Vie 15 Mar 2019
Si no hay conversión verdadera el destino será la muerte
Primera lectura: Génesis 15,5-12.17-18 Salmo: 27(26),1.7-8.9abc.13-14 (R. 1a)
Segunda lectura: Filipenses 3,17 - 4,1 Evangelio: Lucas 9,28b-36
Introducción
El encuentro con la Palabra, especialmente el Evangelio, que la Iglesia nos propone para este Segundo Domingo de Cuasresma, nos sugiere algunas ideas de reflexión:
• El evangelista San Lucas presenta el Tabor como el sitio privilegiado del encuentro con el Señor; por ello podemos tomarlo como la meta de la cuaresma.
• El hecho más importante no es solamente la transfiguración de Jesús en sí misma, sino la situación a la que lleva: a la oración y a la acción.
• La fuerza de la Transfiguración es evidente, los tres discípulos pasan de un estado de “somnolencia” a un estado de “estupor trasfigurado”; de éxtasis ante la presencia del Señor glorificado.
1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
Uno de los objetivos de la cuaresma es subir sobre el monte Tabor, es decir avanzar hacia un estado de espiritualidad más alto. Hemos entrado en el desierto de la cuaresma para subir allí, sobre esta pequeña colina de Galilea. El Tabor evoca el momento de Jesús, grande Rabí, carismático profeta, que revela su verdadera identidad, que supera el límite humano y se muestra glorioso ante la vista desconcertada y sorprendida de los apóstoles. En el Tabor se revela la diversidad de Dios, la imagen de su inmensa Gloria, su indescriptible belleza.
El evangelista San Lucas presenta el Tabor como el sitio privilegiado del encuentro con el Señor; por ello podemos tomarlo como la meta de la cuaresma, lugar
del encuentro. Esto es pertinente decirlo, porque muchas veces nos quedamos solo en la auto flagelación, y equiparamos la fe cristiana, solo con la cruz y el dolor, olvidándonos del resucitado, y pensamos en la cuaresma, sólo como el tiempo de la renuncia y no como el tiempo de la oportunidad de conversión, de la lucha interior por vencer en la carrera cristiana que lleva a la meta que es Jesús resucitado, y así contemplar su gloria.
Vendrá el tiempo del dolor, sobre otro monte, un pequeño monte llamado Gólgota, donde veremos el crucificado, dirigiremos la mirada a aquel que han atravesado. Pero, ciertamente se debe recordar la belleza de Dios, su embriagante presencia. La liturgia bellamente une la transfiguración al inicio del camino cuaresmal, para indicarnos el lugar de encuentro. Si adoptamos los gestos de conversión y solidaridad, de renuncia y de ayuno, de oración y de penitencia, es sólo para poder ser libres y ver la gloria del Maestro.
2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura?
Santa madre Teresa de Calcuta decía: “Fruto del silencio es la oración; fruto de la oración es la fe; fruto de la fe es el amor; fruto del amor es el servicio y fruto del servicio es la paz”. Se puede partir de esta espléndida afirmación, para reflexionar sobre la frase de apertura del versículo de Lucas: “cerca de ocho días después, Jesús toma consigo a Pedro, Juan y Santiago y sube sobre el monte a orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se vivieron resplandecientes”. El hecho más importante no es solamente su transfiguración en sí misma, sino la situación a la que lleva, la oración y a la acción, en medio del silencio de la montaña.
El evangelio de hoy inicia diciéndonos que Jesús subió a una montaña a orar. Si queremos hacer un discernimiento, de los acontecimientos espirituales más importantes de la vida de Cristo, vemos que estos están acompañados de la oración y la acción en concreto. Todas las vivencias de Jesús, transfiguración, pasión en el huerto de los Olivos, profesión de fe de Pedro, traición de pedro, etc., van acompañados de la oración, aunque todos terminan sobre una cruz, cuando al final de su vida humana, Cristo tiene aún una actitud de oración y suplica por sus verdugos.
Podríamos decir que, orar es nuestra capacidad de transfigurarnos, cada vez que somos capaces de crear la experiencia de contacto con Dios. Esta es una buena oportunidad para preguntarnos qué es la oración, cómo entenderla ¿sólo como una técnica de relajación? o ¿una actitud mental para el bien físico o psíquico? o
¿para la concentración y autoconciencia?
Desde la experiencia cristiana podemos ver algunos aspectos. El primero, la búsqueda de la soledad. Jesus busca estar sólo para el encuentro con el Padre. La soledad no para alejarse de los demás, sino para encontrar a los demás. La soledad es el espacio donde cada uno de nosotros puede encontrarse con Jesus. En todos los textos del Evangelio, Cristo pone una condición a la oración: el recogimiento y la humildad, no la obstinación ritual de la cual, muchas veces, se puede exagerar. Pensemos a la espléndida oración comunitaria del Padre Nuestro que Cristo invita a hacerla vida en cada cristiano.
Y el segundo aspecto de la oración, que ilumina la liturgia de la palabra este domingo, es el deseo de escuchar. Es siempre Jesus el que se pone en actitud de escucha del que lo invoca. Cada vez implica un dialogo que lleva la persona a descubrirse. El Papa Francisco frecuentemente nos interpela, con tres verbos, que son esenciales para una actitud de oración: discernir, acompañar e integrar. Esto solo se puede hacer en una actitud de escucha a Dios y al mundo. Por esto, podríamos decir, que orar no es sólo para ver, ni tocar, sino más que todo para escuchar. No en vano el primer modelo de oración en el AT, en la proclamación de la Palabra es: “escucha Israel”. Podríamos decir con los ojos nos adentramos en el mundo y con los oídos incorporamos el mundo dentro de nosotros.
3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad?
El Papa Francisco nos viene invitando a una cultura del encuentro, que pasa por el encuentro con el otro, en una relación interpersonal, encuentro con lo otro, con la naturaleza, con el cuidado de la casa común y lo más importante, el encuentro con el Otro en mayúscula, con el trascendente que le da sentido a la vida humana. En el Tabor se da un encuentro personal y místico que cambia totalmente la actitud de los discípulos. Hay una fuerza especial en la Transfiguración. Los tres discípulos pasan de un estado de “somnolencia” a un estado de “estupor trasfigurativo”, y un estado de súplica, de querer vivir por siempre aquel momento; “Qué bien se está aquí…”, qué bueno seguir en este estado.
En efecto, orar bien nos hace, efectivamente, más lúcidos, más fuertes y más independientes. Orar bien es la capacidad de estar lúcidos para poder distinguir lo que es necesario de lo superfluo o aparentemente necesario, y crea los presupuestos para saber acoger la esencia, la sustancia de las cosas. Es la capacidad de ser más fuertes y consientes para afrontar las adversidades que la vida nos pone en cada momento, sobre todo cuando nuestras opciones de vida van contracorriente, ser capaces de avanzar abrazados a la cruz de Cristo, en su pasión, muerte y resurrección. Orar bien es la capacidad de ser independientes, consientes, originales para no decaer ante el “se dice, se cree, se piensa”, es decir, ser de este mundo, pero no conformarse con este mundo, como lo pide Jesús.
4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión?
El mejor encuentro con Jesús es en la oración… una oración que lleve a preguntarnos: ¿Cómo persona, sé acoger la importancia de Cristo en la Transfiguración que me indica un cambio radical en mi fe humana? ¿Cómo pareja, sabemos acoger la experiencia de la transfiguración, modificando nuestras actitudes individualistas en actitudes de atención reciproca hacia los demás? ¿Como Iglesia se educar al pueblo en la oración entendida como dialogo con Dios y no como un simple ritual externo y más o menos coreográfico?
RECOMENDACIONES PRÁCTICAS:
1. Para este segundo domingo de cuaresma, sería interesante una cartelera alusiva a la oración y la conversión.
2. Este domingo nos recuerda que la gloria resplandeciente del cuerpo de Jesús es la misma que él quiere compartir con todos los bautizados en su Muerte y Resurrección.
3. Para el acto penitencial se podría seguir la tercera fórmula, con las invocaciones del Tiempo de Cuaresma I, Misal, pág. 348.
4. Con las oraciones propias para la Misa, también tiene propio, el Prefacio: La Transfiguración del Señor, Misal pág. 89.
5. Se podría emplear como oración de bendición sobre el pueblo, la propia para este domingo, Misal, pág. 88; igualmente, se ofrecen para cada día de la semana.
6. Proponer a los fieles la práctica de las obras de misericordia en este Tiempo de Cuaresma, muy recomendadas por el Papa Francisco.
7. Tener presente que, el martes 19 de marzo, se celebra la solemnidad de San José, esposo de la Santísima Virgen María.