Mié 27 Abr 2022
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado
TERCER DOMINGO DE PASCUA
Mayo 01 de 2022
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 5, 27-32.40b-41
Salmo: 30(29), 3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a)
Segunda lectura: Apocalipsis 5, 11-14
Evangelio: Juan 21, 1-19
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
Avanza el tiempo de gracia de la Pascua y en la liturgia de este domingo afloran algunas inspiraciones para la escucha y meditación de la Palabra de Dios; como la obra del Espíritu Santo que anima a los apóstoles y a los discípulos para dar testimonio del Resucitado; como la compasión de Cristo por el género humano, reflejada en su encuentro con los discípulos junto al lago de Tiberiades y con Pedro en particular; como las relaciones entre la liturgia terrena y la liturgia celestial, porque al participar de la santa Misa, en este mundo, anticipamos ya el gozo de alabar al Cristo, el Cordero de Dios, representándole en nuestra voz la glorificación de todas las criaturas que hay en este mundo y uniéndola a la adoración de todos los ángeles (cf. Directorio Homilético, apéndice I, ciclo c, Tercer domingo de Pascua).
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
El pasaje de los Hechos de los Apóstoles, que se tiene como primera lectura, se ubica dentro de algunos relatos sobre el núcleo de la primera comunidad cristiana en Jerusalén y más específicamente trata de los apóstoles que comparecen ante el sumo sacerdote que los interroga por predicar a Cristo, incluso cuando les habían prohibido hacerlo. Pedro, tomando la voz de los Apóstoles, declara la Verdad, es decir a Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación; el texto termina recordando que estas vicisitudes acontecidas a los apóstoles constituyen un ultraje que ellos sobrellevaron contentos por el nombre de Jesús; esta sentencia es justamente el enlace con el Salmo, que pone bajo el acento espiritual y de oración el contenido de la lectura que lo precede. El verso de respuesta hace repetir (cuando es que se hace de manera responsorial) «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado», así la Iglesia orante interpreta bajo algunos versículos del salmo veintinueve la fidelidad de Cristo que acompaña a sus discípulos en medio de contrariedades de diverso tipo.
Por otra parte, como segunda lectura se ofrece un pasaje del Apocalipsis que en este ciclo C es de donde se toma la lectura apostólica porque «estos textos están muy de acuerdo con el espíritu de una alegre fe y una firme esperanza, propio de este tiempo» (Ordenación de las lecturas de la Misa, n. 100), en efecto el texto apocalíptico trata de una asamblea que glorifica al Cordero de Dios acompañada de la voz de muchísimos ángeles y de todas las criaturas terrestres, lo cual evoca la misma celebración litúrgica en que se proclama este texto sagrado.
Como la Iglesia ha querido, «hasta el domingo tercero de Pascua, las lecturas del Evangelio relatan las apariciones de Cristo resucitado», la perícopa ofrece la aparición del Señor a los discípulos junto al lago de Galilea o de Tiberiades, estos últimos lo reconocen, pero no sin dificultad, después de echar las redes de pesca motivados por Jesús, luego comparten con él una comida de pan y peces. En medio de esta realidad la figura de Pedro resalta de nuevo de entre los otros apóstoles y se nos ofrece un diálogo suyo con el Resucitado en el que se le interroga sobre su amor que debía ser superior al de los otros, un amor que culminaría en la muerte con que iba a dar gloria a Dios, para sellar definitivamente el seguimiento de Cristo.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
Quienes celebran el día del Señor están recibiendo en las primeras semanas de Pascua los relatos de las apariciones del Resucitado, de modo que ellos son hechos por la Palabra también testigos suyos, con el Espíritu Santo que es quien recuerda lo que Él nos enseñó, quien toma de lo suyo para conducirnos hasta la verdad completa y esto constituye nuestra fuerza para resistir a todo tipo de dificultades, porque el Señor libra a los suyos y no permite que triunfe la burla de sus adversarios, como indica el Salmo, pero ese agradecimiento del orante, que ha recibido el auxilio de parte de Dios, queda representado de manera óptima en la celebración litúrgica porque es Acción de gracias por excelencia.
Como la celebración de la Iglesia tiene el poder admirable de hacer presentes los eventos salvíficos remotos, también pone ante nuestros ojos el consuelo futuro de la liturgia celestial porque en el Misterio, es decir en el Sacramento, unidos a los ángeles y a los santos cantamos sin cesar el himno de la gloria de Dios en las bodas del Cordero; recuérdese la sentencia con que se prepara inmediatamente a los fieles a la comunión eucarística al mostrar la hostia consagrada, «este es el Cordero de Dios» quien merece, como lo declaraba la primera lectura todo nuestro honor, gloria y alabanza. El Señor, entonces, aparece también en nuestras asambleas pascuales para partir el pan y darlo a nosotros por medio de sus ministros sagrados.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Suplicamos al Señor, motivados por la oración colecta, que aguardemos con esperanza la resurrección final, motivados por la alegría recibida en la celebración del sacramento de la Pascua del Señor, porque el domingo es día que renueva el impulso de los creyentes en Cristo para anunciar aquello de lo cual son testigos, el gozo del encuentro con el Resucitado que nos dice «vengan a comer» y toma el pan y nos lo da en la santa Misa (cf. Antífona de comunión). En la vida podemos reflejar este encuentro ofreciendo consuelo a los tristes lo cual es manera de compartir la alegría del Resucitado con quienes más lo necesitan.
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Recomendaciones prácticas:
• Jornada Nacional de la Infancia Misionera.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
En este día de salvación, el domingo, día del encuentro con el Resucitado, reconocemos como discípulos amados del Señor que Él mismo se hace presente en medio de nosotros para invitarnos a la mesa en que nos alimenta con la Palabra y la Eucaristía. ¡Cuánto provecho nos hace vivir este sacramento admirable en comunidad y atestiguar, llenos del Espíritu Santo, que nuestro Señor nos acompaña siempre! Este es un gozo tan profundo que no lo disminuyen ni las dificultades derivadas de la predicación.
Monición a la Liturgia de la Palabra
Dios da el Espíritu Santo a los que le obedecen, a los que lo escuchan bien para atenderlo; escuchemos, entonces, esta Palabra que se nos proclamará y que nos hace testigos del Resucitado y de su Iglesia, de forma que toque nuestro corazón para que la aceptemos. ¡Atentos!
Oración Universal o de los Fieles.
Presidente: Hermanos, por la escucha de la Palabra somos testigos del Resucitado; respondamos a esta gracia divina orando a nuestro Padre del cielo con la oración fervorosa y a cada una de las suplicas digamos:
R. Escucha, Señor, y ten piedad.
1. Por la Iglesia entera, haz que reconozca a tu Hijo en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía: y que llenemos el mundo con la predicación del Evangelio de Cristo.
2. Por los gobernantes, para que sus pueblos avancen hacia la esperanza y que la humanidad conozca pronto un tiempo de reconciliación.
3. Por nuestra participación en la Misión de Cristo, para que a través de nuestro camino Sinodal juntos, crezcamos en nuestra responsabilidad compartida de la misión que se nos ha confiado
4. Por los sufrientes, extiende para ellos tu consuelo, socorre a los heridos y necesitados, y recibe a los pobres y a los forasteros.
5. Por nosotros reunidos aquí, en la asamblea dominical: para que asumamos con gozo la Palabra y la Eucaristía y recibamos así el consuelo de la fe a fin de ser testigos de tu Hijo amado.
Oración conclusiva
Dios clemente y misericordioso,
cuyo Unigénito Resucitado está siempre vivo
para interceder por nosotros ante Ti,
recibe favorablemente las oraciones que te hemos dirigido
y regálanos el consuelo de tu Espíritu Santo.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.