Sáb 8 Oct 2016
Gratitud
Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - El domingo anterior anunciábamos cinco actitudes que Jesús enseña a sus discípulos – apóstoles como fundamentales en el desarrollo de su liderazgo espiritual que ellos debían ejercer en la comunidad. Recordemos: Cuidado con el escandalo, perdón, fe, humildad y gratitud.
El evangelio de hoy nos ofrece la oportunidad de meditar sobre la actitud, la virtud, la cualidad o el valor de la “gratitud”. Definición de gratitud: “Sentimiento de estima y reconocimiento que una persona tiene hacia quien le ha hecho un favor o prestado un servicio, por el cual desea corresponderle.”
Jesús va a Jerusalén y por el camino instruye a sus discípulos, entre Samaria y Galilea, espontáneamente diez leprosos a la distancia empiezan a gritarle: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.” Algunas particularidades del texto: (1) Son leprosos y según la ley ellos debían estar apartados de la comunidad por la situación contagiosa de la lepra. Lev 13, 46-56; 14,1-32, son textos que narran todos los rituales que la comunidad y ellos tenían que seguir en caso de ser contaminados con la enfermedad de la lepra. Se trata entonces de diez personas enfermas que además viven en la soledad y en el aislamiento. (2) De los diez, nueve eran Judíos y uno Samaritano, aunque se consideraban enemigos, seguramente que el dolor por la enfermedad, los llevó a juntarse; parece ser que por las circunstancias, viven en cierto grado de “comunidad” o por lo menos en grupo. (3) A pesar de todo se unen para invocar juntos a Jesús, el Maestro, que pasa a cierta distancia de ellos.
Jesús, el Maestro y Señor, asume la ley como punto de partida, invita a los diez leprosos que se presenten al sacerdote y según el texto, así lo hacen éstos hombres; sin embargo, antes de llegar donde los sacerdotes ellos comprueban que están curados, han restablecido su salud física y seguramente empiezan a recuperar a su familia y sus relaciones con los amigos y conocidos. Lo más curioso del texto es que de los diez sólo uno regresa donde Jesús el Señor para manifestar gratitud y otro detalle interesante, se trata precisamente del Samaritano, según la ley, el menos digno y aparentemente el más alejado de Dios.
Dice la Palabra: “Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano.” Vuelve al Señor, alabando a Dios y a grandes gritos. Es propio de quien se ha visto liberado de sus males volver la mirada a Dios para manifestar agradecimiento. Se echó por tierra a los pies de Jesús, con éste gesto el hombre curado manifiesta que reconoce a Jesús como su Señor, su Salvador, manifiesta su gratitud por la misericordia que ha experimentado del Señor y por eso da gracias.
Hermanos, saber agradecer es mirar positivamente los gestos, las actitudes, las manos abiertas de los que nos favorecen. No es simple cuestión de cortesía, de buena educación, sino de buen corazón. Por eso se puede afirmar que el cristiano debe tener siempre mirada limpia para ver las continuas acciones gratuitas de Dios en favor nuestro. Gratitud es decirle al Señor: “Me has dado mucho y por eso te doy gracias.” Dar gracias cuesta muy poco, pero si sale del corazón es quizá la más noble expresión de un sentimiento humano.
Al decir el texto que sólo uno de los diez vuelve al Señor dando gracias, se pone de manifiesto que vivir agradecidos no es tan fácil ni tan común. Uno de los retos del cristiano es vivir “la espiritualidad de la gratitud” y para ello es necesario ponerle atención a los dones que a diario se reciben del Señor. Decía San Bernardo de Claraval: "Cuando nos mostramos agradecidos por cuanto recibimos, ampliamos más en nosotros el espacio para recibir un don todavía mayor”. La gratitud ensancha el corazón, abre horizontes y hace que pensemos más positivamente. Vivir agradecidos es elevar continuas alabanzas al Señor: “gracias te doy Señor del cielo y de la tierra…”, “gloria a Dios en el cielo…”, “volvieron a su casa dando gloria a Dios”.
La gratitud es la forma en que nos vinculamos con los demás, porque nos conecta con algo más allá de nuestro propio ser. Por eso, la gratitud es: Vinculante, nos da sentido de trascendencia, es imposible sentirla por nada. Para vivir agradecidos siempre debe existir un motivo y si somos atentos los motivos para la gratitud son infinitos; basta experimentar el amor de Dios, la dignidad y la grandeza de los demás, la hermosura de la naturaleza y de toda la obra de la creación, en fin, siempre habrá un motivo para la gratitud, lo necesario es poner atención para no pasar de largo frente a tanta maravilla. La gratitud auténtica inicia con la meditación y termina en la contemplación y para ello es necesario hacer silencio. Cuando se vive en el mundo del ruido y de la ambición es imposible vivir agradecidos. Para ser agradecidos, es necesario hacer pausas, tener espacios de descanso y de silencio…, para poder valorar lo que se tiene y así poder expresar el sentimiento que se alberga.
Por algo los otros nueve del evangelio no volvieron, quizás se entretuvieron en las cosas pasajeras del mundo y en la emoción de la salud física, los atrapó nuevamente el mundo, se quedaron a mitad de camino. Lamentablemente ellos no escucharon la última intervención del Señor: “Levántate, vete: tu fe te ha salvado.” Ahora el hombre que agradeció, no fue curado sólo en su ser físico, fue sanado en la integridad de su ser, adquirió por la gratuidad divina y por su gratitud la Salvación. Éste hombre supo integrar perfectamente la petición y el agradecimiento. La oración cristiana debe ir siempre en está doble vía, no sólo recibir sino también dar.
Hermanos, estamos muy acostumbrados a pedir a Dios, no es problema, pero por favor, demos un paso más al frente y vivamos con más ahínco la oración de gratitud a Dios. Reconozcamos que de Él lo hemos recibido todo y démosle gracias compartiendo lo poco o lo mucho que tengamos. La persona que agradece experimenta una salvación que va más allá de la simple curación física: ¡un cambio en la orientación interior! La gratitud es vinculante, miremos como cuando agradecemos la actitud está siempre dirigida a una o muchas personas: un familiar, un amigo, un profesor, Dios…
Superemos ya hermanos la mentalidad “milagrera” de nuestra fe, en la que solo nos contentamos con pedir la eliminación del sufrimiento pero sin comprometer el corazón, el evangelio de hoy nos educa en la “espiritualidad de la gratitud”. Cuando se vive según el itinerario del Samaritano que se volvió para agradecer al Señor, nos ponemos a los pies de Jesús y somos impulsados a una nueva dinámica de la vida en el seguimiento del Señor. Importante hermanos, importantísimo, que alcancemos el segundo nivel de la fe que nos enseña el leproso, curado del evangelio, una fe que salva desde la gratuidad y la gratitud y esto genera un renovado encuentro con Dios y con los hermanos.
Persona que vive agradecida posee mayores niveles de felicidad, tiene una presión arterial más saludable, mejores relaciones interpersonales, duerme mejor, se deprime menos y tolera más el dolor. Por fe, por interés, por “negocio”, por amor, por cualidad, por actitud ante la vida, por salud mental…, Vivamos agradecidos con Dios, con los demás, con la naturaleza. ¡Con todo y en todo GRATITUD¡.
“De gente bien nacida es agradecer los beneficios que recibe, y uno de los pecados que más ofende a Dios es la ingratitud.”
Miguel de Cervantes. Quijote a Sancho, cuando va a gobernar la ínsula Barataria.
Tarea:
Durante la semana, cada día escribir tres situaciones por las cuales se debe agradecer a Dios o alguien en particular.
Continuar la lectura del libro del eclesiástico.
+ Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo
Obispo de Florencia