Mié 7 Sep 2016
Plebiscito
Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Es un hecho la convocación al plebiscito por parte del Presidente, fijado para el domingo 2 de octubre, con el propósito de conocer el parecer de los ciudadanos en relación con los Acuerdos de la Habana con las FARC, para poner fin al conflicto armado con ese grupo.
No cabe duda de la grande agitación política y de opinión que tanto el proceso de paz como esta convocatoria ha despertado en los diferentes sectores sociales y políticos del país, al punto de generar una inevitable polarización, dado que la respuesta única a la pregunta formulada, será el “sí”o el “no”. No hay opción intermedia. No se contempla el voto en blanco y la abstención no reportaría toma de posición sobre la decisión democrática; sólo por omisión, podría pesar en el mínimo requerido.
A este propósito, la Iglesia, con el fin de acompañar este ejercicio ciudadano, ha entregado un mensaje en la Asamblea Plenaria, celebrada en julio último, documento en el cual hace un discernimiento sobre las raíces de la violencia, los compromisos pastorales asumidos por el episcopado y la invitación a ser “Artesanos de La Paz”. En un párrafo imprescindible para entender la posición sobre el plebiscito, y aclarar posibles equívocos que se han venido presentando sobre el asunto, los obispos manifestamos:
“Convocamos al pueblo colombiano a participar en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión, como ejercicio efectivo de la democracia y con el debido respeto de lo que la mayoría finalmente determine”.
En efecto, queda claro que hay una invitación a participar, en primer lugar; por otra parte, que el objeto de la consulta son los acuerdos de La Habana, no la paz, que es un valor y un deber procurarla y buscarla siempre, además una exigencia permanente, el construirla. Sobre el modo, se pide responsabilidad, tratándose de decisión tan delicada y en consecuencia, por lo que es necesario responder. El voto debe ser informado de manera que, al conocer el contenido y verdad de los acuerdos, garantice la siguiente condición esencial que legitima la decisión tomada que es “en conciencia”. La desinformación es contraria a este requisito.
La conciencia informada es la que en últimas responde por una decisión, pues sopesa y discierne los elementos de bien y riesgos que tal decisión implica en la real construcción, en este caso, del bien común y consecuentemente, de aporte eficaz a la incesante construcción de la paz. El voto debe ser libre, por tanto no sometido a ningún tipo de coacción física o moral o producto de promesas o recompensas indebidas. Finalmente, como forma parte del régimen democrático, en cuanto a resultados electorales se refiere, que la mayoría es quien da la pauta de la consulta, deben ser respetados y aplicados con las consecuencias que de ellos se deriven.
Por último, es necesario que el discernimiento vaya acompañado de incesante oración para entender el designio de Dios en este momento de nuestra historia, de modo que podamos avanzar en la construcción de un mundo mejor para todos.
Con mi fraterno saludo y bendición.
+ Ismael Rueda Sierra
Arzobispo dé Bucaramanga