Pasar al contenido principal

evangelio

Lun 19 Sep 2016

La misericordia es el nombre de Dios

¿Toda nuestra confianza está puesta en Dios? O no será que, seducidos por las riquezas de este mundo, estamos llevando una vida fácil y cómoda que no conduce a la verdadera felicidad? Escuchemos con devoción y atención la Palabra de Dios que se nos propone para esta celebración dominical. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Amós 6,1a.4-7[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 146(145),6c-7.8-9a.9bc-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Timoteo 6,11-16[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 16,19-31[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Cuan estrecha es la mirada de las personas que lo tienen todo. Esto no es un impedimento para encontrar al Señor, pero sí se absolutiza, se convierte en el mayor de los obstáculos para encontrarlo. No solo porque se olvide a Dios, sino porque se olvida al hermano, e incluso se olvida uno de sí mismo. Pensamos en la verdad de ser cristiano, lo cual consiste no solo creer en el Dios que no vemos, sino amar al hermano a quien sí vemos. Estamos ante dos cuadros bien distintos: en el primero están aquellos hombres ( el rico del evangelio y los notables de Israel en Amós) que están ciegos y pierden la noción del encuentro que en el hermano se tiene con Dios, se olvidan que en esa persona se puede estar recibiendo al mismo Señor, que se ha acercado. Esta ceguera voluntaria impide ver al hombre la invitación que Dios le hace a la salvación y le hace perder dicha oportunidad. En el segundo cuadro se nos manifiesta la misericordia venida de Dios, a la que se acudirá durante la celebración del día de hoy, pues ante nuestros pecados, la misericordia de Dios se manifiesta como remedio y seguridad de los que han caído por el pecado. Sí, es la misericordia la forma como Dios muestra que sale de sí mismo para darse a los hombres, es por misericordia que se acuerda de los pobres, los huérfanos, las viudas, es la misericordia lo más propio de Dios. O como diría el papa Francisco: la misericordia es el nombre de Dios. Ante la ceguera de los hombres del tiempo de Amós el salmo responde con la misericordia divina. Y ante la ceguera del rico del evangelio, Dios responde acordándose del pobre Lázaro. Con razón ante esta manera de obrar de Dios la respuesta del hombre es elevar el alma para que alabe al Señor por sus grandes obras, “porque es eterna su misericordia”. Este es el testimonio que necesitan los hombres para convertirse. No es tan necesaria la resurrección de un muerto, sino creer en la misericordia de Dios que se revela en Moisés, los profetas y, de una manera admirable, en Jesús. Queda clara la invitación que se nos hace de aprender a mirar como mira el Señor: con misericordia, para reconocer la necesidad del otro y allí conocerse a sí mismo. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] La gran crisis del mundo actual es la falta de misericordia. Cada vez más los hombres nos encerramos en nosotros mismos y nos limitamos ante las posibilidades que tenemos en frente. Quien sale de sí mismo para darse a quien lo necesita no solo consigue calmar el hambre y la sed de aquellos que sufren, sino que también logra abrirse a la gran posibilidad del protagonista en la construcción de un mundo distinto, más justo, más humano, más servicial, más misericordioso. Si cada corazón humano dejara de contemplarse, encerrado en el egoísmo, y saliera a contemplar el rostro del hermano que sufre, palpitaría más fuerte y buscaría por todos los medios transformar esta realidad. Cuando uno escucha o ve en los medios de comunicación los efectos tan horribles de la persecución que se está dando en Medio Oriente y en África, la forma como la gente tiene que emigrar en búsqueda de paz a lugares en los cuales no siempre encuentran acogida ni misericordia; entonces es posible que se muevan los corazones de aquellos a los cuales toque la Palabra para emprender acciones concretas en favor de los desamparados, desplazados, violentados que tienen que vivir a la puerta de aquellos que lo tienen todo, deseando hartarse de las migajas que caen de sus mesas. Si fuéramos más misericordiosos, no sólo alcanzaríamos la verdadera santidad personal, sino que se calmaría el hambre, cesarían las guerras, finalizarían las muertes violentas, porque un corazón misericordioso ve el dolor humano y lo ilumina desde la luz de Jesús, actúa y no se queda esperando que otros hagan, sino que se sabe responsable de todo lo que sucede y capaz de solucionarlo. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La liturgia de hoy nos pone en sintonía con uno de los más grandes atributos de Dios en la Sagrada Escritura: su misericordia. Todas las lecturas y las oraciones de la Misa nos encaminan en esta celebración a sentir a Dios que sale de sí mismo para darse. De este modo, al momento de contemplar el Pan de la Vida y el Cáliz de la Salvación levantado en el altar, el creyente comprenderá que lo que allí sucede no es una invitación a quedarse quieto, sino a continuar la obra que el mismo Dios está haciendo ahí: entregarse por completo. De igual forma, el discípulo que celebra la Eucaristía ha de salir a darse completamente, para que todos vean en esto el signo de la presencia de Dios, incluso que hable con amor y misericordia a los corazones más duros y alejados. La invitación es pues clara: nuestro mayor testimonio debe ser la misericordia: vivida, celebrada y compartida. Este es el testimonio que necesitan los hombres para convertirse. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Invitar a los fieles para que este día traigan una ofrenda de mercado para compartirlo con los pobres. Invitarlos a ofrecerla en el momento de la procesión de los dones Se podría seguir la Plegaria Eucarística para Diversas Circunstancias IV: “Jesús que pasó haciendo el bien”. Se puede realizar al final de la Misa la fórmula de Bendición Solemne: 18. En el Tiempo Ordinario IX, p. 478 del Misal. En este domingo se celebra el día mundial del turismo. Jubileo de los catequistas. Tener presente que: El jueves 29, es la fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. El viernes 30, Memoria obligatoria de San Jerónimo, concluye el mes de la Biblia. Conviene preparar un homenaje para cerrar este mes. Pronto estaremos iniciando el mes de octubre, dedicado especialmente al Rosario y el mes de las misiones. Foto CC0 Public Domain

Sáb 17 Sep 2016

“No podéis servir a Dios y al dinero”

Por Mons. Omar de Jesús Mejía. Este domingo y el próximo, vamos a meditar dos textos del capítulo 16 de nuestro evangelista Lucas, quien nos ha acompañado, con sus enseñanzas, en este año de la misericordia. El texto de hoy es una catequesis que Jesús, el Maestro y Señor, dirige a sus discípulos y el próximo domingo, el mensaje se dirige fundamentalmente a los fariseos. Jesús invita a sus discípulos y hoy a nosotros a ser inteligentes, cuidadosos y honestos en el uso de los bienes terrenales y para ello utiliza una parábola, se trata de una enseñanza práctica y seguramente algo muy común de su época; de hecho, era costumbre que muchos hombres ricos de Jerusalén tuvieran grandes extensiones de tierra, administrados por sus mayordomos (cualquier parecido con la realidad de hoy…). La parábola es paradójica, porque a primera vista pareciera que Jesús estuviera alabando las malas prácticas del mayordomo y no es así. Jesús no alaba las malas prácticas del administrador, sino su habilidad en salvar su existencia. Como el administrador asegura su futuro así nosotros debemos “atesorar riquezas en el cielo” (Mt 6,20) y no hemos de ser menos previsores que él. “Si los hijos de este mundo, con su modo de actuar, entienden que para asegurarse el mañana deben actuar en el hoy con inteligencia y prudencia, con mayor inteligencia deben obrar los “hijos de la luz” para los asuntos de la vida en plenitud, que es la vida eterna” (16,8b) (Fidel Oñoro). La enseñanza que Jesús nos da es entonces que la sabiduría de los hijos de Dios se debe demostrar sobre todo en el uso de los bienes terrenales. Es sumamente importante entender que Jesús, el Maestro y Señor, exhorta a sus discípulos y hoy a nosotros, para que entendamos la necesidad de ser fieles y responsables en la administración de los asuntos terrenos; que ésta administración no nos haga perder el corazón, sino lo contrario, que los bienes temporales, se administren de tal manera que apunten en absoluto a la lealtad para con Dios y nos impulsen al servicio de nuestros hermanos. Es importante entender que no se trata de un individuo cualquiera, sino de un mayordomo – administrador y que la manera libre con que salvó su existencia, no fue a costa de sus bienes propios sino a costa de su amo que era un hombre rico y bueno. La enseñanza para nosotros los cristianos es que debemos confiar en la bondad y misericordia de Dios, que viene de su amor (Ef 2,4). Lo que somos y tenemos no es nuestro, todo nos lo ha dado Dios para que lo administremos con responsabilidad y honestidad. Con Dios somos todo, sin Dios somos nada. La Palabra de Dios nos pide fidelidad en lo poco; nos promete que el secreto de la “Vida Eterna”, de la vida en Dios, de la vida en gracia, no está en hacer “mucho”, sino en hacer bien lo que hacemos. A Dios Padre no le importa la cantidad de lo que hacemos, sino el espíritu con que obramos (Prov 4,23). Recordemos Mt 18,1-5: “Sean como niños…”. Ser como niños consiste en ser: originales, genuinos, sencillos, amables, alegres, simples; si somos así, Dios se encargará de hacernos gigantes, porque la santidad es un don del Espíritu de Dios (Ef 4,8). La santidad es un don de Dios que nos invita a ser santos como Él es santo (Lev 11,44; 19,2; 20,26; 21,8). Santa Teresita de Lisieux, para vivir la “espiritualidad de la infancia”, se inspira precisamente en vivir con fidelidad los pequeños compromisos de cada día. “El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho”. El mensaje que quiere transmitir Teresita es que la espiritualidad es sencilla y la llama "caminito". Es decir, ella nos enseña que Dios está en todas partes, en toda situación y toda persona y en los sencillos detalles de la vida. Su "caminito" nos enseña que hay que hacer las cosas habituales de la vida con extraordinario amor. Una sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona, sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas y otras tantas acciones hechas con amor. Estos son los ejemplos de su espiritualidad. La acción más diminuta, hecha con amor, es más importante que grandes acciones hechas para gloria personal. Teresa nos invita a unirnos a su infancia espiritual, es decir, a su "caminito". La Palabra de Dios nos invita a pensar en lo ajeno; es decir, nos enseña que los bienes temporales pertenecen a Dios que los creo (Sal 23,1-ss), y los tenemos solamente en préstamo; porque Él al darnos sus bienes, no se desprendió de su dominio (Él es el Señor), Dios nos ha dado sus bienes para que con ellos ganemos lo nuestro; es decir, para que con los bienes que Él nos ha dado, ganemos los bienes espirituales y eternos, únicos bienes que el Padre celestial, en su misericordia nos entrega como propios, a través de la gracia. Para adquirir la fortuna de la eternidad, de la gracia, de los bienes espirituales, influye grandemente, como enseña Jesús en la parábola, el empleo que hagamos de aquel préstamo ajeno. Hermanos no se nos olvide, no somos dueños de nada, sin nada venimos a este mundo y sin nada volveremos a los brazos del Padre. Recordemos la parábola del hijo prodigo: el hijo menor se marchó de su casa con unos bienes que no eran los suyos, le pertenecían al Padre, los malgastó y decidió volver al Padre después de haberlo gastado todo, destruido y sólo y en los brazos del Padre misericordioso encontró acogida, fiesta, alegría, fraternidad, consuelo. Volvamos a los brazos acogedores de Dios Padre y para ello tengamos en cuenta lo siguiente: 1.No caigamos ni espiritualismos, ni en materialismos, la virtud está en el centro. “Los bienes nos sirven tanto cuanto nos acercan a Dios” (San Ignacio de Loyola). No podemos descuidar el trabajo, la familia, las ocupaciones del mundo; pero, por favor, tampoco podemos descuidar nuestra vida espiritual, también es sumamente importante. 2.El tesoro celestial será la posesión inalienable para el cristiano, pero tampoco puede desentenderse de aquellos bienes que el evangelio de hoy llama “bienes ajenos”. El cristiano no puede vivir sin trabajar, sin buscar la prosperidad de su empresa. Pero lo que nunca debe olvidar es que nada de eso es propio: por eso, parte de la responsabilidad, es no caer en el apego y estar siempre dispuesto a compartir (Lc 12,13-21). En pocas palabras la cuestión es: “trabajar para la vida y no vivir para trabajar”. 3.Manejemos dinero pero ¡no hagamos de él un ídolo! “No podemos servir a Dios y al dinero” (16,13). Esto implica una evaluación continua para no dejarnos esclavizar por la administración terrena y tener más y mejores espacios para el servicio de Dios. Debemos tener más espacios para la oración, para la meditación, para el silencio, para los amigos, para la salud, para el descanso. Luchemos más por construir “vida digna” y no tanto por tener “calidad de vida”. 4.Pongamos atención hermanos: si una persona se pone al servicio del dinero, de la misma forma que lo hace con Dios, terminará haciendo de la economía su Dios, fallándole así a Dios y a su consagración en la celebración de los sacramentos. De igual manera, nada extraño es que quien le entrega su ser al dinero termine olvidándose de su familia, de sus amigos, de Dios y hasta de su propio ser. Por ejemplo: muchos se comprometen en tres y más empresas de medio tiempo, ¿cómo hacen? 5.Cuando nuestra opción única es por el dinero, tarde que temprano somos arrastrados a la perdición, porque terminamos siendo avarientos, tramposos, corruptos y hasta asesinos. Es ahí precisamente, mis hermanos, donde terminamos dándonos cuenta que de nada valen los trabajos por conseguir dinero, si somos malos administradores de lo verdadero y fundamental, de lo eterno y esencial. 6.En una sola frase podemos sintetizar el evangelio de hoy: “El cristiano es una persona que tiene los pies en la tierra pero el corazón en el cielo”. 7.Para nuestra meditación y para nuestro examen de conciencia, les propongo el siguiente texto de San Ambrosio de Milán: “Vosotros, oh ricos, que tenéis vuestro dinero encerrado bajo llave, sois los carceleros de vuestro patrimonio, en lugar de sus soberanos; sois sus esclavos y no sus dueños. Dice Jesús: ‘Dónde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón’. Junto con el tesoro, también vuestro corazón está cerrado con candado… Olvidando la enseñanza de Jesús, os apegáis a objetos de poco valor y perdéis inmensas riquezas: preferís los tesoros de dinero a los tesoros de la gracia… Reflexionad antes en los deudores que la gracia os puede asegurar: • La gracia os da los hermanos como deudores… • La gracia os da como deudor a Dios Padre, el reembolsa con altos intereses el mínimo don que hagáis para aliviar al pobre. • La gracia os da como deudor al Hijo de Dios, el cual dirá: ‘tuve hambre y me disteis de comer… Lo que hicisteis a uno de los hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’. También vosotros podéis poner en práctica la enseñanza de la Escritura: haz un préstamo a Dios, dando a los pobres. Sí, quien da al pobre, presta a Dios”. Tarea: Continuar la lectura del libro del Eclesiástico. Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Mié 7 Sep 2016

El Señor es misericordioso con los pecadores

Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. La misericordia y el amor de Dios que se muestran desde las páginas del Antiguo Testamento, se muestran desbordantes en el testimonio de Pablo, en las palabras y sobre todo en la actitud de Jesús, que acoge a los pecadores reconocidos y hasta come con ellos. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Éxodo 32,7-11.13-14[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 51(50),3-4.12-13.17+19[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Timoteo 1,12-17[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 15,1-32[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] El texto evangélico no sólo es centro de la liturgia de este domingo: es la quintaesencia del mensaje en este año jubilar de la misericordia de Dios. En la lectura del Éxodo, en el momento de la más descarada y abominable idolatría, (la adoración del becerro de oro), el Señor Dios airado y temible termina conmoviéndose ante un Moisés que ni siquiera argumenta arrepentimiento sino solamente evoca amores pasados de Yahveh con la familia escogida. El Apóstol Pablo proclama su agradecimiento al Padre porque, a pesar de sus faltas, tuvo confianza en él, blasfemo y violento perseguidor, tuvo compasión, derrochó su gracia y mostró en Cristo toda su paciencia. El fragmento evangélico nos trae tres parábolas que van a justificar el título dado al evangelio de Lucas como el de la misericordia. “En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón.” Francisco, Papa. Misericordiæ vultus, 9 Primero Jesús nos sugiere la imagen de un pastor preocupado por una oveja caprichosa, extraviada, el que absurdamente deja las otras 99 en el campo, sin encerrarlas en un corral, sin buscar quién las cuide, al garete. Una verdadera locura de ternura por la oveja que menos se lo merecía. El ejemplo de la mujer es menos excéntrico: se concentra en la búsqueda de la moneda perdida y hace fiesta cuando la encuentra. El clímax llega con el ejemplo del padre amoroso hasta el absurdo. Si queremos llamarla la parábola del hijo pródigo, es bueno aclarar que pródigo quiere decir “despilfarrador”, el que “desperdicia y gasta sus bienes sin medida ni razón” (así dice el Diccionario de la Academia). Más bien podemos con Benedicto XVI hablar de la parábola de los dos hijos y el padre bueno y misericordioso. Es importante notar que Jesús presenta en la parábola la bondad infinita del Padre como la explicación de su propia actitud con los pecadores a quienes acoge y hasta come con ellos. Es su respuesta a lo que murmuran los fariseos y los letrados, es decir “la gente bien” y los “sabios en escrituras”. Les responde afirmando que la razón de su actitud es que el amor del Padre se está revelando en Él: en Jesús. “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra.” Francisco, Papa “Misericordiæ vultus” 1 [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] “La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de « misericordia » parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado. Tal dominio sobre la tierra, entendido tal vez unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia.” Juan Pablo II, Dives in misericordia,2 El Papa Benedicto XVI comenta: “El hijo derrocha su herencia, Sólo quiere disfrutar… No desea someterse ya a ningún precepto, a ninguna autoridad; quiere vivir sólo para sí mismo… ¿Acaso nos es difícil ver precisamente en eso el espíritu de la rebelión moderna contra Dios y contra la Ley de Dios? ¿El abandono de todo lo que hasta ahora era el fundamento básico, así como la búsqueda de una libertad sin límites?” (Jesús de Nazaret I, p. 245) Pero más adelante, el mismo Ratzinger desvela la estrechez de miras del hijo mayor: “El hermano mayor no sabe de los avatares y andaduras más recónditos del otro, del camino que le llevó tan lejos, de su caída y de su reencuentro consigo mismo. Sólo ve la injusticia. Y ahí se demuestra que él, en silencio, también había soñado con una libertad sin límites, que había un rescoldo interior de amargura en su obediencia, y que no conoce la gracia que supone estar en casa, la auténtica libertad que tiene como hijo.” (Jesús de Nazaret I, p. 250) El amor y misericordia del Padre es el mensaje de Jesús y por lo mismo tiene que ser el mensaje fundamental de la Iglesia. “Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben penetrar en el corazón de las personas motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre” Francisco, Papa “Misericordiæ vultus, 12 [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Al amanecer de cada domingo debemos revivir la actitud del hijo pródigo: “Me levantaré, volveré junto a mi Padre”. En esa actitud y con ese sentimiento debemos acudir a la eucaristía. Y gozaremos la alegría de ese reencuentro y de ese abrazo. Pero puede ser también que en actitud del hijo mayor, nos sintamos tan fieles y ejemplares, tan “de la casa”, que miramos con desdén a quienes se acercan como “reinsertados” porque han andado ausentes y errantes en la periferia o en algún “país lejano”, en lugares distantes de la ética, el pensamiento o la espiritualidad. Cada comunidad eclesial debe reflejar en la liturgia y en la vida el amor de Dios Padre que hoy acoge por Jesucristo a la oveja perdida, al hijo descarriado. “La Iglesia… es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.” (Francisco, Papa, Evangelii gaudium, 47). [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar la frase bíblica: “Apiádate de nosotros, tú que salvas a los pecadores”. Para el Acto penitencial de la Misa se aconseja seguir el Formulario 3, con la invitación «Jesucristo, el justo…», p. 342, y las invocaciones para el Tiempo Ordinario, III, «Tú que no viniste…», p. 344 del Misal. Se pude emplear la Plegaria Eucarística «De la Reconciliación I», p. 501 del Misal. Insistir en la importancia y necesidad de celebrar con fe y humildad el sacramento de la reconciliación, como espacio de encuentro con la misericordia de Dios. Se pueden organizar celebraciones penitenciales Tener presente que esta semana, el jueves 15, es la Memoria obligatoria de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores. Oportunidad para orar por todos los enfermos de la comunidad y tener gestos de cercanía con ellos. Foto CC0 Public Domain

Mié 31 Ago 2016

Renunciar y tomar nuestra cruz

[icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon] El Señor pone hoy varias cosas muy importantes, muy claras, muy tajantes para nuestra consideración. Lo primero es que si uno quiere seguirlo a él pues indudablemente hay unas condiciones para poder seguirlo, no es simplemente yo sigo al Señor y basta. No, el Señor pone condiciones. Una condición gravísima y que a nosotros no nos gusta nada es que tenemos que renunciar a nosotros mismos. Esto parece un poco absurdo y al mismo tiempo parece una estupidez: ¿Cómo voy a renunciar a mi mismo para seguir al Señor Jesús? Pero la realidad es esta: El ser humano ha sido creado para amar y por lo tanto cuando el ser humano se encierra en sí mismo, cuando cae en el egoísmo y piensa solamente en su interés, en aquello que le gusta y busca solamente aquello que le aprovecha entonces no es feliz, es decir se siente ansioso, deseoso de más, pretendiendo más, el corazón como que nunca está satisfecho. En cambio cuando es capaz de pensar en los demás, de salir de sí mismo para pensar en los demás en esa misma medida el corazón humano se hace más tranquilo porque está verdaderamente sintiendo la alegría inmensa de poder amar, de servir, de encontrarse con los demás y de vivir con los demás en fraternidad. Esto es fundamental para el seguimiento del Señor. Renunciarse a sí mismo significa entonces que no estemos enconchados en nosotros mismos, que no estemos totalmente metidos dentro de nosotros casi en un autismo. Hay que mirar en el mundo en el que vivimos, hay que sobre todo mirar, contemplar al Señor presente en el mundo, presente en la vida, escuchar su Palabra, hacer que su palabra se haga vida todos los días de nuestra existencia y de esa manera vamos a poder seguirlo y vamos a poder redimensionar todas las cosas que nos rodean. Allí en el texto escuchamos algo que suena muy duro, dice que: odia a su padre y a su madre; ese es un texto indudablemente mal traducido, porque no se trata de odiar en el sentido que nosotros le damos a la Palabra, sino que significa posponer, es decir que lo más importante es el Señor, seguirlo, amarlo. Amándolo a él vamos a ser capaces de amar todas las otras realidades: amar al papá, a la mamá, a los hermanos, a los amigos, a los hijos; a todas las personas con las cuales convivimos. Vamos a ser capaces de amarlo verdaderamente, con un amor que debe ser reflejo del amor fundamental que se le tiene a Dios, nuestro Padre. Entonces se trata de que nuestra vida tenga como ese sentido fundamental de seguimiento del Señor, de amor al Señor y por lo tanto hacer de que todas las cosas, todas las relaciones, todo lo que constituye nuestra existencia se vaya centrando en ese amor y que se convierta en fuente que vivifique, que ilumine, que de sentido a todas las otras relaciones. Esto es fundamentalmente importante. El Señor nos dice que debemos tomar nuestra cruz, es una frase que tampoco nos gusta mucho porque quisiéramos vivir de una manera tranquila, cómoda, serena y sin mayor problema. El Papa Francisco ha dicho una frase que a mi me encanta: Si estamos aquí es para algo; esa es la cruz, es decir tiene sentido nuestra existencia, hay una misión y una tarea que cumplir en la vida y esa tarea es indudablemente la de construir un mundo mejor a partir de una vivencia profunda del amor. Que bueno que entonces nosotros siguiendo las dos parábolas que el Señor coloca enseguida seamos capaces de organizar bien nuestra existencia, de hacer posible que nuestra vida no sea una vida como a la topa tolondra, improvisando todos los días, reaccionando simplemente a lo que pasa, sino que entonces seamos capaces de organizarla con las dos metas fundamentales del amor que descubre nuestra misión: amor y misión - misión y amor. Misión en el mundo: aquí estamos para algo y el Señor quiere que nosotros aquí estemos para que primero tengamos la capacidad de recibir el amor infinito que el nos da y al recibir ese amor infinito que seamos capaces de amar de verdad y ser felices porque el ser humano cuando es amado es feliz. Que bueno que nosotros todos los días profundicemos y ahondemos en esa capacidad de recibir el amor de Dios para poder darlo. Así entonces estamos cumpliendo la tarea de papá, mamá, de esposo, de esposa, de hijo, de amigo, profesional, campesino. Todas las tareas, todos los oficios , todos los trabajos, todo lo que significa nuestra existencia se llenará de sentido porque está impregnada por la realidad del amor. Pidamos al señor que entendamos esto que no es fácil, porque a primera vista, cuando oímos esto como que nos repugna, lo rechazamos, como que no quisiéramos que el Señor haya pronunciado esas palabras y sin embargo si nosotros las entendiéramos bien, si tratáramos de llevarlas a la práctica todos los días, entonces vamos a descubrir que así somos verdaderamente felices. La bendición de Dios todo poderoso. Padre, hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre, Amén. Tweets by cardenalruben

Mié 31 Ago 2016

Ser su discípulo tiene un costo

Desde niños hemos aprendido a amar a nuestra familia y a nuestros amigos. Pero también hemos recibido los mensajes que nos proponen, como ideal de la vida, satisfacer nuestras ambiciones y caprichos: tener más bienes y comodidad, lograr poder, dinero y fama. La Palabra de Dios, que es Jesucristo, nos recuerda hoy cómo debemos jerarquizar nuestras opciones prefiriendo el reino de Dios a cualquier otro valor. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Sabiduría 9,13-18[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 90(89),3-4.5-6.12-13.14+17 (R. cf. 12b)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Filemón 9b-10.12-17[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 14,25-33[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Jesús advierte a sus seguidores que ser su discípulo tiene un costo: el que quiera seguirlo va a poner en riesgo lo que tiene y aun lo que más ama. El que vaya a tomar ese camino, debe calcular bien su capacidad de gasto, su capacidad de lucha, no sea que termine en el ridículo del que no fue capaz de culminar la construcción de un edificio. En suma: medir su capacidad de cargar la cruz. No es fácil aprehender este saber. Por eso la liturgia nos trae el texto de la Sabiduría: en él se dice que no podemos aprender a agradar al Señor si Él no nos da su sabiduría, enviándonos desde el cielo su Santo Espíritu. Nuestros razonamientos son falibles y apenas si somos capaces de entender las cosas terrenas. El texto de Pablo, la carta a Filemón, puede ser relacionado: Pablo, “anciano” y prisionero, no vacila en desprenderse de su acompañante Onésimo, tan necesario para su servicio, con tal que se restaure el derecho agraviado de Filemón. Y a su vez pide a Filemón que sea capaz de superar sus intereses y su derecho para que reciba generosamente a su fugado Onésimo no tanto como esclavo, sino como hermano dando la prioridad a la gracia y la caridad de Cristo. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Decía el Concilio Vaticano II que “entre los signos de nuestro tiempo es signo de mención especial el creciente e inexcusable sentido de solidaridad entre todos los pueblos” (Apostolicam Actuositatem, 14) Pero eso coincide en nuestro tiempo con un creciente egocentrismo que todo lo condiciona a la utilidad y provecho individual. La satisfacción de deseos y “opciones” se hace valer como supremo criterio ético. El Concilio Vaticano II ya decía que hay en nuestro tiempo quienes fomentan la libertad “en forma depravada, como si fuera pura licencia para hacer cualquier cosa, con tal que sea deleite, aunque sea mala” Gaudium et Spes, 17 Y el Cardenal Ratzinger afirmaba: “Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos.” (Card. J. Ratzinger, Homilia pro eligendo pontifice 18 abril 2005) Por todo lo anterior, la afirmación de Jesús suena hoy exótica y extraña. Pero en boca de Jesús, la frase es categórica: el que no lo acepte, no puede ser su discípulo. Se trata de posponer al seguimiento de Jesús cualquier posesión y cualquier vínculo de relación aun el más tierno y el más humano. Este llamado perentorio no significa simplemente un marco institucional en el que se “organice” la práctica de esas renuncias. No se reduce a la formulación y práctica de unos votos por unos pocos profesionales de la radicalidad. Es llamado para todos, como nuevo modo de vivir. Si somos perceptivos de la realidad más allá de lo publicitado, sabemos que en el mundo actual hay quienes nos dan ejemplo de ese seguimiento de Jesús pagando todas las consecuencias. ¡Qué hermoso pero estremecedor ejemplo nos han dado muchos cristianos del medio oriente fieles hasta la muerte, perdiendo todos sus bienes, corriendo las más crueles consecuencias del odio y la discriminación hasta morir. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Cada vez que celebramos la eucaristía celebramos en presente (no repetimos) el sacrificio único de Cristo, que no es sólo el momento de su muerte: es su vida, muerte y resurrección como una sola ofrenda espiritual agradable al Padre: su radical obediencia al Padre. En cada celebración de la eucaristía se vive esa tensión pascual de las opciones: para decir hoy “Yo creo en el Padre, en Jesucristo, en el Espíritu Santo, en la Iglesia…” se nos pone antes frente a la pregunta: ¿Tú renuncias…? Generalmente somos refractarios a renunciar: lo que queremos es poseer y disfrutar cada vez más. Si hoy voy a decir “Amen” a Cristo, debo oír la voz del Maestro que nos dice otra vez: “Si alguno se viene conmigo y no pospone…incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío”. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] 1. Tener presente las expresiones bíblicas que explicita la homilía de este domingo: ¿Quién puede hacerse una idea de lo que quiere el Señor?, «Danos, Señor, un corazón sensato», «Ninguno de ustedes puede ser discípulo mío, si no renuncia a todo». 2. Se podría emplear la Plegaria Eucarística “De Reconciliación” II, para introducir el tema de la paz en esta semana. 3. Este domingo es día de Oración Compartida entre las Iglesias Hermanas de Aquisgrán y Colombia. 4. Jubileo de los voluntarios y operadores de la Misericordia. 5. Seguir el ejemplo del Papa Francisco, distribuir nuevos testamentos a los fieles, para que los puedan tener en sus bolsillos y consultarlos, ya que estamos en el mes de la Biblia. Invitar a todos a su lectura orante. 6. Recordar que esta semana: Inicio de la semana por la paz en Colombia. Durante la semana, según subsidio ofrecido, organizar temática y acciones por la paz con grupos pastorales parroquiales, tanto de la zona urbana como rural; el jueves convendría hacer una Hora Santa pidiendo por la paz del país. El jueves 8 es la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María El viernes 9 es la memoria obligatoria de san Pedro Claver; día de los Derechos Humanos (en Colombia). Foto Tomado de Internet

Sáb 20 Ago 2016

Señor, ¿serán pocos los que se salven?

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía - Estamos ahora en el corazón del camino que ha emprendido Jesús con sus discípulos hacía Jerusalén. Jesús, Maestro y Señor, va formando a sus seguidores y a su paso a todos aquellos con los cuales entra en contacto. Alguien, “uno le preguntó”: Señor, ¿serán pocos los que se salven? La pregunta es espontanea, sin embargo, es necesario resaltar que era una pregunta muy normal en la época de Jesús, porque igual que hoy había en Israel muchos predicadores y profetas que ofrecían salvación, haciendo pensar que cuando se habla de salvación sólo es necesario enfocarla desde el bienestar y el confort, lo que hoy llamaríamos “calidad de vida” y no es así. Salvación en clave bíblica es comunión con Dios, lo que significa comunión con su querer, con su pensar, con su ser… Una persona que rechaza el querer de Dios, no es rechazada por Él (Dios no rechaza a nadie), se trata más bien de un rechazo personal, con el cual se excluye así misma de la salvación. La salvación consiste en la comunión eterna con Dios que es la fuente y la plenitud de la vida. “He venido para que tengan Vida y Vida en abundancia”. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. “Quien me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la Vida”. Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús le dice al personaje y hoy a nosotros: Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. La pregunta nuestra sería: Señor, ¿Nos salvaremos? Como lo muestra la enseñanza de Jesús, Dios no hace más que confirmar la opción (decisión) de cada persona. Cada uno de nosotros, mis queridos hermanos, tiene que preguntarse por la salvación, la cuestión clave está en la manera cómo cada uno enfoca la cuestión. Es necesario que la pregunta por la salvación, por la Vida Eterna, por la trascendencia, vuelva a ser central en nuestra vida cristiana. El mundo de hoy nos ha hecho perder éste horizonte. Hoy nos hemos quedado muy anclados en el mundo terrenal y se nos ha perdido el horizonte de la eternidad. El evangelio de hoy es central y es necesario asumirlo como tal. La Palabra de Dios no puede dulcificar nuestra relación con Dios y nuestra relaciones entre nosotros. La Palabra de Dios nos tiene que confrontar de cara a la eternidad. No somos plantas, nos somos simplemente animales, somos “imagen y semejanza de Dios”, poseemos por lo tanto semillas de eternidad, semillas de divinidad. Dios nos ha creado con capacidad de ir hacía Él. dice San Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón vive inquieto hasta que descansa en Ti”. Hermanos queridos, la salvación es “don de Dios”, es un regalo, un ofrecimiento, es atracción divina; por lo tanto, es también, necesario explícitamente aceptarla y asumirla con responsabilidad y compromiso. Dios no obliga absolutamente a nadie, siempre ofrece, pero da libertad. También San Agustín insiste: “Dios que te creo sin ti, no te salvara sin ti”. ¿Qué es entonces entrar por la puerta estrecha? Es entrar en comunión de vida con Jesús, es aceptar su enseñanza sin matices, porque con Jesús no hay media tinta; a la Palabra de Jesús, se le cree o no se le cree. Con el evangelio no se puede ser claro oscuro, con Jesús, se es o no se es y basta. Recordemos: Jesús no es un maestro, es el Maestro. Jesús no es un señor, es el Señor. Lo peor que nos puede ocurrir es acomodar la Palabra de Dios a nuestros gustos y necesidades y creer que la salvación se compra, no hermanos queridos. La salvación consiste en entrar en Jesús, Maestro y Señor y permanecer en Él. La salvación es entonces vivir según los cánones de la Palabra de Dios. Hermanos, es una mala decisión dejar para la vejez la preocupación por la salvación. Puede ser que se nos haga demasiado tarde, no permitamos que se nos cierre la puerta. Cuanto más nos alejemos del camino del Señor, más y más, tendremos que desandar cuando queramos volver a sus brazos misericordiosos. San Agustín insiste: “Temo a Dios que pasa y no se si volverá a pasar”. Hermanos, entendamos otra cosa: La plenitud y la riqueza de nuestra vida humana consiste también en la plenitud y la profundidad de nuestras relaciones con las demás personas. Por eso, entremos ya por el camino estrecho del perdón, de la verdad, de la justicia, de la fe, de la esperanza…, y dejemos atrás el camino amplio y aparentemente cómodo del odio, la venganza, la incredulidad, el adulterio, la fornicación, la corrupción, el chisme… El evangelio de hoy es una invitación a ser discípulos del Señor, de verdad, verdad. Jesús quiere ganar nuestro corazón, pero él no acomoda el mensaje para agradarnos sin más. Porque nos ama nos dice la verdad, no importa que haya verdades incómodas. El evangelio de hoy nos deja bien claro que la salvación no es cuestión de números, no es una realidad cuantitativa, sino cualitativa. El evangelio nos deja clarísimo que todo el que quiera puede ser salvado, siempre y cuando oriente su vida hacía la dirección correcta. La preocupación por la salvación debe concentrarnos en un obrar según la justicia (Lc 11,42; 13,27), que no es otra cosa que configurar la vida con la vida de Jesús. Por lo tanto, los buenos propósitos no son suficientes, hay que “hacer” cosas concretas para entrar. Es verdad la salvación es un don de Dios, es decir, es Dios quien salva, pero también es verdad que Dios nos toma en serio como personas libres y voluntarias. La salvación es un don de Dios que tenemos que conquistar con la “fidelidad a nuestro sí constante” (todos los días debo decirle sí al Señor). No basta con conocer muchas cosas del Señor, no basta con ser bautizados, no basta con practicar actos de piedad. Es necesario vivir insertos en Él, es necesario permanecer en Él y desde Él permanecer en el amor al hermano. Finalmente hay que decir que el evangelio de éste domingo es una nueva invitación a la conversión. Siempre será posible para todos, óigase bien para todos: “El cielo”, como plenitud eterna; el cielo es Dios mismo, dado y aceptado en su plenitud, tal y como es, con sus bondades y sus exigencias. El cielo es plenitud de Dios. Siempre será posible el infierno, que es Dios mismo como ausencia, el infierno es ausencia de Dios. Siempre será posible el purgatorio como estado de purificación. “El purgatorio es en definitiva, el gran medio escogido por la infinita misericordia de Dios para llenar el cielo de antiguos pecadores, sin mengua ni menoscabo de su infinita justicia. !Pobres de nosotros si no hubiera purgatorio¡” (Antonio Royo Marín). En el purgatorio no todo es dolor y pena, allí también hay consuelo. El padre Royo Marín nos habla de los consuelos del purgatorio: La certeza de la salvación eterna; la plena conformidad con la voluntad de Dios; el gozo de la purificación; el alivio continuo; la asistencia espiritual de la Virgen María y del ángel de la guarda. “El purgatorio es una misteriosa mezcla de sufrimientos indecibles y de alegrías inmensas e inefables consolaciones”. (Royo Marín). Tarea: Leer meditar y orar el “Cantar de los cantares”. Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florencia

Vie 19 Ago 2016

Salvarse es alcanzar la vida eterna

[icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon] Tweets por el @cardenalruben. !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+"://platform.twitter.com/widgets.js";fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document,"script","twitter-wjs");

Sáb 13 Ago 2016

“He venido a prender fuego en el mundo”

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo - No podemos olvidar que continuamos en la escuela de Lucas, donde el evangelista nos ha venido presentando las características propias de los discípulos de Jesús el Señor. Hoy en una lección más, Jesús le enseña a sus discípulos no una teoría o un discurso alejado de la realidad. Él enseña con su vida, Jesús, el Señor, el enviado del Padre, ha venido a traernos el Reino de Dios, a instaurar la Verdad, la Justicia, la Paz; pero el mundo aún no lo ha recibido en toda su plenitud. Su misión ha ido avanzando y la cercanía a Jerusalén es ahora más próxima. Por eso, exhorta a sus discípulos y hoy a nosotros: 1.He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Lucas en su evangelio quiere hacer entender a su comunidad que ese fuego devorador que impulsa a la misión es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien produce realmente la conversión en las personas y en las comunidades. El Espíritu Santo es Dios, por lo tanto, su acción es una acción salvífica y transformante. El Espíritu Santo transforma desde dentro. No se trata por lo tanto de una mera transformación externa, es un cambio de corazón. Hermanos, la conversión no se puede dar de afuera hacía adentro, lo contrario, la conversión parte de la transformación mental y de corazón. No se nos olvide “donde está tu tesoro allí está tu corazón”. La conversión real, real…, inicia en la mente; porque se inicia por transformar lo que se piensa. Las acciones externas del ser humano nacen de lo que se piensa en la mente y se medita en el corazón. Por eso, la importancia de la educación. Padres de familia, por favor, por favor, ustedes son los primeros y principales educadores de sus hijos. Padres de familia, no permitan que el proyecto educativo, según la ley, se les meta en la intimidad de sus hijos. Padres, padres, son ustedes los primeros responsables de la educación de sus hijos. Son ustedes los que tienen que salir a decirle al gobierno que clase de educación quieren para sus hijos. Ustedes no pueden permitir que se impongan criterios foráneos, simplemente porque así son los intereses internacionales; ¿dónde está entonces la educación de contexto de la cual tanto se habla y se pregona? “He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!” Es ahora, mis queridos hermanos cuando en nuestra Colombia, tan amada por todos, tenemos que salir a manifestar nuestra fe, nuestra identidad. Tenemos que ser respetuosos, dialogantes, tenemos que estar abiertos a las transformaciones del mundo. Pero también es necesarísimo que ardan nuestros corazones para defender la ética y la moralidad de nuestros niños y jóvenes… Tenemos que decir con el salmista: “El celo por tu casa nos devora”. Hermanos queridos, por encima de todo, que nos impulse desde dentro el amor a Dios y el amor a los hermanos, especialmente a los más necesitados. ¡Que nos impulse desde dentro el amor por una vida recta y honesta!. El evangelio no puede ser para nosotros una noticia tranquilizante, ni mucho menos una droga que produce uniformidad, no. Diversidad sí, pero no uniformidad. Diversidad, con respeto por las tradiciones, por la herencia ética y cristiana que hemos recibido de nuestros mayores. 2.Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! Recordemos que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre y si algo le interesa resaltar a Lucas es precisamente la humanidad del Señor. Según el evangelio el recorrido que Jesús el Señor ha realizado le ha llevado a comprobar que la instauración del Reino de Dios Padre, no es una tarea fácil, Él sabe que su camino a Jerusalén es un camino riesgoso, pero por encima de todo está su identidad, su misión. Él tiene claro que no puede renunciar a su tarea por más dificultades que puedan existir. Siente angustia, porque experimenta que su misión es desafiante y así se lo hace saber a sus discípulos. La angustia es un sentimiento que se experimenta desde dentro, desde lo profundo del alma. La angustia no es ni buena ni mala. Es una situación que se puede presentar en cualquier momento de la vida y que se puede generar por múltiples situaciones. Por más desafínate que sea cada situación. Por más dificultades que se tengan en el camino de la vida, en el desarrollo de la misión – vocación, se debe permanecer y se debe pedir la ayuda del Espíritu Santo. Hermanos, ¿quién no ha sentido angustia? ¿qué nos genera angustia? ¿nos angustiamos por cosas realmente trascendentales o por realidades meramente pasajeras? ¿por qué nuestras relaciones son tan angustiosas? Vamos a pedirle al Señor que nos sane de la angustia. Si por alguna circunstancia “yo” siento que le genero angustia a alguien, recapacitemos y cambiemos de actitud. Cuidado, una angustia mal asumida nos puede llevar a la depresión y al suicidio. Una angustia bien asumida nos permite madurar y crecer humana y espiritualmente. 3. ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. ¿Qué nos está planteando el evangelio de hoy? Al parecer se trata de algo contradictorio, porque precisamente, la Palabra nos ha dicho muchas veces que Jesús es el príncipe de la Paz. En su nacimiento se anuncia la paz (Lc 2,14), a muchos que ha curado Jesús les dice “vaya en paz” (Lc 8,48), Jesús envía a sus discípulos como mensajeros de la paz, ¿porque dice ahora que ha venido a traer divisiones? Jesús le deja bien claro a sus discípulos que la paz que Él pregona es la paz mesiánica que no coincide con la paz romana o pacificación en sentido político. La actuación de Jesús no puede ser la pacificación exterior. Su venida conlleva para los hombres decidirse frente a él y su mensaje. La posibilidad de libertad de elección trae la escisión y la división. La figura de Jesús es el centro. La actitud de cada cual es la que divide. Se ejemplifica esta división desde la comunidad familiar. La actitud frente a Jesús crea nuevos lazos y relaciones que relativizan los lazos de la sangre. Era una experiencia vivida en muchas familias. Dentro de la misma familia unos se convertían y seguían a Cristo y otros se oponían y perseguían a los seguidores. Igual que ayer es hoy. La paz que la iglesia anuncia, es la paz del evangelio, es la paz de Jesús, es la paz de la fraternidad. La paz verdadera se construye desde la conversión real en función del bien común y de la justicia social y esta paz crea división interior, porque muchas veces tenemos que violentarnos desde dentro para obrar según la recta razón, según la ley natural y la ley sobrenatural y no según nuestros caprichos o lo más grave según nuestros intereses meramente individuales o egoístas. Nuestra tarea, hermanos es construir paz, reconociendo lo que somos: humanos y por gracia de Dios divinos. Es indispensable, que aunque hayan conflictos, construyamos paz desde la libertad, la justicia, la solidaridad y el diálogo. Esta paz, mis hermanos, no es política, ni politiquera. La paz verdadera es un don de Dios que nosotros con humildad y con fe debemos pedir al Espíritu Santo y debemos esforzarnos por construir entre todos como buenos artesanos de la paz, dispuestos al perdón y la reconciliación. Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia