Lun 10 Oct 2016
¡Cristo es nuestra paz!
Diversos medios de comunicación y líderes sociales han analizado ampliamente los resultados del plebiscito del pasado 2 de octubre que, contra todo pronóstico, rechazó los términos del Acuerdo final firmado entre el Gobierno Nacional y las FARC.
Sin duda, muchos factores coadyuvaron a ese resultado inesperado. Pero uno en particular ha sido objeto de especial atención: el papel del sector religioso y específicamente de algunas iglesias cristianas, cuyo rol ha sido considerado "determinante" en la sorpresiva victoria final del "no".
No han faltado, en el contexto de polarización y debate que vive nuestro país, duras críticas a aquellas iglesias y pastores que declararon públicamente su apoyo personal e institucional al "no". Y desde diversos sectores, se multiplicaron también las críticas al Episcopado colombiano por permanecer neutral ante el plebiscito, limitándose a recomendar a los católicos una participación activa en la consulta a través de un voto libre, informado y consciente.
Paradójicamente, los mismos que hoy critican con rudeza la opción política asumida por algunos pastores y líderes cristianos, consideran “inaceptable” la neutralidad de la Jerarquía Católica juzgándola “cómoda, apática y cobarde”…
En realidad, la posición asumida por la Iglesia no fue fruto de comodidad, apatía, tibieza o cobardía. Ninguna opción era, a corto plazo, más sacrificada y arriesgada que la “neutralidad”. Pero ninguna otra opción era posible, ni eficaz, ni evangélica, ni conveniente, ante el diagnóstico de realidad política y social que el Episcopado se planteó como escenario de su acción evangelizadora en favor de la reconciliación y la paz.
Un escenario que, desde el primer momento, quiso superar los límites impuestos por la coyuntura de las negociaciones en La Habana, la agenda mediática y las interminables controversias sobre los detalles del Acuerdo final. La “neutralidad” de la Iglesia Católica en el plebiscito es consecuencia de un enfoque global, en el que la paz se vislumbra más como un proceso social, ético y moral, que como el mero fruto de una negociación política, sujeta a los cambiantes dinamismos de la realidad nacional.
Pero existe, además del ya señalado, otro elemento que explica la neutralidad de la Iglesia en el plebiscito. Creemos firmemente que nuestras relaciones con el ámbito político deben estar caracterizadas por un exquisito respeto de la libertad de conciencia de los fieles laicos, verdaderos protagonistas de la evangelización de lo público, misión para la cual gozan de amplia libertad, capacidad de iniciativa y autonomía. Así nos lo enseñó claramente el Concilio Vaticano II.
Si hemos de aportar en la construcción de la reconciliación y la paz, la Jerarquía ha de hacerlo con valentía y coherencia, pero siempre en el respeto de la legítima diversidad de opiniones, ideas e identidades políticas. Nuestra misión es iluminar, acompañar, animar, no imponer.
A mis hermanos, pastores de otras comunidades cristianas a las que aprecio inmensamente, un consejo dado de corazón y con humildad. Consejo que extiendo también, con igual humildad, a algunos hermanos sacerdotes: Demos a Dios lo que es de Dios y a César lo que es de Cesar. ¡No dejemos que los políticos, sea cual sea su partido, manoseen a Cristo y a su Evangelio!
El respeto por la libertad de nuestros fieles en el campo político es la única garantía de que no sucumbiremos ante la tentación del poder, del autoritarismo moral o del partidismo sectario, pudiendo así desarrollar nuestra misión evangelizadora sin compromisos o condicionamientos mundanos. En este campo, los discípulos del Señor nos jugamos la autenticidad profética de nuestra misión común: la predicación del Evangelio. !Cristo es nuestra paz!
Mons. Pedro F. Mercado Cepeda
Secretario Adjunto del Episcopado para las Relaciones con el Estado y Director del Departamento para el Diálogo Ecuménico e Interreligioso - Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Bogotá.