Jue 11 Abr 2019
La muerte de Jesús se convierte en un verdadero sacrificio que trae la redención al género humano
En la Pasión del Señor: Lucas 19,28-40 Primera Lectura: Isaías 50,4-7
Salmo: 22(21),8-9.17-18a.19-20.23-24 (R. 2a)
Segunda Lectura: Filipenses: 2,6-11 Evangelio: Lucas 22,14 - 23,56
Introducción
De Palabra de Dios para este Domingo de Ramos podemos presentar tres ideas de reflexión:
• Isaías nos presenta la imagen del siervo doliente que sufre el destierro, las burlas y humillaciones y a pesar de esto, supo responder siendo fiel a Yahveh.
• San Pablo nos habla de la kenosis del Hijo de Dios que sabe abajarse
despojándose hasta llegar al extremo de la muerte en la cruz.
• El evangelista Lucas nos presenta la entrega de Jesús, verdadero sacrificio para la salvación de la humanidad.
1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
San Lucas nos presenta la pasión de Cristo como el sacrificio de la Nueva Alianza. Anterior a este acontecimiento, el evangelista nos presentó la entrada de Jesús en la ciudad de Jerusalén donde es recibido por la multitud de los discípulos. Esos mismos discípulos son que ven la muerte de Jesús como sacrificio de expiación y de una alianza nueva y definitiva, no porque rechacen la antigua alianza (cf. Jr. 31,31.33.34) sino porque se renueva de modo definitivo; ahora los discípulos no son simples espectadores, sino que participan de esa nueva alianza, pues es un memorial único de la salvación que Dios obra en medio de su pueblo.
San Lucas nos presenta el ritual de la cena durante el cual se servían varias copas, según el evangelista, después de cenar se sirvió la copa de la alianza que Jesús presenta como la de su sangre derramada por muchos. La Pascua de Jesús es sacrificio que salva y memorial de un acontecimiento liberador, conmemora el paso desde Egipto hasta la liberación definitiva de Israel. Esta cena de Jesús y el acto de su entrega en la cruz son la memoria de la verdadera redención en un banquete mesiánico y escatológico que anticipa su pasión y muerte.
San Lucas nos presenta las palabras de Jesús en la última cena como parte de la instrucción que el maestro da a sus discípulos donde les deja varias enseñanzas: 1) la infidelidad de Judas es un llamado para la fidelidad del discípulo; 2) la ocupación de un cargo debe ser para el servicio a los demás; 3) el verdadero discípulo es el que persevera en medio de las pruebas; 4) la tentación y la infidelidad de Pedro es ocasión para que los discípulos aprendan la necesidad de buscar fortaleza en medio de la debilidad; 5) el discípulo debe vivir su misión en el despojo de lo terreno; 6) la venganza no debe ser el distintivo del discípulo.
A continuación, se presenta la oración en el Getsemaní, que debe servir de ayuda para que el discípulo aprenda a hacer la voluntad del Padre. La traición de Judas hace ver la necesidad del perdón y el amor a los enemigos. La negación de Pedro muestra la debilidad a que está sometido el discípulo. El proceso de condena contra Jesús muestra su mesianismo y deja claro que su reinado no es meramente temporal. El evangelista nos presenta el momento dramático de la cruz y es aquí donde Jesús es modelo para todo aquel que quiera seguirlo haciendo lo mismo que Él hizo. La muerte de Jesús se convierte en un verdadero sacrificio que trae la redención al género humano, por eso Jesús desde la cruz anuncia el hoy definitivo de la salvación. San Lucas nos invita a ver y contemplar al crucificado que triunfa como vencedor de la muerte.
2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?
El evangelista Lucas nos invita a involucrarnos en la pasión de Cristo no como meros espectadores sino como testigos que viven el momento definitivo de la Redención. Participar de la Pascua de Jesús implica sentarnos con él a la mesa para renovar el sacramento de la nueva alianza para comer su cuerpo y beber su sangre. Este es el auténtico sacrificio que redime la humanidad.
El maestro nos enseña que la verdadera fidelidad se da cuando desde la oración cumplimos la voluntad del Padre mediante la entrega y la aceptación de lo que Dios nos pide, al igual que lo hizo Cristo en Getsemaní. Seguir a Jesús como la multitud de discípulos nos exige cargar con la cruz camino hacia el calvario. Al contemplar el drama de la pasión debemos ver las paradojas que allí se presentan: El aclamado por la multitud que lo sigue, es condenado por la turba que grita que sea crucificado; él que ha venido a enseñarnos la justicia, es ajusticiado por las autoridades; el hombre que ha enseñado la verdadera libertad, es llevado como reo; el que ha hablado abiertamente en público, es silenciado con la muerte; pero paradójicamente con su victoria nos enseña que la muerte es la causa del auténtico triunfo.
En Jesucristo se cumple a plenitud lo que el profeta Isaías anunció del Siervo de Yahvé́. Es el hombre que sufre, pero sin culpabilidad de su parte; muere, pero no por un castigo propio sino que lo asume como suyo. Con su muerte se hace solidario con toda la humanidad. Su muerte no es una situación definitiva ni de derrota y, de hecho, su morir es un vivir para siempre. Por eso no se puede desligar la muerte de la resurrección, de ahí que San Lucas nos invita a ver y contemplar este espectáculo para mirar en Jesús al Hijo de Dios que muere y resurge para dar la vida al pueblo; de ahí que su sacrificio es para dar la vida nueva. La Pasión de Cristo no puede verse como una simple la historia o un recuerdo de un relato pasado donde un hombre fue condenado a muerte; todo lo contrario, releer la pasión debe ser una actualización del acontecimiento central de la salvación y la manifestación plena de la gloria de Dios.
3. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad?
Al iniciar la semana santa, la liturgia de estos días nos invita a entrar en la pasión de Cristo, no como meros espectadores sino, como participes de su cruz y resurrección. La oración colecta de este día muy bien lo señala cuando pide que al guardar las enseñanzas de su pasión podamos participar de su gloriosa resurrección, es decir, que no nos quedamos simplemente con un recuerdo del pasado, sino que contemplamos un hecho salvífico y lo actualizamos en el memorial de la eucaristía para recibir sus frutos en nuestra vida. Recorrer el camino de Jesús implica entrar con él para seguirlo camino hacia Jerusalén; el recorrido que se hace en la procesión de este día llevando las palmas en las manos nos recuerda que también la creación aclama a Cristo como Rey que entra victorioso para asumir el martirio de la cruz. El maestro se sienta a la mesa para participarnos de su pasión y en la eucaristía memorial de su entrega nos deja el alimento necesario para que podamos continuar nuestra marcha como peregrinos, de modo que como sus discípulos nos invita a asumir la cruz no como instrumento de tortura y derrota sino como el instrumento de purificación en el que se nos dió la vida nueva.
El Papa Francisco nos recuerda que “en el centro de esta celebración, que se presenta tan festiva, está la palabra que hemos escuchado en el himno de la Carta a los Filipenses: “Se humilló a sí mismo” (2, 8). La humillación de Jesús. Esta palabra nos desvela el estilo de Dios y, en consecuencia, el que debe ser del cristiano: la humildad. Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde.
Humillarse es ante todo el estilo de Dios: Dios se humilla para caminar con su pueblo, para soportar sus infidelidades. Esto se aprecia bien leyendo la historia del Éxodo: ¡Qué humillación para el Señor oír todas aquellas murmuraciones, aquellas quejas! Estaban dirigidas contra Moisés, pero, en el fondo, iban contra él, contra su Padre, que los había sacado de la esclavitud y los guiaba en el camino por el desierto hasta la tierra de la libertad” (Homilía, 29 de marzo de 2015).
Durante estos días debemos tener una actitud humilde para despojarnos de aquello que nos impide seguir a Cristo con un corazón libre y poder participar de su pasión, muerte y resurrección.
“Al hacerse como nosotros y cargar con nuestras culpas por nosotros, Cristo restauró la naturaleza humana tal y como estaba en el origen. Al principio, el primer hombre estaba en el delicioso paraíso; le adornaban la falta de sufrimiento y de corrupción. Cuando despreció el mandato comiendo del árbol prohibido, cayó bajo la maldición, la condena y los lazos de la muerte. Pero como he dicho, Cristo le restauró del mismo modo que al inicio: se convirtió en el fruto del árbol, soportando la gloriosa cruz por nosotros, para destruir la muerte que había invadido los cuerpos humanos por medio de un árbol. Y ahora de nuevo en el árbol glorioso de la cruz fuimos salvados” (San Cirilo de Alejandría, Comentario al evangelio de Lucas 153).
4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?
Hemos recorrido el itinerario cuaresmal donde el profeta Joel, el miércoles de ceniza nos invitaba a la conversión interior, es el momento para manifestar los frutos de este tiempo y durante esta semana participar en la pasión de Cristo para no quedarnos al margen del acontecimiento central de nuestra salvación. La oración, la penitencia, el ayuno, las obras de caridad de este tiempo nos deben servir para entrar en este momento cumbre del misterio pascual, al cargar la cruz de Cristo debemos morir definitivamente al hombre viejo para resucitar a la vida nueva de la gracia y manifestar ante el mundo que Cristo vive en medio de
nosotros. Nuestro testimonio durante estos días debe servir de ejemplo para que muchos hombres y mujeres se animen al seguimiento de Cristo.
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS:
1. La liturgia de este día trae tres momentos significativos: La bendición de los Ramos y la procesión, la lectura de la pasión y la celebración eucarística. Cada momento debe servir para recordar nuestra condición de peregrinos que llevan la cruz para salir victoriosos a la resurrección.
2. Motivar con tiempo la participación de la comunidad en la procesión con los ramos. Tener en cuenta que el verdadero signo de acogida y aclamación de Jesús como Hijo de Dios es con los elementos de la naturaleza (ramos, ramas).
Tener presente que hay tres formas de conmemorar la entrada del Señor a Jerusalén, ver Misal, pág. 129 ss.
Al concluir la procesión, al llegar al altar, se omiten los ritos iniciales y se hace la Oración Colecta.
Un aspecto que conviene tener encuentra, es el papel de los jóvenes y de los niños. Así como a Jesús ellos le aclamaron en Jerusalén, es muy antigua la tradición en la Iglesia de que el canto y el protagonismo de los niños sean evidentes en esta celebración.
3. Para la lectura de la Pasión no se llevan cirios ni incienso, se omite el saludo y la signación del libro. Estos signos manifiestan la austeridad de estos días. Al proclamar la muerte de Cristo se debe hacer una pausa para guardar silencio y ponerse de rodillas durante unos instantes.
Se sugiere que la proclamación de la Pasión se realice entre tres lectores, teniendo en cuenta la recomendación de la liturgia de reservar la parte propia de Cristo para que la lea el sacerdote.
4. Para evangelizar la piedad popular, conviene instruir a las fieles en que lo más importante en este día es la celebración de la Misa y, en ella, la lectura de la Pasión del Señor. Es importante realizar la bendición y procesión con su carácter litúrgico y darle el aspecto de una “Puerta de la Semana Mayor”, la cual incluye los actos litúrgicos y los de piedad popular
5. El canto es uno de los elementos que tiene un papel importante en la celebración del Domingo de Ramos. Así pues que el escoger los cantos más adecuados es ayudar a la asamblea para que capte la fuerza significativa del misterio celebrado.
Para la entrada: Hacia ti, morada santa; Que alegría cuando me dijeron; Hosanna al Hijo de David; Anunciaremos tu Reino, Señor; Pueblo de Reyes; Tu Reino es vida. En este momento es sumamente oportuno cantar el ya famoso y muy bello Hosanna oh¡, en el que se habla incluso de los ramos de olivo. Aquí sí se debería cantar con fuerza y con gozo. También puede intercalarse entre las estrofas del salmo la segunda parte del Santo de la Misa, en sus varias versiones, desde donde dice: Bendito el que viene...
6. Con las oraciones propias para la Misa, también tiene propio el Prefacio: La Pasión del Señor, Misal pág. 138; y se podría seguir la Plegaria Eucarística II.
7. Se podría emplear como oración de bendición sobre el pueblo, la propia para este domingo, Misal, pág. 139.