Sáb 21 Nov 2020
Jesucristo, Rey – Pastor
Por: Mons. Omar Mejía - La celebración de la Santa Misa de hoy tiene dos particularidades: Celebramos el último domingo del tiempo ordinario y la solemnidad litúrgica de Nuestro Señor Jesucristo, rey del universo. El Santo evangelio (Mt 25, 31-46), nos ofrece para nuestra meditación un texto fundamental para nuestra vida cristiana. En su conjunto la Palabra de Dios el presente domingo nos ofrece la oportunidad de contemplar la acción de Dios manifestada en la segunda persona de la Santísima Trinidad: Jesús Nuestro Señor, rey del universo. En dos palabras sintetizamos el mensaje de hoy: Dios es: Rey – Pastor.
Escuchemos el inicio del santo evangelio: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda”. Según el evangelista San Mateo, esta narración bíblica es la última enseñanza magistral que realiza Jesús, nuestro Rey y Pastor. Quizás al evangelista le interesa que a su comunidad le quede grabada en su mente la acción misericordiosa, compasiva y cercana de Jesús nuestro Señor. Pero también le interesa dejar en la mente de su comunidad la necesidad de asumir la vida cristiana con responsabilidad frente al cuidado de los más pequeños y necesitados. No cuidar de los pequeños es un acto de injusticia que puede ser juzgado por el mismo Dios como una falta de misericordia y compasión.
Dios es el Rey del universo y como rey se sienta en su trono y posee toda la autoridad de juzgar nuestros actos; pero, a su vez, Dios es también Pastor y como Pastor cuida de su pueblo. Escuchemos nuevamente lo que hemos proclamado en la primera lectura: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré, como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré” (Ez 34,11-12). Fijémonos en una expresión sumamente interesante en el texto: “Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré”. Cuidar es lo propio de una madre y lo propio de un médico, de una enfermera (o). Cuidar es lo propio del rey. El rey cuida su imperio. El pastor cuida sus ovejas. Por más sencilla que sea nuestra vida, todos tenemos algo que cuidar. Debemos cuidar nuestra vida, nuestra salud, nuestra vocación, el trabajo, nuestros bienes…
El evangelio muy concretamente nos invita a cuidar nuestra salvación y hemos de hacerlo, a través de las obras de misericordia. Escuchemos la Palabra: “Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme”.
Notemos con atención la naturaleza de estas seis obras de misericordia: comida, bebida, acogida, ropa, cuidado, visita. Todos por más pobres que seamos tenemos el potencial para proveer este tipo de misericordia. No necesitamos ser ricos para comprar un pastel y una gaseosa para una persona hambrienta. No necesitamos ser enfermeros (as) para visitar una persona enferma, basta simplemente poseer la sensibilidad y la voluntad de hacerlo. No necesitamos ser misioneros para visitar un prisionero en la cárcel, es suficiente ser sensibles frente a la soledad y el agobio que siente un prisionero. Las obras que se ven recompensadas según el santo evangelio están al alcance de todos. Estas obras de misericordia son demasiado sencillas y no necesitan de grandes sacrificios de parte de quienes las practican, pero sí dan un alivio inmenso a quienes reciben la misericordia.
Cuidar nuestra vida y cuidar la vida de los demás, es una gran tarea. Cuando cuido mi vida, cuido la vida de los demás. Quien no es responsable con su propia vida, tampoco es responsable con la vida de los demás. Quien cuida, busca, apacienta, recoge, ánima, acoge al descarriado, venda las de heridas quienes están sufriendo. Quien cuida, cura, fortalece, da esperanza… Dios, nuestro Rey – Pastor, cuida de nosotros, el secreto está en que nos dejemos cuidar de Él. El Salmo responsorial nos acaba de decir: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar. Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tu vas conmigo, tu vara y tú cayado me sosiegan”.
“Tu vas conmigo”. Dios siempre va con nosotros. Escuchemos lo que nos dice la Palabra de Dios: “Señor, tú me examinas y conoces, sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso. Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos” (Sal 139,1-3) (138). El único que realmente nos conoce en la integridad de nuestro ser es Dios. Por eso dice la Palabra: “Bendito el hombre que confía en Dios, maldito el hombre que confía en el hombre” (cf Jr 17, 1-13). Hermanos, ante la crisis que vivimos toda nuestra confianza debe estar centrada en Dios. Para los que aman a Dios todo les acontece para su bien. Las personas de fe, de las grandes crisis sacan grandes enseñanzas. El tiempo presente es un momento oportunísimo para rescatar con fuerza las obras de misericordia.
La Palabra de Dios del presente domingo nos invita a la solidaridad universal, pero, se trata de una solidaridad que se particulariza en el ejercicio de la caridad hecha real y concreta en personas especificas, en seres humanos concretos que necesitan de nuestra ayuda. También el santo evangelio de una manera particular nos invita a realizar un buen examen de conciencia, escuchemos: “Apártense de mí, malditos vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron”.
La caridad se ejerce en lo concreto, en los espacios de la vida cotidiana. Allí donde hay un hermano que sufre necesitan de mi presencia. “Obras son amores y no buenas razones”. La Palabra de Dios nos invita hoy a revisar nuestros pecados de omisión. ¡Cuantas veces Dios se nos hace presente a través de un hermano que sufre y nosotros pasamos de largo! El Rey – Pastor nos conoce y observa con dolor cómo muchas veces nos convertimos en machos cabríos e indomables. Quienes en el juicio final son declarados malditos, se debe a su falta de caridad, una falta que entre otras cosas, como nos lo presenta el evangelio, a veces pasamos de una manera desapercibida. Escuchemos la Palabra: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Y él les replicará: En verdad les digo: lo que no hicieron con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicieron conmigo”. Uno de los pecados más graves es el pecado contra la caridad. Pongamos atención porque, con mucha facilidad faltamos a la caridad, pensemos, por ejemplo, en el chisme, la calumnia, el asesinato, el aborto, el homicidio, el mismo suicidio. El don más grande que Dios nos ha regalado es la vida, de tal manera que una falta contra la vida es una falta contra la caridad.
El Rey – Pastor que cuida…, con dolor observa cómo sus hijos se alejan de Él, cuando no ejercen la caridad con sus hermanos los más humildes. El Rey – Pastor, ante la realidad del pecado de la humanidad, tiene que pronunciar una sentencia de condena: “Apártense de mi, malditos…” Hermanos, la mayor gloria de Dios es el hombre, la mayor gloria del hombre debería ser Dios. ¿Cómo glorificar a Dios?, según nos narra el evangelio, glorificamos a Dios, rindiéndole tributo de adoración y sirviendo generosamente a nuestros hermanos. Cuando servimos con honestidad y rectitud de corazón a los hermanos estamos dando gloria a Dios. La Palabra nos dice: Cuanto hicieron a dejaron de hacer a uno de estos mis hermanos más pequeños a mi me lo hicieron o a mi me lo dejaron de hacer. La enseñanza es que el reino de los cielos, la vida eterna, la vida en Dios, nos la granjeamos todos los días y en los pequeños detalles de cada jornada (Sólo por hoy y con la gracia de Dios). La crisis que vivimos en la actualidad es una gran oportunidad para ejercer la caridad y la misericordia al estilo de Jesús Rey – Pastor. En las actuales circunstancias que vivimos, tengamos en cuenta tres actitudes básicas: Presencia, discernimiento, orientación.
Estimados sacerdotes: presencia, discernimiento y orientación. El pastor conoce a sus ovejas, las defiende, las cuida y si es necesario da la vida por sus ovejas. Queridos padres, presencia en sus parroquias, dedicación. Nuestros feligreses nos quieren y nos necesitan al cien por ciento pastores. Religiosas (os), presencia, discernimiento, orientación. El religioso (a) es signo de la presencia de Dios entre nosotros. El religioso (a) es fiel a su vocación cuando ejerce la caridad como misión primaria en el ejercicio de su vida consagrada.
Educadores: presencia, discernimiento, orientación. Estimados maestros y maestras, dice San Juan Bautista de la Salle: “Quien desconoce a Jesucristo no puede ser maestro”. Por favor, estén al lado de sus alumnos, hoy más que nunca los necesitan maestros, maestros al cien por ciento. Ustedes son guías, acompañantes y orientadores, ustedes son la luz que ilumina la vida de muchos jóvenes. No se dejen robar la ilusión de luchar por un mundo mejor.
Padres de familia: presencia, discernimiento, orientación. Sus hijos aprenden más por lo que observan que por sus palabras; sean rectos y honestos en la vocación de ser los heraldos de la verdad, de la justicia, de la paz, y la fraternidad. Sus hijos los necesitan exigente, pero cercanos.
Gobernantes: presencia, discernimiento, orientación. El pueblo ha confiado en ustedes, el pueblo los necesita limpios de corazón, sin ambiciones, dedicados al servicio, amables y cercanos. El pueblo está cansado de falsas promesas. El pueblo los necesita dedicados y pulcros en la administración de los bienes públicos. Utilizando las palabras de Papa Francisco, estimados gobernantes, trabajen incansablemente por la “amistad social”.
La misericordia debe ser ilimitada, como son ilimitadas las necesidades
Mateo 25, 31- 46
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme. Entonces los justos le contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno de éstos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron. Entonces dirá a los de su izquierda: Apártense de mí, malditos vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron. Entonces también estos contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Y él les replicará: En verdad les digo: lo que no hicieron con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicieron conmigo. Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.