Sáb 5 Mayo 2018
La clave está en el amor
Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - Continuamos hoy con la lectura del capítulo 15 de San Juan, este texto es el corazón del testamento de Jesús. Desde el capítulo 13 al 17, Jesús, el Señor, está dando las últimas instrucciones a sus discípulos. En este tiempo de pascua leemos el evangelio en clave de despedida, se acerca la solemnidad de la ascensión del Señor a la gloria celestial. Antes de marcharse, el Señor instruye a sus discípulos, sobre lo central y más importante para un discípulo suyo.
La clave está en el amor. Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, no hace un discurso o una poesía sobre el amor. El texto es más bien una sinfonía perfecta de lo que es y experimenta Jesús. Él es el amado del Padre: “Éste es mi Hijo amado, en Él me complazco” (Mt 3,17). Jesús es el amado desde siempre y para siempre. Con el amor que Él ha recibido del Padre es como Él los ha amado durante su ministerio público: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Juan 13,1-ss). Jesús, el Señor, está dando su vida paso a paso: “El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10,1-ss). Jesús, el Señor, da la vida definitivamente en la pasión, misterio que tiene su culmen en la cruz y en la resurrección (Cf Jn 18-20).
La clave está en el amor. Como lo hemos venido contemplando en los evangelios de los domingos anteriores, Jesús, el Señor, se identifica frente a sus discípulos con el “Yo soy”… Hoy su identidad es con el amor. La fuerza de su actuar viene del amor que Él recibe del Padre, con ese mismo amor ha amado a sus discípulos y es el mismo amor que les pide, por eso les dice: Ámense; Jesús, el Señor, está hablando con un imperativo categórico: Ámense. Para el discípulo el “amor” no es opcional, es un imperativo que define la esencia de su “estar” en y con Jesús. Si los discípulos quieren vivir en la dinámica del amor deben amarse como el Padre ama al hijo y deben amarse como Jesús los ha amado a ellos.
La clave está en el amor. Para el cristiano el amor no puede ser un simple sentimiento, para el cristiano el amor es una opción libre y voluntaria, pero responsable y comprometedora. El amor de Dios es eterno, estable, duradero, permanente. Dios no nos ama, porque nosotros seamos buenos, no. Dios nos ama porque su esencia es el amor. “Dios es amor” (1 Jn 4,8). La dinámica de la historia de salvación es la dinámica del amor. Por amor Dios ha tomado la iniciativa de elegirse un pueblo para sí y desde este pueblo hacer difusivo su amor a la humanidad. La alianza que Dios hace con los líderes del pueblo son alianzas de amor, alianzas de amistad (Cf La vida de Abraham, Moisés, los profetas…). La Palabra de Dios dice de Moisés que era el “amigo de Dios”. Jesús, el Señor, le dice a sus apóstoles: “Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.” Con el amigo se comparte la plenitud del ser, con el amigo no hay secretos, con el amigo existe el grado sumo de confianza. En la amistad están implicados dos corazones que se abren de par en par. Por eso la necesidad del respeto, la fidelidad y la responsabilidad en la amistad. El amor sin éstas tres características no es amor, es una caricatura del amor.
La clave está en el amor. Hermanos, la clave está en el amor de Dios, Él nos amó primero. Si el amor en mi vocación no es estable y duradero es porque ha fallado el fundamento, porque ha fallado el amor primero. Un edificio se cae cuando fallan los cimientos. Así es el amor humano, éste falla cuando no alimentamos el amor de Dios en nuestras vidas y en nuestras relaciones fraternas. Para que nuestra consagración sacerdotal, religiosa, matrimonial…, sea estable y duradera, necesitamos experimentar el amor de Dios y por lo tanto, necesitamos permanecer en su amor. Permanezcan en mi amor, dice Jesús, como yo permanezco en el amor del Padre.
La clave está en el amor. ¿Y cómo permanecer en el amor de Jesús? Sencillo. Hagamos una analogía con nuestra vida cotidiana: amistad que no se alimenta con el diálogo, las visitas, las comunicaciones…, es una amistad que se va debilitando y llega el momento en que definitivamente se agota, se enferma y se muere. Para alimentar la amistad con el Señor, es necesario: Orar, meditar, leer la Palabra, perdonar, sanar las heridas, corregirnos…; es necesario además, dar buenos frutos y esos se manifiestan en la alegría, el servicio, en el amor mutuo. No basta decir Señor, Señor, es necesario obrar de acuerdo al mandato del Señor: “Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando.”
La clave está en el amor. Hermanos, insisto, el amor no es un sentimiento, el amor es una opción y como cristianos es un imperativo categórico. Si no nos amamos no tenemos el derecho a llamarnos cristianos. El siglo XXI será el siglo del amor cristiano o el cristianismo se acabará. La verdad definitiva y esperanzadora de la Palabra de Dios es “que Jesús nos ama, esto es lo más importante que debemos saber”. Por favor, aprendamos una cosa: el amor de Dios es inmenso, intenso y total, es libre, generoso y transformador. ¡Qué bueno sería que así fuera nuestro amor! Esa es la meta, esa tiene que ser la ilusión, la lucha, el trabajo cotidiano. Nada más frustrante que entregar toda una vida y luego darse cuenta que todo era una ilusión pasajera, una mentira, una falsedad.
La clave está en el amor. Queridos sacerdotes, estimados padres de familia, muy apreciados maestros, líderes sociales, políticos, empresarios…, nuestra meta es el amor. Al final de la jornada seremos juzgados en el amor. Cuando lleguemos a la eternidad nuestro buen Padre Dios, no nos preguntará por nuestros títulos y por nuestras chequeras, nos preguntará y nos juzgará por la intensidad, la profundidad, la sinceridad y la responsabilidad en el amor. No seamos ilusos, no digamos esa frase tan tonta: “sin amor también se vive.” Eso es mentira, porque somos lo que somos, por el amor de Dios. Si no fuera por el amor de Dios no existiríamos, no podríamos caminar, sonreír, amar, jugar…
La clave está en el amor. No nos detengamos tanto a llorar sobre la leche derramada. La fuerza interior de nuestra vida no puede estar en los fracasos de nuestro amor. No importa que hayamos sido rechazados (as), no importa que hayamos sufrido; nuestro corazón nos ha dolido muchas veces, sí; pero lo más importante es que hoy sabemos que Dios nos ama. La clave de la vida presente está en saber perdonar y sanar nuestro pasado. Hoy es hoy y hoy somos conscientes que desde siempre y para siempre Dios nos está amando y su amor es para siempre. Haya pasado lo que haya pasado, pase lo que pase, el amor de Dios no se muda, nunca cambia, su esencia es el amor.
+ Omar Mejía Giraldo
Obispo de Florencia
Juan 15,9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre. El mundo odia a Jesús y a los suyos. Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando.
Tarea
Leer, meditar, orar 1 Cor 13.