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monseñor ricardo tobón restrepo

Mié 5 Jul 2017

Presidente y vicepresidente de la CEC tuvieron encuentro con periodistas

El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), monseñor Oscar Urbina Ortega, y el vicepresidente Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, compartieron este miércoles 5 de julio con los medios de comunicación los desafíos que afrontarán como nuevos miembros directivos del episcopado. Durante la rueda de prensa realizada en la sede del episcopado, los prelados hablaron sobre el proceso de paz, las negociaciones con el Eln, la situación en Venezuela, las próximas elecciones presidenciales y la visita del Papa Francisco. Al referirse al proceso de paz, Monseñor Óscar Urbina Ortega pidió al Eln “dar el primer paso” y buscar una salida dialogada para alcanzar la paz. El prelado recordó que la paz en nuestro país requiere de un proceso de reconciliación que tiene sus propios tiempos y que consiste en “sanar los corazones”. Elecciones a la vista En relación a las próximas elecciones presidenciales monseñor Oscar Urbina invitó a todos los colombianos a participar activamente en los comiciosy dejar de lado la indiferencia en temas políticos. Aseguró que un 60% de ausentismo en las justas electorales es un pecado para la democracia. Sobre una posible participación de las Farc en las elecciones Urbina Ortega afirmó que es bueno que las Farc puedan ejercer la vida política a través de las ideas y que el pueblo elija con base a las propuestas. “Los colombianos debemos desarmar el corazón, buscar propuestas no violentas, que busquen la paz, la verdad, la reconciliación, el diálogo y el desarrollo”, puntualizó. Monseñor Oscar urbina Ortega, Arzobispo de Villavicencio y nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia I Foto: Conferencia Episcopal de Colombia Por su parte, el vicepresidente del episcopado, monseñor Ricardo Tobón Restrepo, recordó a los colombianos que el próximo proceso electoral en el país es una oportunidad para que los colombianos decidamos sobre el futuro de nuestra nación. “Debe ser un tiempo de reflexión para todos. Debe ser un tiempo en el que se configure unas propuestas y proyectos de gobierno que permitan un diálogo entre los colombianos para encontrar lo más conveniente para el país”, manifestó. Monseñor Ricardo Tobón invitó a dejar todo aquello que genera divisiones y discordias. “Todos queremos la paz, debemos encontrar la forma de construir un país donde todos nos entendamos y que sea posible un progreso integral”, señaló. Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, Arzobispo de Medellín y nuevo vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia I Foto: Conferencia Episcopal de Colombia Situación de Venezuela Al ser consultados sobre la situación política y social en Venezuela, el presidente del episcopado afirmó que “duele” todo lo que está pasando en ese país y expresó la solidaridad, ánimo y ayuda del episcopado colombiano con el pueblo venezolano. Sobre este mismo tema explicó que la Iglesia Católica en Colombia seguirá apoyando con alimentos y medicinas, siempre en el marco del respeto a las normas de Venezuela. Visita Papa Francisco En relación a la preparación de la visita del Papa Francisco, el arzobispo de Villavicencio aseguró que el colegio episcopal es una familia y que hay apoyo de todos los prelados para que la organización de la visita se realice de la mejor forma. Así mismo, aseguró que las enseñanzas que deje el Pontífice ayudará a apoyar procesos de cercanía, motivar a una Iglesia en salida y que sea un hospital de campaña que ayude a la reconciliación entre los colombianos. El prelado recordó que todos los encuentros con el Papa son gratuitos. “Queremos decirle a la población que no se dejen tumbar”, manifestó. Explicó que se entregarán “entradas o pases” sencillamente por temas de organización, logística y seguridad. Finalmente, invitó el 13 de agosto a apoyar con una donación para responder a los costos que implica organizar la visita del Papa Francisco. TRANSMISIÓN RUEDA DE PRENSA

Mié 5 Jul 2017

Mons. Ricardo Tobón fue elegido vicepresidente del episcopado

Los obispos de Colombia reunidos en la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado eligieron, este miércoles 5 de julio, a monseñor Ricardo Antonio Tobón Retrepo, Arzobispo Metropolitano de Medellín como vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) para el trienio 2017-2020. Monseñor Ricardo Antonio Tobón nació el 8 de mayo de 1951; fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1975; el 25 de abril de 2003, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo de la Diócesis de Sonsón-Rionegro y el 16 de febrero de 2010 fue nombrado por el Papa Benedicto XVI como Arzobispo de Medellín. Perfil del vicepresidente Monseñor Ricardo Antonio Tobón Restrepo nació el 8 de mayo de 1951 en Ituango, municipio de la Diócesis de Santa Rosa de Osos y del Departamento de Antioquia. Cursó sus estudios de Primaria en su pueblo natal, Ituango. El Bachillerato lo realizó en el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino de su Diócesis de origen y los cursos institucionales de Filosofía y Teología en la misma sede. Frecuentó la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma donde obtuvo la Licenciatura y el Doctorado en Filosofía. Fue ordenado Presbítero en la Catedral de la Diócesis de Santa Rosa de Osos (Antioquia), el día 21 de Noviembre de 1975, y en esa misma circunscripción eclesiástica se incardinó. Ha desempeñado los siguientes cargos a lo largo de su vida sacerdotal: en su Diócesis fue, de 1975 a 1981, Vicario Parroquial del Señor de los Milagros en San Pedro (Antioquia). Fue trasladado en 1981, con igual cargo a la Parroquia de Donmatías (Antioquia). Fue miembro del Equipo diocesano de Pastoral de Santa Rosa de Osos (1982-1984). De allí pasó como alumno del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, a la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en donde obtuvo el Doctorado en la Facultad de Filosofía (1985-1989). Tras su regreso a Colombia, fue formador y profesor del Seminario Diocesano Santo Tomás de Aquino de Santa Rosa de Osos (1989-1992). Desde finales de ese año 1992, el Reverendo Padre Ricardo Tobón ejerce su labor ministerial como Colaborador Local de la Representación Pontificia en Colombia. El 25 de Abril de 2003, Su Santidad Juan Pablo II lo nombró Obispo de la Diócesis de Sonsón – Rionegro y recibió su ordenación episcopal el 14 de Junio de 2003. La LXXXV Asamblea Plenaria celebrada en julio de 2008 fue nombrado Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral de Ministerios Jerárquicos. El 16 de Febrero de 2010 Su Santidad Benedicto XVI lo nombró Arzobispo de Medellín y tomó posesión de la sede el 8 de mayo de 2010. El 5 de julio de 2017 la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado lo nombró como vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC). Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia

Mié 8 Mar 2017

La ludopatía, una esclavitud silenciosa

Por Monseñor Ricardo Tobón Restrepo: Está creciendo aceleradamente en nuestra sociedad la adicción a los juegos de azar. Es cierto que desde la más remota antigüedad tenemos noticias del juego como un fenómeno presente en todas las culturas. Más aún, una de las dimensiones bellas de la vida es el aspecto lúdico. Por eso, el deporte y la diversión hacen parte de la expresión y la realización del ser humano. Sin embargo, es fatal la afición a los juegos de azar que crea en la persona una verdadera dependencia sicológica, con un comportamiento compulsivo como el que producen el alcoholismo y las toxicomanías. La ludopatía es un desorden emocional, progresivo y destructivo que lleva a la persona a la incapacidad de controlar su deseo de jugar y apostar. Todo comienza por la ambición de encontrar un camino fácil y rápido para hacer fortuna, sobre todo en ciertas situaciones de penuria económica. En un primer momento, se percibe el juego como una oportunidad para resolver, sin trabajo y sin esfuerzo, situaciones difíciles y, después, se practica como un refugio o evasión para escapar de las frustraciones de la vida. Así se entra en un mal con graves consecuencias en la vida personal, familiar, laboral y social. La inversión de tiempo, energía y dinero en el juego va llevando a la persona a ser cada vez más dependiente, pues empieza a vivir de fantasías creyendo que se va a enriquecer rápidamente o de presiones sociales y económicas pensando que tiene que jugar más para recuperar lo que ha perdido y para saldar las deudas que con el mismo juego ha acumulado. En el fondo, se trata de una ilusión, de un espejismo, de una esclavitud sin fondo porque esta “magia” casi nunca da el resultado esperado. El juego compulsivo va llevando al descontrol progresivo y, por consiguiente, a caer en circuitos de usura, en endeudamientos desmesurados, en problemas económicos y financieros, en severos desajustes familiares y en graves trastornos psicológicos. Es así como se va entrando en la intolerancia a la frustración, la incapacidad para manejar las emociones, los sentimientos de baja autoestima y la mitomanía fruto de la doble vida que desarrolla el adicto. Todo abre la puerta a la depresión y a la desesperación, que muchas veces conducen incluso al suicidio. La persona que se entrega a esta dependencia entra en un circuito obsesivo del que es difícil salir: juega para ganar más si está ganando y juega para recuperarse si está perdiendo. Las manifestaciones de la ludopatía son siempre coincidentes y muestran que no podemos admitir que el juego sea una actividad creciente en la vida humana y que sea el azote de las familias y de las personas más pobres y desfavorecidas. Debemos hacernos conscientes de cómo la industria del juego está introduciendo enfermedades mentales, crimen organizado y altos niveles de corrupción en la sociedad. Es necesario promover en las familias, en los centros educativos, en las parroquias, en diversos ámbitos de la sociedad diferentes iniciativas para proteger a las nuevas generaciones de esta ilusión seductora que arruina la vida personal, la sana relación con los demás, la debida administración de los bienes y el bienestar de la comunidad. Habría que exigir igualmente el debido control de los centros de juegos de azar y ofrecer terapias adecuadas a quienes ya padecen esta enfermedad silenciosa. Como en todas las pasiones desordenadas se sabe dónde se empieza pero no hasta dónde va a llevar, a nivel personal y social, el peso de una esclavitud que se hace cada vez más aplastante. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 11 Nov 2015

“Aborto es sinónimo de autodestrucción”

Así lo calificó el arzobispo de Medellín Monseñor Ricardo Tobón Restrepo, tras conocer, que el Fiscal general, Eduardo Montealegre, presentará una propuesta para que el aborto sea considerado legal en el país, si se practica durante los primeros tres meses de gestación. Al rechazar esta propuesta, el arzobispo de Medellín dijo también que desde ningún punto de vista un ser humano tiene derecho sobre la vida de otra persona. “Si no defendemos la vida, no nos defendemos nosotros mismos y no podemos relativizar el derecho a la vida, en el mismo momento en que queremos reglamentar el derecho a la vida nos exponemos todos a una autodestrucción” aseveró el prelado. El Jerarca recordó que el llamado de la Iglesia Católica será siempre a reconocer la dignidad del ser humano antes de nacer y que se reconozca la vida como valor fundamental para la convivencia.

Dom 1 Nov 2015

El abrazo de la Iglesia a las familias

El pasado 24 de octubre concluyó en Roma el Sínodo sobre la familia. Fueron numerosas las conjeturas e interpretaciones de diversos medios de comunicación, que desde la búsqueda de sensacionalismo o desde sus intereses ideológicos, conducían el agua a su propio molino. De modo particular, se quiso reducir la reflexión de esta asamblea episcopal al tema de la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar. Infortunadamente, no pocas personas se quedaron con la visión recortada o con las suposiciones de dichos medios de comunicación. El contenido real de la reflexión sinodal quedó consignado en las 94 proposiciones, llenas de sugerencias y de esperanza, que, aprobadas por la mayoría, le fueron consignadas al Papa para la elaboración de un documento conclusivo. Pero no le corresponde, ahora, sólo al Papa hacer una reflexión más, sino a toda la comunidad eclesial seguir caminando con las familias, desafiadas por muchas pruebas y a la vez sostenidas por la fuerza de Dios, para ayudarlas a vivir su profunda identidad y a realizar su indispensable misión en la Iglesia y en el mundo. La primera conclusión que podemos sacar de estos dos años de reflexión de la Iglesia es la necesidad de contemplar y agradecer el don de Dios que es la familia. Tenemos que hacer hincapié en la belleza de la familia: iglesia doméstica basada en el matrimonio entre varón y mujer, célula fundamental de la sociedad, puerto seguro de los sentimientos más profundos, único punto de conexión en una época fragmentada, parte integral de la ecología humana. Debemos incluso hacer más significativo el lenguaje de la Iglesia, para que el anuncio del Evangelio de la familia responda realmente a las aspiraciones más grandes del ser humano. Luego, urge sentir el deber de acompañar las situaciones familiares complejas y la realidad de las familias heridas o en situación irregular. Esto requiere un especial discernimiento de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia y con la experiencia de la gracia de Dios. Entre las ''sombras'' que se proyectan hoy sobre la familia el Sínodo cita el fanatismo político-religioso hostil al cristianismo, el creciente individualismo, la ideología de género, los conflictos, la pobreza, la inseguridad laboral, la coerción económica que excluye a la familia de la educación y la cultura, la globalización de la indiferencia que pone al dinero y no al ser humano en el centro de la sociedad, la pornografía y el descenso de la natalidad. Tiene en cuenta a los inmigrantes, a los refugiados, a los perseguidos, cuyas familias se disgregan y son víctimas que debemos acoger. No se olvida de las viudas y los viudos, de los discapacitados, de los ancianos y de los célibes por su compromiso en la Iglesia y la sociedad. Habla de la necesidad de valorizar la identidad y el papel del varón y de la mujer. De otra parte, dice que las personas con tendencia homosexual no pueden ser discriminadas. Frente a las dificultades de la familia no se trata solamente de decir que todo está bien o presentar una normativa, sino de tener el coraje de escuchar, acoger con ternura y buscar maneras de curar las heridas. La reflexión sinodal insiste en la necesidad de reforzar la preparación para el matrimonio, que no puede quedarse en cuatro o cinco clases antes de la boda. Es necesario formar la personalidad y la afectividad de los jóvenes para que aprendan a ser felices entregándose mutuamente. Hace un llamamiento a las instituciones, a las autoridades y a los católicos que participan en la política para que promuevan y protejan la familia y la vida, porque una sociedad que las descuida pierde su apertura al futuro. Es difícil sintetizar tantos temas; lo fundamental es acoger la invitación del Sínodo a trabajar seriamente porque cada familia sienta el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 8 Oct 2015

El abrazo de la Iglesia a las familias

El pasado 24 de octubre concluyó en Roma el Sínodo sobre la familia. Fueron numerosas las conjeturas e interpretaciones de diversos medios de comunicación, que desde la búsqueda de sensacionalismo o desde sus intereses ideológicos, conducían el agua a su propio molino. De modo particular, se quiso reducir la reflexión de esta asamblea episcopal al tema de la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar. Infortunadamente, no pocas personas se quedaron con la visión recortada o con las suposiciones de dichos medios de comunicación. El contenido real de la reflexión sinodal quedó consignado en las 94 proposiciones, llenas de sugerencias y de esperanza, que, aprobadas por la mayoría, le fueron consignadas al Papa para la elaboración de un documento conclusivo. Pero no le corresponde, ahora, sólo al Papa hacer una reflexión más, sino a toda la comunidad eclesial seguir caminando con las familias, desafiadas por muchas pruebas y a la vez sostenidas por la fuerza de Dios, para ayudarlas a vivir su profunda identidad y a realizar su indispensable misión en la Iglesia y en el mundo. La primera conclusión que podemos sacar de estos dos años de reflexión de la Iglesia es la necesidad de contemplar y agradecer el don de Dios que es la familia. Tenemos que hacer hincapié en la belleza de la familia: iglesia doméstica basada en el matrimonio entre varón y mujer, célula fundamental de la sociedad, puerto seguro de los sentimientos más profundos, único punto de conexión en una época fragmentada, parte integral de la ecología humana. Debemos incluso hacer más significativo el lenguaje de la Iglesia, para que el anuncio del Evangelio de la familia responda realmente a las aspiraciones más grandes del ser humano. Luego, urge sentir el deber de acompañar las situaciones familiares complejas y la realidad de las familias heridas o en situación irregular. Esto requiere un especial discernimiento de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia y con la experiencia de la gracia de Dios. Entre las ''sombras'' que se proyectan hoy sobre la familia el Sínodo cita el fanatismo político-religioso hostil al cristianismo, el creciente individualismo, la ideología de género, los conflictos, la pobreza, la inseguridad laboral, la coerción económica que excluye a la familia de la educación y la cultura, la globalización de la indiferencia que pone al dinero y no al ser humano en el centro de la sociedad, la pornografía y el descenso de la natalidad. Tiene en cuenta a los inmigrantes, a los refugiados, a los perseguidos, cuyas familias se disgregan y son víctimas que debemos acoger. No se olvida de las viudas y los viudos, de los discapacitados, de los ancianos y de los célibes por su compromiso en la Iglesia y la sociedad. Habla de la necesidad de valorizar la identidad y el papel del varón y de la mujer. De otra parte, dice que las personas con tendencia homosexual no pueden ser discriminadas. Frente a las dificultades de la familia no se trata solamente de decir que todo está bien o presentar una normativa, sino de tener el coraje de escuchar, acoger con ternura y buscar maneras de curar las heridas. La reflexión sinodal insiste en la necesidad de reforzar la preparación para el matrimonio, que no puede quedarse en cuatro o cinco clases antes de la boda. Es necesario formar la personalidad y la afectividad de los jóvenes para que aprendan a ser felices entregándose mutuamente. Hace un llamamiento a las instituciones, a las autoridades y a los católicos que participan en la política para que promuevan y protejan la familia y la vida, porque una sociedad que las descuida pierde su apertura al futuro. Es difícil sintetizar tantos temas; lo fundamental es acoger la invitación del Sínodo a trabajar seriamente porque cada familia sienta el abrazo de la Iglesia y el amparo de la misericordia de Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín