Lun 11 Feb 2019
José de Jesús Pimiento, el cardenal de los 100 años y los 7 papas
A menos de 8 días de cumplir sus 100 años de edad, el cardenal colombiano José de Jesús Pimiento Rodríguez concedió una entrevista al diario El Tiempo, donde con toda su lucidez comparte momentos de su vida, su familia y habla sobre la realidad de la Iglesia y el país. Lea la entrevista:
Monseñor Pimiento: ¿100 años son muchos o poquitos?
Dicen que Matusalén cumplió 900, pero sin saber cómo eran las cuentas en ese tiempo, puede que hayan sido 90 no más. No sabe uno. En todo caso, larga o corta, la vida es un don de Dios, y a cualquier edad hay que mirarla como un regalo del Señor.
Para llegar a los 100 años, ¿cuál es la clave: la suerte, la salud o la longevidad?
No. Mi salud no ha sido feliz. Desde mi nacimiento fui raquítico. Una hermana de unos sacerdotes muy importantes en mi diócesis, y a donde me llevaron mis hermanos, dijo, “ese muchachito no se cría”. Era el último de la familia.
¿Pero por qué nació raquítico?
Por pobreza fue más que todo. Mi papá era de Barichara, como mi mamá, y los desterraron por persecución política, y entonces fueron a parar a Zapatoca, pero como pobres. El cura los patrocinó dándoles un trabajo de albañilería, y así construyeron un barrio para San Vicente de Paul como servicio a los pobres.
Pero se crio muy bien, finalmente…
Después de una crisis de salud cambió mi ‘ecología’ cuando me dio una tifoidea. Pasé al otro lado, sin ser tampoco una fortaleza, pero siempre con una salud más o menos pasable.
¿Cuándo toma la decisión de ingresar a la causa del sacerdocio?
Eso no fue improvisado; mi mamá me llevaba todos los días a misa a las 5 de la mañana, yo me lo pasaba dormido allá. Pero eso me aficionó a la eucaristía, sin saberlo. A los 8 años tal vez, fui acólito y eso me acercó más al Santísimo.
Ahí fue como creciendo la vocación. Eso prueba que Dios lo va llevando, sin darse uno cuenta, a comprender que ahí está Él.
Fue ungido como obispo muy joven…
Obispo de 36 años. Fue impactante en el sentido de que mi timidez se resistía…
¿Cuál timidez, monseñor?
La que tengo. La que no se me ha acabado. Por obediencia al papa Pío XII acepté. Primero como auxiliar de Pasto. Y me fueron cambiando. A Montería, después a Garzón y, por último, a Manizales.
Finalmente fue ungido cardenal a los 95 años. La pregunta es: ¿Muy tarde? Ya no podía elegir al próximo Papa… ¿Eso le produjo alguna frustración?
No. Yo estuve casi nombrado en tiempos de Pablo VI. Con él fui muy cercano porque trabajé en la reforma del Concordato. El Papa me recibía con mucho cariño, me daba muchos consejos y nos hicimos amigos, yo lo frecuentaba mucho. En un sínodo en el que participé, encontré en la sede de la sala una tarjetica que decía: “Su Eminencia Reverentísima Cardenal José de Jesús Pimiento” –la tengo todavía– y me dije, ‘¿esto qué significa?’ Yo era arzobispo de Manizales. Esto no tiene sentido. La guardé, no pregunté nada, no sucedió nada. Entonces me dije, ‘el Papa quiso nombrarme, algo hubo por ahí y no sé qué pecado habré cometido que no resultó’.
El nombre del cardenal no lo consultan con el gobierno ni con nadie, sino que el Papa analiza a las personas y las nombra. En todo caso, en esa oportunidad no fui cardenal, y no me afectó en nada.
Años después, el papa Francisco sí lo ungió como cardenal. Pero, ya por razones de salud, usted no pudo acudir al Vaticano a esa ceremonia…
No pude... Tengo un problema circulatorio, y me dijo el médico, “si quiere ir, vaya, pero usted llega a la clínica o al cementerio”.
Haciendo cuentas, monseñor Pimiento, a usted le han tocado siete papas. Contémoslos: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Ratzinger- Benedicto XVI y Francisco… ¿Con cuál de ellos tuvo más cercanía?
Con Pablo VI. Me trataba con mucha familiaridad.
¿Eran del parche, como se dice?
Sí, era una empatía; es que ese hombre era muy grande, tímido también, y enfermo desde niño. Sin embargo, tenía un carisma. Cuando era cardenal solamente, su mirada era penetrante, como rayos X; cuando lo eligieron, el Papa tenía ya una mirada dulce, amable, pero igualmente penetrante.
Y con él le tocó el Concilio Vaticano II…
Todo el concilio. Comencé con Juan XXIII y las tres sesiones siguientes con Pablo VI. Ahí nos conocimos, pero después se volvió una amistad.
¿Y qué piensa del Concilio Vaticano II? ¿Pasó de moda?
Que si se estuviera aplicando, habría menos problemas en la Iglesia y en el mundo. Con la doctrina del concilio, que es el evangelio aplicado, la vida sería muy distinta. Pero no habrá más concilios.
¿No habrá más concilios?
No se puede ya reunir al episcopado, que serían como unos 6.000 obispos; no hay dónde concentrarlos, no hay garantía del secreto de los debates ni se sabe cómo debatir. Ponga a 6.000 obispos a discutir. Sigue el sínodo ideado por Pablo VI; lo creó y lo puso a funcionar. Hoy es simplemente consultivo.
Puede que Francisco reemplace al concilio. Será con representaciones de la Iglesia en todo el mundo, más numerosas desde luego, espero que para hacer un debate humano, saludable y decisivo.
¿Qué opinó de la histórica visita de Francisco a los Emiratos Árabes? ¿Usted imaginó alguna vez que iba a ver al Papa saludándose de beso en la cara con un jerarca del islamismo?
Jesús hoy, Jesús presente. Él hace la presencia de Cristo, y el Cristo de hoy es distinto en la forma de presentación de cuando Él estuvo en la tierra. No es un gesto simplemente humano, como quien dice de afectividad terrena, sino de afectividad espiritual.
¿Qué papel está jugando y debe jugar la Iglesia hoy en el conflicto colombiano?
No hemos acertado siempre. Viene desde la Colonia, pero desde la República comenzó el problema de la Iglesia al no hacerse entender debidamente. Ahí debimos comenzar a hacer una predicación del evangelio de la libertad para que Colombia no empezara a ser un país peleador por la política. No se evangelizó la política en ese momento.
Entonces la política comenzó humanamente, pero entre peleadores. Habíamos peleado con los españoles y quedamos peleando entre nosotros. Los partidos han sido un desastre, y la Iglesia no ha sabido manejarlos tampoco. Ha bregado, pero no ha acertado en hacer de los partidos lo que trata de hacer ahora este Presidente: que el poder no sea para pelear, sino para servir.
Recientemente, en Panamá, el papa Francisco condenó y calificó de terrorismo el atentado del Eln en la Escuela General Santander. ¿Debe la Iglesia católica colombiana seguir ofreciendo sus buenos oficios para un diálogo con este grupo armado?
Cuando cumplan lo que está pidiendo el Presidente. Cuando dejen de ser terroristas y entiendan que esto se tiene que hacer con diálogo. Es que ellos dialogan con bala. Eso no es política, eso es maldad y terrorismo.
¿El Papa ha cambiado su posición frente a Venezuela?
Cuando el papa Francisco respondió al diálogo lo interpretaron mal y él quedó, como quien dice, con la amargura de que su consejo no fue afortunado, fue un fracaso prácticamente. Ahora ya se dio cuenta de que no se puede hablar de diálogo allá porque no hay con quien dialogar. Ya no recomienda eso. Seguramente estará por este muchacho Juan Guaidó, que es una revelación rarísima, un personaje de la nada que aparece con una inteligencia rara y no se atreven a matarlo…
Y no incitando a la violencia sino al entendimiento…
Esa es la sabiduría. Eso es ser un cristiano total. Muy difícil tener esa actitud en ese ambiente. Ahí está Dios cumpliendo la tarea de salvar a Venezuela, porque necesitaba probarla mucho, porque el paternalismo tenía a ese pueblo estupidizado.
Era un pueblo perezoso, inútil, y entonces el castigo o la prueba ha sido muy dura, muy horrible. Este monstruo de hombre, en la historia no ha habido gente así, ni Herodes, ni ninguno. Este es un fenómeno, y el peor ahí es el Cabello porque si a este lo peluquearan, yo creo que las cosas cambiarían. (Risas). Pero no se deja peluquear.
Ahora, si fueran inteligentes se habrían ido ya para Rusia, para China, para Cuba, a gozar de la plata. Son tan brutos que se van a dejar juzgar. ¿Cómo? No sabemos, pero la justicia internacional va a acabar con esos hombres. Por brutos. Yo oro por ellos. No los descarto por enemigos. Hay que orar por esa gente para que se convierta, no para que siga adelante.
Usted tiene estos récords: es el obispo más veterano y el cardenal de mayor edad. ¿Con toda la sabiduría que ha recopilado, cuáles cree que son las mayores debilidades hoy de la Iglesia, además de los escándalos de pederastia? Esta semana, el Papa reconoció que, incluso, curas y obispos han abusado sexualmente de monjas.
La Iglesia es divina por el fundador, pero es humana por nosotros. Tiene todas las flaquezas nuestras. Hay que saber entenderla, no es que sea una prostituta, es una pobre creatura humana que falla. Le falla a Dios. Eso no es que le agrade a Dios, sino que Él lo tolera por su misericordia, y porque quiere salvarnos. Ya Él sufrió todo lo que había que sufrir, para que nosotros no tuviéramos que pagar tanto, pero nos va cobrando con las calamidades. Como dice en la Carta a los Hebreos, Él reprende y castiga como padre, para que se corrijan los muchachos. Y nosotros somos creaturas suyas, y nos corrige, a veces golpeándonos, y golpeándonos muy fuerte.
¿Usted ve que el papa Francisco va por el camino que toca?
Sí, claro. Él está interpretando bien lo que debe hacer. Nos ha dicho un montón de verdades fundamentales, y regaños muy tiernos, que de pronto no hemos entendido.
Hablando de la polarización del país, ¿en la Iglesia, internamente, también hay polarización?
Claro.
¿Disputa de poderes, de ideologías, de tendencias?
Hay cosas, hay teólogos que son herejes, prácticamente. Eso hay de todo. Tenemos que mirarlo como problema humano, y no atribuírselo a la institución, a la sociedad o a la familia de Dios que Él dejó establecida. Ahí está la sabiduría cristiana, saber discernir. Nos falta discernimiento y juzgamos de una vez. ‘Ah no, es que eso está muy mal hecho, y es que ese cura, o ese obispo, o ese…’ Hombre, modérese que es que usted también tiene vigas en el propio ojo y está mirando pajas en los demás.
Monseñor, ¿por qué se retiró el papa Ratzinger?
Por sabio y por santo. Él le había aconsejado ya a Juan Pablo II que renunciara, porque vio que ya no estaba gobernando como debía ser. Juan Pablo tenía otra mente… la mente de que Jesús no se bajó de la cruz, y eso es bonito decirlo porque es místico, pero no es práctico para el gobierno de la Iglesia.
De hecho, en ese tiempo de la enfermedad del papa Juan Pablo II, que fue una gran lección para el mundo, el gobierno de la Iglesia estuvo paralizado. Hasta el punto de que Ratzinger tuvo que llegar a resolver problemas que se han debido resolver antes.
Monseñor, yo lo veo tan bien de salud, tan lúcido y tan placentero que me pongo feliz y le deseo muchos años más de vida. Pero tengo que preguntarle: ¿Qué piensa de la muerte?
Uno tiene que aceptar la limitación humana, aceptar la presencia de Dios y alegrarse y bendecirlo por eso.
¿A los 100 años, le tiene miedo a la muerte?
El miedo normal de todos. La muerte es el encuentro con el Señor y por tanto no debe uno temer. Eso predico. Pero, como la carne humana es tan frágil, pues a mí sí me da susto de cómo me va a pasar, porque no sé si voy a morir de repente, eso sería lo mejor, lo más grato porque no siente uno nada, pero puede ser que muera como un inválido, con alguna enfermedad bien chocante, y entonces a eso le tiene uno como miedo. Pero no al encuentro con Él, que es la maravilla.
Y entonces ya me he ido curando bastante de ese miedo; no me lo puedo quitar, pero ya se me ha vuelto como una confianza en que no va a ser una cosa atormentada, sino algo con luz.
¿Cómo celebrará los cien años, precisamente de hoy en ocho días?
Tocará obedecer a mi familia que me mandó a que hiciera una celebración en Floridablanca. Luego, en Zapatoca y San Gil. Cumpliré los cien años obedeciendo. (Risas).
Fuente: Diario El Tiempo
Vea también el especial que elaboró la arquidiócesis de Bucaramanga, donde el Cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez, confiesa detalles de su vida, su hogar y su vocación pastoral, a puertas de celebrar su aniversario de vida número 100