perfección del amor y de la Alianza Eterna con Dios. No basta con “estar al pie de la cruz” ni con mirar desde la comodidad personal a quienes la cargan, en esta procesión de condenados a desgracia y muerte. Es necesario estar en la cruz misma, crucificados por la fuerza desmedida y generosa del amor al prójimo, a todo prójimo, sin excluir de la salvación, como despropósito del “perdón en Cristo”, a quienes tienen sus manos y mentes envenenadas de muerte y de codicia insaciable. ¡Tenemos qué ESTAR EN LA CRUZ! Ahí donde Jesús venció a las huestes del odio, del sinsentido y la inhumanidad. Ahí donde María estaba crucificada con el Hijo de sus entrañas, carne, huesos y sangre de su misma humanidad. Ahí donde el amor no puede serlo sino con el sobrepaso de todo sentimiento de odio, venganza, ira y mentira. Ahí donde impera la no violencia de quien está clavado de pies y manos para no ceder a la tentación de la fuerza. La comunión del Viernes Santo, unida a la Cruz proclamada en la Palabra, orada en la Oración Universal, y adorada con un gesto de amor ante el Santo Crucifijo, nos recoja este año a todos en intercesión por la humanidad entera, por las víctimas todas, incluidas las que la propaganda ideológica y mediática criminaliza y oculta para mantenernos divididos. Oremos unidos por la rendición de todo corazón humano ante el Corazón Sangrante de Jesús y el Inmaculado Corazon de María. Invito a todos a tener en sus manos, ante sus ojos, en sus oídos y corazones, la sentida e inspirada ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, hecha por el Papa Francisco el pasado viernes 25 de marzo, para consagrar a Rusia y Ucrania a la Santísima Virgen. Sea una infaltable oración de toda familia católica, en toda comunidad e institución, difundida por todos los medios posibles, el Viernes y Sábado Santo. La imagen de La Dolorosa, desde la noche del Viernes Santo y durante el gran silencio del día, en el Sábado Santo, nos recoja ante la Cruz y El Crucificado, quien en su santa resurrección nos muestra las manos con sus llagas y el costado abierto por la lanza. “Con Cristo estoy crucificado. Y no vivo yo: es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20). Ante una humanidad crucificada, nadie quede por fuera de nuestra súplica al Dios Misericordioso. El “PERDÓNALES” de Jesús esté en los labios de las víctimas y de todo creyente, que no solo se postra ante La Cruz, sino que crucifica en su corazón todo sentimiento y toda actitud contra sus semejantes. El “perdónanos como también nosotros perdonamos” resuene como oración común allí donde “dos o más se reúnan en mi nombre”. ¡Mi saludo, bendición y abrazo fraterno en esta Pascua! En el nombre, la presencia, la palabra, el poder y el Espíritu de Jesús, Amén. + Dario de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali.

Mié 30 Mar 2022

¡Alta tensión!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - La tensión que se vive hoy entre Rusia y Ucrania, pone en riesgo las libertades, la economía mundial y deja en evidencia lo que un solo hombre, puede hacer maquiavélicamente, cuan do detenta el poder, manipulando conciencias, usando la mentira como medio de gobierno y generando fratricidios, ‘la muerte entre hermanos’. El rostro de Vladimir Putin no es desconocido para el mundo; cuando se le ve ante las cámaras, aparece con un rostro adusto, una mirada siempre fija, pocos movimientos corporales, casi impávido, voz dominante y desafiante; ‘la imagen de un político pragmático, duro y decidido’, que se ha ido fortaleciendo con el pasar del tiempo. Desde muy joven, en su misión de espía aprendió el arte del engaño, la artimaña del fingimiento y desde, el Kremlin, se ha ido posicionando, a lo largo, de los años, con la anuencia de sus compatriotas, como un dictador que, aunque habla de auténtica democracia, ha llevado a Rusia a la mutación hacia una autocracia. Digo, con la anuencia de sus compatriotas, pues, aunque su popularidad ha ido deteriorándose por sus políticas de guerra, es constatable, que un alto porcentaje de la población está a favor de las políticas de gobierno de Putin; muchos consideran, que ‘Rusia ha estado siempre mejor cuando la han dirigido con mano dura’, como en tiempos de Stalin, Pedro el Grande, Catalina la Grande e Iván el Terrible. Estos son datos de Bernhard Mohr, en su obra “Democracia envenenada, Rusia en la era de Putin”. No es sólo el petróleo o el gas lo que está en juego, es el poder de un imperio, ya que, aunque Rusia es una potencia mundial perdió la hegemonía de un poder en la unificación de la Unión Soviética, que aún hoy muchos siguen anhelando. En esta amenaza mundial, de nuevo los organismos internacionales, evidencian su resquebrajamiento moral y su falta de sindéresis, a la hora de apoyar un gobierno o combatir a quienes detentan el poder, subyugando a sus pueblos. Es la muestra de una burocracia que sigue rampante, mientras el clamor de los ciudadanos de muchos países, como Venezuela, Nicaragua, Cuba, se esfuma en el horizonte sin que haya soluciones de raíz. Indudablemente la arremetida de países europeos, estados Unidos, empresarios, multinacionales, encerrando a Rusia, en medio de bloqueos económicos, es una medida, que aún no ejerce la presión que debería darse. Lo que sí es valioso, es el intento de muchos países, de la ONU y de la misma Iglesia, por promover el diálogo como camino para bajar la tensión y llegar a acuerdos importantes para la paz. Pese a todos los esfuerzos, Putin sigue aferrado a sus consignas de dominio y extermino. No entendemos cómo en nuestros países, los mandatarios gobiernan desde sus propias políticas y no con políticas de estado. Baste dos ejemplos: si un mandatario es pro-vida, defiende la vida; si no lo es, además de atacarla, promueve el aborto. Otro ejemplo, un mandatario propone sus reformas económicas y aplica sus propios modelos, con el riesgo de terminar instaurando su propia ideología, dañina para la democracia; si no tiene mucho conocimiento en economía, termina bajo la línea de ensayo-error, con economías alternas, no científicas y menos aplicables a sociedades democráticas. Esta manera de gobernar es infame. Seguramente los lectores, coincidirán conmigo en algunas ideas relevantes sobre Putin, sin embargo, permítanme sugerirles el texto “La democracia envenenada”, en la que Bernhard Mohr, hace un recorrido histórico, cultural y social por Rusia y las intenciones de Putin. Quizá sea hora de comprender lo que está ocurriendo en Europa, la alta tensión entre Rusia y Ucrania y darnos cuenta que, Colombia, no está exenta de estos avatares de la guerra. Los colombianos tendríamos que hacer un examen de conciencia para reconocer que aunque seguimos hablando de ‘democracia’, hemos usado tanto este concepto, que ahora se le piensa y se le define con ambigüedades; es importante que los ciudadanos actuemos con responsabilidad, acudiendo a las urnas, sin dejar mancillar la conciencia, vendiendo o comprando votos; votando con dignidad por aquellos que realmente serán nuestros mejores representantes, capaces de defender, no sus intereses personales, sino los derechos de una sociedad. Hoy se requieren gobernantes que defiendan la vida, que promuevan los derechos de todos y custodien, especialmente los derechos de los más vulnerables, de los pobres y descartados socialmente; que no negocien sus principios, que se preocupen por la familia colombiana, por una educación integral, por el desarrollo de los pueblos, con la participación de todos; que tenga un respeto por la ‘persona’ y se consagren a un gobierno de todos, para todos y con todos. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia