Vie 26 Mayo 2017
El Señor nos invita a salir y ser testigos de la Fe
Hermanos, después de haber caminado con Jesús durante la pascua, celebramos hoy con fe que Él es elevado al cielo y glorificado a la diestra de Dios, como preludio de nuestra entrada en el Reino de Dios. Vivamos esta Eucaristía con amor y fe y permitamos que la celebración nos vaya haciendo gustar hoy de las alegrías que nos esperan en el cielo.
Lecturas
[icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Hch 1,1-11[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 47(46),2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6)[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Ef 1,17-23 o Hb 9,24-28; 10,19-23[/icon]
[icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 28,16-20[/icon]
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon]
Con el relato evangélico que nos ofrece hoy la liturgia de la Palabra se da fin a la narración del evangelio de San Mateo (Mt. 28, 16-22). Este dato es importante porque nos indica que todo termina con una tarea que el Resucitado encomienda a los discípulos: “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre le Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os mandé” (19-20a). Así mismo la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles (Hec. 1, 1-11) nos muestra a Jesús dando instrucciones a sus discípulos antes de separarse de ellos, pero además las palabras de los personajes vestidos de blanco también exige de los discípulos un compromiso con la instauración del reinado de Dios “Galileos, ¿qué hacéis ahí parados mirando al cielo?” (Hec. 1, 11a).
En este pequeño paralelo entre el texto evangélico y la primera lectura captamos tres ideas que podemos resaltar: 1. La comprensión de la misión que el Señor Resucitado ha mandado a sus discípulos es progresiva, pues antes de ascender a la derecha del Padre, como lo prefigura el Salmo de este día “Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado” (Sal. 47, 9), el Señor se deja ver por ellos, dando pruebas de que está verdaderamente vivo. Los discípulos progresivamente también van ascendiendo en la comprensión del misterio que presencian. 2. La ascensión viene acompañada de una promesa, el Espíritu Santo: “Pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros” (Hec. 1, 8); “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre le Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28, 19). Así los discípulos, llenos del Espíritu Santo, serán testigos del Resucitado hasta los confines del mundo. 3. Los discípulos asumen un mandato misionero, son enviados por Jesús para anunciar su Reino. Ahora serán testigos del que está sentado a la derecha del trono de Dios como lo ratifica la carta a los Efesios que también proclamamos este día: “Dios desplegó está fuerza en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su diestra en los cielos, por encima de todo principado, potestad, virtud, dominación” (Ef. 1, 20-21a).
Es claro que la liturgia de la Palabra de este día de la Ascensión del señor quiere resaltar la realeza de Jesús, que no ha terminado la construcción de su reinado, sino que, a través de la misión encomendada a sus discípulos, y con el don del Espíritu Santo, sigue construyendo el Reino de Dios en medio de los hombres.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon]
Esta celebración de la Ascensión del Señor no puede dejarnos simplemente anhelando el cielo para estar al lado de Jesús, al contrario, tiene que motivarnos a peregrinar en este mundo con más esfuerzo y más pasión por las cosas del cielo. No podemos quedarnos mirando al cielo, tenemos que salir cada día y ser testigos, entre los hermanos, de lo que Dios ha hecho en nosotros. Ahora nuestras familias, nuestros trabajos y nuestro estudio, son verdaderos terrenos donde el mensaje de Dios tiene que ser llevado e instaurado. A través de cada uno de nosotros, que ahora solo vivimos la vida del resucitado, Dios manifiesta su bondad y su gran poder a los hombres.
Jesús nos ha puesto una misión a todos los que somos sus discípulos, hacer que todos los pueblos de la tierra también se conviertan en sus discípulos, no hay límites para el mensaje de Dios y por eso la Iglesia en cada bautizado debe llevar el mensaje de Dios, primero en su corazón, para luego entregarlo en todas las realidades que se desenvuelva cotidianamente. Es en las familias bien constituidas donde aprendemos que Dios está todavía cuidándonos, protegiéndonos, mostrándonos su gran amor. Soy yo, con mis actitudes y mis palabras el que muestro que Dios está reinando en mi vida, por eso cuando amamos a alguien buscamos agradarle en todo, así amamos a Dios, cuando buscamos agradarlo siempre con nuestra obras.
La Ascensión del Señor es la celebración no de que Dios nos ha dejado para irse a la derecha del Padre, sino de que Dios aún está con nosotros, que está de un modo nuevo con nosotros, entre nosotros y para nosotros. Ahora somos nosotros los bautizados el campo de acción de Dios, a través de nosotros sus hijos, Dios es bondadoso, misericordioso, amoroso. Cuando nos sentimos en realidad hijos, entonces cada vez somos la mejor expresión de nuestro Padre, nos parecemos al Padre y hacemos y decimos lo que hace y dice el Padre, en definitiva, vivimos la misma vida de Jesús, que ahora es ascendido al cielo para estar a la derecha de su Padre, ya que en este mundo hizo visible al Padre con su vida y su actuar.
[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon]
La Liturgia de este domingo se va desarrollando como una explosión de frutos, de alegría pascual.
Es cierto que cada domingo, que celebramos la Resurrección del Señor, celebramos también con Jesús nuestra propia resurrección; pues este domingo también, con la Ascensión del Señor, celebramos nuestra victoria, nos llenamos de esperanza y sabemos entonces lo que nos espera y por eso nos llenamos de una inmensa alegría, al ver prefigurada en Cristo nuestra propia victoria, son las palabras de la oración colecta de este día: “Concédenos, Dios Todopoderoso, exultar de gozo y darte gracias en esta liturgia de alabanza, porque la ascensión de Jesucristo, tu Hijo, es ya nuestra victoria”. Y después termina la oración con una dimensión claramente eclesial: “donde nos ha precedido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo”. Esta oración colecta es una magnífica síntesis del misterio que celebramos en la Ascensión del Señor. En verdad exultamos de alegría porque en realidad estamos celebrando en la eucaristía la prefiguración de la nuestra ascensión, también el sacerdote que preside la celebración nos irá indicando que vamos subiendo a Dios a través de este misterio de la eucaristía, nos invitará en la introducción del prefacio para que levantemos el corazón y nosotros seguros diremos que ya lo tenemos levantado hacia el Señor. Es en la celebración donde vislumbramos el gran misterio que aún no está en nosotros plenamente, pero que pregustamos ya en esta tierra con las celebraciones litúrgicas.
En la celebración de la eucaristía, cuando el sacerdote nos despida diciendo: “Pueden ir en paz” tenemos que sentir que es el mismo Jesús diciéndonos que no podemos quedarnos parados mirando al cielo, sino que debemos llevar a donde vayamos cada día, lo que hemos oído y recibido, y así hacer de todos los que nos encontremos, verdaderos discípulos del Señor.
[icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon]
Puede ponerse la siguiente frase en la cartelera: “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre le Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os mandé” (Mt. 28, 19-20a).
Resaltar el significado del bautismo como la vida en la familia trinitaria, la cual nos sumerge en la obra de Dios, nos hace hijos, hermanos y templos del Espíritu.
Esta solemnidad tiene Misa de la Vigilia (en la tarde del sábado) y Misa del día. El Prefacio es propio de la solemnidad; y que si se hace la Plegaria Eucarística II o III, en el memento (Acuérdate, Señor…) hay un recuerdo propio para esta Solemnidad de la Ascensión del Señor.
Recordar que en este día se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, sería recomendable tener presente el mensaje el Papa.
Invitar a la comunidad a mantenerse en espíritu de oración en la novena de preparación para la solemnidad de Pentecostés.
Recordar que esta semana:
El miércoles 31, es la fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María.
El domingo 4 de junio, es la Solemnidad de Pentecostés. Sería muy importante preparar y celebrar la Vigilia de Pentecostés en un ambiente de oración, de encuentro eclesial de todos los grupos apostólicos de la parroquia, resaltando que con la fiesta del Espíritu Santo se concluye el tiempo pascual.
Además, esta Solemnidad de Pentecostés puede ser un momento especial para hacer una catequesis sobre la paz, teniendo en cuenta el documento de la Conferencia Episcopal Colombiana: “Artesanos de la perdón, la reconciliación y la paz”.