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Amor

Sáb 23 Abr 2016

La clave es el amor

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo. Dos términos del santo evangelio de este domingo les propongo que meditemos: “Glorificar” y “amar”. Glorificar En el lenguaje bíblico, glorificar significa hacer visible a alguien en el luminoso esplendor de su verdadera realidad; glorificar: es evidenciar, visibilizar lo más profundo del otro, sacar a la luz su grandioso misterio escondido (P. Fidel Oñoro). Dice la Palabra: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él”. Éste pasaje nos invita a centrar nuestra atención en el amor que hay entre el Padre y el Hijo y éste amor se da a conocer definitivamente por medio de la “glorificación en la cruz”. En el misterio de la cruz comprendieron los discípulos cuanto los amaba Jesús (aunque no todos, Judas se quedo a mitad de camino). Dice el Papa San Juan Pablo II: “La cruz es sobreabundancia de amor de Dios hacia el mundo”. En la cruz Jesús, el Señor, fue congruente, puso en práctica todo lo que le había enseñado a sus discípulos y a las gentes. En la cruz murió perdonando: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En la cruz Jesús, el Señor, murió salvando: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. En la cruz Jesús, el Señor, murió amando y confiando absolutamente en el Padre: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. La cruz manifiesta en su plenitud el amor de Dios Padre y Dios Hijo. La cruz visibiliza el verdadero amor del padre hacia el Hijo y del Hijo hacia el Padre. La cruz saca a luz el misterio escondido, que en el misterio trinitario es el Espíritu Santo. El amor mutuo entre el Padre y el Hijo se ve reflejado en la fuerza del Espíritu. Por eso, queridos hermanos, la vida cristiana consiste no tanto en que nosotros amemos a Dios, no. La vida cristiana es fundamentalmente, experimentar el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en nuestra vida. Vivir cristianamente no es centrar la atención en una idea o ideología, no. La vida cristiana es experimentar en lo cotidiano la fuerza vivificadora del Espíritu Santo. La vida cristiana es permitirle a Dios que se glorifique en nosotros, es dejar que se haga su voluntad (Hágase tu voluntad). La vida cristiana es participar con Jesús, el Señor, del amor de Dios Padre. Dice el Papa Francisco: La vida cristiana es “sencilla”: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, no limitándonos a“leer” el Evangelio, sino preguntándonos de qué forma sus palabras hablan a nuestra vida. Si glorificar es poner en evidencia lo profundo del otro y precisamente en la cruz, se manifiesta el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; quiere decir, que la evidencia del amor de una persona hacia otra se manifiesta realemente en los instantes de cruz. No en vano, el día del matrimonio, lo snovios se prometen murtuamente amor eterno: “Prometo serte fiel en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, amarte y respetarte durate todos los día de mi vida”. Es precisamente en las circunstancias de cruz, de pasión de sufrimiento del otro, donde el conyugue glorifica al otro y una vez que es glorificado, responde con una nueva glorificación. No en vano escuchamos con frecuencia estas palabras: El oro se prueba en el crisol. Hermanos queridos, el amor, amor, amor real, se conoce en los momentos de prueba. La persona muestra que es fiel cuando tiene la oportunidad de ser infiel, pero permanece fiel. Se manifiesta realemente el amor, cuando una persona posee todo como para odiar, pero no se deja llenar de dolor y resentimiento y todo lo cambia por amor y misericordia. Amar Dice la Palabra: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado. El mundo conocerá que son mis discípulos si se aman los unos a los otros”. Jesús, el Señor, no está enseñando una teoría sobre el amor, no da ideas sobre la manera como debe ser el amor. Jesús, el Señor, parte de su experiencia práctica. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. “A ustedes no los llamo siervos, los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he escuchado a mi Padre”. Esta segunda parte del evangelio se centra en el amor que debe reinar entre los discípulos…, ese amor es aquel que los discípulos han contemplado entre el padre y el Hijo y es el amor que Jesús le ha manifestado a ellos y a las multitudes, durante su ministerio público. Lo nuevo está en la experiencia de base: Jesús no habla de amor en abstracto o de forma genérica sino que su referente es Él, “como yo los he amado”. Es el comportamiento y las actitudes de Jesús lo que da los límites y el estilo de este amor; en este sentido el mandato de Jesús es completamente nuevo, porque sólo los discípulos han experimentado su amor y porque sólo en la Cruz se reveló en plenitud el amor de Jesús y el del Padre” (P. Fidel Oñoro). + Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florencia

Lun 18 Abr 2016

Rompamos barreras y llevemos el amor de Dios

Celebramos hoy una Iglesia que rompe barreras para llevar a todos los pueblos y culturas la misericordia de Dios, y el medio para lograrlo el amor que, en Jesús, hace nuevas todas las cosas. Participemos con alegría y abramos nuestra mente y nuestro corazón a esta nueva manera de vivir que nos propone Jesús. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 145(144),8-9.10.11-12.13ab (R. cf. 1b)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Apocalipsis 21,1-5a[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Juan 13,31-33a.34-35[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] En los Hechos de los Apóstoles 14,21b-27 se nos narra el momento en el que Pablo y Bernabé han terminado la primera etapa evangelizadora entre los pueblos no judíos; en medio de las tribulaciones (14,22) se abren las puertas de la fe a los paganos (14,27). El texto deja ver el dinamismo misionero, los apóstoles no descansan, delegan tareas en los ancianos (presbíteros) que constituyen como responsables de las comunidades. Van de un pueblo a otro con entusiasmo, acercando a las personas al Dios que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos (14, 15). En el salmo 145 (144) el autor canta la grandeza de Dios en sus obras, Son esas grandezas las que recuerdan su bondad. El Señor es bueno con todos, tierno con todas sus creaturas (6,7,9). Y todo esto llega a su plenitud en la persona de Jesús, como nos lo indica el Apocalipsis 21,1-5ª. Él es Dios con su pueblo, que todo lo hace nuevo: un Cielo nuevo y una Tierra nueva. Y la novedad se concentra en el Mandamiento del amor: el amor de unos por otros, y el amor de Dios por todos. Esto que nos narra el Evangelio de Juan, 13,31-33a.34-35, en el inicio del discurso de despedida, marca la originalidad del mensaje de Jesús: es el sello con el que todos reconocerán que son sus discípulos. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Vivimos un momento de exigencias: el Papa Francisco quiere una Iglesia “en salida”, que no se queda encerrada entre los suyos, que sale al encuentro de todos los hombres, en las periferias, las humanas, las existenciales, las religiosas. Una Iglesia que como Pablo y Bernabé va al encuentro de lo diferente para ganarlo a la causa del Reino. Y lo hace exponiendo su seguridad, dejando a un lado sus “seguridades” doctrinales, abriéndose a las verdades del otro. En este momento que también es de Misericordia, momento de gracia, jubileo, se nos abre la mente para considerar la grandeza de Dios en todas sus creaturas, las del cielo y las de la tierra, entre las cuales está también el hombre. Y entendemos que Dios es bueno con todas. Su misericordia no tiene límites, y confronta nuestra dureza de corazón. El Dios de Jesús no tiene límites, no excluye a nadie, ni a nada. Y en la plenitud nos encontramos con Jesucristo, el Hijo de Dios, que todo lo hace nuevo, en el cielo y en la tierra. Mientras el hombre destruye y hace viejas las cosas, casi inútiles, seca los ríos, convierte los valles en desiertos, las montañas en barrancos, los pobres en “sobrantes”, Jesús queriendo que esto no continúe en esta dirección de muerte, coloca hoy frente a nosotros una propuesta de vida: El amor. Sólo el amor hará sensible al hombre frente al otro, al que sufre, al pobre, y frente a la creación maltratada. Sólo el amor mueve al misionero a ir al encuentro del otro desconocido o diferente, para mostrarle la ternura y el amor del Padre. Sólo el amor dispone para atravesar barreras ideológicas, religiosas, culturales. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Celebremos con gozo toda esta novedad que significa que el mensaje de Jesús se abre a todos los pueblos y culturas. Celebremos una Iglesia en “salida”, que se quiere encontrar con todos los hombres de todos los pueblos para enamorarlos del proyecto de Jesús, que es el Reino de su Padre. Celebremos alegres, la grandeza del Padre que se expresa en su misericordia, en su ternura. Celebremos este jubileo de la Misericordia que nos propone el Santo Padre, para ejercitar la misericordia sin medida con todos aquellos que sufren en nuestro entorno. Celebremos nuestra apertura a la compasión. Celebremos con pasión la plenitud de la obra de Dios que se ha manifestado en Jesucristo que todo lo hace nuevo, e incluso puede hacer que nosotros seamos nuevos en nuestros estilos de vida, costumbres y maneras de pensar. Celebremos el origen de toda novedad en el camino iniciado por Jesús, que no es otra que el Mandamiento del amor, que nos permite no solo aparecer seguidores y discípulos de Jesús, sino serlos en verdad. Que nos reconozcan como de Jesús por el amor que dejamos percibir en nuestras palabras, pensamientos y obras. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar con algún signo la apertura del mensaje de Jesús a otros pueblos, colocando en lugar apropiado algunos signos que nos recuerden a los hermanos indígenas, afros, campesinos, habitantes urbanos de las periferias. Y colocar en un cartel la frase: “El AMOR es el signo de que somos discípulos de Jesús”. Tener presente que mañana lunes es la fiesta de San Marcos, evangelista. Año de la Misericordia: Jubileo de los adolescentes (13 – 16 años): Profesar la fe y construir una cultura de la misericordia.